Felipe VI: ¿El fin de la monarquía en el Estado Español?

Escrito por: 

Alfredo Elizondo
El 19 de junio, en una deslucida ceremonia, con una asistencia paupérrima en las calles de Madrid, Felipe de Borbón (ahora Felipe VI) fue coronado como nuevo monarca de España. En pleno Siglo XXI parecería absurdo hablar aún de monarquía, sabiendo de antemano que los monarcas y sus familias no son “designados por Dios”, ni “de sangre azul”. Sin embargo, en algunas naciones europeas todavía se conserva esa caduca institución de origen feudal. En el caso español, la continuidad de la monarquía significa algo más, es la continuidad del franquismo por encima de la voluntad de la mayoría de la clase trabajadora española.
 
Juan Carlos, sucesor de Franco
 
Rey Abdica.jpgEn su mensaje de abdicación, Juan Carlos de Borbón agradece a su padre, el Conde de Barcelona, por haber sido una de las figuras más importantes para él y por permitirle el ser monarca de España. Lo anterior no es sino una franca mentira, pues la designación de Juan Carlos como Rey de España correspondió al dictador fascista Francisco Franco y no a la casa de los Borbones. 
 
La razón detrás de la designación de Juan Carlos como Rey obedece a que Franco no tuvo descendencia a la cual pudiera heredar la jefatura del Estado tras su muerte y fue en la monarquía donde encontró el mecanismo perfecto para asegurar su continuidad. Con el objetivo de garantizar que el sucesor procediera de acuerdo a la línea dictada por Franco después de su muerte, el dictador pactó con el padre de Juan Carlos que éste recibiera educación franquista, de ahí que se le permitió reingresar a España, acudir al bachillerato y recibir instrucción militar de las fuerzas fascistas que ganaron la Guerra Civil.
 
El tránsito para convertirse en monarca no fue nada terso, particularmente porque su padre Juan quería acceder a la corona tras la muerte de Franco, pero este último no confiaba en que el Conde de Barcelona sería fiel a su legado, por lo que decidió apartarlo y nombrar a Juan Carlos como príncipe de España en 1969, con lo que ocurre un rompimiento entre el designado príncipe y su padre. A partir de ese momento, al ser designado por Franco con base en la Ley de Sucesión de la Jefatura del Estado de 1947 (de origen franquista) y rompiendo la línea dinástica al trono quedó claro que Juan Carlos es heredero del Franquismo.
 
Tal y como lo tenía planeado a su muerte, Franco logra maniobrar para que Juan Carlos sea reconocido como Jefe del Estado sin otro sustento que su voluntad. En julio de 1969 Juan Carlos jura fidelidad al franquismo, a los principios del Movimiento Nacional (el partido creado por Franco) y a las leyes fundamentales (impuestas por el dictador durante su periodo en el poder en sustitución de la Constitución); de ahí que, a diferencia de otras monarquías de Europa, la de España tiene como base al franquismo (fascista) y su legado posterior al triunfo en la Guerra Civil.
 
El Rey y el régimen del 78
 
El periodo posterior a la muerte de Franco quedó marcado por la actuación del nuevo Rey como cabeza del Estado y centro de la transición a la democracia burguesa en España. En este punto, antes de la creación del régimen de 1978 (periodo en el que se consolida la forma de Estado actual), es preciso indicar que las fuerzas franquistas impusieron a los demás partidos, incluidos el PSOE y el Partido Comunista, la figura del Rey como condición de su reconocimiento legal dentro del sistema político español. Dichas fuerzas aceptaron al designado por Franco como cabeza del Estado bajo la justificación de que Juan Carlos representaba una “figura de consenso” entre los españoles.
 
Sin embargo, que los partidos aceptaran al nuevo Rey como cabeza del Estado, no significó que éste contara con legitimidad; muy por el contrario, se observaba claramente a Juan Carlos como el cachorro de Franco. Ante la imposibilidad de poder legitimar su posición y bajo un clima de inestabilidad ante la inoperancia del régimen recién formado en 1978 por las principales fuerzas políticas franquistas y el PSOE, el 23 de Febrero de 1981 se orquesta un intento de golpe de Estado (después denominado 23-F), dirigido contra el congreso español, donde no tocaron al Rey y los sublevados fueron “derrotados” por Juan Carlos I. Esta maniobra le permitió crear un halo mínimo de legitimidad que justificara la existencia de la monarquía y su cargo al frente del Estado español, de ahí la teoría de que el 23-F fue en realidad orquestado desde la Corona.
 
Después del 23-F, los tres pilares del régimen del 78, monarquía, bipartidismo (Partido Popular-PSOE) y unidad de España, quedaron cimentados en el sistema político español. Puede observarse que con el transcurrir de los años, la figura del Rey fue cada vez más protegida por parte de los detentores del poder en el régimen español, otorgándole un presupuesto para sus fastuosos y excéntricos gustos, hasta protección judicial y mediática a la Casa Real, dinámica seguida tanto por el Partido Popular como por el PSOE. Sólo la propia torpeza del Rey y sus allegados, como su incidente con Hugo Chávez,  la cacería de elefantes por África, los escándalos de miembros de la casa real que se enriquecieron a partir del tráfico de influencias de la casa real, entre otros, fueron minando poco a poco la imagen inmaculada del monarca español hasta su actual debacle.
 
Juan Carlos cede el paso a Felipe
 
En declaraciones a la prensa extranjera Juan Carlos de Borbón afirmó que cedía su puesto a su hijo “para que no se marchitara como el Príncipe del Reino Unido”, con lo que en teoría acallaba cualquier tipo de especulación en torno a su abdicación. Sin embargo, la abdicación no se produjo en un momento de calma, sino por el contrario, en medio de una crisis política (en términos de la debacle del bipartidismo PP-PSOE) y económica (con recortes impuestos por la troika cuyos peores efectos son sufridos por la clase trabajadora y la juventud española) del Estado Español. El resultado de las elecciones europeas, con la subida de Izquierda Unida y la emergencia de Podemos, han dado un golpe certero al bipartidismo, que por primera vez después de la muerte de Franco obtuvo (entre ambos partidos) menos del 50% de los votos. Adicionalmente, los ánimos independentistas en Cataluña y el País Vasco se encuentran en niveles elevados.
 
Las tres partes del régimen se encuentran socavadas, pero la situación no es completamente irreversible para la burguesía española. Con el objetivo de poder dar un reacomodo a la correlación de fuerzas han optado por este movimiento usando nuevamente a la Corona como instrumento de maniobra. Se especula que ahora que ha sucedido el relevo monárquico se puede estar preparando un acuerdo con la burguesía catalana para otorgar ciertas concesiones y con ello minar la posibilidad de una declaratoria independentista, con lo que se buscaría reforzar la unidad del Estado. Pero, para el caso de la crisis del bipartidismo y la crisis económica que arrastra a España, la burguesía no cuenta aún con un plan de contingencia de daños, muestra de ello son las manifestaciones a favor del referéndum por el derecho a decidir por la forma de Estado que debería adoptar España (cuya concurrencia bien podría cuadruplicar la asistencia a la coronación de Felipe VI) y los continuos recortes y ataques como la recién aplicada reforma fiscal donde hasta en las liquidaciones de los trabajadores se estipula que se pagará un impuesto al Estado. La bola de fuego es pasada de un Borbón a otro, sin que la burguesía española tenga certeza de que Felipe, por mejor preparación que tenga, pueda servir como un instrumento efectivo para contener el descontento imperante contra el régimen.
 
República sí, pero no es suficiente
 
A la luz de los recientes acontecimientos es posible afirmar que la abdicación de Juan Carlos I, lejos de contener el descontento popular, ha ayudado a encender más los ánimos de la clase trabajadora que recuerda perfectamente los orígenes de la monarquía actual, heredera de Franco. También las acciones del PP y el PSOE, al votar la ley que regula la abdicación del Rey, muestran que lejos de querer modificar el actual estado de cosas, ambos partidos buscan la continuidad del régimen del 78.
 
La clase trabajadora del Estado español y principalmente la juventud han dado grandes pasos hacia la derrota del régimen del 78. Sin embargo, la ruta aún parece incierta y es que la proclamación de una República, aunque un paso necesario, aún se queda dentro de los límites del sistema que causa los recortes, los desahucios, los despidos, la incertidumbre y explotación de la clase trabajadora del Estado español. La posibilidad de un Frente Único entre Izquierda Unida-Podemos y otras fuerzas de Izquierda rumbo a las elecciones municipales del próximo año se muestra como un signo de fortaleza contra el régimen debilitado. La sola unión de siglas y no un proceso de consolidación de las fuerzas de la clase trabajadora, terminará en una coalición electorera que bien podría arribar al gobierno, pero que quedaría presa del mismo sistema que busca combatir. Ahora es el momento de plantear cambios de fondo (más allá de la auditoría de la deuda y otras medidas de este tipo), existe una necesidad imperiosa de arrebatar del control de la burguesía española no solo el poder político, sino también la rectoría económica del Estado y avanzar hacia el socialismo (con mucho mayor necesidad que durante la anterior República española), ahora que el régimen quiere maquillar la realidad, es tiempo de darle un golpe certero a la obra de Franco.

 

Fecha: 

Julio de 2014

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