La revolución latinoamericana frente al pesimismo reformista y el optimismo revolucionario

Escrito por: 

Rubén Rivera

Cuando en diciembre del 1999 estallaron los disturbios en Ecuador que llevaron a la caída del gobierno establecido y a la formación, aunque de modo muy efímero, de una autoridad tripartita que representaba la unidad de trabajadores, solados y campesinos, quedo claro que la ola revolucionaria que se había expresado inicialmente en Venezuela con la elección de Hugo Chávez el año anterior estaba en plena expansión.

Luego de ello, acontecimientos convulsivos se han expresado en prácticamente todo los países latinoamericanos y en ellos hay algunos elementos que son similares:

1.- La crisis del capitalismo global permite cada vez menos margen de acción para las capas gobernantes y menos tolerancia para las masas explotadas.

2.- La vieja casta de partidos burgueses tradicionales ha caído en desgracia generalizada.

3.- Hemos contemplado un reagrupamiento de fuerzas de izquierda: partidos, organizaciones sindicales, del campo y urbanas de distinta índole.

4.- Los métodos de lucha se han caracterizado por ser fundamentalmente urbanos, en los cuales las movilizaciones de masas y la huelga general han jugado un papel importante sin descartar autenticas rebeliones populares.

5.- El socialismo ha pasado de ser una nostalgia histórica comentada en las universidades y en reducidos círculos de izquierda para convertirse en tema de debate en calles, escuelas, fábricas, y pueblos.

6.- La actitud del imperialismo norteamericano ha sido en todos los casos de hostilidad, y sabotaje. Ha financiado, organizado o apoyado fraudes electorales, campañas de desinformación e incluso intentos de golpe de estado (Venezuela) y maniobras para desestabilizar (Ecuador y Bolivia).

Estrategias para la revolución

Estos tiempos de cambio y participación popular tienen la virtud de proporcionar espacios para un debate en el seno de los activistas del movimiento obrero y social muchísimo más productivo que el que se tenía no hace muchos años.

Debemos recordar que con la caída de los países mal llamados socialistas (1989-1992) la región e incluso el mundo sufrió una fuerte sacudida que llevó a muchos antiguos socialistas ha pasarse simplemente al otro bando (Villalobos en El Salvador, Renovación Sandinista en Nicaragua, etc.).

Otra vertiente, no muy importante pero con cierta influencia especialmente en pequeños círculos europeos, adoptó conclusiones francamente anarquistas, tal fue el caso de las corrientes que se agruparon en torno al EZLN de México, algunos de los cuales (Hallaway y Tony Negri) llegan al grado de señalar la necesidad de olvidarse del socialismo (Ver los artículos de Gustavo Esteva en La Jornada). En donde adoptando una actitud supuestamente no dogmática, repiten todos los prejuicios de la burguesía en contra del socialismo y de experiencias como la revolución bolchevique.

Esta izquierda que podríamos considerar “posmoderna” colapsó absolutamente durante el auge de las luchas de masas en América Latina.
Por supuesto las corrientes reformistas de derechas se fortalecieron apoyadas por la confusión y la ofensiva ideológica burguesa. En ese contexto muchos intelectuales comprometidos con los procesos revolucionarios tendieron a buscar salidas a la crisis de la izquierda en estrategias defensivas. Las luchas antiglobalización sólo eran el síntoma de una nueva época pero muchos veían en ellas el futuro, por ello conforme terminaba el siglo proponían formulas confusas como antiglobalización, multitud, resistencia, etc.

Sobre esta base muchos concluyeron que no veríamos a pueblos luchando por el socialismo al menos en la coyuntura inmediata. Cuando de pronto estallan las revueltas latinoamericanas de la presente década, quedan ideológicamente incapacitados para apreciar las nuevas cualidades de la situación y no pueden más que tratar de mirar el presente con los ojos de las viejas formulas equivocadas disfrazas para tratar de hacerlas aparecer como novedad.

En este rubro tenemos a una capa de intelectuales de origen sobrevivientes de la época soviética, Martha Harnecker y Heinz Dietrich Stefan entre los más conocidos, los cuales, si bien consideran la nueva oleada revolucionaria latinoamericana como autentica, tratan de analizar dicho proceso con una fuerte carga de pesimismo heredada de una incorrecta asimilación de lo que fue el “socialismo” de vertiente estalinista.

Dietrich de plano propone evitar “excesos revolucionarios” tales como romper con el capitalismo, atendiendo a consideraciones de carácter táctico en suma propone una nueva versión de la revolución por etapas sólo que de atribuye el nombre de socialismo a lo que tradicionalmente se conocía como revolución democrático- burguesa. Alan Woods hace una critica pormenorizada de esas ideas en su libro “Reformismo y revolución”.

Venezuela, una revolución sui generis

Martha Harnecker por su parte no tiene las soluciones acabadas de Dietrich y podríamos decir que en sus estudios hay una autentica voluntad de hacer avanzar el proceso. Ella siempre ha planteado a la necesidad de la formación de un partido revolucionario que conduzca el proceso, así como a la formación de órganos de poder desde abajo, no obstante, es extremadamente temerosa de llamar a las cosas por su nombre y en ese afán vuelve tan difuso el contenido del programa de la revolución y su carácter que al final lo único que siembra es pesimismo y confusión.

Uno de sus recientes libros: “Venezuela una revolución sui géneris”, rehuye totalmente a señalar el socialismo como objetivo estratégico del proceso venezolano, rehuye a llamar por su nombre al Partidos Socialista Unificado de Venezuela. Y aún más rechaza llamar antiimperialista a la revolución venezolana con el argumento de que la era de las revoluciones antiimperialistas ha pasado. En su texto sobre la estrategia de la Izquierda en América Latina señala: algunos argumentos para sustentar que no se pueden dar revoluciones antiimperialistas:
”no era lo mismo actuar en un mundo (...) donde el campos socialista servia de retaguardia de los procesos revolucionarios”
“… En un mundo donde la revolución de la información permite instalar industria en países con mayores ventajas y emigrara un país más prometedor”
“dada la correlación de fuerzas a nivel mundial se cerró temporalmente la consolidación de un proceso revolucionario antiimperialista en la región” ( Harnerker, Martha, Venezuela una revolución sui géneris” Plaza y Valdés, México 2006 Pág. 162- 163).

Para empezar tendríamos que definir que se entiende por antiimperialista, para nuestra autora esto significa “enfrentamiento total, militar y económico con el imperialismo”. A nuestro entender habría que ser más específicos, ese enfrentamiento con el imperialismo solo es posible bajo la forma de la lucha por un régimen social alternativo, solo en esa medida se puede hablar del tipo de revolución que implica enfrentarse totalmente con el imperialismo, como el único proyecto serio de esas características ha sido el socialismo en realidad Martha Harnecker niega la posibilidad de la revolución socialista en esta coyuntura.

Harnecker afirma como principales razones para hacer “imposible” una revolución antiimperialista triunfante son la falta del bloque soviético y el carácter internacional y cada vez más vertiginoso del movimiento de capitales en el mundo. Afortunadamente Harnecker no fue consejera de Lenin dado que seguramente le habría explicado que la revolución de octubre era imposible dado que la Comuna de Paris había sido derrotada. Si la tesis de Harnecker fuese valida seria imposible toda revolución futura, cuando en realidad lo que sucede es que el desconcierto se cierne sobre la clase capitalista y la propia experiencia venezolana demuestra que incluso un golpe de estado dirigido por el imperialismo no tiene necesariamente que triunfar.

De hecho la principal argumentación en contra de los señalado en su libro se encuentra en su segundo argumento “contundente” es decir en el carácter cada vez más internacional e interdependiente de la economía capitalista, la globalización entendida como el carácter cada vez más integrado de la economía mundial y la interdependencia de cada economía nacional hace que los efectos de la revolución latinoamericana se expresen en todo el mundo. Los movimientos también adquieren una escala global. Es real que no hay espacio para una revolución antiimperialista desde el punto de vista de los estrictos marcos nacionales, de hecho fue precisamente Marx quien planteó el socialismo como un proyecto de sociedad internacional, que descontaba la posibilidad de un socialismo aislado. Lenin explicó decenas de veces la imposibilidad del socialismo en un país aislado y fue solo la necesidad de Stalin para justificar su regimen despótico lo que lo llevó a consagrar la teoría del “socialismo en un solo país”. En suma la lucha antiimperialista no es internacional o no lo es y si eso es lo que quiere explicar Harnecker, pues ha descubierto el agua tibia.

Luego Harnecker plantea como estrategia política “un frente amplio antineoliberal” dado que “Las políticas neoliberales, implementadas por el gran capital financiero trasnacional respaldado por un gran poderío militar y mediático, cuyo centro hegemónico son los estados Unidos, no solo no han resuelto los problemas sino que han agudizado la miseria y la exclusión social mientras que las riquezas se concentran en cada vez menos manos” (Op Cit pág 165)

Un frente donde “podrían entrar sectores capitalistas cuya situación en el mundo de los negocios haya entrado en contradicción con los capitales transnacionales”(Op Cit pág 165)
Aquí nuevamente encontramos el famoso planteamiento del Frente Popular, esta teoría fue diseñada también por Stalin por argumentos semejantes a los de Harnerker: en los años treintas el fascismo avanzaba en Europa y la III Internacional estalinizada señalaba que la contradicción determinante en ese momento no era capitalismo y socialismo sino fascismo y democracia. Por lo cual habría que formar un bloque político con la burguesía para enfrentar la amenaza fascista. En realidad la lucha contra el fascismo se desarrolló con gran sacrificio y arrojo por parte de las bases de los partidos socialistas y comunistas, pero la política de frente popular les daba un papel directivo a representantes burgueses que en términos reales saboteaban y traicionan a los trabajadores. En la hora de los enfrentamientos la burguesía simplemente desaprecio de la escena, no obstante cuando llegó la hora de la victoria sobre el fascismo el frente popular otorgo los puestos directivos a los burgueses y en harás de no romper la unidad anifascista se perpetuo el control capitalista en Europa.

La burguesía nunca ha formado un bloque con otras clases sino a condición de que sea su programa el que se defienda, si se proclama una alianza amplia que acepte esta condición lo que se esta haciendo es supeditando la construcción del “bloque antineoliberal” al poder de veto de la burguesía “progresista” y en el fondo otorgándole la dirección política del mismo.

Nosotros nos preguntamos ¿Puede en estos momentos la burguesía de cualquier país defender un programa que no sea el neoliberal? La repuesta será no.
¿En donde o en que país la burguesía en estos momentos juega un papel progresista?
Respondemos: En ninguno.

De lo que se trata es que se construya un programa orientado a resolver los problemas de los trabajadores del campo y la ciudad, apoyados en base a un partido de trabajadores del campo y la ciudad. Una clara orientación de clase eliminaría equívocos y la posibilidad de que arribistas de la burguesía progresista se montaran en el caballo de la revolución para frenarla. Sin duda debe haber algún burgués que en el macro del proceso abandone sus posiciones de clase y se sume a la lucha, eso sería muy natural y nadie lo cuestionaría pero en esos casos se trataría de una estricta supeditación al programa y los métodos de los trabajadores sin espacio para cualquier tipo de componenda.

Por otro lado uno de los elementos claves de cualquier revolución es la construcción de espacios de poder de los trabajadores que avancen al grado de poder sustituir la antigua maquinaria estatal. Harnecker señala correctamente que la revolución venezolana adolece de dichos espacios pero a la hora de hacer una propuesta señala:
“los gobiernos locales en manos de la izquierda pueden desempeñar un papel muy importante en su estrategia de acumulación de fuerzas…”
“… podrían ser excelentes espacios para llevar adelante construcción de proceso alternativos”(Pág. 170)

Vemos que aquí también priva una imagen pesimista basada en la idea de que el capitalismo es tan popular que. “la represión es mucho menos necesaria que antes para la reproducción del sistema”( Pág. 170) y que entonces la opción es demostrar que se puede ser un administrador honesto y humanitario en los gobiernos locales creados por el régimen capitalista, para con ello dar confianza a los trabajadores de que la izquierda es confiable.

El pesimismo reinante en estas opiniones es verdaderamente asombroso, justo cuando las masas enfrentan la represión del estado de una manera cada vez más brutal Harnecker señala que la represión es “menos necesaria”, justo cuando las masas experimentan experiencias de construcción de espacios de poder proletario como lo son las asambleas populares en Bolivia y en Oaxaca y los trabajadores ocupan y ponen a funcionar fabricas abandonadas por capitalistas en Venezuela, Brasil, etc., hay alguien que dice que la opción no es eso sino ganar alcaldías y municipios y ser buenos gestores del capitalismo. Con esta visión se tiende un puente hacia los elementos más oportunistas que pretender sustituir la verdadera actividad revolucionaria de masas con el trabajo burocrático de instituciones que en realidad estorban la iniciativa de las masas. La propia experiencia venezolana demuestra que hay una especie de barrera entre muchas iniciativas de las masas y el gobierno de Chávez y viceversa, lo que ha llevado intentar construir iniciativas paralelas a la estructura formar del estado, como las misiones y a tratar de crear un autentico partido de la revolución que elimine las trabas burocráticas de los gobiernos locales

Conclusiones

Lo más lamentable de las opiniones de Harnecker es que no son nuevas, ya en el pasado han demostrado su ineficacia para llevar al triunfo a la revolución: Guatemala, Chile, Bolivia (en décadas anteriores) o para intentar frenarlo cuando este triunfa. No han pasado siquiera veinte años de la derrota de Frentes Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua, donde el empecinamiento de la dirección del FSLN por sumar a una burguesía permitió que esta misma le diera una puñalada por la espalda al proceso.

Paradójicamente Harnecker pone a la dirección del FSLN como argumento para justificar una política de supeditación que, esta demostrado, llevaría a la derrota de la revolución dado que invitar a sumarse al proceso a los enemigos declarados del mismo.

Afortunadamente hay cada vez más trabajadores y activistas que se dan cuenta que no basta con las viejas formulas del estalinismo sino que hay que avanzar sin miedos y basados en una absoluta confianza en la iniciativa creadora de las masas por la vía de la revolución socialista, basándose en la herramienta teórica del autentico marxismo.

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