Agustín de Iturbide y la consumación de la Independencia

Escrito por: 

Rubén Rivera

El 19 de julio de 1824 fue ejecutado en Tamaulipas Agustín de Iturbide, tan sólo tres años antes; el 27 de septiembre de 1821 aparecía ante el conjunto del país como el principal protagonista de la consumación de la independencia, luego de  trescientos años de aparente inmovilismo, los acontecimientos sucedían con velocidad asombrosa, México se había independizado, se había proclamado un imperio y en unos meses había caído.
Tal vez uno de los ejemplos que demuestran que la historia no tiene nada que ver con la sucesión  caótica de acontecimientos es la consumación de la independencia. Agustín de Iturbide, originario de Valladolid, hoy Morelia, era criollo conservador que nunca tuvo reparos en combatir la insurgencia desde sus inicios; combatió en el campo militar a Hidalgo, Morelos y López Rayón, como tal fue responsable de la ejecución de centenares de revolucionarios . Su feroz empecinamiento en contra de la independencia le valió el convertirse en jefe de operaciones en la zona del bajío en 1815 de la cual fue destituido  por Félix María Calleja, merced al trato despótico y corrupto con que ejerció sus funciones.
No fue sino hasta 1920 que se le volvió a requerir para participar en el ejército realista. Viejos amigos suyos habían llegado a cargos políticas claves influyendo en el entonces virrey Apodaca, lo que le permitió a Iturbide regresar al mando del ejército realista en el sur del país.
En realidad los motivos que orillaban a la aristocracia criolla a volver a promover a Iturbide estaban fundados en los acontecimientos en España, donde un levantamiento popular había obligado al Rey Fernando VII a jurar la Constitución de Cádiz de 1812 aún a pesar de que el mismo Rey la había repudiado a la derrota de Napoleón en 1814.
Para los criollos conservadores, base del sostenimiento del dominio de la Corona española en suelo novohispano, era muy importante impedir que una constitución que ellos consideraban liberal pusiera en peligro sus privilegios económicos y sociales. Por estos motivos pretendieron colocar a Iturbide en una posición clave.
Pese a la extrema debilidad de las guerrillas dirigidas por Vicente Guerrero estas se defendieron con gran efectividad de la ofensiva dirigida en su contra por Iturbide, es altamente probable que la intención de Iturbide fuese aniquilar primero a Guerrero y después sobre la base del prestigio obtenido maniobrar para lograr una independencia perfectamente conservadora.
No quedando de otra, Iturbide invita a pactar a Guerrero el cual decide aceptar. El 24 de febrero se proclama el Plan de Iguala, que propone básicamente las ideas de independencia conservadora de la oligarquía criolla: monarquía, defensa de los privilegios del clero, mantenimiento del sistema de castas, etc.
La mayor parte de los guerrilleros insurgentes como Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo o Vicente Guerrero eran básicamente liberales, por lo que la aceptación del Plan de Iguala era para ellos una concesión extrema, que como se vio después sólo postergó el enfrentamiento.
De parte del ejército realista se generó  una división, una parte de los oficiales, entre ellos Antonio Bustamante y Antonio López de Santa Anna se suman al Plan de Iguala mientras que la mayoría se sostiene a favor de la Corona.
Lo que inclinó finalmente la balanza fue la nueva efervescencia popular que se desató ante la posibilidad real de un triunfo independentista. Rápidamente ciudad tras ciudad se sumó al Plan y para agosto prácticamente todo el norte y parte del centro del país estaban fuera del control de los realistas.
Juan O´Donojú, el nuevo Virrey determinó reconocer la independencia, pese a que poco después en España se declararan nulos los tratados que firmó con Iturbide. Con esto se consumó la independencia.
En el fondo nada estaba resuelto, los viejos criollos realistas ahora estaban en el poder y sustituían la corona de Fernando VII con la de Agustín de Iturbide, al que proclamaron emperador. En pocos meses los viejos insurgentes se volvieron rebelar y victima de sus propias contradicciones el remedo de imperio cayó en menos de un año.
Incluso sus viejos generales, Santa Anna y Bustamante, voltearon la espalda a Iturbide, con ello se convirtieron en los nuevos campeones de los conservadores los cuales lograron forzar a un nuevo pacto que desemboco en la constitución de 1824, otra transacción desventajosa para el movimiento liberal. Sería necesaria otra nueva revolución, la de Ayutla en 1854, la que romperá las trabas de la salida conservadora de la independencia. Mientras eso sucedía, los intentos conservadores por mantener el status quo llevaron a la dictadura de Santa Anna y la pérdida de la mitad del territorio nacional

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