La decisión del Consejo Electoral Provisional de Haití de suspender la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Haití, que debía celebrarse el domingo 24 de enero 2016, no ha frenado la creciente ola de protestas sociales. Observadores internacionales hablan abiertamente de una situación pre-revolucionaria.
Hace 10 años, Haití se encuentra bajo una sangrienta dictadura militar establecida por la ONU, por imposición de Washington y dirigida por el ejército brasileño. Algunos argumentan que se trata de una "misión de paz" de la ONU. Pero la verdad es otra. Iniciada a partir de un golpe militar en el cual las tropas norteamericanas secuestraron al entonces presidente electo de Haití, Jean Bertrand Aristide, la MINUSTAH (Misión de las Naciones Unidas por la Estabilización en Haití) no es más que una ocupación militar represora que impide al pueblo haitiano manifestarse, luchar por mejores condiciones de vida y por cambios, garantizando así el control del imperialismo en la región.
A principios de este año el mundo se volvió hacia Haití, que fue golpeado por un fuerte terremoto. Ahora, una fuerte epidemia de cólera se está extendiendo por todo el país y demuestra una vez más cuál es el papel real de las tropas de la ONU en Haití.
La calamitosa situación posterior al desastre natural revela para todo el mundo que la Misión de las Naciones Unidas, presente desde hace 5 años y medio en Haití, no ha resuelto ninguno de los problemas, por el contrario ha garantizado la perpetuación de un sistema de explotación y miseria de todo un pueblo.
Hay un elemento artificial en la catástrofe que enfrentan los haitianos.El país no sólo es pobre; ha sido hecho pobre y es mantenido pobre. Haití es el país más pobre del hemisferio occidental, con la peor infraestructura, el pueblo más vulnerable a los desastres y las enfermedades, debido a las maquinaciones del imperialismo. Aunque el terremoto no podía ser evitado, la escala de muerte y destrucción claramente sí podría haberse evitado.