Una lección política desde Ciudad Sahagún Hidalgo

Escrito por: 

Cesar Vargas

Ciudad Sahagún, Hidalgo. Se pueden ver cientos de hectáreas vacías, industria abandonada e infraestructura que mantiene su lucha propia contra el deterioro medioambiental. El paisaje se puebla con  trabajadores viejos y jóvenes, empobrecidos y sin una perspectiva para el futuro. Esta es la realidad de la que en la década de 1980 fuera llamada un “modelo de  ciudad industrial”.

Hace ya mucho que se terminó la ciudad que demandaba mano de obra de varios estados a la redonda. Menos de dos décadas le bastó al capitalismo en su etapa neoliberal y su dogma privatizador extinguir más de 30 mil empleos directos que ésta comunidad generaba.

Se pueden ver y platicar aún con los antiguos trabajadores de dicho complejo industrial. Acusados por los tres ordenes de gobierno de practicar “un sindicalismo salvaje” (léase mantenerse independientes de la CTM priista y usar un sistema de elecciones internas) ellos aún continúan en “la lucha”; debido a que fueron despojados de sus jubilaciones por los industriales privados que compraron las paraestatales.

Siderúrgica Nacional (Sidena), Constructora Nacional de Carros de Ferrocarril (Concarril), Diesel Nacional (Dina) y Renault de México (Renamex) fueron en su momento los grandes motores del desarrollo de la economía local. Ahora fueron sustituidos por los puestos de comida en el centro, los discos piratas y el tráfico de drogas. Brillante ¿no les parece? El modelo de país ha cambiado, ahora no nos interesa industrializarnos ni generar puestos de trabajo estables y dignos. No, eso ha quedado en el pasado.

Dentro de los logros de ésta pequeña pero potente ciudad industrial encontramos: La construcción de todos los carros de ferrocarril que recorrían al país, decenas de miles de autobuses, camiones, automóviles, tráileres, máquinas de uso agrícola, tractores, vagones para el Sistema Colectivo Metropolitano del DF, además de ser el único lugar en México donde se producían todos los tipos de acero.  Y también se llegó a considerar seriamente que ahí fuera donde México comenzaría a intervenir en la industria aeronáutica. Esos ideales de progreso material se los han llevado casi 3 décadas de privatizaciones como política económica, como remedio  mágico. Idea estúpida que ya no engaña a ningún trabajador en Ciudad Sahagún.

Muchos de los viejos trabajadores se encuentran enfermos por causas relacionadas a su trabajo realizado por décadas y del cual no recibieron sus derechos correspondientes al ser desechados.

Con el fin del modelo keynesiano se pacto desde las altas esferas gubernamentales el cierre de las industrias paraestatales, ahora todo debía volverse capital privado. Se acusó a las organizaciones de trabajadores de practicar “un sindicalismo feroz, de voracidad, de no entender a los mercados” y con ese nuevo dogmatismo se calificaron los derechos laborales como las razones principales de que las empresas no progresarán.

Después de destruir los contratos colectivos de trabajo, aparentemente ya no había razones para que las empresas no “progresarán”, pero lo que vino fue la privatización y cierre de estas fuentes de empleo. No era rentable. Sus vidas ya no servían al desarrollo del Capital. Debían apartarse.

Los trabajadores debieron tomar las empresas por sí mismos y echarlas a andar bajo modelos cooperativos o luchar por su nacionalización bajo control obrera. Cuidando sus puestos laborales y esa fuente de crecimiento económico para la región. Pero la falta de una dirección que tuviera un horizonte de lucha más allá del contrato colectivo jugó en contra de decenas de miles de familias. Es nuestro deber aprender de las lecciones del pasado y no caer en la confianza al Estado que tuvieron los trabajadores en Ciudad Sahagún al pensar que efectivamente el fin de su Contrato Colectivo Laboral daría un impulsó al progreso de la región. La ingenuidad de esas generaciones nacía de los fantasmas ideológicos que aún pesaban, especialmente aquel que dice que el gobierno aún representaba los intereses de la revolución mexicana de inicios del siglo XX.

La última reforma laboral que borró de facto el artículo 123 nos corrobora la situación. El pueblo trabajador tiene intereses contrarios a la gente que se encuentra al frente del Estado Mexicano. Es el pueblo trabajador el que debe generar un programa político propio, una visión del mundo propia, unas instituciones propias y confiar primero y principalmente en su misma clase.

Aprendamos del pasado ¡Dirección Política en manos de los trabajadores!

Fecha: 

Enero de 2013

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