Fraudes multimillonarios

Escrito por: 

Joaquín Alfonso

Al que hace fraude, llámale por su nombre

En la tele, en los anuncios del metro, o en los espectaculares de las grandes avenidas es común encontrar este tipo de anuncios que, de manera muy inocente o tremendamente cínica, promueven las asociaciones empresariales del país. Esto lo hacen para intentar descargar su responsabilidad moral en los chanchullos a los que muchas veces los oprimidos nos vemos obligados a hacer para sobrellevar la vida, no obstante…

Hay de fraudes a fraudes

Bernard Madoff fue encarcelado este jueves 12 de marzo al haber sido sentenciado culpable del más escandaloso fraude financiero en la historia de la humanidad: a lo largo de 20 años defraudó a sus inversionistas por 65 mil millones de dólares. En junio espera enfrentar once cargos criminales más, de los cuales, si resulta culpable, quedará preso por el resto de su vida.

¿En qué consistió este famoso megafraude? ¿Acaso fue un sutilísimo plan que requirió un esfuerzo intelectual y logístico terriblemente elaborado? Ni tanto. Resulta que este señor aplicó el esquema Ponzi; seguramente al lector lo habrán intentado embaucar en más de una ocasión con las famosísimas pirámides de venta de cosméticos, inversiones, etc.

Bueno, el ahora multicitado esquema Ponzi no es más que eso: es una cadena de inversionistas a los cuales se les promete una alta tasa de ganancia a corto plazo, los pagos de estas tasas no se hacen con la ganancia que se produciría de invertir los dineros en la cadena productiva, sino que se utiliza el dinero de los últimos inversionistas para pagar ganancias de los anteriores. Simple y llanamente una pirámide. Obviamente este “método” tiene un límite y el límite con Madoff, si bien se tardó en llegar, finalmente llegó.

¿Pero cómo es posible que gente tan respetable haya sido embaucada con una treta tan barata? Personas quienes como ellos, usan trajes tan costosos y se transportan en autos tan bonitos deberían ser gente de bien, honorable e inteligente ¿no? Pues no. El único motivo de existir de los capitalistas es obtener ganancias. Si, como desde hace algunos años, estamos viviendo una crisis de sobreproducción, invertir en la producción no es atractivo para los capitalistas. Espejismos como los negocios de Madoff son sus oasis en el desierto, donde felices, beben arena cual si fuera agua. Cuando la burbuja inmobiliaria tronó, el espejismo terminó.

El papá de todos los fraudes

En estos días de crisis y fraudes ventilados por todos lados, donde las primeras planas de los periódicos parecen tablas logarítmicas, con tantos ceros por aquí y por allá, parecería que el dinero surge de la nada y de la misma manera misteriosa, desaparece. No obstante, por más diferentes formas que haya de inversiones y aparatos bursátiles, todo el dinero que se debe, se tiene o se promete, refleja tiempo de trabajo real por parte de la clase trabajadora.

Los inversionistas al no poder obtener las tasas de ganancia a las que están acostumbrados, intentaron brincarse un paso en el ciclo esencial de producción y trataron sacar dinero a partir del dinero, sin invertir en la producción. Y he ahí los resultados.

A los inversionistas los comió el ansia de ganar más dinero en esta época de crisis, sin embargo, se olvidaron de la piedra de toque del capitalismo: la única mercancía que genera valor es el trabajo de nuestra clase obrera. Valor, que en lugar de serle retribuido a los trabajadores, se lo queda el patrón. Ese, compañero lector, es el papá de todos los fraudes y el que pone a nuestra clase en la encrucijada histórica: Socialismo o barbarie.

 

Fecha: 

16 de marzo de 2009

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