Lecciones de la Revolución Sandinista

Por Giannina N. Torres Ramírez

El 7 de noviembre de 2006 el viejo líder sandinista Daniel Ortega gana la presidencia en Nicaragua en un claro viraje de las masas hacia la izquierda. No obstante, las masas deben sacar conclusiones de la experiencia de los años 80 en donde la revolución sandinista no llevó el proceso hasta la liquidación del capitalismo.

La fundación, en 1962, del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FLSN), llamado así en honor a Sandino, revolucionario nicaragüense que en los años 30 se enfrentara a la cabeza de una guerra campesina al dictador Anastasio Somoza, representó una expresión de las masas explotadas en su lucha contra la dictadura de la familia Somoza y las condiciones de extrema miseria y explotación. El asesinato por parte del régimen de Anastasio Somoza (hijo), de Joaquín Chamorro en 1978, es el desencadenante de una huelga general e insurrecciones armadas en el campo; las compuertas de la revolución se habían abierto. El régimen responde con la represión brutal bombardeando a la población civil; pero las masas han perdido ya el miedo a la muerte y su poder se vuelve incontenible. Los sandinistas toman el control de una ciudad tras otra hasta que el 19 de julio de 1979 toman la capital y con ella el gobierno de Nicaragua con Daniel Ortega, comandante sandinista, al frente.

Si bien la presión de las masas impulsa al régimen sandinista a la realización de importantes reformas a favor de las masas populares (el analfabetismo se redujo un 50%, se invirtió en salud), en un grado que el 60% de la economía llegó a estar en manos del estado, la parte estratégica de la economía y de las tierras cultivables continuó en manos de la burguesía, éste sería el error fatal de la revolución nicaragüense.

Si el régimen sandinista no tenía un programa claro la burguesía y el imperialismo sí que lo tenían. La administración Reagan, junto con la oligarquía local, boicoteó la economía nicaragüense y armó, con más de 300 millones de dólares, un ejército (los nefastos contras) que llevaría a Nicaragua a la guerra civil. El régimen correctamente arma a un sector de la población para enfrentar a los contrarevolucionarios, no obstante, ello no se vinculó a la tarea de desarmar a la burguesía y su estado mediante la expropiación bajo control obrero de las palancas fundamentales. Este error fundamental fue minando y desgastando progresivamente las fuerzas vitales de la revolución al no existir la transformación decisiva de las condiciones de las masas, aún cuando tenían mayoría decisiva en el congreso. Ya en 1988 la inflación era de 3,600% y Nicaragua convertido en el país más pobre de Latinoamérica.

Finalmente el poder se les escapa de las manos a los sandinistas y los partidos y organizaciones políticas de la burguesía recuperan el poder con la traidora Violeta Chamorro (exmilitante del FSLN) al frente.

El péndulo de la lucha de clase ha puesto a Ortega nuevamente en el poder. Los trabajadores debemos sacar las conclusiones pertinentes y luchar por un programa socialista para el FSLN que termine las tareas pendientes dejadas por el régimen sandinista en los 80, dichas tareas pendientes se resumen en esto: Revolución Socialista.

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