Carmen Aristegui y los límites de la libertad de expresión

Escrito por: 

Rubén Rivera
images (1)_1.jpg“La censura es algo esencialmente negativo… La libertad está incrustada profundamente en la naturaleza humana de manera tal que aún quienes se oponen a la libertad ayudan a evidenciarla al pretender combatir su realidad. La esencia de una Prensa libre es la esencia misma de la libertad en su carácter más absoluto. Una Prensa censurada es algo invertebrado, un vampiro de la esclavitud, una monstruosidad de la civilización, una pestilente aberración de la naturaleza. ¿Es acaso necesario suministrar más pruebas de que la libertad tiene su expresión en la esencia misma de la Prensa, y que la censura es la negación de la misma?” (Marx 1842)
 
El día 15 de marzo la familia Vargas, dueña de MVS,  rescindió el contrato de Carmen Aristegui, el motivo que se manejaba era que la conductora había violado el código de ética de la empresa al proponerles un ultimátum el 13 de marzo, fecha en la cual Aristegui exigió  anular el despido de dos de sus colaboradores: Daniel Lizárraga e Irving Huerta.
 
Hasta el momento de la redacción del presente artículo Aristegui había señalado que emprendería una batalla legal para regresar, junto con todo su equipo al espacio radiofónico perdido. Seguramente Medina Mora  se frota las manos esperando a que el caso llegue a la Suprema Corte de Justicia.
 
Estos acontecimientos nos llevan a reflexionar sobre la libertad de expresión y sus límites en el marco de un régimen como el que vivimos.
 
Cierto es que  en una sociedad como la nuestra, la libertad de expresión está limitada por el reino de complicidades de los dueños de los medios, los cuales no se distinguen esencialmente de los dueños de los bancos, de las grandes empresas privadas, en general  los miembros de los distintos consejos de administración de unas empresas aparecen en las otras, en unos casos como presidentes, en otras como socios.  El propio Joaquín Vargas controla un emporio restaurantero y tiene importantes negocios con Carlos Slim, vía la empresa de cable Dish.
 
En el fondo la alta burguesía, dentro de la cual figura Joaquín Vargas, reclama el derecho de la libertad de expresión como aquel que tienen potentados como él, para trasmitir lo que se le pegue la gana. Para Vargas, Aristegui atentó contra su libertad de expresión,  dado que, en las actuales circunstancias, no quería molestar al presidente con la incómoda verdad. Para Vargas, Aristegui es una empleada y los empleados obedecen, tan simple como eso.
 
Las cosas para Aristegui, obviamente son de otra forma, para ella hay un contrato y ese contrato se tiene que cumplir, pero en el fondo se trata de la protección del gremio periodístico  y de su profesión tal y como ella lo entiende.
 
Para las amplias masas de radioescuchas el asunto es muchísimo más duro, se trata de la pérdida de un espacio por medio del cual se tenía acceso a información creíble, no solo sobre lo que el estado permite que se filtre sino sobre lo que realmente sucede.
 
Para los marxistas el problema de la libertad de prensa es un asunto clave, no hablamos ya solamente de los medios impresos, sino de los medios de comunicación en general y ello incluye la nueva vertiente del Internet y las redes sociales.
 
La única manera en que el pueblo es capaz de trasformar la sociedad es conociendo la realidad con toda su crudeza. Una persona enferma nunca tomara en serio su mal sino hasta que sabe que lo tiene, en palabras de Marx:
 
“Hay que hacer la opresión real todavía más opresiva, añadiendo a aquélla la conciencia de la opresión, haciendo la infamia todavía más infamante, al pregonarla”
 
Decimos que la libertad de prensa es una lucha que se tiene que dar permanentemente porque, de manera consciente, la burguesía defiende su concepción de libertad, la cual supone el aniquilamiento de los derechos de las otras clases, siempre que estas se dejen. Estas últimas en la medida que se movilizan, ganan espacios o alguna ley que a la larga la burguesía buscara  arrebatar. 
 
Por supuesto, como en el caso de las demás libertades, la burguesía se hace llamar a sí misma como su más ferviente defensora, no obstante el poder económico es lo que determina la fuerza de difusión de tal o cual idea. Por ejemplo, la opinión de Ricardo Salinas o de Emilio Azcárraga pueden llegar a decenas de millones de personas con solo ordenarlo.
 

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Un ama de casa o un obrero de la construcción tienen sólo su voz, cuyo alcance no pasa de unas decenas de personas. Formalmente los derechos son iguales para ambos, pero en términos prácticos, lo que un obrero o un campesino aislado opinen no tiene la menor repercusión, por tanto si hablamos de libertad de expresión efectiva, ese derecho sólo existe para los dueños de los medios de comunicación.
 
Aquí entra en juego el papel de las personas que trabajan en ellos; los comunicadores, desde periodistas hasta lectores de noticias y presentadores.  Dado que la información es una necesidad colectiva, los dueños de los medios requieren cubrir sus discursos o ideas con un grado de objetividad, en pocas palabras lo que dicen debe ser creíble. 
 
Formalmente también los trabajadores de los medios tienen libertad de expresión, pero ellos saben que hay una línea editorial, que normalmente valida el dueño, la cual es una pauta para lo que se puede o no decir. Aquí entra una contradicción por un lado se requiere información creíble o que genere audiencia, lo cual muchas veces coincide, y por otro lado se requiere difundir ideología, valores e intereses de los dueños de los medios.  En este contexto se genera un cierto margen de maniobra para una serie de periodistas honestos, pueden decir ciertas cosas y hasta cierto punto.
 
En ese juego suelen surgir elementos, como Carmen Aristegui, que ofrecen a los dueños de  los medios la posibilidad de mostrarse con un rostro creíble y hasta crítico. Cualquier revisión del contenido de la información o los análisis de Carmen y su equipo  mostrará que  en realidad no nos encontramos ante un elemento subversivo, sino ante una ferviente de los valores de una democracia liberal y que abiertamente ha cuestionado toda expresión que rompa con el estatus vigente. 
 
No obstante hay un elemento que la distingue de la absoluta mayoría de los conductores de noticias, en muchos casos se trata de ejecutivos de las propias empresas, totalmente fundidos con sus intereses; Ciro Gómez Leyva, Joaquín López Doriga, Javier Alatorre, Pedro Ferriz, Oscar Mario Beteta, etc. Todos ellos procuran mostrarse como “periodistas” tendiendo como prioridad los intereses de la empresa. 
 
En el caso más común se trata de simples lectores o lectoras de noticias, que tienen el mismo sentido crítico que un teclado de computadora. 
 
En el caso de Aristegui se trata de una periodista que no se asume como parte de la empresa donde trabaja, aunque que ofrece para el dueño de un medio la posibilidad de una amplia audiencia, pero su característica es que pone el periodismo por encima de su jefe en turno. Carmen  sin credibilidad no es nada y eso lo ha defendido a capa y espada en todos los medios en los que ha trabajado. Cuando los intereses de la empresa han chocado con su labor periodística se ha dado una ruptura y generalmente la han desatado los dueños de los propios medios.
 
Esa característica la ha convertido, sin pretenderlo ella misma, en una referencia para millones de personas, al menos en el marco de la difusión de información, y más aún cuando por su conducto se han develado escándalos que han puesto en evidencia el tamaño de la corrupción, autoritarismo y violencia que representa el estado. 
 
El estado, como representante general de los intereses de la burguesía, nunca aceptará a ningún medio de comunicación masivo que lo exhiba tal cual es, aunque este sea, como en el caso de Aristegui, un medio que sólo pretende  más trasparecía, democracia y menos corrupción, ni siquiera eso aguanta éste régimen.
 
Por el tamaño de la crisis que se avecina y  el grado de descomposición Aristegui no es aceptable para ningún dueño de los medios a menos que acepte las reglas del juego, por lo que la única opción es crear una especie de medio similar a Proceso o La Jornada, pero es seguro que su existencia siempre estará  obstaculizada por  el estado a no ser que acepte sus reglas.
 
Para los trabajadores queda claro que la única forma por la cual será posible un verdadero acceso a la libertad de expresión es adueñándose del control de los medios masivos, estableciendo un control democrático de la difusión y de los contenidos de esa difusión, para que las ideas que se trasmitan no sean las del patrón sino de la sociedad misma. 
 
Por supuesto las fuerzas productivas viven saltos cualitativos que complican el  dominio ideológico burgués, por ahora es evidente que aún la influencia de medios como las redes sociales se limita a un sector de la población, digamos de estratos medios y evidentemente su peso aún no tiene suficiente fuerza como para competir con la radio y la televisión, pero la tendencia es ampliar su crecimiento y por lo tanto el estado también busca establecer cierto control sobre ellos. No obstante por ahora son pequeño dolor de cabeza,  mediante los cuales es posible construir canales de comunicación entre las organizaciones en lucha antes no imaginables.
 
Para poner un ejemplo respecto a Aristegui, en tan sólo una semana la petición de firmas en apoyo a su regreso sumo casi 200 mil, su cuenta de twitter tiene 3.7 millones de seguidores y la de facebook 4.5 millones, importantes cifras. No hay duda que el potencial de comunicación  de estos medios crecerá y  rebasará al radio y a la televisión tradicional como estos también en su momento rebasaron a la prensa escrita. 
 
Sin duda este será un escenario  de lucha de la burguesía en contra de los trabajadores y otros sectores, no obstante el potencial del internet para impulsar la democracia directa muestra que en una sociedad libre del capitalismo la fuerza de los “políticos profesionales” irá desapareciendo. No obstante el Internet, como lo es la prensa, la radio y la televisión, sólo son un instrumento, los cuales pueden ser tanto mecanismos para crear organización y consciencia o simples instrumentos de opresión ideológica. En sí mismos no son ni una ni otra cosa, más bien son escenarios de lucha de clases  en los cuales los trabajadores debemos dar la batalla no dando por perdido nada.
 
Hoy en día la rapidez con la que se difunde una revolución, un escándalo de corrupción, una atrocidad como la de Ayotzinapa, puede generar indignación y luchas en multitud de países y el margen para que la burguesía y sus estados maquillen la información es cada vez más breve, de ahí que podemos sentirnos optimistas con el desarrollo de estos nuevos medios, sin que ello signifique que por sí mismos transformarán algo. 
 
Será la organización y la lucha las que permitirán una sociedad distinta al capitalismo donde efectivamente la libertad de expresión sea una realidad y no una palabra demagógica en boca de políticos del sistema y burgueses.
 
El caso de Carmen Aristegui es emblemático por esta y muchas razones y su solución dentro de los marcos del capitalismo, significa, en cualquiera de sus escenarios, un convenio de respeto a las normas establecidas. A la larga el hilo se volverá a romper si es que fiel a sus principios vuelve a rebasar los límites de lo “políticamente correcto”.
 
No obstante la solución real al problema de la libertad de expresión está en la lucha y al final, en la destrucción del capitalismo.
 
¡Así sea!
 

Fecha: 

27 de marzo de 2015

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