A cien años de la toma de Zacatecas - Cuando las masas fueron imbatibles

Escrito por: 

David Rodrigo García Colín Carrillo

Se cumplen cien años de una trascendental batalla de la Revolución Mexicana conocida como La toma de Zacatecas, llevada a cabo por La División del Norte el 23 de junio de 1914, la cual fue decisiva al dejar el camino abierto para la toma de la Ciudad de México por el Ejército Constitucionalista y para la derrota militar del gobierno golpista de Victoriano Huerta. Pero el triunfo heroico de los cerca de 6 mil hombres que se batieron contra unos 10 mil federales fue, también, una de las primeras batallas de otra guerra civil que había permanecido más o menos latente al interior de las fuerzas constitucionalistas: un enfrentamiento de clase entre los caudillos burgueses y siniestros como era Carranza, en el que se encontraban arribistas pequeñoburgueses como lo era Obregón; y, en contraparte, los intereses populares que clamaban tierra, expropiación a los enemigos de la Revolución y –de forma más diluida– cumplimiento de las demandas proletarias. Los representantes más claros de estos intereses eran Zapata, quien sí contaba con un programa político, aunque fuera limitado, y Villa que, aunque no contaba con un programa político propio, tendía a identificarse con los intereses del pueblo. Villa y Zapata vencerán en el plano militar mientras la ola de la Revolución, el impulso de las masas campesinas, seguían barriendo el país, pero serán vencidas finalmente en el terreno político por una burguesía que sí contaba con un programa político acabado. 

TomaZacatecas-700x352.jpgLa tragedia de la Revolución Mexicana –que en la actualidad tiene a nuestro país sumido en el abismo– fue que los ejércitos campesinos que derrotaron a Díaz y a Huerta y que tomaron la Capital del país, no supieron imponerse políticamente vinculando su programa fundamentalmente agrario con la expropiación de la burguesía a nivel nacional, dejando la dirección política en manos de esta última. Un error que no puede repetirse en la Revolución Mexicana que retornará más temprano que tarde.

Pancho Villa –como caudillo de campesinos, pequeños propietarios y obreros recién despertados a la vida política– era la expresión sintetizada de las aspiraciones populares con todas sus contradicciones. Él mismo había sido campesino, forajido, bandolero, arriero, minero, ferrocarrilero, carnicero; como dirigente, daba muestras de la ingenuidad de un campesino ante un Madero que lo traicionó y lo mandó a la cárcel; pero, cuando las circunstancias así lo exigían, hacía gala de la implacabilidad de un bandolero (podía fusilar a los contrarevolucionarios en fila india cuando era necesario ahorrar balas); mostraba la volubilidad de un pequeño propietario (podía llorar como un niño ante una decepción política, como podía enviar a fusilar furioso a un traidor); la audacia y temeridad de un forajido; la honestidad de un minero trabajador –el otrora bandolero no toleraba el bandolerismo ni la borrachera en sus filas–; la nobleza desinteresada de un peón frente a un patrón paternal –de esto último da muestras el hecho de que a pesar de que Madero lo envía a la cárcel, Pancho Villa intenta avisarle del golpe de Estado en el que Madero será sacrificado–; pero siempre sensible a las necesidades populares, sensible a las necesidades de su tropa, siempre desconfiando de curros y catrines, y genial como dirigente militar. 

La Toma de Zacatecas, como acontecimiento militar fue un ejemplo entre otros que abundan en las revoluciones, de que un ejército de campesinos mal armados y entrenados, comandados por dirigentes militares que, salvo la excepción del entrañable general Felipe Ángeles, nunca pasaron por una academia militar, pudo propinar derrotas contundentes a un ejército profesional que contaba con superioridad numérica y material. El secreto de este misterio aparentemente inexplicable no se encuentra en el plano militar sino en el político: La División del Norte luchaba por la tierra, por el fin de la explotación, por mejores condiciones de vida; luchaba por un ideal por el que valía la pena jugarse la vida. El Ejército Federal estaba formado por soldados de leva, desmoralizados, que desertaban a la primera oportunidad, que luchaban en defensa de un régimen podrido que parecía condenado por la historia.

Pero la toma de Zacatecas fue también un acontecimiento político, se expresó en la desobediencia franca de Villa y su División –en realidad el ejército más importantes de los constitucionalistas, no reconocido como tal por la dirección burguesa– a la dirección política de un Carranza que desconfiaba naturalmente de la fuerza militar y política que había tomado el ejército de Villa. La indisciplina de Pancho Villa frente a las directrices burguesas fue una de las razones por las que la Revolución Mexicana llegó mucho más lejos de lo propuesto por sus caudillos moderados; fue la Toma de Ciudad Juárez por Villa y Orozco –que se realizó en contra de las directrices de Madero- lo que precipitó la caída de Porfirio Díaz. Sin este impulso la Revolución hubiera sido imposible. Madero abrió las compuertas de la Revolución, pero no la dirigió; su hermano Gustavo Adolfo –más radical y amigo de Pancho Villa– decía que “de entre todos los Madero fueron a elegir como Presidente al más pendejo de todos. ”  

Pancho Villa había avanzado incontenible en una de las ofensivas militares más imponentes de la historia. Tras fugarse, en 1913, de la cárcel a la que lo había mandado Madero y declararle la guerra a Huerta -jurando venganza por el asesinato de Madero y su protector Abraham González-, es seguido por un “ejército” de 9 correligionarios que sería la semilla con la que formará un ejército de varios miles con el que realizará hazañas militares, el azote de la reacción. Va conformando su ejército con fulgurantes ataques en Casas Grandes y Ciudad Juárez. Para cuando, en 1913, Villa toma de nuevo Ciudad Juárez, su guerrilla habrá crecido de 9 a un verdadero ejército de unos 3,500 hombres; un crecimiento impresionante en 8 meses de campaña. La toma de esta ciudad es espectacular: tras fracasar en su intento por tomar Chihuahua, la División del Norte realiza una brillante maniobra: secuestra un tren carbonero que se dirige a Ciudad Juárez, “enlata” a 1,800 hombres en ese tren y entra a la Ciudad de manera sorpresiva. 
Después de vencer en Tierra Blanca, Pancho toma Chihuahua y por breve tiempo es gobernador, toma medidas progresistas para abaratar los precios que controlaban los especuladores, funda 50 escuelas en 30 días. No tiene un programa político claro, sus medidas no son tan radicales como las de Zapata, pero aun así es el azote de los hacendados a los que esquilma y obliga a préstamos forzosos. El 2 de abril de 1914, en otra de las batallas más trascendentes de la Revolución toma Torreón. 

El avance imparable de La División de Norte preocupa a Carranza quien hace todo lo posible para evitar que sea el ejército de Villa el que tome la Capital del país. La misión fundamental de Carranza es contener y controlar a las masas en las que se ha montado, cuando Villa –inspirado en el ejemplo del reparto agrario impuesto por los Zapatistas en el sur– consulta a Carranza sobre la necesidad del reparto agrario, recibe como respuesta del hacendado que debía abstenerse de hacer repartos agrarios y que este asunto “no era de incumbencia de militares ”. Su respuesta aún más hostil y prepotente, que retrata de pies a cabeza a este siniestro personaje, es la que le dio a Genovevo de la O –emisario de Zapata- ante la exigencia del reparto agrario: “Díganme qué haciendas tienen ustedes, de su propiedad, que puedan repartir, porque uno reparte lo que es suyo, no lo ajeno”.  Afortunadamente los zapatistas no le pidieron permiso al nefasto ‘barbas de chivo’ y procedieron en los hechos con la confiscación de tierras. 
En un acto de franco sabotaje a la Revolución, Carranza ordena a Villa que frene su avance a la Ciudad de México y tome Saltillo, la intención es clara: ganar tiempo para que sea el confiable Obregón y no Villa quien tome la Capital. Villa acepta la orden a regañadientes y toma Saltillo; pero ante la renovada orden de detener su avance, Villa desobedece y se lanza contra Zacatecas. Dice Taibo que: “Si la toma de Torreón fue la clave de la Revolución constitucionalista y uno de los enfrentamientos más terribles y más enconados, Zacatecas, en la imaginación popular y la memoria social, es la batalla; canciones, corridos y películas así lo celebran”.  Los enfrentamientos duraron unas 72 horas, la resistencia de los federales genera una carnicería, cerca de 5 mil cadáveres son levantados tras la batalla, la inmensa mayoría federales; los revolucionarios pierden unos 500 hombres. Por eso la toma no sólo es un triunfo militar, sino un triunfo político de las masas populares que se imponen frente a una dirección burguesa. Sin embargo, es el boicot de Carranza, que bloqueó del aprovisionamiento militar necesario, el que detiene a Villa en Zacatecas y el que hace que sea el ejército de Obregón y no el de Villa – el que había ganado las batallas decisivas de la Revolución- el primero en entrar en la Capital de país. 

La Toma de Zacatecas es el símbolo del poderío de las masas armadas cuando la Revolución hace que le pierdan el miedo a la muerte y también es un símbolo de desafío a una dirección burguesa que había regido el destino de las masas por mucho tiempo. Villa es el caudillo de este vendaval revolucionario, la encarnación de la Revolución que hace heroicas a las masas populares. Se decía que “aunque fuera uno cobarde, viendo a Villa se volvía valiente”.  Lamentablemente el certero instinto del caudillo y el heroísmo de las masas villistas y zapatistas no fueron suficientes, serán superados por un programa político burgués claro y consistente. Finalmente la Revolución Mexicana no será derrotada en el plano militar sino en el plano político y esta será una de las principales razones de que la Revolución Mexicana no fue lo que pudo ser. Cien años después de la gloriosa batalla, la obra de Villa y Zapata está siendo desmantelada por la burguesía y sólo una nueva Revolución logrará recuperar sus conquistas. A pesar de todo, una cosa es clara: el “fantasma” de Pancho Villa sigue habitando en la memoria popular, bajo un programa revolucionario claro y consistente-un programa socialista- las masas serán invencibles como alguna vez lo fueron con Villa y Zapata. Así lo afirma el corrido al “Centauro del Norte”:

Yo soy soldado de Pancho Villa

De sus dorados soy el más fiel
Nada me importa perder la vida
Si es cosa de hombres morir por él
[…]
Adiós villistas que allá en Celaya
Su sangre dieron con gran valor
Adiós mi linda ciudad Chihuahua
Parral y Juárez, Lerdo y Torreón.

Ya llegó, ya está aquí
Pancho Villa con su gente
Con sus dorados valientes
Que por él han de morir.