¿Qué hay detrás de las protestas en Tíbet?

escrito por María Castro

Cuando faltan pocos meses para los Juegos Olímpicos ha vuelto a resurgir en China el conflicto del Tíbet. Todo empezó el 10 de marzo cuando la policía detuvo a 60 monjes del monasterio de Drepung que conmemoraban el 49 aniversario de la fracasada revuelta de 1959 apoyada y organizada por la CIA. Al día siguiente de la conmemoración 600 monjes se manifestaron frente a la sede de la policía en Lhasa para exigir la liberación de los detenidos.

A partir de ese momento se extendieron las protestas, las detenciones, los manifestantes quemaron tiendas, bancos, hoteles etc., todo propiedad de ciudadanos “Han” (el grupo étnico más grande en China). En este saqueo y violencia participaron activamente grupos de monjes budistas. Se ha intentado presentar este conflicto como algo exclusivamente cultural o religioso, pero sólo es posible comprenderlo en un contexto de creciente malestar social que hoy existe en China.

Desigualdad social

En el Tíbet, como el conjunto de China, en la década de los noventa comenzaron a implantarse las contrarreformas que llevarían al capitalismo. Ya entonces era la región más pobre de China, con un millón de personas viviendo por debajo del umbral oficial de pobreza (150 dólares anuales), pero la economía de mercado incrementó aún más esta desigualdad. Esta situación ha hecho que los tibetanos se vean como ciudadanos de segunda clase que sólo tienen acceso a los peores empleos y con salarios muy bajos.
Las medidas burocráticas del gobierno chino han intensificado este malestar, por ejemplo, el año pasado el gobierno comenzó un programa de traslado forzoso de decenas de miles de campesinos tibetanos a zonas urbanas, teóricamente como "una forma de modernización", el gobierno las llaman metafóricamente "comunas socialistas". Pero sólo es una excusa porque el verdadero objetivo es liberar tierra para nuevos inversores y proyectos de infraestructura.

Tíbet bajo el dominio de los lamas

Tanto el Dalai Lama como sus famosos y adinerados seguidores se han encargado de divulgar la idea de que el Tíbet era un paraíso sobre la tierra antes de la llegada del "infierno comunista". ¿Pero que hay de verdad? Antes de la revolución china de 1949 el Tíbet era una sociedad atrasada, feudal, dividida entre una inmensa mayoría de siervos y una minúscula minoría de aristócratas feudales y clero budista. Aparte, un 5% de la población eran esclavos. Los siervos estaban obligados a entregar el 70% de su cosecha a sus amos, a pagar una parte considerable de sus ingresos a los monasterios y cuando tenían dos hijos o más debían entregar uno a los monasterios para convertirse en monje.
La revolución china de 1949, a pesar de su carácter deformado y burocrático, supuso un cambio radical, abolió la servidumbre, se construyeron carreteras, escuelas, hospitales que transformaron las espantosas condiciones de vida que durante siglos habían padecido los tibetanos. Resulta irónico que el Dalai Lama y su "gobierno en el exilio" se presenten como los defensores de la democracia y la libertad. El Dalai y su camarilla incluso han abandonado su reivindicación original de independencia por la de autonomía, es decir, lo que realmente desean es formar parte de esa pequeña élite tibetana que se está beneficiando y enriqueciendo gracias a las contrarreformas capitalistas en China. En todo caso, la solución de los problemas que sufren las masas tibetanas no está en la independencia. Un Tíbet independiente sólo terminaría siendo un satélite del imperialismo occidental, como hoy vemos en Albania o Kosovo. La salida tampoco está en el regreso al gobierno de los lamas. La única alternativa está en la lucha conjunta con el resto de trabajadores y campesinos chinos para acabar con el proceso de restauración capitalista y con la instauración de una verdadera sociedad socialista, basada en la economía nacionalizada, la democracia obrera y el internacionalismo.

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