Notas sobre dialéctica del mundo antiguo y su vigencia

Escrito por: 

David Rodrigo García Colín Carrillo

 

La forma dominante de entender el mundo en las primeras civilizaciones de la historia tendía a ser dialéctica, a través de la unidad y lucha de los opuestos. Esta forma filosófica de entender la realidad hundía sus raíces en el hecho de que las primeras civilizaciones producían en un contacto muy estrecho con la naturaleza y sus ciclos polares de nacimiento, muerte y regeneración; un mundo en donde el productor no se ha desprendido totalmente de la totalidad natural y en donde la lucha entre la vida y la muerte está presente en los ciclos agrícolas y en las guerras que conllevan el fin y la regeneración de los imperios. Existe una constante lucha de opuestos en la naturaleza y en la sociedad: entre sequía y regeneración, entre aldeas y ciudades, entre imperios rivales, entre campesinos y déspotas.

 

La peculiaridad de la dialéctica de la antigüedad está en que se creía que en la lucha dual se expresaba una voluntad divina, una especie de consciencia cósmica. Esto era, en parte, la idealización de la voluntad del déspota, forma de gobierno común a las civilizaciones tributarias.

 

Una anécdota contada por Heródoto puede ilustrar muy bien esta última idea. Durante la época de los tiranos griegos, allá por el año 500 a. C., Polícrates rey de Samos entabló buena amistad con el faraón de Egipto, Amosis. Éste estaba muy preocupado por la increíble buena suerte del gobernante griego -en esta época la buena suerte parecía estar del lado de los helenos, pero en realidad era la “buena suerte” propia de un modo de producción nuevo (esclavista) en ascenso-, la preocupación de Amosis se debía a que la buena suerte, atribuida a los dioses, debía compensarse siempre con la mala suerte, para mantener el equilibrio universal; algo muy malo, por tanto, debía de estar a punto de sucederle a Polícrates, si es que los dioses querían mantener el equilibrio de los opuestos. Amosis aconsejó a Polícrates una treta para equilibrar las cosas y mantener su suerte: debía deshacerse de algo realmente preciado. Polícrates, siguiendo los consejos de su poderoso amigo, arrojó al mar un anillo increíblemente valioso y adorado por él; tiempo después, creyendo haber logrado restaurar el equilibrio cósmico, se dispuso a disfrutar de un banquete, pero cuando abrió el pescado que iba a comer a comer encontró su valioso anillo en el interior. Se dice que Amosis, inquietado por la voluntad divina, rompió la alianza política con su amigo. Poco tiempo después Polícrates murió en una emboscada, de forma violenta y dolorosa. El equilibrio cósmico de los opuestos fue restaurado.

 

Otro ejemplo notable es el mazdeísmo de Zoroastro, de la antigua India y Persia. El mundo era entendido como el tablero universal de una lucha épica y cósmica entre fuerzas opuestas. Ahura Mazda, el dios de la bondad y, por otra parte, Angra-Mainyu o Ahrimán, su opuesto malvado. Ambos luchan en una batalla eterna en la que el individuo contribuye con sus obras buenas o malas. Esta noción maniquea pasará, transformada y adaptada, al acervo del pensamiento judeo-cristiano.

 

De forma un tanto similar, la oposición dual debía conservarse para evitar la destrucción del universo mesoamericano. Por ejemplo, para esta civilización las enfermedades, como en la medicina hipocrática de la antigua Grecia, se debían a la falta de equilibrio entre los opuestos, al exceso de frío o calor; la práctica médica consistía en un ajuste por medio de la ingesta de alimentos cuya naturaleza fuera fría o caliente, dependiendo del caso. Debido a la esencia dual del universo los dioses no eran ni naturalmente bueno o malos, sino una mezcla de ambas cualidades. La tierra, la lluvia, el sol podían ser proveedores de alimentos y bienestar, pero también de calamidades y desgracias.

 

Por el contrario, la dualidad masculino/ femenino no debía equilibrarse en el mundo mexica: el lado masculino debía dominar ya que si estos opuestos se neutralizaban se acabaría el movimiento y los ciclos fundamentales. Este machismo expresa a una sociedad donde las actividades bélicas son muy relevantes y aunque pueda repelernos hoy en día, la reflexión dialéctica no deja de ser brillante. Los opuestos tienden a equilibrarse pero esto se da sólo a través de la lucha y de una tensión dinámica sin fin; por tanto hay equilibrio y desequilibrio al mismo tiempo.

 

Por otra parte, para los antiguos chinos en el universo habían una serie de correspondencias y relaciones que resonaban a través de todo -la acupuntura parte de esta convicción-, de tal suerte que todo está íntimamente relacionado, en un orden universal con el emperador en el centro. La dualidad del yin (lo femenino) y el yang (lo masculino) representa la unidad y complementariedad de los opuestos. El emperador debía velar por la conservación de esta dualidad y la obediencia era obligatoria para ese fin.

 

Una noción parecida nos encontramos en el mundo mesoamericano. El universo (Ometéotl) de los mexicas es intrínsecamente dual (femenino-masculino), los opuestos universales se desprenden de esta polaridad principal. Dice Michel Graulich: “[…] todo en Mesoamérica, va de a dos, todo se entiende en términos de equivalencias, oposiciones y complementariedades. Ometéolt es lo masculino y lo femenino, contiene todas las oposiciones complementarias del universo: a lo masculino se asocian el cielo, la luz, el sol, la vida, el guerrero, el nómada, lo activo; a lo femenino, lo que es terrestre, oscuro, lunar, muerto, sedentario, pasivo”.1

 

Así como en el yin y el yang del confucianismo existe un elemento opuesto en cada color –simbolizado por el punto blanco y el negro en sus opuestos-, en la filosofía mesoamericana se suele simbolizar un elemento acuático en la deidad solar –Huitzilopochtli, por ejemplo, suele estar adornado con elementos acuáticos (chalchihuites)- y podemos encontrar, por el contrario, elementos solares en dioses acuáticos –rayos del sol en poder de Tláloc, por ejemplo-. También observamos cómo los árboles cósmicos que sostienen los cielos son vías de trasmisión de elementos opuestos: en algunas láminas del códice Vindobonensis, por ejemplo, lo acuático –chalchihuites- va al cielo y lo ígneo o solar –las flechas de fuego- desciende a la tierra. [véase imagen]

 

Quizá algún lector objete: sí, todo esto es hermoso pero ¿en qué puede sernos valioso esta antiquísima forma de pensar en el mundo de hoy? Evidentemente lo primero es despojar a la dialéctica de su envoltura mística y desechar la idea de que lo que sucede en el mundo es producto de una consciencia divina. Para el mundo antiguo esa tarea fue hecha por la escuela jónica de la antigua Grecia, con respecto al misticismo de Hegel esa misma tarea, a un nivel superior, fue hecha por Marx y Engels. Es conocido que la obra cumbre de Max, El Capital, es el mejor estudio de las leyes que rigen el capitalismo, una obra maestra de la dialéctica tanto en forma como por su contenido. Sin el método dialéctico El Capital hubiera sido imposible. Engels profundizó, en obras como el Anti dühring y Dialéctica de la naturaleza, el lado dialéctico del marxismo en lo que concierne a nuestra visión de la naturaleza y la evolución humana. En otros artículos hemos intentado explicar la relevancia recíproca del pensamiento dialéctico para la ciencia moderna, la Teoría del Caos y la fractalidad son los ejemplos más emblemáticos [http://www.marxist.com/dialectica-en-caos-fracgtales-y-razon.htm]. El libro Razón y revolución de Ted Grant y Alan Woods es fundamental para actualizarnos al respecto.

 

Pero no queremos concluir este ensayo sin referir otro ejemplo que, aunque sea simplemente una hipótesis sobre el universo, llamó poderosamente nuestra atención. Es sabido que el principio de Paul Dirac establece que a toda partícula le corresponda una antipartícula. Los físicos nucleares han logrado obtener trazas de antimateria por medio de enormes colisiones de micropartículas. De esta manera, en este terreno del conocimiento, se confirma que los opuestos están compenetrados entre sí, a la manera del yin-yang y a la manera de los opuestos acuático-ígneos del pensamiento mesoamericano -evidentemente de forma metafórica-. Pero el caso es que, hasta el momento, no se sabe a ciencia cierta dónde se encuentra la antimateria que se supone se generó en la hiperexplosión que generó la parte del universo que podemos observar. El entrañable Isaac Asimov especuló una hipótesis muy interesante -que también expusieron cosmólogos soviéticos-, que no deja de tener un notable núcleo dialéctico y tiene sugerentes similitudes con la imagen misma del yin-yang:

 

[...] especulemos un poco. A mí, por mi parte, se me ha ocurrido que podría haber algo llamado “energía negativa” que fuese igual que la “energía positiva” ordinaria pero con la particularidad de que cantidades iguales de ambas se sumen para dar “nada” como resultado (igual que +1 y-1 dan 0). De ser así, la “pompa de energía positiva” quizá se convirtiese en el universo que conocemos, mientras que en algún otro lado existiría el correspondiente “universo negativo””.2

 

No importa que Asimov hiciera esta especulación sobre la base teórica de un universo finito -es perfectamente posible imaginar un universo de infinitas “pompas de materia y energía” conformadas de materia y antimateria-, lo interesante es cómo una visión dialéctica y un conocimiento profundo de la ciencia pueden abrir interesantes hipótesis para futuras investigaciones. No sabemos si la hipótesis de Asimov será confirmada por la futura historia de la ciencia. Quizá, con respecto a nuestra visión general del cosmos, los viejos Marx y Engels; junto con los antiguos chinos, mesoamericanos e indios, se reirán para sus adentros, dondequiera que se encuentren. Seguramente la Teoría del Caos y la matemática fractal -entre otros desarrollos de la ciencia- ya les habrán arrancado sonoras carcajadas.

 

1 Graulich, Michel; Moctezuma Apogeo y caída del imperio Azteca, México, Era/INAH, 1994, p. 21.

2 Asimov, Isaac, Cien preguntas básicas sobre ciencia, Madrid, Alianza Editorial, 203, pp. 29-30.

 

Fecha: 

8 de junio de 2016

Teoría Marxista: