La reforma que se viene contra la salud en México

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Por David García Colín, sindicalista SUTIEMS
El 6 de julio pasado, en un hospital materno infantil en Mérida, una mujer dio a luz en el baño ante la falta de atención oportuna. En realidad situaciones como ésta son de todos los días. 
 
images_37.jpgEn las salas de urgencia del IMSS o ISSSTE las personas tienen que esperar horas para ser atendidas, retorciéndose de dolor en las salas de espera; muchos mexicanos saben que las salas están atestadas –a veces cobran la apariencia de los hospitales de guerra improvisados que se ven en las películas-, que las enfermeras y los médicos no se dan abasto, que hacen falta medicinas e insumos básicos; que los familiares de los internos deben lavar los orinales amontonados, llenos de suciedad y dormir literalmente en el piso –en comparación, un mal hospital privado parece hotel de 5 estrellas-; que incluso para ser atendido de un simple catarro se requiere perder horas del día –con la resistencia burocrática a emitir justificantes que sirvan en los lugares de trabajo-, la única otra opción es dejar que la gripe se cure sola o acudir a los consultorios del doctor SIMI, comprar sus medicamentos rebajados y de dudosa calidad y ser atendidos por jóvenes doctores mal pagados. 
 
Si uno tiene la mala idea de ver la televisión en México, verá que el 90% de los anuncios son medicamentos milagro, el gran negocio de drogas lícitas se ha abierto ante el colapso del sistema de salud estatal. Ahora quien te medica y receta es la televisión mexicana en horario estelar.
 
En el pasado, para muchos, ser médico era sinónimo de prestigio y de buenos ingresos, ahora cada vez más vemos médicos en condiciones laborales que no distan mucho de lo que vemos en un Burger King. Los medios han culpado a los médicos y a los trabajadores de la salud de esta situación, pero no informan de la falta de presupuesto y personal, del abandono y de que médicos y enfermeras hacen lo que pueden –realmente milagros- con lo poco o nada que el gobierno les da. 
 
Los medios no nos dicen que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda 84 enfermeras por cada 10 mil habitantes, mientras que México, en promedio, solamente se tienen 19; un caso aún más preocupante es el del Estado de México priísta en donde apenas hay 10. 
 
Según el Banco Mundial- institución de la que no se puede sospechar de ser comunista- en México se invierte apenas el 6% del PIB en salud, aunque mañosamente incluye la inversión privada, si se excluye a ésta última en México apenas se invierte el 3%. En Cuba -según el mismo BM- se invierte dinero público en más del doble, el 8%. En realidad se trata de una política deliberada, orientada a preparar las condiciones para la privatización del sistema público de salud. 
 
Siempre que el gobierno mexicano quiere privatizar algo, lo destruye y posteriormente lo abandona. Si las condiciones del sistema de salud son deplorables, el gobierno pretende hundirlas más y cargar el costo de una atención decente sobre las espaldas de la población. De eso se trata la reforma de salud que se nos viene encima, el régimen y el sistema capitalista es como un drogadicto que no se sacia, sus dosis de reformas estructurales –como la heroína para el adicto- parecen sucederse sin fin. 
 
Próximamente el gobierno federal enviará al Congreso la iniciativa de la reforma de salud que podría modificar el artículo 4° de la Constitución y/o leyes reglamentarias como la Ley General de Salud que de hecho ya se ha modificado recientemente. Evidentemente de esta otra “reforma estructural” no se puede esperar nada bueno para la población, todo lo contrario. 
 
La iniciativa incluirá la “universalización de la salud” y la “portabilidad” del servicio; es decir, en el primer caso, la fusión del IMSS, ISSSTE y Seguro Popular, dando la impresión de una cobertura mayor –es obvio que si se fusionan los sistemas el número absoluto de la nueva dependencia será mayor que los sistemas anteriores vistos por separado- pero en los hechos disminuyendo la cobertura de enfermedades crónicas  -a un paquete de unas 285 enfermedades – dejando fuera otras que actualmente sí se cubren (aunque sea mal por la falta de presupuesto y medicamentos), como diabetes, diversos tipos de cáncer o insuficiencia renal, las cuales se canalizarán a seguros privados –claro, siempre y cuando se puedan pagar por el cliente-; todo esto afectará a los 60 millones de derechohabientes actuales del IMSS e ISSSTE. La “portabilidad”, por otra parte, significará la privatización de servicios y el “derecho” del usuario de que parte del seguro sea traspasado a empresas privadas, se prevé un sistema mixto (estatal-privado) de salud al estilo del sistema español que funcionarios federales fueron a estudiar hace algunos meses. 
 
Probablemente se harán convenios públicos-privados en donde los gastos adicionales no cubiertos sean negocio de empresas privadas –quizá con algunos subsidios de por medio-.
 
Evidentemente, la fusión de las instituciones modificará las condiciones de trabajo de los 800 mil trabajadores de este sector, se requerirá la destrucción de sus Contratos Colectivos para “liberar” recursos de lo que el gobierno llama “el pasivo laboral” y que las formas de contratación sean tipo “doctor SIMI”, es decir, por honorarios y otros modelos de subcontratación. De hecho, las plazas están congeladas y se comenzará a presionar para jubilaciones anticipadas con el fin de terminar con la estabilidad en el empleo.
Las recientes movilizaciones del sector salud –especialmente de las enfermeras- son una muestra de que el gobierno pretende abaratar la fuerza de trabajo de este sector. Seguramente habrá afectaciones al sistema de pensiones que están en los fondos del IMSS y que anteriores reformas no han podido privatizar del todo. 
 
La combatividad de las enfermeras que pudimos observar en las movilizaciones de hace algunos meses atestiguan, sin embargo, que las reformas al sistema de salud encontrarán resistencia y movilizaciones. El punto decisivo será, como siempre, si esas movilizaciones logran unificarse con las de los maestros y prender en otros sectores que esperan su San Quintín, para ir concentrando la fuerza que pueda, no sólo echar abajo las reformas estructurales, sino al régimen y al sistema capitalista que las genera. Lo que es cierto es que seremos testigos de grandes movilizaciones y acontecimientos potencialmente revolucionarios. 

Fecha: 

22 de julio de 2015

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