La lucha política y el izquierdismo involuntario

Escrito por: 

GM

“...en el seno de nuestro pueblo existía extraordinaria energía y extraordinaria fuerza, pero no lo sabíamos, o no nos habían dejado reunirlas y organizarlas.  Y por eso las minorías privilegiadas y preparadas pudieron más, con la ayuda de los intereses foráneos, de lo que había podido nuestro pueblo, con la tremenda fuerza que encerraba en su seno,” 

F. Castro,
Discurso 1 de mayo, 1960

Las cuestiones que rodean a la práctica política son siempre complejas, más aún cuando se trata de construir una política de izquierda marxista.

Y es así por cuanto no se trata de una materia puramente técnica, meramente cuantitativa, sino que se trata de construir sobre bases distintas que las de la política circundante, y al mismo tiempo en permanente contacto con esa política circundante. No se puede suprimir el hecho de que existe toda una forma de hacer la política que no se corresponde con la idea marxista de lo que debe ser.  La política burguesa es la emanación directa de la economía burguesa, su carácter dominante proviene de este hecho, y no de voluntades aisladas.
Esto no excluye el quehacer político de una izquierda marxista, al contrario lo hace más necesario, pues el objetivo de la política burguesa dominante es la exclusión y opresión de las masas trabajadoras, se mantiene de su pobreza y de su ignorancia, y las reproduce al mismo tiempo.  Contra esto se alza la necesidad de que existan una teoría y una práctica marxistas de la política. 
Una teoría política marxista tiene que tener por base al materialismo histórico, debe basarse en el hecho de la transición de fases históricas, en la lucha de clases y en la teoría del partido político.
La cuestión de la práctica política es mucho más compleja, como es de suponerse, pues si un principio lógico puede llegar a tener la aceptación general, no ocurre lo mismo con una determinada acción práctica. Esto ocurre por una serie de razones, en primer lugar, la celeridad y variedad de los cambios políticos, que ocurren a gran velocidad incluso ahí donde se presenta un estancamiento general.  La política no se detiene.  Puede experimentar estancamientos, pero nunca inmovilidad absoluta.
Una segunda razón es la de que determinadas iniciativas pueden arrojar resultados radicalmente diferentes y aún opuestos, esto dependerá de las circunstancias, de los momentos, de las correlaciones de fuerzas presentes.
Otra razón radica en la misma capacidad de las fuerzas marxistas para enfrentar los cambios y resolver las tareas con las herramientas adecuadas, o sea en su capacidad de ver las contradicciones a tiempo y aprovecharlas lo mejor posible.  Este punto se refiere al arte de la política. 
Su dominio sólo puede efectuarse en la misma práctica, nunca al nivel de la teoría, que sólo puede ser su guía a cambio de una atención señalada a los detalles concretos.
La práctica política constituye la verdadera prueba de toda organización política marxista, en ello no se distingue de cualquier organización burguesa.  El marxismo no exime de pasar por los estadios evolutivos de la política.  “Tener las mejores herramientas no significa saber usarlas bien.”
Sin embargo no es extraño encontrar camaradas que pretenden saltarse este camino evolutivo y pasar directamente a la construcción de una poderosa organización marxista que no dependa sino en lo más mínimo de la política burguesa.  ¿Qué sería más deseable que un partido obrero revolucionario autónomo y capaz de lidiar batallas de clase contra la clase burguesa?  Todo marxista verdadero aspira a esto.  Pero de la misma manera todo marxista verdadero reconoce que la constitución de tal partido es el punto culminante de una serie de procesos y tareas que es imposible eludir.
La escuela de la política burguesa es una de ellas, sin conocer cómo se hace la política burguesa es una quimera pensar en combatirla, sin este fogueo ningún cuadro marxista puede salir avante de los mil trucos que le reservan los politicastros burgueses.  El desprecio que la política burguesa puede inspirar nunca debe convertirse en menosprecio, menos aún en una autosuficiencia.  Un cuadro marxista que se siente por encima de todo esto sin haberlo valorado se engaña a sí mismo.  Ha construido un castillo de cristal en su entorno y más pronto que tarde no querrá salir de él.
Por supuesto no se trata de reproducir la forma, los métodos y la ideología de la política burguesa, sino de intervenir en la lucha política viva dentro de los marcos de un régimen burgués determinado, lo que implica  la actividad dentro de un sindicato, un partido o un parlamento creado bajo normas que no son proletarias pero en donde las masas inciden de uno u otro modo. Mientras no existan condiciones para superar realmente esas instituciones los proletarios debemos dar la batalla en ellas, a eso nos referimos cuando hablamos de aprender de la escuela de la política burguesa
Las masas siguen espontáneamente  a los políticos burgueses pues éstos representan lo establecido, las instituciones, arrancarlas de esta nociva influencia sólo puede hacerse desde el propio movimiento de las masas incluso cuando éste se encuadra en la política burguesa.  Por movimiento sólo debe entenderse, naturalmente el que se halla a la izquierda, pues se trata de liberar a las masas, no de colaborar en su cautividad. Por ello no se puede extender la acción a todo tipo de organización.
Una organización marxista coexistirá permanentemente con la política burguesa y aún con la politiquería, simplemente no puede evitarse, se verá impelida a realizar tareas que no guardan relación directa con los objetivos marxistas.  Esto significa que habrá de tener contacto con elementos organizados y desorganizados cuyos objetivos distan mucho de ser la liberación del proletariado.
Esta situación puede conducir a diferentes reacciones al seno de la organización marxista.  Una es el completo rechazo a la política burguesa, que buscará aislarse de todo contacto con ella.  Otra es la asimilación de las formas y contenidos burgueses; una tercera es aquella que busca el acercamiento con las masas que están bajo la férula de la burguesía, aceptando un compromiso con las formas burguesas sin aceptar el contenido burgués.
La primera forma constituye una clara tendencia izquierdista, por cuanto pretende aislarse no sólo de las burocracias burguesas, sino de las masas bajo la influencia de éstas, y el resultado sólo puede ser uno: la conformación de una burocracia “marxista” que administra el pequeño entorno de la organización, sin más aspiraciones que extender de manera marginal su influencia entre aquellos que ya están convencidos.  Esta política no es otra cosa que la liquidación de la organización a plazos.  Es el reconocimiento de la incapacidad de lidiar con las cuestiones políticas y de aprovecharlas para crecer.  La conversión de tal organización en una secta “aislada” es sólo cuestión de tiempo.
La segunda forma constituye una tendencia derechista, en la cual los marxistas han sido incapaces de sobreponerse al peso de la política burguesa, y han claudicado aceptando tanto las formas como el contenido, poco a poco el discurso marxista se va convirtiendo en una justificación de los más increíbles virajes y zigzagueos.  La organización marxista se va convirtiendo en un apéndice del último vagón del carro de la burocracia.
La tercera vía es, naturalmente la más compleja, pues en todo momento es necesario medir cuando tal o cual compromiso se puede asumir y cuando no.  Cuándo se incide realmente y cuándo se sigue a la burocracia.   Estas cuestiones sólo se pueden dirimir en el terreno concreto de la lucha política.  La cuestión central de esta vía reside en los objetivos y cómo se plantean éstos de antemano, y cuáles modificaciones se van planteando de acuerdo al cambio de las situaciones.
Los objetivos de la intervención tienen que ser planteados a diferentes niveles, dada la circunstancia de la heterogeneidad de las organizaciones de masas y de la relación que éstas guardan con sus direcciones burocráticas.  Ganar influencia, canalizar personas convencidas y hacer circular materiales de estudio sólo puede lograrse mediante un trabajo continuo y sostenido, participando directamente en las acciones políticas cotidianas, y no pretendiendo sentar cátedra desde fuera sobre las bondades de una supuesta política diferente.
No pocas veces, aquella organización marxista que ha resuelto llevar a cabo una política de acercamiento al trabajo de masas, puede experimentar una situación particular en la que se acepta de palabra la intervención en las organizaciones de masas y, sin embargo no se aceptan las condiciones de esa intervención, pretendiendo limitarla  a una mera presencia testimonial, circunstancial, sin compromiso con el quehacer cotidiano, que es lo que realmente garantiza la presencia de la organización marxista.  Sea por miedo a la inmersión de la organización marxista en las redes de la política burguesa o por otras circunstancias, se llega al extremo de no saber distinguir entre el compromiso con las formas y el compromiso con los contenidos.  Cuando se carece de esta capacidad de distinguir, entonces comienza a surgir una tendencia a fijar toda suerte de controles burocráticos a la participación en las organizaciones de masas, buscando normativizar hasta lo más esencial y básico, constituyendo en los hechos lo que se pretende evitar en el papel, o sea, la formación de una capa burocratizada al interior de la propia organización marxista. Se trata de un izquierdismo involuntario, no meditado, sino surgido de las condiciones prácticas de la lucha política.
Nadie puede decir que una organización que reivindica el centralismo democrático no requiere controles y un seguimiento constante de toda iniciativa, más aún en cuestiones tan delicadas como es la relación con organizaciones de masas. Esto, sin embargo nunca puede conducir al rebajamiento del trabajo y de los medios de acción. 
La acción política nunca será tersa ni estará exenta de riesgos, y un control burocrático nunca será una vacuna contra éstos, peor aún, resulta en aquello que se pretende evitar.  Hay que ser claros al respecto, rebajar la práctica política a la política de círculo, a la política estudiantil, incluso a la gremial significa sacrificarlas a todas, junto con las aspiraciones a una verdadera política de masas.  Es un paso que sólo desde una gran inconsciencia se puede defender.
La lucha contra los politicastros burgueses no es cosa de un único lance heroico que convenza a las masas de su inutilidad. Sólo un trabajo concienzudo de contraste puede llevar a las masas a orientarse a la izquierda del movimiento.
En el contexto particular del momento político actual es realmente inconsciente plantear que se puede prescindir de la participación en los partidos burgueses de izquierda, aún cuando éstos se hallen inmersos en la red de la burocracia liquidadora, la cual pretende reducirlos a su mínima expresión en tanto movimientos de masas, estrategia de la cuál no podemos participar ni por omisión.  Pero es igualmente inconsciente hacer como que se participa en la política partidaria, mientras se la rechaza en los hechos, el izquierdismo no se puede disfrazar con nada, es evidente para todo el mundo, menos para quien lo profesa.  Peor que un izquierdista voluntario sólo puede haber un izquierdista involuntario, pues el segundo suma a la equivocación, la arrogancia; la arrogancia de quien cree ser el único que tiene razón.
Que existen riesgos es algo que nadie puede ignorar, es el ABC, pero la única manera de evitar caer en las trampas de la política es aprendiendo en la marcha, ningún sesudo análisis provee lo que provee la práctica constante y sostenida, guiada por la teoría del materialismo histórico; se cometerán errores, ni dudarlo, pero los marxistas no tememos cometer errores, sino no saber sacar de ellos las conclusiones apropiadas y obrar en consecuencia, a fin de alcanzar los grandes objetivos que nos hemos trazado.
 

Fecha: 

septiembre de 2011

Teoría Marxista: