La huelga de Real del Monte, la primera huelga de América

Escrito por: 

David Rodrigo García Colín Carrillo

 

¡No hay justicia ni la queremos! ¡La guerra no terminará! ¡[...] muera el mal gobierno!” [Mineros insurrectos]

El 28 de julio de 1766 estalló, en las minas de Real del Monte y Pachuca, la primera huelga en América. Algunas fuentes dan la fecha del 15 de agosto, pero ésta se refiera al estallamiento del motín. Los trabajadores estamos obligados a rescatar esta lucha obrera, ya que demuestra que muchas de las características de las batallas de los trabajadores actuales remontan sus raices y experiencias desde aquellas lejanas fechas. En esta historia nos encontramos con experiencias que deben ser muy familiares para los sindicalistas democráticos: reuniones clandestinas, mítines, huelgas, comisiones negociadoras, pliegos petitorios...y hasta la contratación de un abogado. Todo esto encuentra su origen en esta huelga histórica, la primera de nuestro continente. Más importante aún: la primera huelga de que se tenga memoria es, al mismo tiempo, el anuncio y preludio de la revolución social encabezada por Hidalgo y Morelos, así como las huelgas de Cananea y Río Blanco preludian la Revolución de 1910. Tampoco nos cabe duda que las huelgas actuales como las de San Quintín o Lexmark, anuncian importantes acontecimientos históricos, por eso debemos rescatar esta historia y a sus héroes, ya que son los nuestros.

 

Dice Cayetano Valadés que la huelga textil de San Ildefonso y la fábrica La Colmena que estallaron el 10 de junio de 1865 “Fue la primera huelga que, organizadamente, se llevó a cabo en México” [Valadés, El Socialismo libertario mexicano, Brigada para leer en libertad, p. 36], pero esto no es exacto. La primera huelga en el “Nuevo Mundo” - si hacemos a un lado, al darse en un modo de producción muy diferente, la “huelga” de trabajadores de Texcoco quienes se negaron a cumplir la órdenes de Moctezuma para la construcción de Malinalco- fue la que estalló con los mineros novohispanos en 1766.

 

Las minas de Real del Monte eran propiedad de Pedro Romero de Terreros, futuro Conde de Santa María de Regla. Romero de Terreros fue uno de los hombres más ricos del mundo gracias a la explotación de la veta de plata Viscaína y -sobre todo- a las espantosas condiciones de semiesclavitud de unas 900 familias de trabajadores mineros, que le permitieron mandarse construir grandiosas y numerosas haciendas como las famosas San Miguel Regla y Santa María Regla en el futuro estado de Hidalgo, por supuesto que el Conde pudo garantizar su lugar en el más allá -pagado con el sudor ajeno- por medio de enormes donaciones con las cuales se contruyeron conventos y colegios franciscanos. Ayer como hoy, los ricos pueden comprarse la tierra y el cielo. La mina fue tan productiva que se mantuvo hasta 1985.

 

El derroche sutuoso e improductivo que implicó la hacienda y la minería-plasmado en las impresionante catedrales y arte barroco que engalanaron el periodo- fue derivado de una inserción en el mercado mundial que obligaba a la Nueva España a ser suministradora de metales preciosos y productos de autoconsumo muy locales, esta división del trabajo, propio de los países coloniales, se basó en la explotación más inmisericorde de la mano de obra, esto no era más cierto que en las minas de la Nueva España. Los metales preciosos saqueados de América sirvieron como parte relevante de la acumulación originaria de capital que impulsó el surgimiento y desarrollo del sistema capitalista a nivel global.

 

En las minas novohispanas, los trabajadores -reducidos a simples bestias de carga- se consumían en jornadas de más de 12 horas, sujetos por medio de la encomienda, el repartimiento o la esclavitud abierta; con salarios miserables de unos cuantos reales y en donde se ocupaba mano de obra infantil. Las condiciones de trabajo minero implicaban -implican frecuentemente aún ahora- altas temperaturas, falta de oxígeno, de luz; respiración de polvo, gases y sustancias nocivas -como el mercurio (azogue)-, condiciones que reducían la esperanza de vida a pocos años de trabajo y enfermedades repiratorias terribles como la silicosis- “la enfermedad del minero”-. En esta última el enfermo muere tosiendo sangre, sus propios pulmones; también, otras enfermedades terribles como la blefaraconiosis (incrustación en los párpados humanos de partículas de polvos minerales) o envenenamiento; cuando simplemente no morían por fracturas, o bronquitis por cambios bruscos de temperatura. No sorprende, por tanto, que estas condiciones infernales provocaran la primera huelga de la que se tenga memoria en todo nuestro continente.

 

Las Reformas Borbónicas, que intentaron racionalizar las formas de administración en la Nueva España para optimizar el saqueo de la colonia en su último tramo de existencia, no hicieron más que empeorar las condiciones de trabajo imperantes, de la misma manera en que los “ajustes” capitalistas de hoy no hacen más que empujar las condiciones de vida hacia abajo; en ambos casos históricos estos ajustes ponen de relieve la crisis de un sistema en agonía, el preámbulo de históricas explociones sociales.

Las condiciones de trabajo en las minas de Romero de Terreros confirman lo anterior. Los “ajustes” borbónicos implicaron la reducción del jornal de 4 a 3 reales y la duplicación de la carga de trabajo. El catalizador inmediato de la primera huelga americana fue la eliminación del “partido” o el derecho del minero a disponer de una parte de los costales adicionales extraídos después del tequio, es decir, una suerte de pago adicional por tiempo extra de trabajo.

 

Es muy interesante notar el proceso de organización que posibilitó el estallamiento de la huelga y la asombrosa capacidad, para quéllos tiempos, de organización que tuvo -¡Incluso contrataron a un abogado!- Frente a la situación descrita, los trabajadores comenzaron a organizarse, entre junio y julio de 1766 “Un núcleo pequeño de operarios, había comenzado a reunirse clandestinamente en la casa del minero Nicolás de Zavala. Este último junto con Domingo González y José Vicente Oviedo, fueron los principales dirigentes de la lucha, no sólo por organizar y agitar la huelga, sino por elaborar en documentos las exigencias del conjunto de los operarios”. (https://enfoquerojo.wordpress.com/2013/11/22/72/)

 

El 28 de julio de 1766 un grupo de trabajadores de la veta Vizcaína se dirije a la Real Caja de Pachuca con una petición firmada por 70 trabajadores. En ésta se lee: “todo es aprovecharse el amo y perecer los operarios”. la demanda principal era restablecer el derecho al “partido”, arman lo que ahora llamaríamos “comisión negociadora” con seis representantes: los hermanos José y Vicente Oviedo, Juan González, Juan Barrón , Antonio Alfaro y Juan Bacuaro; pero los burócratas reales -en realidad empleados de uno de los hombres más ricos del mundo- no resuelven nada y mandan una carta de Romero de Terreros quien se encuentran en la capital, los trabajadores se niegan a trabajar, en los hechos la huelga ha comenzado; entre tanto, el administrador de la mina, un tal Marcelo González, manda secuestrar como represalia a los dirigentes y los abliga a trabajar toda la noche en la mina.

 

Los trabajadores responden a la represión masivamente y unos 300 se dirijen a Pachuca y realizan un plantón para exigir que autoridades de más alto rango resuelvan sus demandas. Unos 1,200 trabajadores de Real del Monte firman, el primero de agosto, un nuevo pliego -incluso contratan los servicios de un abogado-. En esta nueva “queja” se amplían las demandas, se pide aumento del jornal, se denuncia la violencia y el uso de esquiroles para romper la huelga. El Virrey se compromete a resolver el pliego a condición de que los trabajadores regresen a las minas, pero una vez que éstos acceden no se cumplen las demandas -a excepción del pago del “partido- y se encarcelan algunos dirigentes.

 

El 15 de agosto de 1766 un rayador -es decir un empleado que rayaba los nombres de los trabajadores a los que se les pagaba el jornal (de ahí el término “tiendas de raya”)- da como “partido” el metal de peor calidad, las tensiones eran tales que al grito de “revoltura” [revuelta] los trabajadores dejan de trabajar y en “bola” se dirijen a la mina La Palma donde se encontraba Romero de Terreros, cuando éste se niega a escucharlos, la “bola” se mueve a la parroquia de la Asunción y practicamente en el atrio agarran al cura José Rodriguez Díaz y bajo la amenaza de "O compone esto o a sangre y fuego se ha de acabar hoy el Real, ¡use los sacramentos que el Real hoy se destruirá!”, el infortunado cura se ofrece como mediador en el conflicto. En los hechos el cura fue el vocero involuntario del movimiento.

 

Romero de Terreros se compromete a cumplir el pliego de peticiones si los mineros regresan al trabajo pero de nuevo incumple su palabra y sus lacayos secuestran, otra vez, a trabajadores y los obligan a trabajar en la veta. En esta ocasión la represión provoca un motín y la muchedumbre enardecida libera a los presos en Pachuca y el paro se extiende de la Viscaína a las minas San Cayetano y La Joya. Romero de Terreros logra escapar de un seguro linchamiento y se exilia a su hacienda de San Miguel Regla pero el Alcalde Mayor, José Ramón Coca, no corre con tanta suerte; después de golpear a un minero, muere linchado por la multitud amotinada, el mismo destino sufre el capataz Manuel Barbosa. Decenios de furia contenida larvada por la explotación más terrible son liberados de golpe, la consigna del motín es muy significativa: ¡No hay justicia ni la queremos! ¡La guerra no terminará! ¡Viva el Rey, muera el mal gobierno! Consignas que claramente adelantan las del cura Hidalgo. No cabe duda que esta histórica huelga es uno de los antecedentes inmediatos más importantes de la Revolución de Independencia, de la figura misma de El Pípila, un antecedente que no es reconocido como se debería.

 

El Virrey Bucareli combina la amenaza de represión con concesiones, envía unos 300 hombres armados y en octubre de 1776 decreta una ordenanza con 19 puntos en los que, al menos en el papel, resuelve las demandas de los mineros insurrectos. Sin embargo, Romero de Terreros no aceptó pasivamente la ordenanza y en la práctica incumple gran parte de su contenido por lo que el conflicto se mantiene latente, con conatos de motines, hasta 1773. 18 dirigentes del movimiento son condenados a 10 años de prisión en Cuba y boletinados en toda la colonia para que jamás pudiera "trabajar juntos en cualquier actividad y a ninguno en lo particular, en mina alguna de estos reinos, por considerarlos de alto peligro para la Corona".

 

La primera huelga de la historia fue considerada una importante amenaza para los oligarcas y un orden colonial condenado; aunque en el papel los trabajadores ganaron, el sistema no permitía consolidar estas conquistas a menos que se derrocara el sistema en su conjunto. Esta lección sería aplicada intuitivamente por Hidalgo y luego de forma más consciente por Morelos. Por ello, líderes mineros como Nicolás de Zavala, Domingo González y José Vicente Oviedo deben situarse a la altura adecuada, junto con otros como El Pípila -que el régimen intenta borrar de los libros de historia- y ser considerados precursores de la Revolución de Independencia, tal como hoy se considera huelgas como las de Cananea y Río Blanco con respecto a la Revolución de 1910. Para los trabajadores mexicanos de la actualidad, las lecciones de la histórica huelga de 1766 continúan vigentes, la más importante: es imposible consolidar cualquier conquista sindical y obrera en los marcos del sistema establecido; hay que luchar, sin duda, pero hay que trascender las luchas inmediatas hacia objetivos más altos y trascendentes. Ayer se trataba de romper el orden colonia, hoy se trata de romper con el capitalismo e instaurar un nuevo y más progresivo modo de producción, el socialismo.

 

Fecha: 

1 de marzo de 2016

Teoría Marxista: