La verdadera “Guerra Cristera”

Escrito por: 

David García Colín

Los muertos los pone el campesino, la derecha contrata mercenarios, el clero firma los acuerdos, el Vaticano fabrica “santos” y Hollywood hace una película

El movimiento cristero (1926-1929) fue un movimiento insurreccional con base campesina capitalizado políticamente por el clero y una derecha de inspiración fascista, golpista y oportunista; fue un movimiento en el que las masas campesinas pusieron los muertos y el alto clero, con la venia del Vaticano, firmó los acuerdos en los que los insurrectos no contaron para nada. Por sus bases el movimiento cristero representó la exasperación del campesinado pobre y analfabeta ante el fracaso y lentitud del reparto agrario, se trató de una explosión de base agraria, en gran parte espontanea, que encontró en la religión su elemento aglutinador y en los excesos anticlericales de callismo su detonador; por su dirección se trató de un movimiento de derecha, reaccionario y semi-fascista.
La derecha y el clero, aprovechando la desangelada visita del papa Benedicto a México, han lanzado una campaña, que incluye una película hollywoodense protagonizada por Andy García promovida por los sitios web católicos y conservadores, para reivindicar el movimiento cristero;  todo lo anterior como parte de un furioso movimiento contra el Estado laico, a favor del oscurantismo medieval y calculado dentro de las campañas presidenciales (en donde el PAN y Peña Nieto se han aliado al Vaticano).  Es necesario recordar, sin embargo, que el movimiento cristero fue traicionado por la jerarquía católica que hoy reivindica esta insurrección, por el Vaticano que hace santos a algunos de los mártires cristeros pero que aprobó los acuerdos con el gobierno de Calles, que fue encabezado por un mercenario sin principios (el general Gorostieta) que ni siquiera compartía el credo pero que quería una campaña para su promoción (además de su sueldo de 3 mil pesos-oro mensuales), movimiento en cuya cabeza política estaban organizaciones inspiradas por el Bund nazi (Acción Católica y la Liga Nacional por la Defensa de la Libertad Religiosa), que buscó en un golpista militar (Escobar) y en un simpatizante del nazismo (Vasconcelos) a sus aliados y, finalmente, cuyas reivindicaciones tenían más que ver con la defensa de los intereses del clero, que con la “libertad religiosa”.
Las bases sociales que explican el alzamiento de más de 35 mil campesinos contra el gobierno de Plutarco Elías Calles entre 1927 y 1929 no se encuentran tanto en la mística religiosa del campesinado mexicano sino en el descontento producto del fracaso de la Revolución Mexicana para satisfacer las demandas indígenas y campesinas (el problema de la tierra); ello se puede verificar fácilmente por el hecho de que el proyecto de “Educación Socialista” que impulsaría posteriormente Cárdenas no generó ninguna cruzada clerical de calado entre las masas campesinas –el pretendido alzamiento golpista de Cedillo se desinfló al no encontrar una base social y el sinarquismo nunca contó con una base masiva- por la sencilla razón de que Cárdenas repartió entre los campesinos el 37% de las tierras distribuidas entre el periodo que va de 1915 a 1962; por el contrario, en ese mismo periodo, las tierras repartidas por Calles sólo representaron el 6.4 % lo que generó una efervescencia campesina que será, esta vez, capitalizada por la derecha y no por caudillos de izquierda como había sido el caso con Villa y Zapata. La expulsión de algunos Obispos, la suspensión de cultos, el arresto de sacerdotes sediciosos constituyeron el pretexto perfecto del clero y organizaciones de ultra-derecha para lanzar una campaña que sería el detonante de una insurrección campesina semi-espontánea. No se trata de la primera vez que la parálisis de una revolución empuja a las masas campesinas (o a un sector) hacia la derecha. 
Durante la consolidación del Estado mexicano pos-revolucionario algunos sectores de la burguesía no estaban contentos con las pequeñísimas migajas que el gobierno de Calles arrojaba de la mesa, no se sentían cómodos con el movimiento obrero que aunque corporativizado estaba integrado al régimen, no les gustaba la demagogia anticlerical y jacobina del gobierno, pretendían una dictadura militar abierta y descarnada que no diera ninguna concesión a las masas. Estos sectores, ligados al clero, fundaron organizaciones de derecha para hacerse de una base social de choque entre la pequeña burguesía reaccionaria. Tal fue el caso de Acción Católica (uno de los antecesores del PAN) que se inspiraba directamente en el movimiento nazi (Bund alemán). Estos grupos crearon plataformas para defender los privilegios del clero afectados por la Constitución del 1917 como lo fue la Liga Nacional por la Defensa de la Libertad Religiosa, la cual convoca al boicot económico contra el gobierno de Calles y, con la participación del clero, suspende misas para provocar a los feligreses contra el gobierno. El gobierno expulsa a los obispos y en enero de 1927 se generan alzamientos campesinos sobre todo en el Centro-Oeste del país (Jalisco, Colima, Nayarit, los alrededores de Jalisco y Zacatecas ) mientras que en algunos pueblos aquellos que no se unen al movimiento de las hordas enardecidas  o aquellos que aceptan tierras del gobierno son ahorcados o fusilados bajo el grito de ¡Viva Cristo rey!  –grito monárquico por cierto-. Es verdad que el anticlericalismo del gobierno de Calles le funciona como un distractor ante el fracaso de su política, lo que enardece aún más a las bases cristeras, y es verdad también que el gobierno de Calles aplastará el movimiento a sangre y fuego ante su incapacidad de ganar y neutralizar a los campesinos satisfaciendo sus demandas de tierra. 
Los insurrectos son aplastados en las primeras batallas. “Más que una batalla, es una cacería”, afirmará un general del Ejército. Ni Acción Católica ni la Liga apoyan con armas a los insurrectos que han conjurado pero, ante la falta de caballería del Ejército de Calles y el enojo del campesinado, ninguna represión detiene a un movimiento que cuenta con el apoyo casi unánime de sus comunidades que no se pacifican ante una feroz represión de todo culto religioso por parte del gobierno y que fusila “en caliente” a todo cura implicado, así los alzados son 20 mil en 1927 y 35 mil en 1928. La incapacidad de la Liga para dirigir el movimiento la lleva a buscar un mercenario o un caudillo que pueda encabezar la revuelta, encontrarán a ambos en Enrique Gorostieta un aventurero, militar de Don Porfirio y Victoriano Huerta –incluso participó en el levantamiento del veleta Almazán contra Carranza- perteneciente a una familia rica de Monterrey que había sido apartado del “juego político” y que buscaba llegar a la presidencia de la república , ¡fue contratado por la liga por 3 mil pesos mensuales!. En el “churro” hollywoodense “La Cristiada” un atractivo Gorostieta afirma que encabeza a un movimiento cuyo credo no comparte porque cree en la “libertad religiosa”. Esta grotesca idealización de Hollywood –y del clero- pretende ocultar que Gorostieta era un oportunista, un aventurero y un mercenario a sueldo (literalmente) que creía, más bien, en los cargos de poder; ni siquiera creía en las masas que encabezaba pues llega a decir: “Os conozco perfectamente, al primer toque de campana, os alejareis como pájaros” o “(…) en cuanto me abran las iglesias se me van a ir todos. Yo los conozco a ustedes ” pero, como dicen los periodistas: ¡Que lo hechos no nos echen a perder una buena historia!
El carácter reaccionario del movimiento cristero queda patente con los intentos de Gorostieta por llegar a un acuerdo con el golpista José Escobar (comandante militar de Coahuila) quien intentan, en marzo del 29, un golpe contra el gobierno de Calles, un golpe que pretende instaurar una dictadura militar abierta,  y pretende detener la más que tímida reforma agraria. Lo demostrarán también los intentos de acercamiento con Vasconcelos que lanza su candidatura presidencial, ya se encuentra en una deriva hacia el fascismo y a quien apoya la clase media conservadora. Escobar dejará solos a los alzados cristeros pues su golpe de Estado es una pifia mal organizada, mientras que Vasconcelos, que propone a Gorostieta aguardar la alianza hasta un eventual fraude electoral, pierde la oportunidad de hacerse con una base social (se da el pacto del clero con el gobierno). Vasconcelos  ha sido siempre un timorato tanto cuando estaba más a la izquierda (en el gobierno de Obregón) como cuando se vuelve nazi.  De haber triunfado el golpe de Escobar se hubiera tenido una dictadura militar abierta, en las líneas clásicas de los golpes de derecha latinoamericanos, si a esto le sumamos una base de masas tenemos todos los ingredientes de un movimiento fascista.
Sin embargo el Vaticano y el alto clero no pueden esperar a acabar con un movimiento que no han logrado controlar, que han explotado pero no querían y que amenaza la alianza con el régimen que deben tolerar por conveniencia. Asesinan (ya sea el gobierno o el clero mismo) a su general a sueldo (Gorostieta) 19 días antes del pacto con Calles presumiblemente para que no lo obstaculizara; y sin consultar a los “mártires cristeros” que están siendo masacrados, firman con el callismo los “arreglos de junio de 1929” en donde se promete la restitución de las iglesias y la vuelta de los párrocos expulsados así como una admistía. Las organizaciones católicas como la Liga y Acción Católica serán disueltas para reaparecer durante el cardenismo en la forma del sinarquismo y el panismo, mientras que las bases cristeras desaparecerán a sangre y fuego. De las 90 mil víctimas de la “guerra cristera” 55 mil serán soldados del ejército, 30 mil serán cristeros; ni Acción Católica, ni la alta jerarquía, ni la Liga contribuirán con su cuota de “mártires”; como siempre la carne de cañón pagará los platos rotos de las aventuras de la derecha. Después de la masacre la represión del gobierno de Calles -no olvidemos el padre putativo del PRI- se dirigirá contra la izquierda, los comunistas y el movimiento obrero. Un senador mexicano observará “México es el único país del mundo que está en guerra contra los Soviets y contra el vaticano ”.
El movimiento cristero fue sin duda un movimiento de derecha potencialmente fascista encabezado por un aventurero a sueldo que buscaba padrinazgos entre golpistas militares y fascistas, sin embargo, un análisis serio debe siempre diferenciar entre las causas que ocasionaron el alzamiento de cientos de miles de campesinos y los grupos reaccionarios que lo capitalizaron. Con una política revolucionaria era perfectamente posible ganar a las bases campesinas como lo demostraron las Ligas Campesinas del PCM a cuya cabeza estaban dirigentes como Úrsulo Galván. El problema del movimiento cristero no era tanto su contenido religioso –las bases campesinas de Villa y Zapata nunca dejaron de ser religiosas- sino, por un lado, los oportunistas de derecha que le dieron el contenido político y que traicionaron al movimiento y, por otro lado, la política de Calles de ralentizar el reparto agrario dejando en letra muerta la Constitución de 1917así como su histeria anti-religiosa que pretendía cubrir con demagogia la falta de transformaciones reales. Ahora que la histeria clerical pretende regresarnos a la época colonial es oportuno recordar la historia y derribar los mitos cultivados por el clero reaccionario. 

Fecha: 

9 de abril de 2012

Teoría Marxista: