70 años de la derrota de la república

Escrito por: 

Rubén Rivera

La revolución social es la clave

El 1 de abril de 1939 se decretó el fin de la guerra civil española. La junta militar Miaja-Casado entregó el poder a Franco, con la anuencia de los socialistas de derecha, con el pretexto de evitar más derramamiento de sangre ante la evidente derrota militar. A partir de entonces se inició una cacería de “rojos “, la cual incluyo también a los elementos más derechistas de las organizaciones obreras que se quedaron en España esperando una recompensa del régimen a sus labores de traición. Tan sólo en los primeros meses después de la capitulación más de 50 mil personas fueron pasadas por las armas, en los siguientes años la cifra de detenidos en campos de concentración era de más de 270 mil  (Payne, Stanley G., La Época de Franco, Cap.: Gobierno y Oposición (1936-1969), Editorial Espasa Calpe, 2007, Madrid, pág. 111).

Los días anteriores a la claudicación  cientos de miles de personas buscaban escapar de la represión fascista, ya sea por la vía de la frontera con Francia  o  desde el puerto de Valencia, muchos de ellos lo lograron pero la mayoría pereció el los distintos campos de concentración.

No obstante la caída de la república el 1 de abril de 1939 fue más bien la consecuencia lógica de la contrarrevolución que invadió el campo republicano,  la cual  se expresó abiertamente desde mayo de 1937. Hasta entonces las masas proletarias españolas lucharon enérgicamente, aunque casi desarmadas, porque el triunfo la lucha contra el franquismo implicaba la construcción de una nueva sociedad. Incluso se podría decir que en julio de 1936, la insurrección del ejercito dirigida por Franco fue derrotada. Si el gobierno hubiera entregado las armas de la república a las organizaciones obreras y hubiese permitido que la ofensiva contra el golpe, desatada el 18 de julio continuara tal y como había comenzado, es seguro que el ejecito de Franco hubiera quedado impotente y no hubiese resistido mucho tiempo, tal y como sucedió en Madrid y Barcelona

El problema era que esta resistencia se desarrollaba sin contar con el gobierno, eran las distintas organizaciones obreras las que la protagonizaban y por lo tanto significaba en si misma la revolución social.

A partir de entonces los distintos gobiernos de la república intentaron eliminar ese ímpetu  revolucionario:

Bajo Largo Caballero, dirigente de la izquierda socialista, se intentó controlar al movimiento, ello incluyó el ingreso al gobierno central de dirigentes anarquistas,  anteriormente feroces enemigos del Estado, como García Oliver y  Montsey.  Los intentos de Largo Caballero rindieron frutos a medias, si bien debilitaron la independencia del proletariado, no pararon el ímpetu de las masas. Con todo, los obstáculos impuestos por el gobierno central impidieron que la revolución social lograra avances significativos en los frentes de combate; las milicias detenían su avance o se veían obligadas a retroceder antes los ejércitos fascistas ante la falta de elementos de guerra.

En ese mismo proceso los estalinistas comenzaban a preparar la contrarrevolución dentro del gobierno mismo de Largo Caballero. En mayo del 37 se inició la ofensiva estalinista en contra de la Cataluña revolucionaría, a partir de entonces  los dirigentes obreros más de todas las tendencias especialmente anarquistas, puomistas y trotskistas, fueron sistemáticamente detenidos y muchos de ellos asesinados. La contrarrevolución continúo en los campos de Aragón y después  se extendió por todo el campo republicano.

Si el gobierno de Largo Caballero se distinguió por el intento se controlar al movimiento de masas, el que lo sustituyó, el de Negrín se destacó por encabezar la represión abierta en contra de las organizaciones obreras y por sustituir a las milicias obreras por un nuevo ejército burgués, a partir de entonces el ímpetu revolucionario de las masas quedó aniquilado y sólo el miedo al fascismo impidió la rápida derrota de los ejércitos republicanos.

Por supuesto los actos aislados de heroísmo de las masas frente a las hordas fascistas se continuaron durante toda la guerra civil no obstante desde mayo del 37 ya no había posibilidad de enfrentar  un triunfo de la revolución social, que en realidad era lo único que verdaderamente podía detener al fascismo.

Para principios de 1939 el propio ejército burgués que Negrín construyó, sobre los cadáveres de las organizaciones obreras,  terminó dándole un golpe de estado para después entregar el poder a Franco. A fin de cuentas Franco representaba en esos momentos la única forma política que podía asumir el régimen burgués en España y por lo tanto el ejército republicano terminó actuando con sentido de clase al entregar a las organizaciones obreras  a sus verdugos fascistas.

Han pasado setenta años de esta derrota que abrió la puerta al inició de la segunda guerra mundial, con sus más de 50 millones de muertes y el casi colapso de la civilización europea. Los reformistas  y centristas de todos  tipo ponían múltiples pretextos para impedir que la guerra civil se convirtiera en una guerra de clases y para ello aplastaron a los obreros y campesinos revolucionarios, por el contario los fascistas establecieron una política  de clase (burguesa) totalmente nítida, asesinando en su retaguardia a más de cien mil trabajadores y estableciendo una feroz dictadura militar.

Por supuesto a todo ello hay que añadir la actitud  hipócrita de los regímenes burgueses de Inglaterra y Francia, que bloquearon el envió de armas al bando republicano aún sabiendo que Alemania e Italia  entregaban arsenales y ejércitos enteros a los franquistas. A ello hay que añadir la actitud traidora del régimen de Stalin, principal ejecutor de la represión en contra de las organizaciones obreras para impedir que un triunfo de la revolución social en España  incitara a los obreros soviéticos a liberarse del yugo burocrático  reinstaurando la democracia leninista. No es casualidad que en el macro de la guerra civil española Stalin mandara asesinar a todos los revolucionarios rusos que habían protagonizado la revolución a través de los juicios más absurdos que ha conocido la humanidad.

La guerra civil española tenía dos opciones, la revolución socialista o la dictadura fascista, los dirigentes republicanos mataron a la revolución y con ello abrieron las puertas a Franco, es obligación de los trabajadores del mundo no olvidar esa dura lección para  continuar la lucha por la que cientos de miles de obreros  y campesinos españoles creyeron y murieron.

 

Fecha: 

Julio de 2009

Teoría Marxista: 

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