Perspectivas para la Revolución en México. Segunda parte

escrito por Militante
lunes, 10 de marzo de 2008

Perspectivas económicas. Mercado externo y petróleo

Después de la oleada revolucionaria en México del 2006, la burguesía logró mantenerse en el poder e instalar un nuevo gobierno del PAN con Calderón al frente, pero en un contexto bastante volátil tanto en lo político como en lo económico. En ambos terrenos existen serios elementos que debilitan a Calderón y su gestión, traduciéndose ello en el escenario menos deseado por la clase dominante. El costo de dicha situación podría ser muy alto para los banqueros, los empresarios, así como para sus esbirros del PAN y del PRI.

Para nadie es un secreto que la economía mexicana está fuertemente atada al ciclo económico del imperialismo yanqui. El auge económico mexicano de la segunda mitad de los años 90 tuvo como su principal resorte el boom que durante aquellos años experimentó el capitalismo de los Estados Unidos (EU), transformándose esta nación en el principal destino de las exportaciones de todo el mundo, incluidas las mexicanas. La inmensa capacidad de imperialismo yanqui para atraer exportaciones mexicanas creó una bonanza para la burguesía nacional, bonanza que en aquellos años aparentaba, a los ojos de los economistas burgueses, ser ilimitada.

Hablamos de años en los que nuestro país en poco tiempo se transformó en la décima potencia importadora de todo el planeta. La vecindad con la potencia del norte fue bien capitalizada por la burguesía. Sin embargo esa historia culminó en el año 2000 cuando los EU llegaron a la cúspide de su crecimiento en el anterior ciclo alcanzando un crecimiento del PIB del 5% para después, en el 2001, lograr un raquítico desarrollo del 0.3%. Los efectos del fin de este boon de los EU, en el caso de México se tradujo en caer del 7% alcanzado por el PIB en 2000 al 0.3% logrado un año después.

La caída de la economía yanqui tuvo profundas secuelas sobre la mexicana a lo largo del todo el gobierno de Vicente Fox, derivando en el sexenio con menor crecimiento considerando los dos últimos gobiernos priístas: mientras que la economía a lo largo del gobierno de Salinas creció en un total de 3.90%, en el caso de Zedillo, logró un 3.52%, y ya bajo la primera administración panista el PIB se desarrolló apenas un 2.2%.

El resultado logrado en los años del gobierno de Fox nuevamente ratifica la fuerte dependencia de nuestro país respecto a los acontecimientos económicos del gigante del norte, pues a pesar de la recuperación experimentada por esta última potencia en los años posteriores a la grave recaída de 2001, logrando su punto máximo en 2004 con un desarrollo del 4.4 para después nuevamente caer hasta lograr un 3.4 en 2006, el desarrollo alcanzado por el imperialismo no fue suficiente para jalar tras de sí a la economía mexicana, dando como resultado el que el sexenio de la administración foxista haya sido de crisis y estancamiento económico, todo ello producto en buena medida del severo repliegue de las exportaciones nacionales

Pero hoy en día las cosas pintan peor para las exportaciones mexicanas, principal motor para la economía mexicana desde hace ya varios años. Las perspectivas para el PIB yanqui de este 2007 lo ubican en un 2%, cifra menor a la lograda un año antes. Pero de acuerdo el Fondo Monetario Internacional (FMI) las cosas prácticamente no cambiarán en 2008, pues la perspectiva trazada por este organismo en relación al PIB gringo para ese año se ubica en un crecimiento del 2.1%.

Pero otro foco de preocupación es el de la competencia China, ya en el 2002 el gigante de Asia le arrebató a México el segundo lugar como principal exportador a los EU y hoy amenaza seriamente en desplazar a Canadá como el principal exportador al mercado yanqui. Cada paso al frente de China a este respecto, inevitablemente implica la pérdida de terreno para México. La desaceleración norteamericana principalmente, pero también la competencia china, explican en buena medida el que las exportaciones mexicanas a los EU hayan pasado del 90 al 80%, de acuerdo a la Secretaria de Hacienda y Crédito Público (SHCP)

A estas alturas las complicaciones del mercado externo ya muestran serios signos de alarma, pues tan sólo de enero a septiembre el déficit comercial mexicano ya llaga a los 7 mil 690 millones de dólares, cantidad bastantes veces superior al déficit del 2006 durante el mismo periodo de meses el cual llegó a los mil 912 millones de dólares. A tres trimestres del año se ve bastante difícil revertir esta tendencia, misma que se bosqueja cundo menos como similar para el 2008.

Durante años el fuerte de las exportaciones mexicanas ha sido el petróleo, sin embargo las cosas han cambiado. A pesar de la caída de los precios internacionales de crudo experimentado en los últimos meses del año pasado, estos lograron recuperarse hasta llegar a nuevos máximos históricos, cotizándose el precio internacional el pasado 6 de noviembre en 96.7 dólares, jalando hacia arriba la mezcla mexicana la cual finalizó esta jornada con un precio de 80.07 dólares por barril. Sin embargo esta tendencia al alza, que ya ha superado por muchos dólares a los máximos históricos logrados el año pasado, y que ya lleva bastantes meses no se ha traducido en ningún beneficio significativo para México, pues a pesar de dichos precios del petróleo el déficit comercial se incrementó significativamente de un año para otro.

De acuerdo a un informe de la Administración de Información de Energía (EIA, por sus siglas en inglés) de los EU, los ingresos a nuestro país por ventas petroleras al imperialismo yanqui entre enero y junio de este año, cayeron 13.1% en relación a lo logrado durante el mismo periodo del 2006. Durante los primeros siete meses del año pasado nuestro país alcanzó a partir de esas exportaciones a los EU la cantidad de 18 mil 163 millones de dólares, mientras que en ese mismo lapso del 2007 sólo alcanzó la cifra de los 15 mil 772 millones de billetes verdes. La explicación de acuerdo a la EIA se debe al hecho de que la exportación de petróleo mexicano a suelo yanqui cayó de los 339 millones de barriles enviados durante esos meses en 2006, a los 300 millones.

Además, por otro lado, estos altos precios tampoco se han traducido en mayores ingresos para las finazas del Estado, por el contrario, por tomar como parámetro el tercer trimestre del año en curso, un informe de la SHCP destaca que en ese periodo los ingresos públicos cayeron 4.6% debido a una menor producción y exportación de petróleo. Este resultado ratifica la tendencia marcada ya antes y expuesta en el informe de la EIA.

Las cosas han llegado a tal grado que un informe del Banco de México (BM) publicado el 3 de octubre por La Jornada, destaca que de enero a agosto del 2007 las remesas, a pesar de presentar ya un ritmo de crecimiento bastante bajo en relación al pasado, se transformaron en la principal fuente de divisas para nuestro país, desplazando de ese sitio históricamente ocupado por el petróleo.

Efectivamente, guiados por una cada vez menor capacidad de producción a escala internacional (el Centro de Análisis de la Extinción Petrolera con sede en Londres destaca que la producción mundial llegará a su punto mas alto en los siguientes cuatros años para después entrar en una situación de decadencia “cada vez mas pronunciada”; una postura similar sostiene Chris Skrebowski, director de Petroleum Review, quien pronostica que el clímax de la producción mundial de petróleo llegará en 2011) la cual a su vez está seriamente presionada por la voracidad de petróleo por parte del enérgico desarrollo de China e India, los precios del crudo se han ido a las nubes, también impulsados estos por el contexto de una mayor inestabilidad de la diplomacia mundial que tiene como epicentro a Oriente Medio (el cual ha visto recrudecer su crisis a raíz de los conflictos con Irán, nación que genera cuatro millones de barriles de petróleo diario, y las preocupantes amenazas de intervención de las potencias imperialistas contra dicha nación islámica) Lo normal es que bajo este panorama de precios altos, un país petrolero como lo es México se habría visto beneficiado, pero esto no ha sido así. La burguesía y el Estado están pagando los platos rotos por su política de ya bastantes años de abandono y saqueo de PEMEX.

Por supuesto que la caída de las exportaciones petroleras a los EU de los últimos meses, también refleja una menor demanda de ese país a partir de su menor ritmo económico y las implicaciones que tienen una oferta de crudo con precios que ya se aproximan a los 100 dólares. Desesperado ante este hecho, Calderón optó por reducir unilateralmente los precios del petróleo mexicano para sus clientes en EU a partir de septiembre pasado, con descuentos que irán de los 40 a 80 centavos de dólar por barril. Con esta medida la sacrificada PEMEX dejará de percibir en promedio unos 36 millones 511 mil 500 dólares mensuales. (La Jornada 110807).

Sin embargo los problemas de las exportaciones petroleras mexicanas no se explican únicamente por la combinación de precios altos y un menor ritmo de la economía de los EU, si bien estos factores son importantes también lo es el hecho de que la capacidad de producción de Canterell, principal planta de producción de PEMEX y ubicada en la Sonda de Campeche, está en decremento afectando seriamente la capacidad total de la paraestatal. De acuerdo a la EIA, la producción mexicana durante 2007 retrocederá hasta los 3.6 millones de barriles diarios, ratificando la tendencia a la baja ya registrada desde el 2005 (3.8 millones de barriles) y 2006 (3.7 millones de barriles)

El problema es mas grave si consideramos que los pronósticos para la economía de los EU, destino del 80% de las exportaciones petroleras de México, son nada halagadores para el 2008. Si se mantiene esa tendencia por más tiempo, ello se traducirá en más dolores de cabeza para nuestro país. Pero más aun, si EU entra en recesión no sólo la demanda por el petróleo mexicano caerá aun más, sino que además los precios de esta materia podrían retroceder significativamente, empujando hacia un verdadero atolladero a una economía fuertemente dependiente del petróleo como lo es la mexicana.

En las condiciones actuales ni los elevados precios del petróleo son capaces de beneficiar a la economía mexicana, ello ya expresas los límites de la dependencia del petróleo, afectándose al mismo tiempo las exportaciones en las cuales durante años esta materia prima ha sido uno de sus principales motores. El desarrollo de la infraestructura de PEMEX podría en algo remediar esta situación, pero incluso en ese terreno las cosas se ven demasiado difícil.

La inversión del Estado en PEMEX del presupuesto del 2007, de acuerdo a un análisis publicado en La Jornada el 12 de agosto, es la mas baja de toda la historia de la paraestatal al llegar solamente a los 700 millones de dólares, cuando la inversión requerida es de 22 mil millones anuales. El boquete lo están tratando de cubrir con inversión privada (este año ascenderá a los 13 mil 800 millones de dólares) pero esta política, que no es otra cosa más que una privatización silenciosa del petróleo, solamente sirve para general jugosos beneficios a la burguesía a corto plazo sin solucionar nada de fondo para PEMEX, viendo cada día mas deteriorada su infraestructura y su capacidad productiva.

Por ejemplo del gasto programando para PEMEX en 2008, el 83% esta destinado al pago de la deuda de los Proyectos de Inversión Financiada con Impacto Diferido en el Gasto Público (Pidiregas) Es decir de los 86 mil 836 millones de pesos presupuestados pare el año entrante, 72 mil millones serán para el pago de la deuda de los inversores privados de PEMEX.

En la actualidad la deuda total de PEMEX vía Pidiregas es de un billón 286 mil 482 millones de pesos y se calcula que esta cantidad a lo largo del 2008 ascienda hasta el billón 532 mil 733 millones, representando un equivalente al PIB de 14.5%. La política del Estado y la burguesía están estrujando a PEMEX y difícilmente bajo esas condiciones podrá desarrollar su infraestructura para fortalecer su producción.

Las Pidiregas fueron creadas por Zedillo en 1996 con el supuesto objetivo de impulsar el desarrollo de PEMEX y a once años de distancia estas, que fueron calificadas por ese expresidente como la “solución definitiva”, no han logrado nada en beneficio de la industria petrolera. Además de la caída en la producción de crudo, otro caso que ilustra claramente y de manera dramática el deterioro es el caso de PEMEX Refinación en el que el abandono ha derivado en una cada vez mayor importación de gasolina desde los EU. A este respecto el Colegio de la Frontera Norte calcula que este año será quintuplicado el valor de las importaciones de gasolina en relación a la cantidad destinada para ello en 2004: mientras que en ese año se registraron 2 mil millones de dólares para este tipo de importaciones, en 2007 dicha cantidad llegará hasta los 10 mil millones.

Otra alternativa para la el petróleo mexicano, desde la óptica de la burguesía, es su privatización. PEMEX es la décima compañía más importante a nivel mundial y la segunda con mayores rendimientos industriales en el mercado petrolero. En 2006 logró utilidades por 72 mil 300 millones dólares, solamente por debajo de Exxon que alcanzó los 79 mil 500 millones. Se trata de un negocio que si bien ya es lucrativo para la burguesía por medio de las Pidiregas y los contratos con empresas privadas, lo podría ser aun más si las puertas del petróleo mexicano son abiertas de par en par a la iniciativa privada.

Esta aspiración es la más soñada por la burguesía nacional y el imperialismo, sin embargo el paso ya más abierto y descarado hacia privatizar PEMEX y el petróleo, inevitablemente enfrentaría la ira de la clase trabajadora la cual no se quedaría con los brazos cruzados. Los efectos de una medida de esa naturaleza tendrían profundas secuelas políticas, que podrían llevar a la lucha de clases a un punto de ruptura social de bastante trascendencia. Se trata de un problema que genera demasiadas tensiones sociales, a tal grado que por el momento ya las presiones han obligado a AMLO a declarar cuando menos en un par de ocasiones, que sí se intenta privatizar a PEMEX llamaría a paralizar el país.

Calderón sabe de los riesgos que implicaría un intento serio para dicha privatización y además representa a un gobierno particularmente débil, eso lo ha frenado por el momento, pero no está dicha la última palabra al respecto. Además la burguesía se jugó el pellejo como nunca para llevarlo al poder por medio del fraude electoral, buscando con ello lo que Fox no les pudo dar impulsando las llamadas reformas estructurales mas importantes, entre ellas la privatización del petróleo. Y seguramente los “varones del dinero” no están dispuestos a permitir que pasen otros seis años sin que sus ambiciones sean satisfechas. Por otro lado, ante el estancamiento económico, la privatización de PEMEX y del petróleo se pueden trasformar en un importante imán para la inversión foránea, que ayude a paliar en algo la difícil situación que se vive. Ante este panorama, no podemos descartar de antemano que Calderón finalmente, dejando atrás los titubeos, sí trate en serio de avanzar sobre una privatización franca y abierta.

Al respecto ya hay serios síntomas que hablan de ello. En la semana que abarcó los últimos días de octubre y los primeros de noviembre, se desarrolló una reunión secreta entre Calderón, Beatriz Paredes, presidenta nacional del PRI, y los jefes de las bancadas de este partido en ambas cámaras, en la que el presidente espurio les solicitó que aceptarán la reforma al Artículo 27 Constitucional para poder privatizar el petróleo, recibiendo una respuesta negativa de los priístas. Sin embargo a cambio, este 7 de noviembre, el PRI respondió por medio de su fracción parlamentaria en el Senado exponiendo sus intenciones de reformar nueve leyes secundarias que permitirían una mayor apertura al sector privado en materia de petróleo, sin necesidad de modificar el 27 constitucional. La iniciativa de los priístas es en respuesta a la propuesta filtrada un día antes por parte de los panistas en la que se plantea la inversión privada en varios renglones de PEMEX.

Seguramente la reacción de los priístas con su propia iniciativa en buena medida está orientada a matizar o suavizar la propuesta del PAN. Además, de acuerdo al coordinador de los senadores priístas, Manlio Fabio Beltrones, esta reforma podría llevar por lo menos todo 2008. Los titubeos, ir de la propuesta de privatización abierta para después pasar a solamente modificaciones de leyes secundarias, y los cálculos del tiempo que podría requerir dicha reforma, expresan los temores del régimen y sus partidos para dar ese paso. Seguramente los meses siguientes los emplearán para poner la carne al asador y tratar de ganar para este ataque al ala de derecha de la fracción parlamentaria del PRD.

Retomando el tema de las exportaciones, en el periodo que abarcó el gobierno de Fox estas experimentaron su peor periodo. Tras crecer a un vertiginoso ritmo anual con un promedio del 18.13% entre 1994 y 1999, la culminación del boom yanqui arrojaría cifras como las del 2001, 2002 y 2003 en las que las exportaciones crecieron respectivamente al (-)4.4, 1.4 y 2.3%. Para el 2004, 2005 y 2006, jaladas por la leve recuperación de los EU, las exportaciones crecerán en un 14.1, 13.7% y 16.8% respectivamente. Pero el empuje de las exportaciones en esos años fue muy limitado sobre la economía, dado que al mismo tiempo las importaciones crecieron significativamente provocando un déficit comercial en 2005 de 7 mil 587 millones de dólares y en 2006 de 5 mil 838 millones, dado que ese año las mercancías provenientes del exterior crecieron 15.5% mas en relación al año anterior.

El caso es similar al resultado logrado durante los primeros tres trimestres de este 2007 en el cual, a pesar de que las exportaciones han crecido en un 12.6% en relación al mismo periodo del año anterior, el déficit comercial que se registró durante esos meses ya es, como lo indicamos más arriba, de 7 mil 690 millones de dólares, cantidad ya superior al déficit acumulado a lo largo de los 12 meses de 2005. La baja de ritmo entre las exportaciones, de las cuales depende el 40% del PIB nacional, y la intensificación de las importaciones encierran la promesa de un crecimiento económico en 2007 que para algunos analistas en el mejor de los casos apenas llegará este año al 3.03%, cifra inferior a la alcanzada durante 2006 cuando el PIB alcanzó los 4 puntos porcentuales. Sin embargo para el FMI, en su revisión de octubre pasado, indica que la recaída sólo permitirá un crecimiento del 3.01%. Al margen de las variaciones entre los diferentes cálculos, la coincidencia entre todos es la de marcar la tendencia hacia la baja, pues el objetivo original de crecimiento para Calderón en este su primer año de gobierno, era del 3.6%.

Mercado interno

Otra válvula de escape para la economía podría ser el mercado interno, sin embargo en este terreno las cosas son aun más malas que en el mercado externo. La crisis económica de 1982, bajo el gobierno de López Portillo, que derivó en una devaluación por encima del 300%, saltando el valor de la moneda nacional de 22 a 70 pesos por dólar, apuntaló una tendencia mundial que ya se venía configurando, el llamado libre mercado, y que en nuestro país se tradujo a la postre, en un plazo relativamente breve tras esa crisis, en la sepultura de lo que se conoció como el modelo de sustitución de las importaciones. Al amparo de ese modelo y auspiciada por el robusto boom mundial de la segunda posguerra, durante décadas, entre 1935 y 1982, la economía mexicana creció en un ritmo anual del 6%. Sin embargo la crisis mundial de mediados de los años 70 demostró que el enérgico desarrollo de las fuerzas productivas a escala mundial y la sobreproducción incubadas durante ese boom de la segunda postguerra, exigían de una mayor desarrollo del mercado mundial como condición de una nueva recuperación económica, por medio de la eliminación de toda clase de barreras comerciales y legales que impidieran y limitaran el libre flujo de capitales y mercancías, por encima de las fronteras y los estados nacionales.

Congruente con esta realidad del capitalismo mundial, el camino hacia la liberalización de los mercados arranca ya de manera firme en 1986 cuando México, bajo el gobierno de Miguel de la Madrid, entra al Acuerdo General Sobre Comercio y Aranceles (GATT) tratado que fue creado en la Conferencia de La Habana en 1947 y que a la postre se transformaría en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995. El siguiente paso y el más agresivo, sería el arranque en 1994 del Tratado de Libre Comercio (TLC) integrado por los EU, Canadá y México.

Guiado por este nuevo modelo, el Estado entraría en una etapa de recortes salvajes al gasto publico y subsidios, de privatizaciones y mas reformas que eliminarán toda clase de traba para el arribo a suelo firme y fértil de las inversiones extranjeras; además la economía fue orientada hacia las exportaciones, delegándole al mercado interno un papel secundario acarreando como consecuencia que al paso del tiempo, este último prácticamente haya sido nulificado como un posible motor para el desarrollo.

Para darnos una idea de las condiciones que se viven desde hace unos años en el mercado interno, basta con echar una mirada al caso del mercado nacional del automóvil y al de las ventas al menudeo. De acuerdo a Banamex el incremento anual de las ventas al menudeo de autos pasó del 12.05% en 2004, a 3.26 en 2005, para desplomarse hasta el 0.72 en 2006; en lo que fue de enero a agosto del 2007 dicho desplome aumentó hasta los (-)2.60%. En lo que corresponde a las ventas netas al menudeo, durante los mismos años y en el mismo orden, los resultados han sido los siguientes: 4.90; 4.36; -2.59 para experimentar una limitada recuperación en los primeros ochos meses del año en curso del 3.71%.

Un fenómeno que se está expresando negativamente en el mercado interno es la caída del ritmo con que han crecido las remesas. Son millones los mexicanos que dependen del envío de este tipo de divisas: pueblos y municipios enteros en distintas regiones del país prácticamente viven de ellas. Entre 2003 y 2006 las remesas crecieron en un promedio anual del 19.1%, si bien en ese último año se logró un resultado aceptable, esos mismos meses ya marcan la tendencia a la baja que se vive hasta el día de hoy: durante el año pasado el ritmo de crecimiento de las remesas fue de la siguiente manera: 1er trimestre, 27.5%; 2do trimestre, 19.7%; 3er trimestre, 10.7%; 4to trimestre, 5.5%. Y ya en el caso del primer trimestre del 2007, el crecimiento apenas fue del 3.4%. Sobre esta última cifra un análisis del BM destaca que en realidad el crecimiento de este primer trimestre fue tan solo del 0.6%. (http://www.univision.com/content/content.jhtml?cid=1335086)

Durante los tres primeros trimestres de este año, tan sólo se han enviado remesas por 18 mil 198 millones de dólares, cantidad que representa un moderado crecimiento del 1.38% en relación a lo alcanzado durante el mismo periodo del 2006. La caída de las remesas se puede explicar por el endurecimiento de la política migratoria yanqui, pero particularmente como resultado de las vicisitudes de la economía de esa potencia imperialista. Además del campo, otra fuente tradicional de empleo para los inmigrantes mexicanos ha sido el sector de la construcción el cual, durante el boom del inmueble, fue capaz de absorber a una parte significativa de los trabajadores mexicanos en suelo yanqui. Sin embargo este sector ha entrado en crisis y ya no está contratando trabajadores con la misma intensidad. Ello ha limitado el acceso al empleo de nuestros hermanos en los EU, arrojando como uno de sus resultados la pérdida de ritmo en el crecimiento de las remesas, tendencia que se agudizará conforme el estancamiento del imperialismo yanqui se prolongue.

Durante años, y más aun en momentos de crisis, las remesas han funcionado como un tanque de oxígeno para la economía mexicana y como un cierto factor de estabilidad social al actuar como una salida individual para millones de mexicanos, tanto como para los que han emigrado y también para sus familias que se quedan en México. Pero al parecer ese tanque de oxígeno cada vez juega su papel mas limitado, tanto en los beneficios que aportan a la economía nacional como los que le otorga al régimen en relación a la estabilidad social. De mantenerse esa tendencia, la caída de las remesas no sólo se puede trasformar en un factor que asfixie aun más al mercado interno, sino que además se puede trasformar en un catalizador que lance a las masas a la lucha.

La burguesía, sabedora de los perniciosos efectos que podría tener el estancamiento o una mayor caída del mercado interno, ha lanzado la iniciativa de tratar de fortalecer el consumo de las masas por medio de las tarjetas de crédito. Durante años la capacidad de consumo de las masas fue atacado, mientras en 1970 el volumen total de salarios equivalía a un 40% del PIB, ya en 2006 esta proporción se redujo hasta el 30%. Por medio de la distribución de tarjetas de crédito la burguesía está tratando de compensar esa pérdida, sin embargo se trata de un esfuerzo limitado y que en el mejor de los casos, sólo podrá tener un efecto raquítico en la recuperación del mercado interno.

En el último año el crédito al consumo aumentó 26.1 % y de acuerdo al BM, en la actualidad las operaciones con tarjeta de crédito equivalen al 2.4 del PIB, sin embargo los usuarios, de acuerdo a esta misma fuente, al momento de pagar a los bancos se encuentran con sorpresas como las de julio pasado en el que dichas instituciones cobraron intereses en promedio del 31.99% ¡Sin incluir IVA! Dicho porcentaje es cuatro veces superior a la tasa de interés interbancaria que se ubica en el 7.71% (que sigue siendo cara en relación a la de los EU) y representa casi diez veces el nivel de la inflación. A este tipo de presiones también están sujetos los créditos a la vivienda, los cuales crecieron también en el último año en una cuarta parte.

Bajo esas condiciones, según un informe de La Jornada del 3 de noviembre “La cartera vencida del crédito al consumo mantuvo en septiembre su tendencia ascendente hasta alcanzar 25 mil 499.9 millones de pesos y una tasa de crecimiento anual de 79 por ciento, informó el Banco de México (BdeM)”.

Un elemento mas que tiene que sortear el mercado interno es la inflación. Para la burguesía este problema es muy serio dado que entre más alta, se encarecen más los costos de la industria afectando ello negativamente los beneficios y los niveles de producción. Para los trabajadores la inflación es una especie de impuesto no formal que vulnera sus niveles de vida al abaratar sus salarios y, por consecuencia, al reducir su capacidad de compra.

El fenómeno de la inflación ha sido un elemento lacerante para la economía nacional por ya varias décadas.

Inflación:

Sexenio Promedio anual Acumulada
Echeverría 13.9% 129.6%
López Portillo 29.0% 458.9%
De la Madrid 62.3% 3,710.1%
Salinas de Gortari 14.6% 139.1%
Zedillo 19.8% 225.9%
Fox 4.25% 29.78%

Fuente. Banxico

Durante el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988) la burguesía inició una fuerte ofensiva contra la inflación, teniendo como objetivo reducir la demanda para empujar los precios hacia abajo; para ello se apoyarán en el Estado recortando el gasto público y fijando políticas de choques salariales a través del Pacto de Solidaridad Económica firmado en 1987 por la patronal (la cual se comprometió sin cumplir, a controlar los precios) los charros del Congreso del Trabajo (los cuales se comprometieron y han cumplido hasta la fecha, a moderar sus exigencias salariales) y el Estado como árbitro (mas bien como cómplice de los patrones) y supervisor de los acuerdos.

Por medio de esta política impulsada por Miguel de la Madrid y heredada por todos los presidentes posteriores, incluido Calderón, las masas obreras y campesinas son sacrificadas al ir viendo como una serie de beneficios sociales impulsados desde las finazas publicas a lo largo de muchos años, fueron desapareciendo uno a uno y al resentir como el salario se deterioraba vertiginosamente.

Desde que se instauró la política de choque salarial (los funestos pactos económicos) los aumentos al salario mínimo, los cuales se definen cada 31 de diciembre, se fijan a partir de la inflación estimada para el año que arranca, y por lo general, al terminar el año correspondiente la inflación termina siendo mayor a los incrementos saláriales determinados doce meses antes, haciendo que el verdadero resultado al final del día sea el de que los salarios reales decrezcan. Gracias a esta “magia” de los tecnócratas, los salarios de hoy han sufrido un retroceso de 27 años, pues equivalen a los que un trabajador percibía en 1980.

La lucha contra la inflación efectivamente benefició las exportaciones al abaratar los costes de producción y hacerlas más competitivas, pero el mercado interno no lo ha resentido positivamente de manera significativa. Es cierto, de la hiperinflación del periodo de Miguel de la Madrid se dio un salto muy grande hasta los 29.78% de inflación acumulada que se alcanzó durante el mandato de Fox, pero en lo fundamental no se resolvió nada. El mercado interno sigue siendo un enfermo crónico en terapia intensiva. Pero por si fuera poco, a pesar de la inflación lograda en el pasado sexenio, la administración de Fox fue la de menor crecimiento económico de entre los tres últimos gobiernos.

Esta contradicción refleja nítidamente el callejón sin salida al que ha entrado el decrépito, atrasado y dependiente capitalismo mexicano, teniendo un costo altísimo para las masas a las cuales, en los momentos mas difíciles de los años 80 se les pidió que se “ajustarán el cinturón” pues ya llegarían tiempo mejores. En los años 90 Salinas también les pidió sacrificios a las masas y prometió que la apertura comercial transformaría a México en un país del “primer mundo”; por su parte Fox prometió empleo, salarios del primer mundo en su invento “Foxilandia” (“México es un país magnífico, la gente vive bien y contenta…”) para tratar de maquillar la dosis que le correspondía aplicar de la política de sacrificios de los trabajadores. Años de exhortos al sacrificio acompañadas de promesas incumplidas, se trasformaron en una bomba de tiempo que finalmente estalló, expresándose en las jornadas revolucionarias del 2006 las cuales empujaron a México a la órbita del proceso revolucionario que ya sacudía a América Latina.

Y con Calderón, respecto a la inflación, las cosas no han mejorado, sino todo lo contrario. A días de iniciada su gestión, el precio de la tortilla experimenta una escalada alcista que hizo que el precio del kilogramo brincara de los 6 pesos promedios del 2006 a 10, 12 , 14 y 18 pesos dependiendo de la región del país que se tratara. Finalmente la intervención del gobierno logró un acuerdo con los productores y comercializadores, que fijó el precio en 8.50 pesos por kilogramo. Sin embargo el incremento de 2.50 pesos, significando ello un alza del 41%, fue suficiente para pulverizar de un sólo golpe el ridículo aumento otorgado a los salarios mínimos tan sólo unos días antes, el cual fue de 1.85 pesos.

Pero el infierno de la carestía de la vida no paró ahí, tras la aprobación de funesto Gasolinazo inmediatamente después se desató una oleada especulativa provocando el encarecimiento de los productos de la canasta básica hasta llegar al 54.17%, al pasar de los 818.44 a los 1094.14 pesos.

Inmediatamente este fenómeno provocó la ira de las masas a tal grado que pocos días después de haber sido aprobado el Gasolinazo, el cual originalmente entraría en funciones en octubre, Calderón tuvo que anunciar en cadena nacional que la aplicación de este nuevo impuesto sería pospuesta hasta enero del 2008. Este titubeo de Calderón demuestra su debilidad y el serio pavor que le tiene a la ira de las masas.

No está dicha la última palabra sobre la aplicación en enero del Gasolinaza, Calderón es consciente de lo impopular de este impuesto (el cual consiste en incrementar gradualmente, mes tras mes, los impuestos de las gasolinas y el diesel hasta llegar al 5.5%) y que su aplicación podría tener un costo político muy alto. Pero también sabe que las finanzas públicas están sedientas de recursos y la necesidad de nuevos ingresos cautivos es una prioridad para su gobierno. Esta será una de las disyuntivas mas serias que enfrentará Calderón en las próximas semanas.

Sin embargo los problemas no se quedan ahí, las razones para titubear con el Gasolinazo tienen que ver con la generación de una mayor polarización social, pero también con los efectos que esta medida tendrán incrementando inevitablemente la inflación si es que finalmente se aplica en enero próximo. Mayor inflación implica necesariamente costes de producción más altos. Tan sólo para el sector agropecuario el incremento de las gasolinas encarecerá sus costes en un 30%, haciendo que los beneficios caigan y que el consumo se merme. Ante ello, para tratar de contrarrestar los efectos inflacionarios de dicha mediada, Calderón ha preparado un decreto que le permitirá a algunos sectores de empresarios (maquiladoras, tiendas de autoservicio, cines y carreteras concesionadas) hacer deducibles de impuestos de sus compras del 2008. Ello para evitar que la entrada en vigencia del Impuesto Empresarial a Tasas Única (IETU) tenga efectos inflacionarios, pues como sucede por lo general en los impuestos que pagan los empresarios, estos terminan por cobrárselos a los consumidores.

Esta medida también expresa las difíciles contradicciones por las que atraviesa el régimen, pues impulsó la llamada Reforma Fiscal de septiembre pasado para asegurarse más ingresos y le está resultando contraproducente. Si bien dicho decreto implicará excepciones fiscales por 10 mil millones de pesos, es decir, del 12.5% de los que se espera obtener en total gracias a la Reforma Fiscal, en las condiciones actuales cantidades de esa magnitud, que no son estratosféricas, finalmente terminan siendo resentidas por las finanzas del Estado. El problema es que de algún lugar tiene que salir el dinero para cubrir ese boquete, la burguesía no lo cubrirá. Este tipo de concesiones para los empresarios siempre es una nueva promesa de nuevos ataques para los trabajadores.

Si bien se avanzó durante varios años en el combate contra la inflación, los años recientes no ha arrojado los resultados esperados: en el 2006, cuando el objetivo fue del 3%, el logro finalmente fue del 3.9; Calderón también se fijó los 3 puntos como objetivo para su primer año de gobierno y la perspectiva, de acuerdo a la mas reciente revisión, ahora es del 3.76%. Y para el 2008, de acuerdo a los Criterios Generales de Política Económica, la actual administración nuevamente retomó el objetivo inflacionario del 2007, es decir 3%, sin embargo algunos analistas ya desde ahora lo dan por descartado. Por ejemplo Banamex pronostica que la inflación del ese año llegará al 4.25%.

El crecimiento de la inflación del último periodo es una tendencia internacional en la que tiene mucho que ver los altos precios internacionales que han experimentado las materias primas y los energéticos los cuáles, por ejemplo, se encarecieron en un 82.5% entre 2001 y 2005. En EU, en lo que va de 2007, los precios de los alimentos han crecido el 6.7%. Es a partir de este contexto en el que la Comunidad Europea espera una inflación anual en 2007 de 2.4, dato superior a la meta original del 2%. En EU la inflación aumentó 0.39% en octubre, provocando una inflación general anual del 3.74%, cantidad mayor a la inflación de entre 1 y 2% que la Reserva Federal considera “razonable y saludable” para la economía del imperialismo yanqui. En el caso de China, de acuerdo a fuentes oficiales, la inflación aumentó en septiembre de este año el 6.2% de forma interanual, más del doble de la previsión oficial para todo 2007.

Considerando el panorama internacional, queda claro que el rango de maniobra de Calderón para contener la inflación a partir de factores internos es muy limitado. El mercado interno está muy débil y la inflación tenderá a reducirlo aún más, abatiendo este mismo fenómeno aún más la capacidad de consumo de las masas y colocando a la industria nacional en un estado más lamentable al que ya de por sí se encuentra, traduciéndose ello en importantes consecuencias políticas en el terreno de la lucha de clases.

Además, por si fuera poco, sobre las expectativas de Calderón y la burguesía se cierne un enorme nubarrón negro que amenaza con una severa tormenta al mercando interno. El próximo 12 de diciembre se vence el acuerdo que le permitió a México a lo largo de 7 años mantener cuotas compensatorias contra las importaciones chinas. El fin de dicho acuerdo ha puesto a temblar a los industriales, los cuales ya le están exigiendo medidas proteccionistas a Calderón para impedir que las importaciones provenientes del gigante asiático no termine por borrarlos del mapa. Y tienen razones serias para preocuparse, ya que este tipo de importaciones prácticamente ha provocado la extinción de industrias como las del calzado y del textil.

Las importaciones chinas en México crecieron en 2001 en un 1.6%, pero en lo que va de este 2007 dicho crecimiento ya llegó al 10.2%. Y se calcula que a ese ritmo y con el fin de dicho acuerdo, en el 2012 estas importaciones crezcan hasta en un 44%.

Calderón ya también ha especulado con la posibilidad de extender el acuerdo de cuotas compensatorias o implementar alguna otra medida proteccionista, sin embargo esas alternativas se ven complicadas. Por un lado el desarrollo chino lo ha puesto en un lugar que le permite imponer condiciones (por ejemplo tras años de exigencias, China no ha cedido a las presiones del imperialismo yanqui para que dé marcha atrás a su política de abaratamiento de su moneda, el yuan) Además china es un importante consumidor de minerales mexicanos, etcétera.

Pero no solamente es el papel de China en la economía mundial lo que podría funcionar como obstáculo para que Calderón busque alguno mecanismo para cerrarle las puertas a las mercancías provenientes de ese país. Otra razón y de mucho peso es la de que los peces gordos de la burguesía, los “varones del dinero”, están fuertemente vinculados al imperialismo y son muy dependientes del libre mercado. Para ellos cualquier medida proteccionista del tipo que sea, se podría transformar en su contrario de acuerdo a sus intereses; estos señores se opondrían a cualquier medida que pudiera entorpecer sus negocios. Finalmente, desde la óptica de los “varones del dinero”, el sector que está pidiendo ayuda a Calderón a gritos son esa capa de pequeños empresarios que juegan un papel marginal en el mercado externo y que les queda como único refugio le mercado interno. En el mejor de los casos, para los intereses de estos pequeños empresarios, Calderón logrará si acaso un acuerdo o medida temporal que en el fondo no solucionará nada.

La producción

El campo

La base de toda sociedad es la producción. Si bien los tecnócratas han logrado bajar la inflación, han podido reducir el déficit de Estado y obtener unas reservas internacionales altas que rondan en los 75 mil 709 millones de dólares, a datos de la primera semana de noviembre (no obstante que aun son elevadas, esta cantidad ya es menor al saldo histórico de julio del 2006 cuando alcanzaron los 79 mil 101 millones) además de una moneda estable de la cual se calcula que a lo largo del 2008 mantendrá un tipo de cambio que oscilará entre los 10.8 y los 11.1 pesos por dólar, en los rubros fundamentales de la economía, en el de la producción de bienes de cambio, todo ello se ha notado en el mejor de los casos, por decirlo de una manera amable, de manera raquítica.

El campo mexicano es una clara e ilustrativa muestra de ello. El atraso de este sector es histórico y demuestra la incapacidad de la burguesía de un país atrasado y dependiente como el nuestro, para llevar adelante las tareas de la revolución democrático burguesa, ratificando este fenómeno la vigencia del Programa de Transición de León Trotsky en el sentido de que, en el contexto de un país atrasado, solamente el proletariado es capaz de, tras la toma del poder y eliminar los obstáculos que frenan el desarrollo de las fuerzas productivas, industrializar al campo y sacarlo de su rezago.

Si bien durante décadas el campo mexicano estuvo bajo el manto protector de la sustitución de importaciones, esto no resolvió nada, pues una reforma agraria insuficiente (no sólo por el reparto agrario dado que en México a pesar de la Revolución del 1910-17 siempre han existido campesinos sin tierra) condenó a este sector al atraso puesto que los proyectos de desarrollo de infraestructura se impulsaron sólo en algunas regiones, la Laguna en Torreón por ejemplo, dejando a la mayor parte del campesinado en el abandono teniendo que basar su producción en la agricultura de temporal.

No obstante esta pesada carga, además al campo mexicano durante todas esas décadas se le echó encima la pesada loza de tener como papel fundamental asegurar el abasto de materias primas baratas para la industria nacional. Bajo todas estas condiciones la tarea de sacar adelante al campo se transformó en imposible.

La burguesía nacional, dado su atraso y su enorme dependencia con el imperialismo, no sólo se ha visto obligada a abandonar el campo, sino además a implementar medidas que tiendan a desmantelarlo. La crisis económica de 1982 marcó un punto de inflexión para la política social del Estado el cual, sediento de apoyos para superar esta problemática, se vio obligado a aceptar una serie de condiciones del FMI para recibir más préstamos. Entre dichas condiciones están las relacionadas con el recorte del gasto público, arrancando con ello una política que de manera gradual pero firme, fue reduciendo cada vez más los diferentes apoyos públicos para el campo y el campesinado.

Así, partiendo de esta política, por ejemplo entre 1982 y 2001 la inversión al fomento agropecuario se redujo en 95.5%; el gasto público al campo en 73.3% y el volumen total del crédito agropecuario bajó en un 64.4%. Además, en 1982, son liberalizados los precios de los insumos agrícolas (energéticos, fertilizante y maquinaria) viéndose forzado el campesino mexicano a absorber precios más caros para poder producir.

La ofensiva lanzada contra el campo va a encontrar estímulos muy fuertes durante el gobierno de Salinas de Gortari, por medio de la reforma al Artículo 27 constitucional y el ingreso al TLC.

La reforma al 27 constitucional hecha en 1991 tenía como objetivo, de acuerdo a Salinas, la “reactivación del campo” dado que en aquel entonces sólo participaba con el 10% del PIB. Para ello habría que otorgarles “certidumbre jurídica” a la inversión privada, eliminando principios históricos heredados de la Revolución Mexicana y consagrados en la constitución que definían claramente los principios que protegían la tenencia de la tierra tales como que el ejido es “inalienable”, “inembargable” e “intransferible”. De paso, se terminó por decreto el fin del reparto agrario. Bajo esas medidas también se le autoriza al ejidatario a mantenerse bajo ese régimen de propiedad o trasformarse en propietario individual y particular de la tierra bajo su posesión. Y para coronar este movimiento hacia la privatización de la tierra se autoriza la conformación de sociedades mercantiles para la explotación del campo, las cuales pueden dispone de hasta 2 mil 500 hectáreas de riego para su explotación. Los resultados son realmente “espectaculares”; actualmente el campo no aporta ni el 4% del PIB.

Bajo esta reforma, miles de campesinos presionados por la pobreza se ven obligados a vender sus tierras; otros, al modificar su estatus de ejidatario al de propietario, pueden acceder a los créditos de la banca privada para después, tras no poder cubrir sus obligaciones crediticias, ser expulsados de sus tierras tras esta ser embargada. En lo hechos la reforma al 27 constitucional sólo benefició al sector inmobiliario (miles de hectáreas de cultivo periféricas a las grandes ciudades fueron vendidas a precios de ganga para construir sobre ellas conjuntos habitacionales) a la banca que embargó a miles de familias campesinas y a la burguesía agroindustrial que, bajo la figura de las sociedades mercantiles, en los hechos se trasformaron en la nueva forma de latifundismo, creando una nueva forma disfrazada de concentración de la tierra.

Realmente la reforma al 27 constitucional sólo fue un paso previo para preparar el ingreso del campo al TLC, el cual arrancaría en 1994. Bajo este acuerdo de libre comercio, el campo mexicano es puesto a competir con la agricultura más desarrollada y poderosa de todo el mundo, la de los EU.

Para ilustrar las asimetrías y a la vez comprender la ruina actual del campo mexicano basta recordar que, en tecnología, mientras en los EU existe un promedio de 1.6 tractores por productor, en nuestro país la relacione es de dos tractores por cada 100 productores. Y en el terreno del presupuesto público las diferentas son abismales: por ejemplo, en 2002 el presupuesto del Estado para el campo mexicano tan sólo fue de 3 mil 500 millones de dólares, mientras que el del imperialismo yanqui se ubicó en los 118 mil millones. Por si fuera poco, con 48 mil millones de dólares anuales, la agricultura gringa es la más subsidiada del mundo. Ante este último dato resulta ridículo pensar el papel que pueden jugar los 18 mil millones de pesos que la SAGARPA ha destinado a lo largo de este 2007 para apoyar a 3 millones de productores de maíz, fríjol, leche y caña de azúcar. A cada uno le tocaron 6 mil pesos por cabeza, es decir menos de 600 dólares.

En buena medida estas diferencias explican también otra asimetría: mientras que en EU cada hectárea produce 9.36 toneladas de alimentos y otros productos agrícolas, en México esta cantidad apenas llega a las 2.97 toneladas en promedio. Por si fuera poco, los costos de producción agrícolas son mucho más bajos en los EU que en México. A este respecto el caso del maíz es muy ilustrativo: en EU el costo de producción por hectárea de este grano es de 19.89 dólares, mientras que en México dicha cantidad se leva hasta los 79. 68 dólares ¡Prácticamente 300% más caro!

El llamado neoliberalismo y el libre mercado, han significado toda una tragedia para los campesinos y para todo el país. Para empezar, de entre 1995 y el 2005, la producción agraria creció a un raquítico ritmo anual del 1.7%, demostrando ello que la supuesta “reactivación del campo” de la que habló Salinas en los hechos solamente fue un pretexto mas para hacer de este sector un factor más de concentración de riqueza. De acuerdo al Banco Mundial, la entrada del campo mexicano al TLC derivó en la expulsión de una cuarta parte de su población y que el campesinado perdiera un 30% de su poder adquisitivo. Durante todos estos años se perdieron 2 millones de empleos rurales.

Además la producción de granos básicos y de otros alimentos ha caído dramáticamente a tal grado que nuestro país, por ejemplo, ha dejado de ser autosuficiente en la producción de maíz para depender fuertemente ahora de las importaciones de este grano desde los EU. La dependencia alimentaria, principalmente respecto al imperialismo yanqui, ha crecido significativamente desde el TLC: de 1994 al 2006 México tuvo que invertir 110 mil millones de dólares en importación de alimentos.

Sobre la base de los recortes al gasto para el campo, además de la reforma al 27 constitucional y el libre comercio, se desarrollaron empresas gigantescas como Maseca y Minsa, las cuales monopolizan el mercado interno y externo del maíz y sus derivados.

Pero la rapiña aun no termina, el desmantelamiento del campo mexicano está a punto de experimentar un nuevo estímulo pues en 2008 arranca el “arancel cero” para las importaciones de maíz y fríjol, acordado por el TLC.

La libre importación de estos granos pone en serios riesgos a 3,2 millones de pequeños y medianos productores, los cuales contribuyen con casi dos tercios de la producción nacional de fríjol y maíz. La ruina para ellos es totalmente previsible al lado de un mayor y más marcado deterioro para el campo. Si bien México ya no es un país rural, aun aproximadamente una quinta parte de su población vive en el campo.

Durante décadas el campesinado pobre ha contado con la inmigración a los EU o a las grandes ciudades como alternativa ante su situación de miseria y desesperación, pero ambas vías, dada la ruina del capitalismo, ya ofrecen muy poco y cada vez ofrecerán menos. Ya mas arriba comentamos la problemática de las remesas, pero a ello hay que agregar que el desempleo en las ciudades mexicanas cada vez es mayor, además de que los salarios son mas bajos. En su mayoría, durante años la migración a las ciudades les ofreció a los campesinos los peores trabajos y los más mal pagados, y sin dejar de ser pobres esa opción les permitía vivir un poco menos pobres que en sus comunidades de origen. Pero incluso esa opción también se está agotando.

Al campesinado mexicano se le está empujando a un callejón sin salida, las salidas individuales se están agotando y en un plazo no largo veremos cómo de nuevo se presentan importantes luchas en el campo mexicano buscando alternativas. La burguesía y el imperialismo están preparando al campo mexicano para nuevos y profundos estallidos sociales. Mientras tanto, 40 organizaciones campesinas, a finales de octubre de este año, anunciaron la creación de un nuevo frente contra el TLC.

La insurrección zapatista de 1994 y la magnifica lucha de los campesinos de Atenco en el 2001 para frenar el proyecto de Fox de la construcción de un aeropuerto y defender de esa manera sus tierras, son un anticipo de lo que se viene en el campo y una estupenda muestra de hasta donde pueden llegar los campesinos en cuanto su paciencia se agote. Por nuestra parte, ante este panorama de lucha en el campo, los marxistas debemos insistir en la unidad del movimiento de los campesinos con el de los trabajadores en las ciudades, explicando pacientemente que la crisis del campo mexicano definitivamente ya no puede ser solucionada en los marcos del capitalismo. Que la única alternativa es eliminar la propiedad privada de los bancos, la industria, el comercio, los trasportes y la tierra, la cual tendría que ser colectivizada.

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