El marxismo y el arte

Escrito por: 

Francisco Lugo, Facultad de Arte y Diseño, UNAM
“Ciertamente, la creación artística y el goce estético prefiguran, a los ojos de Marx, la apropiación específicamente humana de las cosas y de la naturaleza humana que ha de regir en la sociedad comunista, una vez que el hombre salte del reino de la necesidad al de la libertad.”
Adolfo Sánchez Vázquez, Las ideas estéticas de Marx
 
estatua-de-piedra-chongqing-sichuan-china-de-karl-marx-5872234.jpg¿Hay un lugar para el arte y las cuestiones estéticas en la teoría marxista? ¿Existe una forma artística que sea característicamente socialista? Si se entiende el marxismo a la manera de los reformistas, sólo como una teoría política y económica, despojado de su raíz filosófica (el materialsimo dialéctico), se obtendrá el marxismo castrado -sin estética- de Kautsky y Bernstein, quienes delegaron en el 'idealismo kantiano' los problemas relativos al arte; concibiéndolo como una realidad trascendente, apartada de la vida social, es decir, al modo del pensamiento burgués. Pero si se reduce al arte  puramente a una expresión de intereses clasistas, en cambio, la resultante será la deformación estilística del 'realismo socialista', típica del periodo estalinista; un arte que privilegia la forma y está vacío de contenido, rendido a su función propagandística, desligada de la vida real. No obstante, existe una visión fidedignamente marxista-leninista del terreno estético, que establece un lazo entre la función ideológica y la función cognoscitiva del arte, sin despojarlo de su libertad creadora.
 
Quien entienda al 'realismo socialista' como la forma artística característica del marxismo, no sólo estaría desplegando una comprensión limitada de la teoría marxista y una visión estrecha del arte mismo, sino que estaría soslayando las expresiones artísticas que siguieron a la Revolución de Octubre, en Rusia, y que se asentaron en el joven Estado Soviético antes de la irrupción del estalinismo. El 'realismo socialista' fingió la realidad idílica del Estado obrero degenerado, aduló indiscriminadamente a la burocracia corrupta de la que dependía e impuso una unificación estilística entre sus artistas; convirtiéndose más bien en un 'idealismo socialista', en el que la norma se oponía a lo real. El constructivismo, en cambio, desde 1917, se constituyó en una corriente reflexiva y dinámica, que respondía críticamente a los acontecimientos políticos, sin disminuir su entusiasmo por la transformación social ni estar sometido a la vigilancia opresiva del gobierno.
 
Lenin no dejó de reconocer la dimensión ideológica del arte como producto histórica y socialmente condicionado, pero tampoco pretendió agotar al arte en la ideología y siempre tuvo presente lo que Engels denominó como la 'autonomía relativa' de la creación artística. Así, no pesó sobre los artistas de la naciente democracia obrera el prejuicio burgués según el cual su compromiso político con la revolución se oponía a su libertad artística, sino que la unidad de su compromiso y su libertad fueron garantizados por la falta de intromisión de la dirección bolchevique en su autonomía, condición imprescindible para que el arte supere -a su vez- su condicionamiento ideológico y exprese la dimensión real de la vida humana. Por su parte, Lunachensky, como comisario de educación pública, mantuvo un equilibrio relativo entre la vanguardia y la tradición artística heredada del zarismo, que contiene más que sólo sus determinaciones ideológicas de clase. La censura estalinista se encargó de destruir dicho balance, marginando a los artistas que tachó de pequeño-burgueses (por oponerse a la burocracia), como el poeta futurista Vladimir Mayakovski, quien fue orillado al suicidio.
 
Es innegable que como producto cultural de una sociedad dada, el arte se desprende de la base económica que lo genera para integrarse en la 'superestructura' que fortifica ideológicamente a la clase dominante. Sin embargo, lo que hay de individual y subjetivo en la producción artística también la hace superar los intereses singulares -implícitos o explícitos- de su creador, políticos, morales o religiosos, arrastrada por su necesidad de una legalidad propia, es decir, de una coherencia entendida en términos propiamente estéticos. La obra artística no se reduce a sus ingredientes ideológicos. Acerca de la 'perdurabilidad del arte griego', Marx apuntaló su visión estética con sus observaciones sobre la pervivencia del arte auténtico más allá de la estructura social que lo produce. El arte griego ha subsistido sobre las raíces ya secas de la sociedad esclavista, para anticipar -según sus propias determinaciones- el modo de vida plenamente humano que sólo podrá alcanzarse con la desaparición de las particularidades materiales e ideológicas de clase.
 
Si bien son abundantes -aunque dispersos- en la obra filosófica de Marx los cometarios que apuntan al carácter extra-ideológico del arte (a falta de un trabajo suyo dedicado estríctamente a ámbito estético), la visión 'sociologizante' de la estética marxista fue la predominante desde finales del s.XIX y ya entrado el s.XX, en la interpretación de teóricos marxistas como Lafrague, Mehring o Plejanov. Incluso Lukacs hizo eco de ella en su identificación del arte decadente con el arte de las sociedades decadentes, omitiendo los señalamientos de Marx sobre el 'desarrollo desigual' del arte y la sociedad. Una sociedad o una corriente artística pueden llamarse propiamente decadentes cuando han agotado su capacidad de renovarse, pero de esto no se sigue que la decadencia de una forma artística coincida necesariamente con la decadencia de una estructura económica y social.
 
Además de su función ideológica, el arte cumple también una función cognoscitiva, pero ésta no se limita -como lo prueba la propia historia del arte- a la representación mimética de lo real. Suponer lo contrario significaría asumir, a la manera hegeliana, que el arte como forma de conocimiento carece de un objeto propio, siendo -en tanto que forma de conocimiento- inferior a la filosofía y accesoria o superflua respecto del conocimiento científico. El artista no sólo expresa  su acercamiento singular e ideológico a la realidad, sino que también la representa en sus razgos esenciales, en alguna medida; sin exclusión del arte abstracto o del arte conceptual, en tanto que persiguen su propia verdad artística, es decir, en tanto su coherencia interna lleva la huella de lo humano. De tal suerte que el arte no se limita a reflejar la realidad ni a expresar su contenido meramente subjetivo, sino que encuentra su objeto específico en la propia realidad humana que lo produce, de una manera que le es característica y distintiva epistémicamente.
 
En un primer momento, el arte es una representación de la realidad exterior, que no se limita, sin embargo, puramente a la imitación de lo real; en el siguiente instante, el arte se constituye en una nueva realidad, en tanto que creación del ser humano, condicionada por su contexto social e histórico; y consecuentemente, en su aspecto final, el arte se vuelve una verdad relativa a la misma vida humana. Los objetos del arte, tan alejados como puedan estar del realismo en su sentido estricto, se muestran humanizados, como producto de la cualidad reflexiva de la imaginación humana. La representación no es el fin en sí mismo de la creación artística, no así la apropiación humana de lo real; no la figuración sino su transfiguración. Ni siquiera el arte formalista esta desligado de esta forma de apropiación, sino que es una faceta de la propia historicidad de los medios de expresión artística. El arte objetiva la presencia del ser humano de una forma que el trabajo no puede conseguir todavía plenamente dentro de los límites de la sociedad de clases.
 
“La caracterización del arte esencialmente por su peso ideológico olvida este hecho histórico capital: que las ideologías de clase vienen y van, mientras que el arte verdadero queda. (...) Pero, a la vez, no puede olvidarse que la obra artística es un producto del hombre, históricamente condicionado, y que lo universal humano que realiza, no es lo univesal, abstracto e intemporal de que hablan las estéticas idealistas después de establecer un abismo entre el arte y la ideología, o entre el arte y la sociedad, sino lo universal humano.” que surge 'en' y 'por' lo particular” (ASV, Op.cit.). 
 

Fecha: 

Junio de 2014

Teoría Marxista: