Algunas lecciones sobre un fraude anunciado

Escrito por: 

David García Colín Carrillo (Representante de PT-Morena en la casilla 4404 Básica de Benito Juárez en estas elecciones)

Parece paradójico. Más de un millón de personas desbordaron el Zócalo de la Ciudad de México en el cierre de campaña de AMLO, se trató de uno de los cierres más espectaculares y masivos de la historia de nuestro país. En contraste, el cierre del candidato de la oligarquía, Peña Nieto, fue masivo por los miles de acarreados, pero no llegaba ni a una cuarta parte del cierre que presenciamos en el Zócalo. ¿Cómo podemos explicar, entonces, que el PREP favorezca a Peña Nieto? A esta pregunta hay muchas respuestas válidas que están interconectadas, intentaremos dar algunas respuestas para, sobre todo, sacar las lecciones que nos permitan evitar la consumación de una imposición y seguir adelante fortalecidos.

Peña Nieto se pretende imponer con el peso muerto de los sectores más podridos, atrasados, apáticos e incultos de la sociedad. Aquellos que por “apolíticos” –y sobre todo por pobres- estuvieron dispuestos a vender su voto por una despensa, por una tarjeta de Soriana (cargada con 100 a 700 pesos), por un celular cargado o, incluso por dinero en efectivo. Por el voto corporativo y coaccionado de sindicatos como el del SNTE y el de Pemex. Por los millones de pesos y los operativos de los gobernadores que, se estima –según los compromisos de estos mapaches-, le dieron a Peña 4 millones de votos e implicaron un rebase en los topes de gastos de hasta 10 veces lo permitido. Estamos hablando de los sectores más corruptos del país, el charrismo sindical que aún existe, las mafias del poder. Estamos hablando de la vieja y podrida cultura priista; una cultura de ignorancia, individualismo, humillaciones y enajenación. Es posible arrastrar a esa masa semi-lumpen sólo a condición de fortalecer al movimiento políticamente.

Los que fuimos observadores de partido (en mi caso del PT en la delegación Benito Juárez) pudimos ser testigos de que los representantes del PRI estaban ahí, no por convicción sino por el celular recargado y el dinero que recibieron del PRI. En mi casilla, una viejecita del SNTE a quien, en realidad, no le importó el conteo de votos, no parecía estar realmente interesada en que ganara Peña Nieto; ella nos contó que recibió un celular, pero que lamentablemente a ella no le dieron crédito por 200 pesos como a otros representantes del PRI. La pobre señora me generó una mezcla de lástima y repudio, porque ni siquiera se inmutó de que en mi casilla AMLO doblara a Peña en las preferencias, incluso atrás de la fracasada Josefina. Mientras  los representantes del Morena  –a quienes no se nos pagó un centavo- defendimos los votos como “fieras” porque estábamos ahí por convicción. Se vivió un ambiente de defensa del voto en las casillas, por lo menos en los centros más conurbados, pero lo más probable es que el “grueso” del fraude se diera fuera de las casillas mediante la compra masiva y descarada del voto.

No cabe duda de que el más grande logro del movimiento de AMLO ha sido la organización de la gente en las bases, la formación de Morena y Morenaje, junto con el despertar de los jóvenes del #YoSoy132; pero por eso mismo es necesario sacar las lecciones pertinentes. La falla no estuvo en haber conformado un movimiento masivo, sino en el terreno político. Si estamos afirmando que Peña se está imponiendo con el peso muerto de la sociedad debemos preguntarnos por qué el movimiento no ha alcanzado a despertar a los apáticos, abúlicos e ignorantes; a los que no tienen acceso a los medios alternativos, ni leen La Jornada, ni oyen a Carmen Aristegui, etc. Si decimos que esa gente estará enajenada para la eternidad –una conclusión superficial- entonces nunca habrá un cambio verdadero porque tendremos zombis eternos como carne de cañón del PRI. Pero éste no es el caso. No fuimos capaces de alcanzar a atraer a esos sectores, además de por la campaña sucia y los millones de dólares de inversión en Peña,  porque el programa y el discurso de AMLO fue demasiado tibio, descafeinado, falto de entusiasmo. Faltó radicalizar el discurso, demostrar al “voto verde” del PRI (los campesinos) que un gobierno de AMLO retomaría la reforma agraria; al resto de la juventud que no votó que se expropiaría a los monopolios de los medios de comunicación, a la clase media que se expropiaría a los grandes bancos para que tuvieran créditos baratos mientras que sus pequeños negocios y propiedades estarían a salvo, a los sindicatos que se nacionalizaría las grandes empresas bajo control obrero.

Algunos me dirán que la radicalización asustaría a la gente, pero el resultado de la campaña por la “República del Amor” me demuestra lo contrario, arrastró masivamente pero no lo suficiente. La neutralización relativa de la derecha durante el Cardenismo (a partir de las nacionalizaciones) demuestra lo mismo desde el punto de vista de nuestra historia. De hecho, con relación a las elecciones del 2006, no fuimos capaces de aumentar el número de votantes para la izquierda el cual prácticamente se mantuvo idéntico tomando en cuenta el crecimiento del padrón.

La democracia burguesa en México está podrida para siempre, no es posible esperar ya nada de ella. Las instituciones están podridas hasta la médula y no pueden ser reformadas. Es necesario derrumbar a todo ese podrido régimen y sistema con el martillo de la movilización y la huelga general. Quien no vea esto está condenado a la utópica esterilidad. La tarea más urgente del movimiento: de Morena, Morenaja, #Yo soy 132 y los sindicatos es armarnos de un partido y de un programa político que rebase la coyuntura electoral. Fortalecer nuestro lado más fuerte y lo valioso que se demostró este 1 de julio: un movimiento de gente consciente en las calles. El primer paso en ese camino es la unidad en la acción contra la imposición, la formación de un frente que organice y promueva una huelga general. La vía electoral en México ha concluido  y sólo queda la lucha en las calles, la lucha masiva y organizada. El Congreso de Morena debe ser urgentemente convocado y adelantado a fin de discutir el programa, el plan de acción y conformar un partido mucho más a la izquierda que el PRD. Ello implica pasar una escoba obrera, juvenil y proletaria por nuestra casa. Implica expulsar a los arribistas, a los chuchos, a los burócratas, a los vividores; implica democratizar definitivamente a Morena; fortalecer las dinámicas de base, continuar con los comités, darnos nuevas tareas, objetivos y esperanzas. Para el #Yo soy 132 implica superar el espontaneismo y dotarse de estructuras coherentes y permanentes, armarse de un programa más amplio y conformar una organización juvenil permanente como el que existe en Chile, una organización juvenil vinculada a los sindicatos y al movimiento de masas. Para los sindicatos como el SME implica conformar un frente único para preparar una huelga general, superar el economicismo, fortalecer la OPT.

El burocratismo y el arribismo fue un lastre en estas elecciones. Vimos a representantes de Morena que no hicieron trabajo de base, que simulaban la creación de comités y que, por ello, rellenaban los formatos para la defensa del voto con el padrón desfasado y caduco del PRD. Hubo casos extremos en Benito Juárez donde se puso a personas para la defensa del voto que ya habían muerto hace 6 años, o a personas bien intencionadas (que merecen nuestro respeto y admiración) con más de 80 años de edad. Hubo jóvenes que se capacitaron para la defensa del voto a quienes nunca se les llamó mientras hacía falta gente en algunas casillas. No sabemos la magnitud del boicot hecho por arriba (también, hay que decirlo, había mucha gente honesta y entregada), pero seguramente seguirán saliendo datos al respecto en los próximos días. Esta gentuza, que está ahí por el dinero y los puestos, debe ser expulsada sin miramientos si no queremos repetir la historia del PRD. Esta gente tiene nombre y apellidos, los conocemos y no caben en un movimiento de izquierda democrático y de base como pretende ser el Morena. Si quieren puestos: ¡Que se larguen al PRD!

El hecho de que se haya perdido en estados como Baja California, Michoacán y Chiapas muestra que la política oportunista y de alianzas sin principios de la burocracia que domina al PRD es sinónimo de desastre. Hay que acabar con esa política suicida lo más pronto posible.    

En la perspectiva inmediata hay dos posibilidades: Que el movimiento sea capaz de evitar que Peña Nieto tome posesión el 1 de diciembre o que se imponga y el movimiento masivo surja cuando comiencen los ataques. La primera posibilidad será sólo factible si somos capaces de organizar una huelga general contra la imposición de tales magnitudes que obligue a la nulidad de las elecciones. La segunda posibilidad, aparentemente más inmediata, se realizará si la lucha contra el fraude se reduce a las impugnaciones legales y a las simples marchas. En cualquier caso, el futuro implica la consolidación de un Frente Único, la preparación de una huelga general y la necesidad de la formación masiva de un nuevo partido, un partido obrero, democrático y de izquierda.

Finalmente, después de curarnos las heridas, es necesario alzar la mira, explicar pacientemente que la lucha sigue, animar a los desmoralizados, organizarnos y unirnos. Sólo así sabremos que nada se ha perdido y todo está por delante.  
 

Fecha: 

3 de julio de 2012

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