Conflicto minero, una razón más para derribar al gobierno

Escrito por: 

Ruben Rivera

En México, era tradicional contar al sindicato de mineros como uno de los más emblemáticos ejemplos de charrísmo sindical. Su anterior dirigente Napoleón Gómez Sada más parecía funcionario de la empresa que representante de los trabajadores. No obstante las cosas han cambiado. Hoy en día se puede afirmar sin lugar a dudas que los mineros son el gremio más combativo de todo el país.  Han protagonizado más de 200 huelgas y paros ilegales desde 2001, año en que comenzó su gestión como  secretario general del sindicato Napoleón Gómez Urrutia.
Gómez Urrutia no era ni es un proletario socialista, no obstante se combinaron una serie de factores que lo obligaron a apoyarse en los trabajadores para sostenerse al frente del sindicato. Uno de los primeros elementos fue hacer efectivo el recurso obrero del empleo de la huelga como arma de negociación.
Luego de la muerte de 65 mineros en Pasta de Conchos, responsabilidad de Minera México que también controla Cananea, la presión de los trabajadores no sólo se orientó hacia las prestaciones económicas sino a las condiciones de trabajo. No tiene sentido tener un aumento del 10% si van a morir antes de los cincuenta años.
Ya durante el sexenio de Fox se habían generado desencuentros entre el gobierno y la dirección del sindicato minero, no obstante el 17 de febrero del 2006 significó  un punto de ruptura definitivo. Los ojos de la opinión pública se fijaron tanto en la dirección del sindicato como en la patronal; Gómez Urrutia no dudó en señalar el incidente como un “homicidio industrial”, es decir, un asesinato cuya responsabilidad es del patrón por obligar a laborar en condiciones peligrosas a sus trabajadores.
Desde entonces otros 35 mineros han muerto en circunstancias atribuibles a las condiciones de trabajo. Por este motivo los siguientes emplazamientos a huelga de parte del sindicato  tuvieron que incluir la revisión exhaustiva de las condiciones de seguridad de las minas.
Por su parte, el Estado se puso nervioso pues el sindicato se había trasformado, pero contaba con algunas armas para tratar de modificar las cosas a su favor. En primer lugar estaban los viejos dirigentes de la época de Napoleón Gómez Sada, entre ellos se trató de reorganizar una dirección alternativa que sucesivamente fue rechazada por parte de la mayoría de los trabajadores a pesar de que la misma secretaría del trabajo les dio reconocimiento oficial. No obstante cuando una huelga estalla los  patrones tienen necesidad de negociar con los dirigentes de aquellos que se van a huelga, de nada les sirve hablar con sus lacayos si a estos no los pelan ni las moscas. En esta medida, en uno tras otro conflicto, los patrones se veían en la necesidad de llegar a acuerdos con el Sindicato Dirigido por Gómez Urrutia para poder seguir operando, de otra manera el gobierno hubiera tenido que recurrir a decenas de miles de policías para  reprimir a los mineros tal y como había hecho con los ferrocarrileros a finales de los cincuentas.
El gobierno y la policía ya tuvieron una pequeña probadita de lo que significa enfrentar a los metalúrgicos cuando trataron de desalojar la siderúrgica Lázaro Cárdenas en Michoacán, también afiliados las Sindicato Minero: el 2 de abril de 2006 cientos de policías estatales y federales fueron derrotados por obreros tan sólo armados con sus herramientas de trabajo y enfurecidos por el asesinato a quemarropa de dos de sus compañeros. Con ese ejemplo, en casi todos los casos los patrones se vieron forzados a ceder. También, en ese entonces, se decía que la huelga en realidad tenía el propósito de defender a Gómez Urrutia. No obstante una vez cubiertas las demandas de los obreros, estos regresaron al trabajo. Esta victoria ha sido clave en el desarrollo de los futuros acontecimientos.
Otra estrategia para doblar a los trabajadores y modificar su dirección o, como se dice en el lenguaje sindical, dar el “charrazo”, fue la acusación del desvió de decenas de millones de dólares que supuestamente se tendrían que entregar a los trabajadores como producto de la privatización de Cananea. El problema es que el acuerdo con la patronal fue entregar el dinero al sindicato y no  directamente a los trabajadores. Por lo tanto la acusación es jurídicamente muy débil, tanto así que Gómez Urrutia consiguió el estatus de refugiado político en Canadá, una vez que quedó claro que pretendían emplear el pretexto del dinero para detenerlo. Y es que parece que el gobierno en cada ocasión que pretende destruir un sindicato solamente sabe la misma tonada: corrompo a su dirección, si no puedo los meto a la cárcel, bloqueo sus cuentas bancarias para que mueran de hambre, declaran desaparecida la empresa o finalizadas las relaciones laborales y reabro con otro nombre y trabajadores sin  prestaciones sociales. La mayoría de las veces les ha funcionado, pero en este caso no y eso en sí mismo ha sido triunfo y esperanza para los trabajadores  mineros y para todos los obreros del país.
Así, bajo este contexto es en el que se realizan los emplazamientos a Huelga en 2007 en prácticamente todos los centros mineros y metalúrgicos del país.
El 30 de julio estalló  finalmente la huelga de Cananea, siendo el principal motivo la falta de condiciones de seguridad para poder trabajar sin riesgos de accidentes como los de Pasta de Conchos.
Desde entonces los trabajadores han dado una lucha sin cuartel por defender la mina y su sindicato. De hecho,  el  11 de enero del 2008 los trabajadores enfrentaron a 700 policías que intentaron recuperar la mina aprovechando un fallo de las autoridades laborales a favor de la empresa. En esa ocasión el sindicato logró un nuevo amparo y posteriormente una resolución para declarar legal la huelga por lo que los policías se tuvieron que retirar, no obstante la tensión siguió creciendo.
Ante la firmeza de los trabajadores, las autoridades optaron por iniciar una serie de detenciones en contra de los dirigentes sindicales más visibles a parte de Gómez Urrutia, entre ellos Carlos Pavón , secretario de asuntos políticos y Juan Linares, presidente del consejo de vigilancia y justica.
EL gobierno estableció a ambos un trato: si colaboraban con la patronal se les dejaría libres, si no, caería todo el peso de la ley sobre ellos. En el caso de Carlos Pavón la amenaza funcionó, desde entonces se convirtió en un miserable esquirol que incluso empleó la fuerza para tratar de romper una huelga minera en Sombrerete Zacateca. La muerte de un minero a manos de los esquiroles dejó en evidencia a Pavón ante todo el gremio. Una vez más los trabajadores pasaron la prueba en este caso destituyendo al dirigente traidor y continuaron adelante con su lucha.
Por supuesto, luego de ya varios años de movilizaciones, la actitud de los trabajadores ha cambiado, se ha adquirido un sentido de solidaridad con las distintas causas obreras y populares del país al grado de que el gremio fue el único contingente pesado de la clase obrera mexicana que ha participado en los paros  y movilizaciones del Sindicato Mexicano de Electricistas, además de  sumarse a las movilizaciones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, sólo por citar a las luchas de carácter nacional que se han desatado.
Para contestar  los discursos de intelectuales desmoralizados o de agentes burgueses malintencionados que dicen una y otra vez que la clase obrera ya no tiene capacidad de lucha, están los trabajadores  mineros que han actuado como un solo hombre cuando ha sido necesario y también han mostrado la fuerza cuando ha sido necesario. Desde  el homicidio industrial de Pasta de Conchos hasta el día de hoy han pasado cuatro años de intensas movilizaciones que ya no pasan de balde.
Ni el hambre, ni la represión, ni las campañas de difamación, ni la traición han podido doblarlos, mucho menos ahora cuando todo el movimiento obrero en su conjunto vive una ofensiva y quiéralo o no está tendiendo a la unidad.
Una vez que se supo este 11 de febrero que las autoridades laborales declaraban terminadas las relaciones laborales entre el sindicato y  el grupo México, inmediatamente  se generó una ola de indignación en contra del gobierno pero también de movilizaciones. Precisamente en el contexto del ataque al Sindicato Mexicano de Electricistas se desata este nuevo golpe. No obstante es evidente que por el momento el gobierno no pretende atacar militarmente. Tratará de seguir los pasos empleados en el SME; ofreciendo indemnizaciones jugosas para aislar a los trabajadores más combativos hasta que sean una minoría. No obstante habría que apuntar que aún hay 18 mil trabajadores electricistas en pie de lucha y que  harán suya también la lucha de los mineros.
La huelga nacional del 16 de marzo es, por supuesto,  una muestra necesaria para la unidad del movimiento obrero, no obstante habría que señalar que es fundamental apuntalar este proceso unitario de una manera cada vez más organizada. Es el momento de llamar a la construcción de una nueva central sindical unitaria que planifique de una manera seria los pasos para la defensa de los mineros y de todos los trabajadores. Las reformas a la Ley Federal del Trabajo algún día se intentarán imponer y entonces será necesario ir al alza  en medidas de fuerza para hacer retroceder al Estado o, en su caso, sustituirlo por un gobierno de los trabajadores.
La lucha de los mineros ya es histórica. Como sus camaradas de clase de hace cien años, nos están mostrando a todos los trabajadores que es justo rebelarse.  Por ello no debe haber espacio para la rutina ni la simple solidaridad. Todos los trabajadores debemos prepararnos para la más grande de las batallas.

Por una nueva central sindical unitaria, combativa y de clase
Por la caída del Gobierno de Calderón

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