La caída de Kabúl

Escrito por: 

Alan Woods

Los acontecimientos en Afganistán se suceden rápidamente, tanto, que es difícil mantener el paso con los cambios que se dan en la situación. Ayer [12 de noviembre de 2001] a las 5,30 horas de la tarde dejé sin terminar el artículo sobre el avance de la Alianza del Norte con los siguiente párrafos:

 

“A EEUU le gustaría que la Alianza del Norte [AN] infligiera una derrota militar a los talibán, pero que no tomaran posesión del gobierno, ya que esto plantearía un serio riesgo de conflicto interétnico (como ocurrió la última vez) y sería una provocación para Pakistán. Por eso intentan desesperadamente evitar que la AN entre en Kabul. Pero es más fácil decirlo que hacerlo.

La guerra tiene su lógica y dinámica propias, que a menudo escapan al control de los generales y los políticos. Los soldados de la AN están sedientos de venganza después del asesinato de su líder Masud. Están furiosos y frustrados de tanta espera y la ausencia de un apoyo militar decisivo por parte de los estadounidenses. También estarán eufóricos ante la rapidez de su avance. No se trata de las tropas estadounidenses bien disciplinadas, son milicias tribales encabezadas por señores de la guerra locales. No está en absoluto claro que a estas alturas puedan evitar la entrada en Kabul”.

Esta mañana, la historia ha terminado el artículo por mí. Kabul ha caído. Las fuerzas de la Alianza del Norte ya están dentro de la ciudad, y aunque dicen que el grueso de sus tropas se encuentra a las afueras de la ciudad, sin duda ya son los amos de la ciudad.

Washington creía que podría frenar el avance de la Alianza del Norte hasta que consiguiera formar una coalición de fuerzas no-talibanes (títeres estadounidenses) que gobernase el país. Sin embargo, en la guerra los acontecimientos no se pueden dirigir como un director dirige la orquesta con su batuta. A pesar del carácter intermitente del bombardeo estadounidense, obviamente, ha tenido un efecto en muchos comandantes talibán del norte. Siguiendo la antigua tradición afgana, han decidido cambiar de bando animados por la perspectiva de la muerte y los bombardeos estadounidenses, y también, por los dólares estadounidenses.

La velocidad del colapso de los talibán ha sorprendido a los observadores. Robert Fox comentaba en Evening Standard lo siguiente:

“El colapso de las fuerzas talibán en y alrededor de Kabul ha sido muy rápido e inesperado. A finales de la semana pasada estaban luchando en varias posiciones en los pueblos que rodean Bragam, veinte millas al norte. La semana pasada la televisión de Dohar mostraba escenas de luchadores talibán jubilosos que regresaban del norte y gritaban que los estadounidenses podían enviar todos los B52 que quisieran porque los talibán continuarían resistiendo”.

“Ayer por la tarde los comandantes talibán colocaron una cadena de tanques T55 y T62 dispuestos a contraatacar ante las últimas incursiones de la Alianza del Norte. A las pocas horas se habían ido, dejaron sus posiciones y abandonaron la ciudad. Los talibán no intentaron defenderla. Sólo unos cuantos luchadores árabes desesperados pertenecientes a la red de Al Qaeda de Bin Laden parece que intentaron resistir y sus cuerpos ahora se encuentran tirados por las calles”. (Evening Standard, 13/1/2001).

Según Napoleón la guerra es la ecuación más complicada. Y esta guerra no es una excepción. La situación en Afganistán continúa provocando giros inesperados casi diariamente. Y continuará haciéndolo. Con una asombrosa velocidad la línea de frente talibán en el norte ha colapsado, pero no por la fortaleza de la Alianza del Norte, es el resultado de la debilidad interna y la desintegración del régimen talibán y su ejército.

El principal punto de inflexión fue la captura de Mazar-e-Sharif. Fsto fue importante por varias razones. Como cualquier encrucijada -en un país sin apenas infraestructura básica de transporte- juega un papel importante como centro de comunicaciones y controla el acceso al norte del país. Su captura permite abrir un “puente” hacia la frontera de Uzbekistán, lo que facilita la llegada de suministros militares. También, potencialmente, facilita el despliegue de tropas terrestres en mayor número que las fuerzas especiales estadounidenses y británicas hasta ahora desplegadas en Afganistán. La caída de Mazar-e-Sharif provocó un efecto dominó y socavó la confianza de las fuerzas talibán del norte.

El 11 de noviembre la Alianza no encontró prácticamente oposición en la captura de Taloqan. Esta fue una victoria psicológicamente importante porque en esta ciudad se encontraban los cuarteles generales de la Alianza hasta que entraron los talibán el año pasado. El 12 de noviembre la Alianza estaba luchando por el control de Herat, una ciudad occidental importante. El lunes los combatientes de la Alianza del Norte consiguieron rápidos avances, capturaron Herat y se dirigieron hacia Bamiyan (en el centro del país) y Kunduz (al norte del país). En Herat la población organizó un levantamiento contra los talibán y aparentemente los echaron. Grupos de afganos asaltaron la prisión de Herat a última hora del lunes y liberaron a 1.000 prisioneros, todo esto según una emisora de radio iraní.

La caída de Herat potencialmente abre el camino hacia Kandahar, la fortaleza sureña de los talibán, 300 millas al sur. El lunes se decía que Zaranj y la provincia de Nimruz ¾al este de Kandahar¾ ya habían caído. Al Jazira informó que las fuerzas de la Alianza del Norte habían capturado el aeropuerto de Kandahar. Todo esto no se ha podido verificar, pero si fuera cierto, representaría un serio golpe para los talibán porque Kandahar siempre ha sido un feudo talibán.

Estas victorias han elevado la moral de la Alianza del Norte y han hecho imparable su avance hacia Kabul. La resistencia a la Alianza del Norte en Kabul fue esporádica y posiblemente las fuerzas talibán habían abandonado de antemano la ciudad:

“Algunos talibán huían pero la ciudad ya estaba abandonada, otros habían organizado una acción de retaguardia y luchaban con la Alianza en el claro de Somalí, 25 millas al norte de la capital. Los soldados talibán y sus aliados ¾árabes, pakistaníes, chechenos y demás¾ se apresuraron a bloquear el avance de la Alianza a lo largo de la nueva carretera de Kabul. Los talibán rodearon la ciudad con tanques”. (The Guardian, 13/11/2001).

El avance de la Alianza del Norte ha sido rápido y espectacular. En cuatro días ha pasado de controlar el 10% de Afganistán a más del 40%. Pero ahora las cosas son más complicadas. El territorio conquistado está principalmente poblado por minorías nacionales: tayikos, hazaras y uzbecos. Y ahora la Alianza del Norte ha entrado en el corazón phastun. El país ahora está dividido, la Alianza controla el norte y los talibán el sur.

Las fuerzas talibán han retrocedido a Kandahar donde se concentra su principal fortaleza. Pero no está claro cuanto tiempo podrán mantener esta posición. Después de la caída de Herat han llegado informes que dicen que los iraníes están enviando armas y equipamiento a sus seguidores chiítas con la intención de abrir un nuevo frente anti-talibán. A los talibán sus enemigos les rodean por todas partes.

Sin embargo, aunque la caída de Kabul representa un revés para los talibán no significa el final del conflicto. Incluso si los talibán son expulsados de todas las ciudades no necesariamente será el final de la guerra. Los oponentes al régimen -que serán muchos- pueden recurrir a una guerra de guerrillas que puede durar años. Además el nuevo régimen en Kabul no tardará mucho en revelar su naturaleza corrupta y represora. Todo estará dispuesto para una nueva espiral de violencia, guerra y luchas étnicas.

 

EEUU y la Alianza del Norte

 

El ambiente en Washington al saber que Kabul estaba en manos de la Alianza fue de sorpresa y desorientación. Con los soldados de la Alianza del Norte en las calles de Kabul, la Casa Blanca y el Departamento de Defensa sólo han podido hacer breves comentarios y el Departamento de Estado no ha reaccionado en absoluto.

“Hemos visto informes, estamos evaluando los informes, por el momento la situación en el terreno es muy fluida”, estas eran las palabras a la AFP de la portavoz de la Casa Blanca: Jeanie Mamo. El Departamento de Defensa también insistió en la fluidez de la situación en Kabul aunque se negó a confirmar si los elementos de la Alianza del Norte estaban ya dentro de la ciudad. “No podemos confirmar eso por el momento”, estas eran las palabras del portavoz del Pentágono, el mayor Tim Blair.

A primera vista, la victoria espectacular de la Alianza del Norte tendría que haber llenado de regocijo a Washington. En realidad, el ejército estadounidense sí está feliz porque ahora la necesidad de desplegar soldados estadounidenses en tierra parece menor y era una perspectiva que no les resulta nada atractiva. No es la primera vez que la diplomacia y el ejército hablan un idioma diferente. Los hacedores de la política exterior estadounidense no celebran la caída de Kabul y miran con preocupación la victoria de la Alianza del Norte.

Desde el principio los estadounidenses han tenido una actitud ambigua hacia la Alianza del Norte. Inicialmente, consideraron la posibilidad de utilizar a la AN y así reducir el despliegue de tropas estadounidenses en tierra y empezaron las negociaciones con ellos. Pero rápidamente surgieron complicaciones. El régimen pakistaní, que había apoyado a los talibán durante años a la espera de convertir a Afganistán en un estado cliente, ha estado participando en secreto en la guerra contra la Alianza del Norte. La Alianza está formada fundamentalmente por tayikos, uzbecos, hazaras y muy pocos de la nacionalidad mayoritaria, los phastun, que viven al sur de Afganistán junto a la frontera pakistaní.

Islamabad sabe muy bien que un gobierno basado en la Alianza del Norte contará con el respaldo de Rusia, Irán e India y es probable que tengan su actitud hacia Pakistán sea poco amistosa. Este gobierno en Kabul sería el beso de la muerte para Pakistán. Durante las últimas dos décadas la camarilla dominante pakistaní ha estado maniobrando para conseguir el control de Afganistán, ha gastado ingentes cantidades de dinero en apoyo a los muyaidines y después a los talibán, y en el camino han arruinado Pakistán. Para terminar con las manos vacías. A Musharraf podría costarle un golpe de estado y la perdida de libertad, o algo peor.

Después de ceder de mala gana a la presión de EEUU y abandonar a su aliados talibán, los pakistaníes se niegan completamente a que la Alianza del Norte tome el poder en Kabul. Los estadounidenses han tenido que romper las negociaciones con los hombres del norte. Pero como los bombardeos no consiguen resultados significativos y la perspectiva de una guerra terrestre larga y sangrienta era bastante amenazante, Washington reabrió las negociaciones con la AN a pesar de las objeciones pakistaníes.

Como un gesto de buena voluntad (y porque ya casi no tenían objetivos que bombardear), los estadounidenses comenzaron a bombardear las posiciones talibán en el norte, principalmente Mazar-e-Sharif al norte de Kabul. El poco entusiasta bombardeo provocó un considerable descontento entre los comandantes de la AN, que se quejaron de la falta de seriedad de los estadounidenses en los bombardeos. Washington esperaba que la coalición anti-talibán se uniera a la “alianza del sur” de tribus phastun -encabezada por títeres estadounidenses-. Como señaló el 11 de noviembre Donald Rumsfeld -Secretario de Defensa estadounidense-: “Es el momento de que las tribus del sur entren en actividad”. Pero a pesar de las generosas sumas de dinero, que sin duda han ofrecido, no han encontrado socios serios. Los esfuerzos estadounidenses para fomentar una rebelión contra los talibán en el sur han resultado infructuosos. Un títere estadounidense, Abdul Haq, fue capturado y asesinado por los talibán el 26 de octubre, otro, Hamid Karzari, tuvo que ser rescatado del sur de Afganistán por un helicóptero estadounidense.

Los estadounidenses están muy preocupados ante la reacción de Pakistán, que se opone a que la Alianza del Norte controle Kabul y ha persuadido a la administración Bush para que adopte una postura similar. Después de una reunión con el presidente pakistaní Pervez Musharraf en Nueva York, Bush dijo: “animaremos a nuestros amigos (afganos) a que se dirijan hacia el sur, pero no que no entren en la ciudad de Kabul”. Formalmente, la dirección de la AN  estaba de acuerdo con no entrar en Kabul y mantener el grueso de sus tropas fuera de la ciudad. Pero en la práctica esto era un simple gesto para calmar a los estadounidenses. Incluso si no quisieran entrar en Kabul resulta dudoso que sus soldados y comandantes aceptaran esta orden.

 

“Cuerpos de hombres armados”

La captura de Kabul ha alterado el equilibrio de fuerzas. Ha alterado los planes de los estadounidenses para instalar un gobierno títere con el antiguo rey afgano Mohammed Zahir Shah. En la Segunda Guerra Mundial, cuando Churchill propuso que el Papa fuera incluido en la alianza anti-Hitler, Stalin irónicamente preguntó: “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”. La misma pregunta puede hacer hoy la Alianza del Norte al rey.

Lenin señaló hace tiempo que el estado se reduce a cuerpos de hombres armados. El “estado” talibán, si se le puede llamar así, se mantenía gracias al terror y la inercia de las masas. Ahora esto ha terminado. Con la retirada de los talibán en Kabul hay un vacío de poder que se debe llenar. La Alianza (con el apoyo activo de los rusos) ha llenado ese vacío y en la actualidad es la única que puede llenarlo. Todas las maniobras de los estadounidenses para formar un “gobierno de amplia base” han fracasado.

EEUU está a favor de un acuerdo que incluya a Zahir Shah como figura central y que se base en la tradicional Loya Jirga, o gran asamblea de líderes afganos que debería decidir quién sería el nuevo jefe de estado y gobierno. Pero no hay acuerdo con relación a la composición del consejo que organizaría la Loya Jirga. Pakistán, que tiene una gran población de etnia phastun, quiere que estén representados algunos elementos “moderados” de los talibán. Pero eso es inaceptable para Rusia e Irán.

Hace poco AFP publicaba las palabras de: “Un ayudante de Zahir Shah quejándose de que a pesar de la repetida confianza de los diplomáticos europeos con la alianza, sus dirigentes dentro del país parecen haber perdido el interés en los planes de un régimen post-talibán. Los líderes de la alianza dentro del país o están demasiado orgullos con los últimos acontecimientos o están demasiado ocupados”. Según este ayudante de Zahir Shah esperaba que los comandantes anti-talibán que habían entrado en Mazar-e-Sharif apoyaran públicamente al anterior rey como posible líder de un gobierno post-talibán. Estamos en contacto con ellos dentro del país, decía por teléfono en Roma, donde el anterior rey vive desde hace 28 años cuando fue destituido en 1973.

Estas palabras eran anteriores a la captura de Kabul. A principios del mes pasado Zahir Shah estaba de acuerdo con la Alianza del Norte en formar un Consejo Supremo por la Unidad Nacional de Afganistán para encontrar un sustituto al gobierno talibán. Pero ahora las cosas han cambiado. Después de conquistar Kabul por la fuerza de las armas, la Alianza del Norte no tiene prisa para negociar un acuerdo con el rey u otra persona. Una vez más vemos los límites del poder del imperialismo estadounidense. Después de conocer la caída de Kabul el portavoz de Washington, Donald Rumsfeld, todavía decía que confiaban en conseguir un gobierno de unidad nacional y añadió -algo obvio- que la decisión final en última instancia estaba en manos de los que luchaban sobre el terreno.

El rey Zahir Shah con 87 años de edad y quien se suponía sería la figura central de los planes de Washington, todavía está sentado cómodamente en Roma. Los grupos de “oposición” en Peshawar todavía están discutiendo. Y, como dice un refrán inglés: “La posesión representa nueve décimas partes de la ley”. Ahora que la Alianza del Norte está en Kabul con las armas en la mano, ¿quién les volverá a echar? El desafortunado Zahir Shah tendrá que esperar mucho tiempo antes de que suene el teléfono de su residencia en Roma. Pero quizá lo mejor para él es que no suene nunca.

 

El éxito de la Alianza del Norte

Es posible que el rápido colapso de Kabul sin prácticamente resistencia fuera el resultado de un acuerdo entre bambalinas por ambas partes, siguiendo la tradición afgana. Según un artículo aparecido en The Financial Times, y que citaba a un veterano funcionario iraní, los talibán en Kabul se habían acercado a la Alianza del Norte y habían ofrecido la entrega pacífica de la capital a cambio de un papel en el futuro gobierno. La oferta incluiría la rendición de algunos luchadores talibán árabes pero la propuesta no incluía la entrega de Bin Laden. Los talibán en Kabul no parecían tener autoridad ni capacidad para entregar a Bin Laden, probablemente porque ni siquiera está en la ciudad.

Sean o no verdad estos informes, una vez ocupen la ciudad, las tropas de la Alianza del Norte se comportarán como es de esperar. Al principio muchos habitantes de Kabul darán la bienvenida a las tropas del norte. Según algunas noticias algunos grupos de residentes de Kabul se reunieron en el norte de la ciudad para aplaudir la llegada de las fuerzas de la Alianza del Norte y cantaban: “Allah o Akhbar (Dios es grande)”.

Hay más noticias similares:

“El director de internacional de la BBC, John Simpson, quien entró en Kabul a pie antes que las fuerzas de la Alianza del Norte, decía haber visto a una multitud reunida en la ciudad gritando ¡’muerte a Pakistán y muerte a los talibán’!. Otros gritaban ‘¡Bienvenidos Alianza del Norte’!”. (Evening Standard, 13/11/2001)

 El ambiente en Kabul no es una sorpresa. Las masas odiaban a los talibán y están contentas con su desaparición. Si las fuerzas de ocupación fueran estadounidenses la actitud habría sido diferente. Pero los recién llegados al menos son afganos y musulmanes, incluso aunque hablen una lengua extraña. Lo principal es que el bombardeo cesará y después de ver la ciudad cambiar de manos a menudo, a la mayoría de la población posiblemente le es indiferente quienes son sus nuevos amos mientras haya paz y pan.

Pero cuánto durará es otra historia. Las tropas del norte se vengarán de sus enemigos. Los primeros objetivos han sido los voluntarios extranjeros, los “árabes afganos”, a los que parecen han asesinado sin piedad. Pero no se van a detener aquí. Los soldados tayikos, uzbecos y hazaras han entrado en Kabul como conquistadores y tienen muchas cuentas pendientes.

La Alianza del Norte es una coalición destartalada formada por grupos dispares y señores de la guerra de diferentes minorías nacionales: principalmente tayikos y uzbecos, cuyos territorios se encuentran en el norte de Afganistán. Lo único que les mantiene unidos es la hostilidad, principalmente, hacia los phastun talibán y el gobierno de Kabul, de donde les expulsaron hace años.

Cuando el régimen de Najibulá colapsó en 1992, la captura de Kabul por las fuerzas muyaidines, que conforman el grueso de la actual Alianza, provocaron un gran baño de sangre y el caos que provocó el surgimiento del fundamentalismo sunnita y phastun, dominado por los talibán. La organización estadounidense Human Rights Watch hace poco informó de los abusos de la Alianza del Norte y los talibán durante los últimos años. Antes de que los talibán tomasen Kabul en 1996 los tres grupos de la Alianza que dominaban la capital “participaban en los secuestros, ejecuciones, arrestos arbitrarios, torturas y desapariciones”.

En marzo de 1995 las fuerzas tayikas arrasaron Kabul. El Departamento de Estado estadounidense dijo que las fuerzas de Ahmad Shah Masud, ministro de defensa hasta su asesinato el pasado mes de septiembre, “saqueaban sistemáticamente las calles y secuestraban mujeres”. En mayo de 1997 las tropas uzbecas dirigidas por el general Abdul Malik Pahlawan capturaron y ejecutaron aproximadamente a 3.000 soldados talibán en Mazar-e-Sharif. Francese Vendrell, enviado de la ONU en Afganistán, hace poco admitió que algunos comandantes de la Alianza “deberían ser juzgados por sus incontables crímenes de guerra en lugar de estar en un gobierno”.

Poco ha cambiado desde mediados de los años noventa. El líder uzbeco, Rashid Dostum, ha vuelto a su antiguo feudo de Mazar-e-Sharif cerca de la frontera con Uzbekistán. Ismail Khan, un veterano muyaidin tayiko, ahora ha retomado el control de la ciudad noroccidental de Herat, mientras que el grueso de las fuerzas tayikas están en el noreste y avanzan hacia Kabul con Shia Hazara que intenta volver a conseguir el control del centro de Afganistán.

La explosiva mezcla étnica es una receta acabada para un nuevo capítulo de atrocidades y sangre. Las Naciones Unidas han recibido lo que llaman “informes sin confirmar” de ejecuciones sumarias, secuestros de civiles y saqueos en Mazar-e-Sharif después de que fuera retomada por las fuerzas de oposición. Según la portavoz de la ONU, Stephanie Bunker: “Sabemos lo que está ocurriendo pero no conocemos la escala”.

 

La guerra no ha terminado

Mientras que utilizan, por poderes, a la Alianza del Norte en la lucha, los estadounidenses han hecho todo lo posible para mantenerles fuera de Kabul. Ahora la caída de Kabul marca un punto de inflexión en la guerra aunque todavía no ha terminado. Eso lo comprenden perfectamente los observadores más serios. Todavía no han conseguido acabar con la red terrorista de Al Qaeda ni capturar a Bin Laden. Esto no va a ser una tarea fácil como señalaba The Economist Global Agenda:

“Incluso si ocupan Kabul, todavía dejarían a las fuerzas talibán el control de más de la mitad del país. Esto podría convertir en imposible el primer objetivo de la acción militar estadounidense: la captura de Bin Laden, el terrorista de origen saudí oculto en algún lugar de Afganistán, ni tampoco el desmantelamiento de su red Al Qaeda”. (The Economist Global Agenda. 12/11/01).

A lo largo de la historia de Afganistán el gobierno central de Kabul siempre ha sido débil. Pero durante los últimos veinte años el país ha estado profundamente dividido debido a la ingerencia de las potencias extranjeras. Quién esté en el poder en Kabul no marcará la diferencia en esta situación. El poder real estará en manos de los señores de la guerra locales. La perspectiva más probable ahora es que el país se hunda en el caos y la guerra civil. Esto representa una amenaza para toda la región, empezando por Pakistán.

La única forma de evitarlo es que los estadounidenses entren y establezcan un protectorado, basado en las bayonetas estadounidenses. Pero esto significa que los EEUU se verán implicados, durante mucho tiempo, en un país caótico y violento. Una fuerza encabezada por occidente sería una ofensa para la sensibilidad musulmana. Por eso intentan implicar a sus títeres, Turquía y otros países “neutrales”.

Robert Fox comenta: “Puede que las fuerzas talibán se estén retirando, pero es demasiado pronto para decir que están derrotadas”. (Evening Standard, 13/11/01). En el mismo periódico se decía: “los comandantes militares talibán llevan planificando la retirada hace semanas, incluso antes de que comenzara la campaña de bombardeos estadounidenses”. Y continúa:

“Han ocultado armas pesadas en las cuevas y bunker de las montañas, también han almacenado combustible, agua y comida en localidades cercanas a las ciudades y pueblos. Aunque la principal columna talibán que abandonó Kabul se dirigía hacia su tradicional feudo de Kandahar, y es poco probable que se detengan allí. Varios combatientes se han escondido en las montañas. Pero la mayoría de los 50.000 hombres armados posiblemente regresen a los pueblos y áreas rurales. Los jefes phastun controlan la mayor parte del sur rural y las áreas tribales que rodean Pakistán, miles de luchadores talibán simplemente se irán a estas regiones. Cuando empezaron los bombardeos enviaron a las mujeres y los niños a los campos de refugiados de Pakistán. En estos campos también se encuentran destacadas figuras talibán. El mulá Omar y los voluntarios árabes extranjeros leales a Bin Laden es probable que permanezcan en las montañas. Omar y sus líderes militares mantienen la estructura de mando que dirigirá la guerra de guerrillas contra la Alianza del Norte y las tropas extranjeras. La táctica será la misma que siguieron contra los soviéticos”.

Pero hay un detalle importante obviado por los medios de comunicación occidentales, y es el siguiente, al evitar la batalla los talibán han huido con su maquinaria militar prácticamente intacta. Al abandonar las ciudades pueden reagruparse para una guerra de guerrillas, pueden mezclarse con la población civil de ambas partes de la frontera con Pakistán y esperar el momento adecuado para reiniciar las hostilidades.

“No podemos saber cuánto tiempo tardarán en entrar los estadounidenses, nuestros luchadores les estarán esperando. Están desesperados por asesinar después de que bombardearan sus casas, mujeres e hijos. El norte no es importante para nosotros. Ni siquiera Kabul. Pero las montañas, los valles, incluso los desiertos del sur son nuestros y si los estadounidenses quieren luchar, se encontrarán con nosotros. Para esto no podrán utilizar a la Alianza del Norte, tendrán que hacerlo ellos mismos y estaremos preparados. Tenemos armas y nuestros hombres son mejores luchadores. Los rusos eran soldados valientes y no dudaron en luchar con nosotros. Ellos, tienen demasiados aviones, helicópteros, mísiles, pero nosotros les golpeamos. Los estadounidenses piensan que pueden ganar con la tecnología, pero ¿hasta que punto son útiles? ¿Pueden encontrar al mulá Omar?”

Estas son las palabras de Shazad Khan, un dirigente talibán y miembro de la asamblea provincial de Jalalabad, que aparecieron en Evening Standard (13/11/01) y son la prueba más clara de que la retirada de los talibán de Kabul no significa el final de la guerra, se trata sólo de una nueva etapa en un conflicto prolongado y sangriento. La situación actual provocará muchas contradicciones. El frágil acuerdo conseguido por la Alianza del Norte no sobrevivirá a la derrota del enemigo común. En cualquier caso el futuro de Afganistán y sus vecinos no va ser nada tranquilo.

 

Implicaciones sombrías

Los estadounidenses imaginan que pueden controlar la situación pero no es así. Como señala un corresponsal de The Independent en Peshawar: “Los EEUU están intentado imponer las normas en Afganistán desde 20.000 pies de altura. El mejor tipo de obediencia que pueden esperar es la ayuda de boquilla”.

Los estadounidenses -como es habitual- han conseguido alejar a todo el mundo y no agradar a nadie. La Alianza del Norte, correctamente, les ha acusado de no ayudarles lo suficiente. Ahora tienen suficiente confianza y no aceptan que EEUU intente dictar las normas. Incluso si los estadounidenses al final consiguen formar algún tipo de “gobierno de unidad nacional”, la Alianza del Norte está segura de que ocupará un puesto clave en él, porque ella tiene las armas.

Los dirigentes de la Alianza del Norte siguen su camino. Un comandante de la Alianza, Hul Haider, insistía en que sus principales unidades militares están ocultas. “No hemos permitido que nuestros muyaidines entren en la ciudad. Sólo hemos enviado fuerzas policiales”. Sin embargo, los periodistas de AFP presenciaron como 1.000 soldados, policías y guardias nacionales entraban en la ciudad horas después. Tony Blair dijo la verdad cuando admitió que el ejército estadounidense y la oposición de la Alianza del Norte en Afganistán no estaban muy coordinados. “No estamos siguiéndoles paso a paso, ciudad a ciudad (...) Sólo somos un asesor, pero no necesariamente marcamos los objetivos que deben conseguir”. Su traducción al lenguaje diplomático sería: “No les controlamos y están haciendo lo que quieren”.

Mientras, con su maquinaria militar prácticamente intacta, los talibán pueden actuar en el momento que consideren oportuno. No han solucionado nada y EEUU se encuentra en la misma situación que antes del 11 de septiembre. Hagan lo que haga estará equivocado. No pueden irse y proclamar la victoria porque muy pronto Afganistán de nuevo estará en una situación caótica, mayor que antes, y los EEUU serán los culpables de todo.

Lo peor es que no pueden salir de la región por la amenaza que pende sobre Pakistán. Si la guerra civil afgana se extiende a Pakistán las consecuencias pueden ser terribles. La perspectiva de Pakistán -una potencia nuclear- en manos de fuerzas hostiles a EEUU es la peor de las pesadillas. Por lo tanto, aunque no les guste demasiado el régimen del general Musharraf, tienen que apoyarle. Deben nadar juntos o hundirse.

Las implicaciones para Pakistán son particularmente sombrías. Es una ironía de la historia que la clase dominante pakistaní, y especialmente el ISI, promoviera activamente la desestabilización de Afganistán en los años ochenta, pensaba que podría jugar un papel clave como potencia regional y competir con la India, y haya ocurrido lo contrario, ahora el destino de Pakistán ahora está inexorablemente unido al de Afganistán.

Con la caída de Kabul y otras ciudades se producirá una oleada de refugiados afganos hacia Pakistán, muchos de ellos serán luchadores y seguidores de los talibán. A pesar de todos los intentos de las autoridades para evitar esto, la naturaleza porosa de la frontera y el estado caótico de la administración pakistaní, frustrará todos sus intentos. Muchos llegarán y se establecerán en Pakistán donde encontrarán el apoyo de las organizaciones fundamentalistas.

El régimen de Musharraf es muy inestable. Algunos sectores del ISI le culpan a él y al ejército pakistaní de no apoyar a los talibán. La posibilidad de un golpe está implícita en la situación, aunque la CIA ahora están prestando todo su apoyo a Musharraf.

El propio Pakistán es un estado muy frágil formado por muchas nacionalidades diferentes, entre ellas los phastun, que también son el mayor grupo étnico de Afganistán. Las convulsiones en Afganistán están provocando un fermento entre los phastun de la provincia North West Frontier de Pakistán, al lado de la frontera afgana. Es una seria amenaza para el futuro del propio Pakistán.

 

Las Naciones Unidas

Las llamadas Naciones Unidas han jugado un papel lamentable en todos estos acontecimientos. Aquellos que se denominan de “izquierdas” demandaban la intervención de la ONU que prácticamente está desaparecida. La ONU se ha convertido en un frente más de las actividades del imperialismo estadounidense. Su única función en este conflicto ha sido decir “amén” a todo lo que ha dicho y hecho EEUU. Ahora Tony Blair pide que la ONU se haga cargo de la situación. Después de la caída de Kabul, Bush y Blair han pedido los servicios de Kofi Annan para que convenza a los líderes de la Alianza del Norte y éstos hagan lo que quieren los estadounidenses. El secretario general de la ONU dijo que esperaba poder reunirse en los próximos días con los representantes afganos y negociar el futuro de Kabul. Pero ¿qué va a negociar con la Alianza del Norte si ahora tiene el control de la situación?

Kofi Annan también ha estado desaparecido. La diplomacia ahora va por detrás de los acontecimientos militares. En última instancia la diplomacia depende de la fuerza. El tiempo de hablar ha pasado. El futuro de Afganistán se tiene que dirimir sobre el terreno, a sangre y fuego.

Los estadounidenses han bombardeado un pueblo donde se encontraba la Alianza del Norte, han asesinando a civiles o han destruido almacenes de la Cruz Roja. El fin de semana anterior a la caída de Kabul, los bombardeos estadounidenses destruyeron un convoy de comida de la ONU que iba dirigido a los civiles en las planicies centrales de Afganistán. Según un portavoz de la ONU se trataba de 22 camiones cargados con 330 toneladas de ayuda con destino a Bamyan (en el centro de Afganistán). El 80% de la comida quedó inservible.

Los expertos en defensa dicen que los bombardeos estadounidenses pueden tener un efecto devastador sobre la salud de la población tanto en Afganistán como en Pakistán. Un experto militar dijo al periódico pakistaní Dawn que desde el 7 de octubre las fuerzas aéreas estadounidenses han lanzado bombas con uranio enriquecido, sobre todo en las líneas del frente talibán al norte del país:

“La radiación se ha extendido y tendrá efectos nocivos para decenas de miles de personas de ambos países y sus efectos durarán varias generaciones”.

La exposición a la contaminación radioactiva por uranio enriquecido produce cáncer, leucemia y defectos en los fetos, y se ha podido verificar en los dos países que EEUU ha bombardeado los últimos años: Yugoslavia e Irak.

La OTAN bombardeó Yugoslavia en 1999 y utilizó uranio enriquecido para expulsar a las fuerzas yugoslavas de sus provincias ¾Kosovo¾ donde la población dominante es albanesa. Cuando un arma que contiene uranio enriquecido impacta contra un objeto sólido, como un tanque, emana una nube de vapor ardiente.

El vapor se convierte en polvo que químicamente es venenoso y radioactivo. Aunque más letal que esta arma será la herencia política de la aventura afgana de EEUU.

Los estadounidenses no quieren verse implicados en Afganistán, pero no tienen otra opción. Deben hacer algo para limitar los daños, pero ¿qué? Si no quieren enviar tropas de tierra tendrán que buscar el apoyo de una u otra facción en Kabul. Pero esto también tiene muchos riesgos tácticos. A parte del riesgo obvio de que los títeres afganos tienen la costumbre de hacer lo que les da la gana, también es una garantía de intensificación de la lucha entre las facciones rivales, con consecuencias impredecibles. Como siempre, la interferencia de potencias extranjeras sólo servirá para inestabilizar más Afganistán.

Los imperialistas cada vez están mas empantanados. Este es el precio que deben pagar por ser una superpotencia en la época de decadencia capitalista. Miran irremediablemente como la inestabilidad provocada por sus propias acciones se extiende por toda la región. India está intentado mantenerse al margen pero también se verá afectada, como demuestra el creciente malestar entre su población musulmana. La continuación de la guerra en Afganistán amenaza con desestabilizar todos los regímenes de Asia Central.

Por último, pero no menos importante, la situación en Irán se encamina rápidamente hacia una revolución. Las últimas manifestaciones en Teherán y otras ciudades iraníes no tenían nada que ver con un partido de fútbol, son el resultado de la profunda crisis social y económica que están avivando las llamas del descontento entre los jóvenes y trabajadores. La constatación de que las elecciones no han solucionado nada y que la reforma es un fraude, todo está dispuesto para una explosión.

Una revolución en Irán necesariamente será una revolución obrera, y además, irá dirigida contra el capitalismo y el fundamentalismo y cambiará la correlación de fuerzas en toda la región. Cuando las masas se levanten el inmenso poder del proletariado iraní será imparable. Sus efectos se dejarán sentir inmediatamente en Afganistán, Pakistán y todos los países vecinos: Turquía, Rusia, Asia Central.

La guerra en Afganistán no ha solucionado nada y sólo aumentará la inestabilidad en toda la región. El riesgo de nuevos ataques terroristas en EEUU y otros países aliados ahora es mayor, y no menor, que antes del 11 de septiembre. Según pasan los días se producirán nuevas convulsiones. Tarde o temprano estas convulsiones provocarán movimientos revolucionarios. En un país tras otro el hielo se romperá.

Fecha: 

13 de Noviembre de 2001

Teoría Marxista: