¿Puede Obama salvar al capitalismo?

Escrito por: 

Comité Editorial de Socialist Appeal - EUA

El sistema capitalista puede estar sufriendo la peor crisis de su historia. Según George Soros, inversos multimillonario y un analista sincero del sistema, dice que el sistema financiero mundial en realidad se ha desintegrado y que no existe posibilidad de una solución a corto plazo de la crisis. Cree que la turbulencia es peor que la Gran Depresión y que la crisis actual es el equivalente al colapso de la Unión Soviética. Como dijo recientemente a la audiencia en la Universidad de Columbia: "El capitalismo se puso bajo respiración artificial y aún lo está. No hay signo en  ninguna parte de que ya hayamos tocado fondo".

Obama lo calificó como "la hora de la verdad". Paul Volcker, antiguo presidente de la Reserva Federal y asesor del presidente Barack Obama, dijo a la misma audiencia: "No recuerdo ninguna época, quizá incluso en la Gran Depresión, que las cosas empeorarán tan rápidamente y de manera tan uniforme alrededor del mundo".

En 2007 en total hubo tres quiebras bancarias. El año pasado fueron 25, en el momento de escribir este artículo, es decir, en las primeras semanas de 2009, ya van 13. Han caído gigantes como Citigroup y Bank of America que podrían ser nacionalizados, después de haber fracasado un plan de rescate al sector bancario valorado en billones de dólares. La deuda nacional ahora supera los 10 billones de dólares, los pagos de intereses representan ahora el 19 por ciento de la deuda. La bolsa ha caído a los niveles de 2007.

El Índice Nacional del Precio de la Vivienda en EEUU colapsó un 18,2 por ciento durante los últimos tres meses de 2008 respecto al mismo período del año anterior, la mayor caída en sus 21 años de historia. Los precios están a unos niveles no vistos desde el tercer trimestre de 2003. Cientos de miles han perdido sus casas y otros tantos las perderán. De los 52 millones de propietarios con hipotecas, 13,8 millones, casi el 27 por ciento, deben más de lo que valen sus casas. Es como si los boom (burbujas) de la tecnología de la información e inmobiliario nunca hubieran sucedido, los trabajadores han perdido miles de millones en ahorros e inversiones, mientras que los ricos lo son aún más.

Y por si no fuera suficiente la pérdida de 2,3 millones de empleos en 2008, la más grande desde 1945, en enero se han perdido casi 600.000, en un solo día, el "lunes sangriento" como lo definían los titulares, ser perdieron 68.000 empleos, y la hemorragia de empleos continúa en la economía norteamericana y sin final a la vista. Entre las empresas que han despedido trabajadores en EEUU están: Caterpillar, Boeing, Sprint Nextel, Pfizer, Home Depot, Starbucks, Intel, Microsoft, Schulumberger, General Motors, Ford, United Airlines, AOL, Target, Brroks Automotion y la lista continúa. Desde el "lunes sangriento" cientos de miles más han perdido su empleo.

La tasa oficial de paro es un 7,6 por ciento y se espera que en los próximos doce meses alcance el 10 por ciento más. El número de trabajadores despedidos que cobran subsidio de desempleo es de casi 5 millones, el más alto desde que se registran estos datos en 1967. El año pasado eran 2,77 millones. Oficialmente 11 millones de trabajadores estadounidenses están en paro, un 48 por ciento más que el año anterior, pero este dato es previo a la última oleada de despidos. Se espera que en lo que queda de año se pierdan unos 2 millones de empleos, incluso aunque el plan de estímulo anunciado por Obama de 800.000 millones de dólares consiga crear o por lo menos detener la marea de despidos.

Estas pérdidas de empleo hacen que sea más difícil encontrar un puesto de trabajo. Todd Wilson, un vendedor de ordenadores de Kansas, lo explica de la siguiente manera: "Cualquiera que ahora busque empleo siente el tsunami económico. Puede sentir como de repente todo se desmorona". Según Heidi Shierholz, economista del Economic Policy Institute, por cada puesto de trabajo hay cuatro candidatos. "Literalmente hay millones de trabajadores parados que no tiene esperanza de encontrar un nuevo empleo. La cola es demasiado larga". Y según el economista jefe del Mid-America Regional Council, Frank Lenk, por cada empleo perdido en una empresa, como media se perderán otros dos más.

Durante el boom anterior ya vimos la destrucción de unos dos millones de empleos manufactureros, ahora en la recesión actual presenciamos despidos aún más masivos, esto es lo mejor que puede ofrecer el capitalismo. Y todo esto sucede cuando el conocimiento humano, la tecnología, la ciencia y la productividad son más elevados que nunca antes en la historia humana. Los efectos han sido devastadores. Una ciudad, Elkhart, en Indiana, ha perdido más rápidamente empleos que ninguna otra ciudad del país, la tasa de paro hace exactamente un año era del 4,7 por ciento y hoy supera el 15 por ciento.

No es de extrañar que los estadounidenses estén más preocupados que nunca. Casi la mitad de los encuestados en una reciente encuesta mostraban preocupación ante la posibilidad de perder sus empleos. El 80 por ciento piensa que el país va en "la dirección equivocada". La confianza del consumidor se ha hundido en un solo año, de 76,4 a 25 puntos. Pero detrás de las estadísticas se encuentran los trabajadores individuales con familias, amigos, casas, sueños y esperanzas de futuro. Cuando desaparecen los empleos, los pagos de las hipotecas son una amenaza, se evaporan los ahorros y las tarjetas de crédito agotadas, el futuro para millones de trabajadores norteamericanos es cada vez más sombrío. La dura realidad de la vida bajo el capitalismo, la destrucción del "sueño americano" sepultado por una avalancha de deudas, ha llevado a muchos a la desesperación.

Por esa razón no debe sorprendernos el incremento de la rabia y la repugnancia contra los banqueros, altos ejecutivos y los ricos en general. El mismo día que desaparecían 68.000 empleos, se sabía que Citigroup, un receptor importante del plan de rescate bancario, iba a comprar un avión privado para sus ejecutivos, valorado en 45 millones de dólares. Los excesos de las empresas siempre han avivado los instintos de clase de los trabajadores, pero 45 millones de dólares de dinero público para un avión privado cuando millones pierden sus empleos es ir demasiado lejos.

Actualmente, existe un ambiente de conmoción, incredulidad, ansiedad, miedo y depresión. Pero no durará eternamente. Existe un cuestionamiento profundo del propio sistema y, finalmente, el miedo y la frustración se transformarán en rabia y deseo de hacer algo. Ya hemos visto el aumento de la afiliación a los sindicatos, porque los trabajadores comienzan a unirse para luchar colectivametne contra los ataques de los empresarios. Y como un rayo en un cielo azul, la primera fábrica norteamericana ocupada desde los años treinta, presagia la llegada de agitación y batallas abiertas entre las clases.

Incluso la revista Newsweek decía: "Ahora todos somos socialistas". Y aunque su comprensión del socialismo no tiene nada que ver con el verdadero socialismo, el que la propia idea del socialismo se discuta de manera destacada en realidad es un signo de los nuevos tiempos, y también de los peligros que afronta el sistema capitalista.

Y aquí es donde entra Barack Obama. La clase capitalista, representada en el gobierno por los Demócratas y los Republicanos, también ha visto como su confianza se desmoronaba. No están seguros de lo que deben hacer. Algunos dicen que debe dejarse al mercado para que se "ajuste el solo", mientras que otros defienden la intervención keynesiana o un nuevo "New Deal". Pero aunque puede que estén divididos en como poner la economía de nuevo en funcionamiento, sí son unánimes en su defensa del sistema capitalista.

No escucharemos a Obama, Bush, Biden, Cheney, los Cinton o al resto plantear dudas sobre el propio sistema. Son conscientes de las consecuencias sociales de una crisis que se puede escapar a su control. Por lo tanto, han elegido al mejor hombre para confiar esa tarea: Barack Obama. A su vez, él ha reunido a toda una galaxia de talento pro-capitalista e imperialista para que le ayuden en su política. La tarea histórica del 44º presidente de EEUU es clara: preservar los Estados Unidos de América tal y como hoy los conocemos, es decir, su papel es defender el sistema capitalista norteamericano en su época de decadencia imperialista.

Obama llega al poder en un momento de declive capitalista. Su tarea es preserva un sistema corrompido cuya tarea histórica se ha agotado. El capitalismo ha dejado de jugar ningún papel progresista para la inmensa mayoría de la humanidad. Ya ha superado su objetivo histórico: poner las bases materiales para el socialismo. Nosotros utilizaremos la tecnología y la productividad laboral conseguida por la humanidad bajo el capitalismo al servicio de la construcción de la nueva sociedad, libre de explotación y basada en los intereses comunes de la mayoría de la clase obrera. No obstante, la clase capitalista no entregará su poder y privilegios sin lugar. Este puñado de individuos está decidido a continuar su dominio y explotación de millones de humanos en todo el mundo. Su sistema cada vez es más incompatible con la existencia del propio sistema. O lo sustituimos por el socialismo a escala mundial, o todo el "experimento" de la civilización humana retrocederá de una manera violenta y horrible.

Muchos tienen sinceras ilusiones en Obama. Pero, irónicamente, las cosas irán peor con Obama que con Bush, no tiene nada que ver con el individuo, sino con el sistema que defienden. En todas las cuestiones políticas importantes Obama no es diferencia demasiado de Bush. Su política exterior es una continuación de la aplicada por Bill Clinton, una aproximación más sutil que intenta más recurrir a la diplomacia que al "garrote". No es casualidad que Hillary Clinton sea la elegida como Secretaria de Estado.

Obama ha continuado la postura agresiva de Bush hacia la revolución venezolana, acusando a Hugo Chávez de "impedir el progreso en la región" y "exportar actividades terroristas". No está a favor del final inmediato de la guerra en Iraq, está intensificando la guerra en Afganistán y los ataques contra Pakistán. Su deseo es sacar las tropas de Iraq no porque esté en contra de la guerra imperialista en general, sino porque el ejército norteamericano está superado por la situación y debe reagruparse para preparar la siguiente batalla, la guerra inevitable.

Su plan de estímulo económico, aunque refuerza algunos servicios clave, en su mayor parte va destinado a los bancos y empresas, los mismos defensores de este sistema que son en primer lugar los responsables de este caos. En la cuestión clave de la inmigración, lejos de apoyar la amnistía que millones de inmigrantes y trabajadores pidieron hace dos años, lo que ha hecho es incrementar la seguridad en la frontera y continuar con las redadas y deportaciones. No está a favor de un sistema nacional de salud nacional gratuito y universal. No es partidario de ninguna moratoria para los desahucios. No está favor de la nacionalización de los bancos y las industrias clave para que puedan ser utilizados en interés de la mayoría de la clase obrera. En resumen, no está favor de adoptar medidas serias contra el sistema capitalista. Puede que frene este o ese exceso, pero en cuanto a él se refiere, el sistema seguirá intacto.

Los trabajadores norteamericanos están comenzando a "atar cabos". Instintivamente comprenden que sólo un puñado de personas por arriba son las que toman decisiones que nos afectan al resto. En el autobús, en la carnicería, en la oficina de correos, durante el partido de fútbol, en el bar, en la iglesia, en la mesa, los norteamericanos discuten de política y economía a un nivel no visto en décadas. Después de todo, millones de norteamericanos no son "perezosos" ni "buscan una limosna". La realidad es que el capitalismo no puede proporcionar a millones de trabajadores dispuestos y capaces un empleo, ninguno, menos aún un salario, condiciones o subsidio decentes. Por no mencionar una vivienda, una educación o un sistema de sanidad decente en el país más rico del planeta. Esta situación representa una condena del sistema.

Este es sólo el principio del principio de un profundo cambio en cómo los trabajadores norteamericanos, sí, los mismos trabajadores que en el pasado votaron a George W. Bush y apoyaron la guerra de Iraq, comprenden y se relacionan con la sociedad en la que viven. Las implicaciones revolucionarias para el futuro son evidentes.

Fecha: 

12 de marzo de 2009

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