Crítica de Libros: “2010: Ni independencia ni revolución”

Escrito por: 

David García

El Nuevo Libro de Rius: Sectarismo y oportunismo con sentido del humor
Confieso que soy un lector y coleccionista de los libros de Rius. ¿Quién no ha reído a carcajadas leyendo alguno de sus libros que proporcionan, en muchas ocasiones, ratos de ameno disfrute?; se dice que sus libros han educado (y en parte mal educado) a toda una generación de activistas, obreros y campesinos en toda una serie de temas en una amplísima bibliografía que ya rebaza los cien libros. Sus libros en forma de historietas han hecho escuela y han revolucionado la manera de propagandizar las ideas de izquierda, también han revolucionado la historieta en México (a pesar de su deficiente técnica de dibujo). Se pueden aprender muchas cosas de sus libros con bastante buen humor y de forma muy amena, libros como: “La revolucioncita mexicana” se han utilizado como libros de texto en las escuelas públicas.

Hay que ser conscientes de que sus libros y posiciones políticas pecan de las debilidades de muchos productos de propaganda: superficialidad, además de cierto eclecticismo.  Aveces ultraizquierdismo combinado con reformismo; en la base de todo está un “marxismo” superficial y endeble que combina  eclécticamente ideas incompatibles, prejuicios sectarios y una desconfianza escéptica en la capacidad revolucionaria de los trabajadores. Este juicio puede parecer duro, pero si uno se da a la tarea de leer su último libro, que con motivo de los centenarios de la independencia y la revolución,  ha salido a la luz llamado: “2010: ni Independencia, ni revolución” (Editorial Planeta) puede percatarse de las debilidades (y también sus fortalezas) de éste autor.
La tesis central del libro de Rius es que en México no hubo revolución de Independencia ni hubo una verdadera revolución (esta tesis ya la había presentado en la “Revolucioncita Mexicana”) y que los mexicanos somos por esencia corruptos,  ignorantes, una población que aguanta todo, un país fracasado en todos los órdenes. Sin duda compartimos el punto de vista del autor en el sentido de que México es hoy más dependiente del imperialismo que nunca, que todas las conquistas de la revolución han sido canceladas. Aunque Rius no lo dice, ya que está contagiado del escepticismo hasta la médula, es posible que muchos de sus lectores saquen la conclusión de que hace falta una nueva revolución; en esto, por supuesto, estamos de acuerdo y agregamos que debe ser una revolución socialista sino quiere retroceder nuevamente (Rius ya no habla en su libro de revolución socialista sino finca ilusiones en la izquierda liberal al mismo tiempo que rechaza a “la clase política” en bloque). La tesis central de Rius de que en México no hubo revolución mexicana es radicalmente falsa y políticamente sectaria. Es increíble que un autor que ha escrito más de cien libros sobre revoluciones no tenga la más remota idea de lo que constituye la esencia de toda revolución, pero ese es el talón de Aquiles de todos los sectarios en el mundo, que combinan de manera “bipolar” el ultraizquierdismo con el oportunismo más crudo. La definición que Rius da de revolución, probablemente sacada de algún diccionario de bolsillo, es la siguiente: “movimiento social y violento para transformar las estructuras políticas, económicas y sociales de un país”.
En ésta definición formal y rígida está el secreto de la mayoría de los errores que Rius presenta en su libro. Con esta definición uno tendría que arrojar a las llamas del infierno la mayor parte de las revoluciones del siglo XX y de todos los siglos: no solo la revolución mexicana sino, por ejemplo, la revolución Francesa del 68, la revolución de los “Claveles” en Portugal, el “Otoño caliente” en Italia, la revolución Sandinista, por no hablar de loa actuales procesos revolucionarios en Venezuela y Bolivia; incluso, con ésta definición ni Marx mismo queda bien parado al haber escrito abundantes textos sobre la revolución de 1848 y sobre la Comuna de Paris de 1871, ambos procesos revolucionarios, y todos los mencionados anteriormente, no terminaron con el derrocamiento de la clase dominante ni transformaron radicalmente el modo de producción dominante. Sin embargo creemos que es Rius y no Marx el que está francamente equivocado.
Acudamos a una fuente más seria que Rius para definir lo que es una revolución: Trotsky en su monumental “Historia de la Revolución Rusa” da la siguiente definición: “El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos (…) en los momentos decisivos cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, estas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen”. Una revolución se caracteriza por la intervención de las masas en el intento de controlar sus propios destinos. Ruis comete un error elemental al confundir una revolución triunfante con la existencia misma de una revolución y desconocer la diferencia entre una revolución social con una revolución política; equivale a confundir el primer mes del embarazo con el éxito mismo del proceso de parto.
Con la definición dada por Trotsky no solo la revolución de Independencia fue un hecho objetivo y existente sino también la revolución mexicana y todas las revoluciones sociales del siglo XX y de los siglos pasados; en ellas intervinieron de manera violenta las masas intentando transformar sus vidas y destinos. Más aún, no toda revolución social tiene como objetivo político, dadas las condiciones existentes, derrocar un modo de producción e instaurar otro sino de reajustar el régimen o el equilibrio entre las clases dominantes a favor de un nuevo estamento: tal fue el caso de las revoluciones burguesas en Europa de mitades del siglo XIX que fueron descritas por Marx. Incluso las revoluciones que derrocan modos de producción (como la revolución francesa) conocen periodos de retroceso político sobre las mismas bases económicas creadas por la propia revolución que se reajustan por medio de revoluciones políticas.
La revolución Mexicana fue un colosal proceso de intervención violenta de las masas campesinas y más tarde obreras que intentaron de manera instintiva cambiar de raíz la situación política y económica mediante la toma de tierras, la formación de ejércitos campesinos; más tarde, el impulso de la primer huelga general del país, con las huelgas que obligarían a Cárdenas a llevar un proceso de Nacionalizaciones, etc; éste no es lugar para entrar en detalles en éste proceso, baste decir que si la revolución mexicana quedó en los marcos de una revolución burguesa fue producto de la falta de dirección del proletariado dado el sectarismo y oportunismo del anarquismo y posteriormente el lastre del stalinismo. Pero sólo un sectario doctrinario y formalista negaría la existencia misma de la revolución mexicana. Rius no se da cuenta que el extremo sectario se anuda con las mismas conclusiones políticas de los reaccionarios panistas; el festejo vacío y la mitificación del PRI no es la única estrategia de la burguesía para enterrar el proceso revolucionario, hemos oído en los medios de comunicación a mercachifles ignorantes que tratan de sepultar la revolución mexicana negando su existencia, chillando sobre la cantidad de muertos, sobre su inutilidad, etc; se trata de los mismas conclusiones de Rius
No deja de ser peculiar la manera en que Rius combina el sectarismo con prejuicios filisteos y oportunistas propios de los sectores más atrasados políticamente; podemos encontrar en su libro las siguientes “perlas de sabiduría”: “¿porqué vivimos en un país que todavía no acaba de organizarse en beneficio de TODOS  los mexicanos” (¿TODOS incluidos los burgueses?, ¿no es éste el discurso reformista que mete en el mismo saco a explotados y explotadores en beneficio de los explotadores?); con respecto a la violación de la mujeres indias: “hijos no deseados, de padres deconocidos, hijos, no del amor, sino de la fuerza bruta y animal, hijos rechazados por ambos lados esa fue la base de nuestra nacionalidad (…) aquí está la respuesta de porqué los mexicanos somos como somos”. Este prejuicio compagina muy bien con la visión reaccionaria de Enrique Krausse quien sostiene que el atraso y el subdesarrollo de México se deben a nuestro complejo de inferioridad. Si el “marxismo” de Rius fuera algo más que un barniz externo y superficial podría saber que el subdesarrollo se puede explicar, en gran medida, producto del “desarrollo desigual y combinado” que tuvo lugar por la a integración social de conquistadores y conquistados en una formación social específica basada en la extracción de metales preciosos y la explotación más primitiva en un contexto de división mundial del trabajo en el que la colonia novohispana jugaba el papel de proveedora de materias primas. 
A la par de su sectarismo nos encontramos con las ilusiones más superficiales en el liberalismo reformista, frases como “los mexicanos no podemos ponernos nunca de acuerdo”. Rius parece haber abandonado la lucha por el socialismo, la visón de clase de los procesos históricos y el papel de la clase obrera (esa gente ignorante que todo lo aguanta) para caer en un indigenismo ramplón que tiende a idealizar al indio, las masas son estúpidas y sólo se puede esperar un cambio en los sueños y la utopía que se sostiene a duras penas. 
Es verdad que aún éste libro resulta divertido, a ratos interesante y que se pueden aprender algunos nombres, fechas, datos y anécdotas. Es verdad que se puede aprender algunas cosas de libros como “Marx para principiantes” pero el lector de éstos libros debe ser consciente de las limitaciones extraordinarias de las tiras cómicas, la superficialidad propagandística y la necesidad de dejar su lugar a la lectura directa (confrontada y combinada con la lucha de clases vida de los trabajadores y la intervención en el movimiento) de los cásicos del marxismo (Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo). Hay que ser conscientes de que a pesar de la admiración por el trabajo de propaganda de Rius, a pesar de que muchos de sus libros son excelentes (“Marx Para Principiantes”, “El diablo se llama Trotsky”, “La truculenta historia del capitalismo”, “La revolucioncita mexicana”, “El Mito Guadalupano”, etc) mucho otros de sus libros tienen más errores que virtudes (por ejemplo las ilusiones cómicas en la Perestroika de Gorbachov, las ilusiones en dirigentes corruptos y reformistas como Arafat, las ilusiones en la “economía mixta”). Hay que leer a Rius, como a todo autor, con un espíritu crítico y con un criterio marxista firme, de otra forma su lectura puede resultar contraproducente.