El fenómeno Marina en Brasil: se enciende la alarma para la izquierda latinoamericana

Escrito por: 

José Pereira

La candidatura de Marina Silva está dando sobresaltos a una campaña electoral brasilera que parecía encaminada a una relativamente tranquila reelección de Dilma Rousseff y la victoria del PT. No es la única señal de alarma en un contexto latinoamericano marcado por cambios de tendencia en la economía, que contribuyen a la crisis del modelo político y social de los “gobiernos progresistas” de la región.  

¿Quién es Marina Silva?

lulamarinaMaria Osmarina Marina Silva Vaz de Lima, o simplemente Marina Silva, fue vicecoordinadora de la CUT en Estado del Acre, militante del PT desde 1985 hasta 2009, ministra del medioambiente en el primer gobierno de Lula hasta 2008. En las elecciones de 2010 fue candidata presidencial del Partido Verde de Brasil obteniendo 19 millones de votos y un sorprendente tercer lugar aunque bastante alejado de los principales competidores en aquellos comicios, es decir Dilma Rousseff y José Serra. Para las elecciones del próximo octubre su candidatura presidencial ha sido oficializada recién el 20 de agosto por el Partido Socialista Brasilero (socialista solo de nombre) en remplazo del ex gobernador de Pernambuco Eduardo Campos, fallecido en un accidente aéreo el pasado 13 de agosto. Desde entonces todas las encuestas la dan como principal competidora y, en algunos casos, favorita frente a Dilma.

Aunque haya sido definida por el New York Times un “icono del movimiento ambientalista” y galardonada de reconocimientos por las Naciones Unidas, el WWF y el gobierno de Noruega, el “ecologismo” de Marina Silva es muy criticado en Brasil. Marina Silva abandonó el gobierno y el PT después de la promulgación de un decreto que incrementaba de 500 a 1.500 las hectáreas de la Amazonia concedidas a los latifundistas. En su carta de renuncia explicaba que “es el momento de dejar de combatir para tratar de convencer al partido (el PT)… sino del encuentro con diferentes sectores sociales dispuestos a asumir… la lucha por un Brasil justo y sostenible”: sus primeros pasos fueron “el encuentro” con todo el sector del agronegocio y un partido (el PV) que sostiene gobiernos regionales de derecha y empresariales.

Si bien como ministra fue protagonista en la creación de varias áreas protegidas, al mismo tiempo fue responsable del desmembramiento del Instituto Brasilero de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (IBAMA) y de la privatización de las forestas brasileras con la Ley de Gestión de Forestas Públicas. El modelo de gestión medioambiental que Marina reivindica es de hecho él de la privatización, como en la foresta nacional de Jamari en el Estado de Rondonia, confinante con el Beni, donde se ubican las dos represas hidroeléctricas responsables de las inundaciones que han afectado también a Bolivia. El Sindicato de Trabajadores y Trabajadoras Rurales de Xapuri (Acre, el sindicato fundado por Chico Mendes), ha criticado el ecologismo de Marina Silva hecho de “modelos de santuarios y de grandes ONGes internacionales… que favorece a los empresarios los cuales…consiguen legalmente devastar mientras los habitantes de la foresta cometen crímenes ambientales”. Al mismo tiempo los trabajadores rurales denunciaban las vinculaciones al agronegocio de todos los candidatos a la carrera presidencial y la consecuente ausencia de esta campaña de los conflictos agrarios que suman ya 23 dirigentes campesinos asesinados en 2014 por su lucha al latifundio y por la reforma agraria.

El “fenómeno” Marina

En el rápido ascenso de Marina Silva en las encuestas preelectorales hay sin duda una componente mediática. Esta a su vez es la expresión del hecho que un sector de la burguesía utiliza la candidatura de Marina para sondear las posibilidades de alternativa al PT. La trayectoria política de Marina, su ruptura con el PT y su hablar un lenguaje antipolítico – “ni de izquierda ni de derecha” – tranquilizan los poderíos económicos en Brasil y al mismo tiempo atraen el voto del descontento hacia la política que ha ido creciendo en los últimos años y que el proprio PT se ha demostrado incapaz de organizar, colocándose al otro lado de la trinchera de la protesta popular. En este sentido puede decirse que Marina Silva es un producto distorsionado de las movilizaciones de masas que, a partir de junio de 2013, han marcado el inicio de una situación nueva en Brasil.

Los primeros gobiernos del PT fueron de intenso boom económico, durante el cual el mismo Lula podía decir de estar haciendo “más y mejor” que la derecha, sin que sea necesariamente “diferente”. El “más” de hecho era la creciente dependencia de la economía brasilera del flujo de inversiones extranjeras, así como el pago reverencial de la deuda pública, y el “mejor” la relativa paz social a la cual contribuyan no tanto las medidas redistributivas del redito sino la presencia del PT en un gobierno de coalición con un amplio espectro de partidos burgueses, liberales y de derecha. Pero ya con el primer gobierno de Dilma las cosas han empezado a ser diferentes.

Las primeras señales de la crisis han sido afrontadas con el más grande recorte en el presupuesto federal y la más grande privatización de petróleo en toda la historia de Brasil. Como cuando se retiran las olas dejando a la vista la suciedad del mar, la inversión de tendencia en la economía ha evidenciado las profundas desigualdades que engrosaban el crecimiento. Como la dirección del PT y la CUT, aferradas a la defensa del gobierno, renunciaron a canalizar este malcontento, las manifestaciones del mismo crecieron al margen y en ruptura con estas organizaciones, en las luchas de los profesores, los petroleros o en las inmensas manifestaciones de la juventud por la gratuidad del transporte o contra los despilfarros de la copa del mundo de fútbol.

¿Vencerá?

junio2013De hecho el fenómeno Marina es antes y sobre todo la expresión de la crisis del modelo político, económico y social de colaboración de clases de la dirección oficial de la CUT y el PT. Como se preguntan nuestros camaradas de la Izquierda Marxista de Brasil en un breve artículo publicado para comentar las tendencias en las encuestas: ¿cuántos están realmente sintiendo la campaña electoral y promocionando el voto al PT y Dilma? ¿Cuántos obreros después que Dilma anunciara que mantendrá el sistema de jubilaciones introducido por el gobierno Cardoso cuya reforma es la más sentida reivindicación del movimiento sindical? ¿Cuántos jóvenes que vieron criminalizadas y reprimidas sus luchas por la gratuidad y calidad de los servicios esenciales y contra las desigualdades sociales del “nuevo Brasil”?

Es muy probable que el peligro real de una derrota ayude el PT a recuperar una parte de su voto consciente en los comicios de octubre. Esto podría garantizar a Dilma una ajustada victoria electoral, que pero de ninguna manera sería expresión de renovada estabilidad política. Las nuevas posibilidades que se abren serán sin duda un canto de sirenas para la derecha de la coalición que sustenta el gobierno del PT. Una ruptura de esta coalición sufrida y no buscada por el PT repercutirá en una crisis en las filas de este partido que no se escapa de la regla, nunca desmentida por la historia, del desarrollo de coaliciones entre partidos burgueses y organizaciones del movimiento obrero: los primeros se llevan la palma, los segundos cargan con la derrota.

La situación en América Latina

El peso que tiene Brasil en los equilibrios regionales hace que los comicios en ese país traspasen sus confines. En Bolivia por ejemplo la derecha apuesta a que una victoria de Marina en Brasil pueda debilitar internacionalmente la posición del gobierno del MAS: la falta de cuidado sobre las repercusiones que esto podría tener para la emancipación económico-política del país demuestra solo el carácter vendepatria de la derecha boliviana. Sin embargo nos parece aún más importante señalar la inercia con la cual la izquierda latinoamericana está afrontando situaciones nuevas. En los discursos que filtraron de la cumbre del Foro de San Paulo, que reunió en La Paz a los principales partidos de la izquierda latinoamericana, se percibió mucha liturgia autocomplaciente y muy poco análisis autocritico de las perspectivas.

En octubre se votará en Bolivia, Brasil y Uruguay. En cuanto a este último país por cuestiones de espacio no podemos hacer un análisis exhaustivo de lo que han representado diez años de Frente Amplio en Uruguay, partimos de un simple hecho: las elecciones que se vienen tendrán un eje mucho más a derecha que las anteriores. Las internas del pasado julio, unas primarias para elegir candidatos y habilitar partidos, fueron las menos participada de siempre, el FA ha perdido un cuarto de su electorado y el Partido Nacional resultó ser el con más sufragios, aun perdiendo un 15% de sus votos. Cualquiera entre Tabaré Vázquez del FA o Lacalle del PN gane los comicios de octubre tendrá que afrontar una desaceleración económica que según la misma CEPAL amenaza ya el gasto público y la previdencia social. En una polémica declaración Mujica afirmaba de estar “reinventando el capitalismo”, pero ni él ni nadie más puede reinventar un capitalismo sin crisis. Si el PN encarna las recetas burguesas para reimpulsar la economía es también cierto que los sectores moderados del FA representados por Tabaré Vázquez son los que ambicionan más a un Tratado de Libre Comercio con los EEUU que a un fortalecimiento político y económico del área, en crisis, del Mercosur. 

En Venezuela el perdurar de la crisis económica se mantiene como factor de la inestabilidad política y de luchas públicas en el campo del chavismo. Es un hecho reconocido que la crisis es producto del saboteo económico de la burguesía venezolana, saboteo con finalidades políticas o simplemente especulativas o las dos cosas. La disyuntiva de la revolución bolivariana es que en el marco del capitalismo no existe posibilidad de no cargar el peso de la crisis de manera desigual sobre el hombro de trabajadores y sectores populares, por cuantos “Chávez nuestro” quieran rezar en Caracas. En la Argentina la lucha a los “fondos buitres” está devolviendo al gobierno una base de apoyo social. Sin embargo mientras los trabajadores ven en la derrota de los buitres la solución de sus más acuciantes problemas de paro, pérdida de poder adquisitivo de los salarios etc., el gobierno busca más bien negociar una restructuración de la deuda, que no podrá frenar ni las apuestas especulativas sobre la misma ni reducir los costos de financiación de la economía argentina en un contexto de estancamiento. Sobre el fondo de esta contradicción se mueven la derecha escindida del kirchnerismo de Sergio Massa y sus aliados en la burocracia sindical con a la vista las elecciones de 2015.

Bolivia parece por ahora un caso aparte. El eclecticismo entre un manejo prudente de las finanzas públicas y políticas expansivas sostenidas por la nacionalización y el alto flujo de exportaciones de hidrocarburos, combinados con la baja inserción del país en el mercado mundial, permiten todavía mantener la economía a flote. Pero aquí también tenemos dinámicas similares. El “reforzamiento de las tendencias socialistas” reivindicado por nuestro Vicepresidente en el Foro de San Paulo choca con el programa de colaboración de clases del que las listas electorales del MAS son un reflejo claro, hoy hermoseado con las improbables lecturas “maquiavélicas” de Gramsci que García Linera propone. Su reconocimiento de que “estamos fallando en la integración económica” es importante pero sin contenido práctico si no se reconoce que sobre las bases de la competencia capitalista y de un capitalismo en crisis, esta integración es imposible.    

¿Qué propone la CMI?

foro-de-sao-paulo-600x330.jpg 1733209419No es ninguna fatalidad ni es una necesidad que la crisis y el impasse político deban reabrir el camino a la derecha como se avizora en Brasil. Pero este es un hecho, que demuestra en primer lugar que la cooptación y el control sobre las organizaciones sindicales y sociales no garantizan la continuidad de los procesos políticos ni anulan la lucha de clases. La marginalidad casi generalizada de la izquierda revolucionaria, demuestra por otro lado el fracaso de los métodos sectarios y su peligrosa convergencia de facto con las maniobras de la derecha, como en el último paro en la Argentina.

Nuestros camaradas de la Ezquerda Marxista pronosticaron correctamente hace ya un par de años el cambio de la situación política en Brasil, mientras la dirección del PT celebraba sus éxitos o supuestos tales. Intervinieron en todas las movilizaciones de masas del último año, en abierta oposición a la línea oficial del PT y coordinando un Frente Único con otras organizaciones contra los intentos de la derecha de despolitizar el movimiento para manipularlo. En la misma lógica se movilizaron junto al Partido Comunista Brasilero  en apoyo a la resistencia antifascista ucraniana o por la causa palestina. Su crecimiento es atestiguado por ejemplo por el lanzamiento de un boletín semanal (Hoz y Martillo), un avance importante para una organización completamente autofinanciada en las mejores tradiciones del movimiento obrero.

Hoy algunos de nuestros camaradas son candidatos a diputaciones estatales y federales en las listas del PT. Estas candidaturas no sirven a embellecer la línea oficial del PT, como demuestran las críticas, en unos casos solitarias, tanto a la reforma política impulsada por Dilma en el mismo marco de unidad nacional, como a la dirección de la CUT. Sirven más bien a cristalizar el trabajo político del último periodo y se ofrecen como una plataforma de lucha concreta contra la colaboración de clases a las mayorías obreras y juveniles organizadas en el PT y en la periferia de este partido. Es esto de la construcción de una tendencia revolucionaria internacional e independiente pero vinculada a la lucha de masas, el camino concreto para disputar la hegemonía de las direcciones reformistas del movimiento obrero, juvenil y popular, en Brasil como en Bolivia.

Fuente: Lucha de clases - Bolivia

Fecha: 

3 de septiembre de 2014

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