En contra de la consigna de “Asamblea Constituyente”. Por la caída de Estado burgués y por la revolución socialista

Escrito por: 

David García Colín
“Ocurre con harta frecuencia que cuando la historia da un viraje brusco, hasta los partidos avanzados dejan pasar un tiempo más o menos largo antes de orientarse en la nueva situación creada y repiten consignas que, si ayer eran acertadas, hoy han perdido ya toda razón de ser […]”.
 
Lenin, A propósito de las consignas
 
dialogo asamblea constituyente.gifAnte la crisis que vive el gobierno de Peña Nieto ha surgido la posibilidad real de que este no termine su mandato, ya sea porque se resquebraje desde adentro o producto de la movilización de las masas. En este contexto se comienza a escuchar una consiga “Asamblea Constitúyete”.
 
Por supuesto quienes la plantean tienen un afán constructivo, consideran que hay que refundar la nación y para ellos nada mejor que una nueva constituyente, el presente artículo tiene como fin  reflexionar sobre la utilizad de esta consigna en la actualidad y así contribuir al necesario debate que las fuerzas revolucionarias deben realizar con el fin de avanzar realmente en la transformación de la sociedad.
 
Para los marxistas las consignas que se utilizan en el movimiento no son arbitrarias, son instrumentos importantes que nos permiten enlazar con el movimiento, su nivel de consciencia y organización; son ideas de agitación que nos permiten plantear las tareas o los pasos que, en función de un estudio serio del proceso, son necesarios para que el movimiento avance en organización y en consciencia. Para los que intervenimos realmente en el movimiento las consignas son importantes y requieren un estudio concreto del proceso de lucha de clases, la historia, el nivel de organización; las consignas se enmarcan en una estrategia y táctica que pretende orientar al movimiento real de los trabajadores hacia planteamientos revolucionarios, socialistas. Las consignas no se inventan ni se imponen, deben ser la expresión consciente y coherente de los sectores avanzados del movimiento, consignas que impulsen al movimiento más allá. Para aquellos que lo ven desde afuera, por el contrario, el problema de las consignas se reduce a repetir como loros ideas preconcebidas, sacadas arbitrariamente de manuales y aplicadas mecánicamente, independientemente de si son pertinentes o no, de si estorban o de si enlazan efectivamente con el movimiento vivo de los trabajadores. Consignas mal planteadas pueden provocar un enorme daño al movimiento si éste se las toma en serio. Por ello consideramos que no es superfluo discutir una consigna que aunque no es muy señalada sí puede jugar un papel nocivo en el futuro: la consigna de la Asamblea Constituyente.
 
Las consignas ―en el marco de una estrategia y tácticas revolucionarias― jugaron un papel importante en la revolución de Octubre de 1917. Sólo gracias a una aproximación correcta de este y otros temas los bolcheviques, dirigidos por Lenin y Trotsky, pudieron llevar la revolución hasta el final. Los bolcheviques ―no sin lucha interna de Lenin contra los “viejos bolcheviques” como Stalin y Zinoviev― combinaron consignas inmediatas, sentidas por el movimiento, con la necesidad de expropiar a la burguesía y tomar el poder (estas ideas son el núcleo de las “Tesis de abril” con las que Lenin reorientó al Partido rumbo a Octubre). Movilizaron a millones en un tiempo record con consignas como “pan, paz y tierra”, “todo el poder a los soviets” e incluso la convocatoria de una “Asamblea Constituyente”. Estas no tuvieron el mismo peso durante todo el proceso, Lenin propuso por unos días dejar de lado la consigna de “Todo el poder a los soviets” cuando éstos estuvieron sosteniendo demasiado tiempo al Gobierno provisional burgués. Pero más allá de algunos énfasis y reajustes, estas consignas eran correctas porque se correspondían de forma concreta con el estado de ánimo del movimiento y con las necesidades objetivas del mismo ―en un contexto de guerra imperialista, de doble poder, falta de pan y ausencia de un reparto agrario―, ayudaban a la unidad de los trabajadores y campesinos y orientaban al pueblo contra el régimen. 
 
La consigna sobre la Asamblea Constituyente  era correcta en ese contexto porque Rusia había sufrido cientos de años de gobierno monárquico y la democratización de las instituciones era un paso adelante.  Sin embargo, hay que entender que estas consignas estaban subordinadas a una política de clase; así, cuando los bolcheviques obtuvieron una mayoría en las instituciones revolucionarias, en las instituciones de democracia obrera directa: en los soviets, comités de fábrica y comités de soldados, y cuando la Asamblea Constituyente se convirtió en un foro contrarevolucionario de Partidos que ya no contaban con legitimidad entre las masas populares, Lenin y Trotsky no dudaron en suprimirla por considerarla un foro contrarevolucionario.
 
Consignas que fueron útiles en un momento determinado pueden tornarse inútiles e incluso nocivas en otro. Como ya señaló Lenin, esto es cierto dentro de un proceso revolucionario y más cierto aún de una época histórica a otra. Las sectas, cuya mentalidad es opuesta a cualquier criterio dialéctico, suelen regurgitar como loros consignas que no sólo no son ya revolucionarias, sino incluso reaccionarias si se diera el remoto caso de que las masas se las tomaran en serio. Un ejemplo del efecto nocivo de consignas que no vienen al caso es la de la Asamblea Constituyente que, curiosamente, personajes como Cuauhtémoc Cárdenas y alguna secta pseudotrotskista están agitando en el movimiento ¡Curiosa alianza del oportunismo y el sectarismo! Ya decía Trotsky que el sectarismo no era más que el oportunismo que tiene miedo de sí mismo. A Ted Grant le gustaba bromear acerca de las sectas quienes solían (suelen) padecer de esquizofrenia, en el fondo su estrategia se reducía a la consigna: Los Partidos reformistas han traicionado: ¡A forjar otro Partido reformista!
 
Ya hemos señalado cómo la consiga de la Asamblea Constituyente jugó, en realidad, un rol subordinado y francamente menor dentro de la Revolución Rusa, que se trataba de una consigna correcta porque en Rusia había que derribar a la monarquía. Sin embargo, por lo que sabemos, en México la última monarquía –la de Maximiliano-fue derribada por el movimiento juarista hace más de 150 años. La Revolución Mexicana de 1910 logró, por otra parte, la Constitución más avanzada de América Latina que –aunque fuera sólo en el papel- incluía reivindicaciones por la tierra, la soberanía, los recursos naturales y algunos derechos laborales que habían sido enarbolados por el PLM de los hermanos Flores Magón.  Pero esto fue así porque la Revolución Mexicana de 1910 quedó limitada –por la falta de una dirección obrera – a los marcos de una revolución democrático-burguesa. Sin embargo, más de 100 años después de aquélla revolución es evidente que el capitalismo ha fracasado en toda línea y que la siguiente Revolución Mexicana, si no quiere naufragar, tiene que ser una revolución socialista. La Constitución de 1917 en México ya era limitada porque aunque trastocó al régimen no derribó al sistema y aunque recogió demandas populares en la práctica estas se quedaron sólo en el papel. Dado que actualmente no hay una monarquía que derribar –sí, en cambio, un régimen “democrático” burgués- la consigna de la Asamblea Constituyente llega con más de 100 años de retraso –ya era limitada hace 100 años- y más que revolucionaria es síntoma de confusión. 
 
Esta consigna en labios de gente como Cárdenas es bastante natural: se trata de limitar y desviar al movimiento a debates parlamentarios y dentro de la discusión de artículos constitucionales, sin tocar en el fondo las bases del sistema capitalista. Sólo una persona de miras reformistas, afectada por la fea enfermedad del cretinismo parlamentario podría pensar que lo que se requiere –justo en el marco de la crisis social más importante en muchos años en nuestro país-es una nueva Constitución. Ya tuvimos la experiencia de los zapatistas que agitaron la consigna de nuevos “Aguascalientes”, con la firma de acuerdos con respaldo legal, mismos que fueron traicionados porque el régimen capitalista se mantuvo intocado y los Aguascalientes no hicieron más que redactar nuevos pedazos de papel.  Ya decía Solón de Atenas: “las leyes son como las telarañas, atrapan al débil y el fuerte puede romperlas”.
 
El caso de las sectas pseudotroskistas es bastante más penoso.  Se supone que las sectas luchan, en teoría, por derribar al capitalismo; con frecuencia gritan histéricas en contra de los marxistas que realizamos un trabajo revolucionario en organizaciones de masas reformistas, pero al mismo tiempo agitan consignas que en nuestro contexto son reaccionarias ¡agitan la idea de una Asamblea Constituyente (es decir un parlamento que decrete una nueva constitución) justo en una coyuntura donde las masas se agitan por la caída del régimen!  
 
Seamos claros: una Asamblea Constituyente es, desde un punto de vista histórico y social, una asamblea que se reúne para decretar una nueva Constitución –de ahí el término “constituyente”- o para legislar acerca de ésta; en las sociedades capitalistas con regímenes de democracia formal a estas asambleas se les llama parlamentos. Por lo tanto, las sectas como el reformista moderado Cuauhtémoc Cárdenas propugnan por entrampar la lucha de clases en México dentro del pantano reformista, parlamentario y burgués. Sólo tendría algo de sentido si en México hubiera una monarquía, pero a no ser que la idea de las sectas sea imponer a un monarca para luego agitar la bandera de la Constituyente, dicha consigna no tiene ni pies ni cabeza.    
 
Quizá para algunos la idea de una Asamblea Constituyente significa un Congreso revolucionario que pudiera servir como instrumento de la toma del poder por los trabajadores. En tal caso es necesario usar una terminología lo más clara y que no pueda ser utilizada por la reacción o los sectores reformistas para desviar el movimiento. En el mejor de los casos –si lo que se pretende es una asamblea para imponer el poder obrero- el concepto asamblea Constituyente no expresa este contenido y será usado para confundir y desviar. Esta consigna reformista lleva a una paradoja: si el movimiento tuviera la fuerza y de imponer una nueva constitución  tendría la fuerza para derribar al régimen y al sistema lo que volvería superflua una nueva constitución burguesa. Lo correcto sería preparar una huelga insurreccional que involucrara la toma del poder por los trabajadores, formando comités de base en fábricas, barrios y escuelas, que se coordinaran a nivel regional, estatal y nacional, formando una gran Asamblea Revolucionaria (no es lo mismo que una Asamblea Constituyente) entre cuyas tareas inmediatas no estaría, por supuesto, decretar una nueva Constitución en los marcos del capitalismo, sino expropiar a la burguesía y armar al pueblo. Esto sería una idea que se adelantaría a los acontecimientos, preparándolos, y no iría con 100 años de retraso como es el caso de la consigna reaccionaria de la Asamblea Constituyente.             
 
Muchas de las consignas enarboladas por el movimiento, en la coyuntura abierta por la masacre de Ayoxinapa, son cien veces más revolucionarias: ideas como “fue el Estado, abajo Peña Nieto, paro nacional –incluso en algunas regiones como Guerrero y Michoacán- el armamento del pueblo para defenderse” son correctas y los revolucionarios debemos partir de ellas para enlazarlas con las tareas por venir. Necesitamos que instancias como la Asamblea Popular Nacional-impulsada correctamente por los normalistas- no reduzca su labor a la coordinación de nuevas acciones, sino que tome un papel de orientación política que dirija las acciones y la discusión hacia lo que se necesita para que caiga el gobierno de Peña Nieto. Lo que le hace falta al movimiento es dirección política y dado que parece ser que la dirección burocrática de Morena no sólo parece incapaz de llenar ese vacío sino que ni siquiera quiere hacerlo (muchos militantes de base luchamos contra esta política electorera), las masas no pueden esperar y deben crear su propia dirección política.  
 
Enarbolar la instauración de una institución burguesa –una Asamblea constituyente- cuando el movimiento pretende la caída del gobierno –aunque no se tenga claro cómo hacerlo- es francamente un retroceso o una consigna que aunque por el momento no tenga mayores repercusiones en el futuro podría desviar el movimiento. Si el movimiento logra la fuerza y organización suficiente para derribar al régimen peñista, de inmediato surgiría el debate de con qué llenar el vacío; en este contexto la errónea consigna de una Asamblea Constituyente podría ser fatal. Por nuestra parte proponemos que el Estado burgués sea sustituido por asambleas populares de trabajadores, campesinos y la juventud; el armamento del pueblo y la expropiación de la gran burguesía -protegiendo a los pequeños y medianos comerciantes-.   Sólo de esta forma se podría instaurar una economía planificada racionalmente, la revolución Mexicana se convertiría en un polo internacionalista y sólo entonces, se podría discutir temas secundarios como nuevas leyes y una Constitución Socialista. 
 
Las consignas, para ser correctas, deben corresponder a las necesidades del movimiento. No es este el caso de la Asamblea Constituyente, que debemos rechazar por anacrónica y nociva. En su lugar discutamos cómo lograr la caída de Peña Nieto y cómo convertir y unificar nuestras organizaciones en una verdadera organización política de la clase trabajadora que no sólo pueda derribar un gobierno, sino que lo pueda sustituir con otro tipo de Estado y un sistema diferente, que, creemos, debe ser el socialismo.   
 
¡Por la caída del gobierno de Peña Nieto!
¡Abajo las reformas estructurales!
¡Por la unidad política de los trabajadores, campesinos y la juventud!
¡Por la extensión de los comités de autodefensa y policías comunitarias controladas por el pueblo e independientes del Estado! 
¡Abajo el Estado burgués!

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