Necesitamos una propuesta anticapitalista para el programa del Morena

Escrito por: 

David García, integrante de Morenaje y Buzón Ciudadano

En la construcción de un Partido de los trabajadores y explotados el eje central de discusión debe ser el programa. El programa determina el tipo de organización, su estructura y sus métodos; un programa que acepta el capitalismo acepta las reglas de éste: individualismo, competencia, arribismo, verticalismo. En el caso del proyecto de programa de Morena, en vistas al congreso de noviembre, estamos ante un programa reformista que plantea una serie de reivindicaciones democráticas y de carácter nacionalista que no atienden, en sí mismas, al modo de producción capitalista que imposibilita el cumplimiento de esas reivindicaciones, esta limitación del programa de Morena se refleja también en su propuesta de estatutos, mismos que ocultan la larva del burocratismo. El programa de Morena, si no queremos repetir, a mediano o largo plazo, la historia del PRD, debe plantearse clara y abiertamente la necesidad de renacionalizar lo que fue privatizado, nacionalizar las palancas fundamentales de la economía bajo el control democrático de los trabajadores. Explicaremos la vinculación que debe establecerse entre algunas reivindicaciones correctas del borrador con la lucha contra el sistema imperante.

Morena se plantea –como lo explica el borrador- la tarea de desmontar el régimen de corrupción, antidemocracia e injusticia, la lucha contra los Partidos de la oligarquía (PRI y PAN), el cambio de régimen que posibilite el empleo digno, la soberanía nacional, la justicia, el respeto a los derechos humanos, la paz social y el respeto a los derechos y cultura de los pueblos indígenas. Plantea la necesidad de la revolución de las conciencias y la recuperación de una ética basada en el bien común,  plantea la democratización de los medios de comunicación mediante la “libre competencia”; señala la necesidad de un cambio del modelo neoliberal, cambio que acabe con los monopolios, los privilegios fiscales; que reanime al campo y a la actividad industrial mediante la intervención del Estado en el control de precios y la soberanía alimentaria.

Sin duda todas estas reivindicaciones son justas, todo demócrata debe luchar por ellas; sin embargo el capitalismo impide su realización plena y la aceptación tácita del sistema imperante por parte del programa - la pretensión de buscar un capitalismo con “rostro humano” -distorsiona, incluso, algunas de las reivindicaciones planteadas. Ejemplo de esto último es la pretensión de democratizar los medios de comunicación sin expropiar a Televisa y TV Azteca. Se evade la necesidad de desmontar realmente al monopolio por medio de la competencia, pero es sabido que el monopolio es la consecuencia lógica de la competencia capitalista. En el mejor de los casos la llamada “desconcentración de las concesiones” significará que en lugar de dos grandes empresas de manipulación masiva tendremos tres, aquél o aquellos que tengan el capital suficiente para invertir (Slim por ejemplo). La presencia de un buitre más en el festín no resolverá nada. Acabar realmente con los monopolios privados implica expropiarlos. La apertura a medios comunitarios es otro intento de rodear el problema dejando a pequeñas comunidades el acceso a pequeños medios que no tendrán los recursos para competir con gigantes empresarios. En el caso de los medios masivos de comunicación la expropiación significaría que sean las organizaciones de los trabajadores, campesinos, indígenas y estudiantes los que deberían tener acceso directo a los medios de propiedad estatal en función de su peso e influencia organizativa. No faltarán los productores, realizadores y periodistas honestos que se sumarían a un verdadero proyecto democrático.

La limitación más grave, sin embargo, está en el intento de cambiar de modelo y no de sistema. Con ello se crea la ilusión de que hay un capitalismo que sí funciona, que lo que debemos rechazar es al mal capitalismo para aceptar al bueno. No obstante, el cambio de modelo del llamado “Estado de bienestar” al neoliberalismo –proceso que a nivel mundial comienza a mediados de los años setenta- no se debió a la maldad de algunos políticos, sino a la crisis del sistema capitalista que hoy más que nunca hace imposibles las reformas. El intento por preservar al sistema por parte de la oligarquía es lo que vuelve a la democracia burguesa, a la democracia electoral,  una farsa. Esto debería ser claro después de tres fraudes electorales. Una democracia verdadera implica la capacidad de los trabajadores, no sólo de elegir periódicamente a sus gobernantes (cosa que en México es imposible), sino de tener la capacidad de decidir sobre sus condiciones sociales, el derecho a controlar la economía. No es posible la democracia mientras un puñado de empresarios tiene el control de la banca, la industria y las mejores tierras. La democracia necesita de la expropiación de esa compacta oligarquía para la puesta en marcha de un plan de impulso armónico al empleo, la industria, el campo, la soberanía alimentaria, etc. El control de precios por parte del Estado en el marco del capitalismo, como lo plantea el programa propuesto para Morena, no es suficiente. La experiencia venezolana demuestra que tal intento provocará la insurrección del capital en forma de fuga de capitales, cierre de empresas, huelga de inversiones, inflación, etc.

La lucha por la soberanía nacional requiere de la renacionalización de la banca, la minería, los ferrocarriles, las carreteras, las líneas aéreas, etc. privatizadas y controladas en su mayoría por el capital extranjero. No puede existir nacionalismo que acepte el dominio del capital extranjero, la dependencia de las remesas y la tutoría política del imperialismo. La soberanía nacional, bien entendida, debe ser la otra cara de la moneda  del internacionalismo, apoyarse en la lucha por la liberación nacional en el movimiento obrero internacional.   

Las consideraciones anteriores no significan que se deba renunciar a la lucha por las demandas democráticas que plantea el proyecto de programa. De hecho significa que la lucha por estas demandas debe estar vinculada con la lucha contra el capitalismo. Proponemos, por tanto, que el programa de Morena señale el tema de la expropiación de los monopolios por causa de utilidad pública, la necesidad de poner estos bajo el control democrático de los trabajadores. “Expropiación estatal bajo control obrero” debe ser una consigna planteada en nuestro programa. Para el rescate del campo se debe plantear una combinación de un nuevo reparto agrario –como en los tiempos de zapata o el cardenismo- con la inversión estatal en tierras colectivas nacionalizadas para el desarrollo de la agroindustria. Para acabar con el desempleo se debe repartir todo el trabajo entre toda la fuerza de trabajo disponible, el impulso de empleo mediante la industrialización del país con la palanca de la inversión pública. Por lo anterior se debe nacionalizar la banca para asegurar los recursos suficientes para la inversión masiva del Estado.

Una banca estatal aseguraría el apoyo a los pequeños productores en la forma de créditos baratos. La expropiación no debe tocar de ninguna forma a las pequeñas propiedades y a la propiedad privada de medios de consumo (casas, coches, pequeñas tiendas). Para asegurar la suficiencia alimentaria no sólo se debe invertir en el campo sino asegurar el control estatal de las cadenas y distribución de alimentos, de las grandes cadenas comerciales que han especulado con el hambre del pueblo (desde Bachoco, Soriana,  hasta Walmart).

Para asegurar la paz social se debe expropiar no sólo al gran capital “legal” o formal sino al gran capital ilegal (ambos que se compenetran y confunden), se deben impulsar las policías comunitarias compuestas por las mismas comunidades organizadas con el ejemplo de Cherán. Grupos comunitarios que conocen a sus vecinos, conocen sus localidades y, muchas veces, tienen ubicados a los elementos antisociales. Esto significa: no al ejército profesional  -esa inmensa mole burocrática que ha sido más que inútil en asegurar la paz social- sino las comunidades controlando sus propias guardias barriales, comunitarias y ejidales. Muchos miembros de base del actual ejército mexicano, mandos medios, etc. podrían apoyar en el desarrollo y entrenamiento de estos comités de seguridad.

Todo lo anterior significa que nuestro nuevo Partido se debe declarar abiertamente anticapitalista y socialista. El socialismo no es una gran idea sino una serie de medidas de emergencia llevadas a cabo por los trabajadores organizados reconstruyendo y revolucionando sus propias condiciones de existencia. Nos parece, adicionalmente, que el programa debe incluir la vinculación con las luchas sindicales, estudiantiles, indígenas como medio principal de aglutinamiento y organización. La vinculación con el movimiento obrero debe expresarse en términos nacionales e internacionales: apoyo total a las masas que luchan en el mundo árabe, en Europa, África y América Latina (solidaridad con la revolución Bolivariana, con el pueblo boliviano, argentino, etc.) Como ya apuntábamos, el internacionalismo debe estar inscrito en nuestro programa.

Finalmente señalemos, aunque sea de pasada, la vinculación entre programa y estatutos (punto que se tratará de forma más detallada en otro artículo). Un programa como éste implica métodos de organización colectivos, combativos, democráticos. Implica que los estatutos deben establecer que los comités de base activos, asamblearios, sindicales, deben ser las células básicas de nuestro Partido y no estructuras burocráticas simplemente electorales. Implica que los delegados deben ser “delegados” por asambleas colectivas y no representar a burócratas o a sujetos individuales (esto no es un delegado, ninguna colectividad le ha delegado nada). Implica que el principal objetivo no es la lucha electoral y las formas electorales (aunque no se excluyen) sino la lucha social cotidiana en barrios, fábricas y escuelas. Implica la revocabilidad inmediata de mandato como sucede en los sindicatos democráticos, implica que los representantes a elección popular no deben separarse del Partido –como plantea el borrador- sino estar más vinculados a él por medio del control de las asambleas de base y los informes y control de sus actividades. De otra forma los representantes electos a cargos de elección popular llegarán gracias al Partido para separarse finalmente de él. Para evitar la burocratización o separación entre los intereses de estos y las bases se debe establecer el salario obrero para cargo obrero, el excedente sobre el monto recibido por los representantes electos en cargos debe ir a las finanzas del Partido.

Hemos tratado de demostrar en este artículo que el programa de Partido se reflejará en sus métodos, estrategia y táctica y que a un programa reformista le corresponden métodos más o menos capitalistas. Necesitamos un programa socialista pero, fundamentalmente, necesitamos que ese programa sea entendido, comprendido y asumido por sus militantes para que no sea sólo un pedazo de papel, sino una guía para la acción y un criterio para la organización. Organicémonos en los comités de base de Morena para que la burocracia que intentará repetir la historia del PRD no termine por abortar un nuevo intento histórico por construir un verdadero Partido de los trabajadores de nuestro país. Esta batalla será decisiva.
 

Fecha: 

13 de septiembre de 2012

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