Honduras tras las elecciones

Escrito por: 

Samuel Santibáñez

A convertir la energía de las masas en organización con una estructura permanente de medio y largo plazo

Después del “diálogo” sometido a una serie de trampas, engaños y atrocidades represoras, finalmente la farsa electoral, que busca legitimar al golpe, se llevó a cabo este 29 de noviembre, colocando como “vencedor” de los comicios —tal como lo previmos[1] —, al Partido Nacional, con el peculiar personaje José Lobo, un rico ganadero ex miembro del Partido Comunista Hondureño, que se instalaría como presidente a partir del 27 de enero de 2010. 

La aventura golpista en Honduras es una pequeña muestra del grado de decadencia del imperialismo y la oligarquía centroamericana. En vez de esperar unos meses y combatir por medios “institucionales”, a la iniciativa de la Cuarta urna, con la que Zelaya pretendía someter a consulta popular el desarrollo de un proceso de nueva constituyente, el imperialismo y la oligarquía detonaron la revolución en Honduras, al exiliar a Zelaya y someter a una brutal represión al pueblo hondureño, amplios sectores de las masas respondieron despertando a la lucha de clases, conformando un organismo coyuntural para luchar contra el golpe de estado —que se ha dado en llamar la Resistencia—, expresándose en las calles con manifestaciones multitudinarias que por momentos adquirieron un carácter insurreccional.

En realidad la oligarquía intentó atajar la extensión del proceso revolucionario venezolano, pero consiguió exactamente lo contrario. Después del 28 de junio, ya nada volverá a ser igual en el futuro próximo de los hondureños. Las masas se han abierto un camino para luchar por la transformación social, la unidad y organización del movimiento ha dado un salto cualitativo muy importante. Es de vital importancia dar los pasos correctos que conviertan la energía revolucionaria de las masas en organización que permita a la Resistencia una proyección de medio y largo plazo.

Ante el desgaste del Partido Liberal, la oligarquía apostó por el Partido Nacional y direccionó las baterías del fraude a su favor. Los resultados, aún previos, informan que Porfirio Lobo tiene el 56 por ciento de los votos, el Partido Liberal —que es el partido de Zelaya y Michelleti— 38 por ciento y los tres partidos pequeños con alrededor de 2 por ciento de los votos cada uno, cabe destacar que Unión Democrática —UD, antiguo Partido Comunista Hondureño—, inicialmente estuvo contra el golpe en alianza con Zelaya, pero un sector minoritario sucumbió a la corrupción de la CIA y participó en las elecciones. Un sector mayoritario de UD se mantiene firme con la Resistencia.

El proceso electoral se llevó a cabo en medio de la militarización del país. Se registraron allanamientos de morada, antes, durante y después de las elecciones, por ejemplo en la colonia Kennedy, uno de los bastiones más combativos de la Resistencia en Tegucigalpa; el STIByS, el sindicato de trabajadores de la industria de la bebida, amaneció bajo un fuerte operativo militar; días antes fue sepultado el profesor Gradis Espinal, maestro miembro de la Resistencia de la zona sur del país, cuyo cuerpo fue encontrado maniatado, torturado y ejecutado; las muertes de la Resistencia no han dejado de fluir. Días previos a las elecciones, el canal 36 Choluta sur fue constantemente intervenido por los golpistas, inclusive con material pornográfico en horarios hábiles para intentar desacreditarle. El mismo 29 de noviembre fue brutalmente reprimida una manifestación pacífica en San Pedro Sula.

La táctica de la Resistencia fue hacer un “toque de queda popular”, es decir, cuando la dictadura decretó innumerables veces el toque de queda, la Resistencia respondía con fiesta, algarabía y desafíos puntuales saliendo en grupos a las calles para hacerle ver a los golpistas que no aceptaban su autoridad; esta vez, las masas se quedaron en sus casas haciendo vacío a las elecciones provocando un silencio que cortaba el aire, que hacía parecer a las ciudades y a las comunidades como desoladas; por semanas la Resistencia se organizó por barrios para boicotear la elección llamando a no votar y destruyendo la propaganda electoral. Las cifras oficiales apuntan un 60 por ciento de abstencionismo, en promedio se habla de una afluencia 3 o 4 votantes por hora.

Se registraron innumerables irregularidades como por ejemplo, hay informes de que las papeletas estaban foliadas y a los votantes se les registraba en la lista el número de folio asignado, en muchas casillas los votos fueron superiores a la lista, etc. Durante semanas hubo un proceso de coerción y voto de pánico, la oligarquía inundó los medios con la posibilidad de catástrofe si se presentaban manifestaciones, amenazó a los trabajadores con despido de no llegar con la evidencia de la tinta en el dedo como garantía de que votaron, se prometieron tentadores descuentos y ofertas en muchas tiendas para quien muestre su dedo entintado; el clero católico golpista amenazó de pecado mortal a quien no fuese a votar —con respecto a la posición del clero golpista, es interesante una declaración de una mujer al salir de una iglesia en San Pedro Sula: “el padre nos dijo que fuéramos a votar, pero yo siento que no debo hacerlo” —, esto es un indicador del proceso de toma consciencia de sectores de la población que desafían a los instrumentos de coerción ideológica, como la iglesia golpista. Se dieron también varios eventos de estallidos de bomba, por ejemplo el de Grupo Ama que vende autos en Tegucigalpa, también explotaron artefactos en un sitio cercano a donde se resguardaron las boletas electorales y en una plaza comercial, en suma, un ambiente de Estado de sitio.

Es claro que todo ese ambiente generó el pánico necesario para que un sector minoritario y desesperado de encontrar una salida, acudiera a las urnas golpistas; pero también es claro que la mayoría de la población no acudió a las urnas, sin embargo, el boicot de la Resistencia no fue suficiente para evitar la elección. El que los golpistas hayan logrado celebrar las elecciones es sólo un evento insertado en un proceso mayor, es decir, el nuevo gobierno no es garantía de estabilidad, más bien lo contrario, será un régimen débil y en crisis desde el primer día que seguirá basándose en el apoyo económico y militar del imperialismo y en la represión policiaco militar. Se va a profundizar la decadencia de la sociedad, la criminalidad, el narco, las maras, las sectas religiosas, todo ello se va a incrementar. Un régimen basado en la represión no puede ofrecer otra cosa. La oligarquía se envalentonará y va a tratar de ajustar cuentas, intentará dar una lección a las masas por el atrevimiento de haberse levantado, agudizando la explotación en las fábricas y los centros de trabajo; si la organización de la resistencia baja la guardia, la oligarquía seguirá con los asesinatos selectivos a los dirigentes por no haber claudicado, esto no excluye a Zelaya.

La mayor parte de los países han desconocido a las elecciones, aunque hay algunos que las han reconocido, como Costa Rica, Panamá y por supuesto Estados Unidos. Honduras es un laboratorio del imperialismo para la estrategia regional contra el avance de la ola revolucionaria en Latinoamérica. Es una cuestión prioritaria para el imperialismo asestar un golpe ejemplar, después de las derrotas que ha experimentado sobre todo en Venezuela aunque también en Ecuador y Bolivia, —en donde intentan minar el proceso revolucionario fundamentalmente desde dentro a través de la política reformista, que detiene la revolución sin llevarla hasta la sustitución del Estado burgués por el Semiestado bajo control de los trabajadores del campo y la ciudad—.

Indicadores de este proceso son las amenazas de golpe de Estado que está enfrentando el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, y en estos días el embajador de Estados Unidos en Managua, Robert Callahan, está coordinando las actividades de la CIA para intentar derrocar al gobierno del presidente Daniel Ortega. El telón de fondo del escenario son los tambores de guerra regional a partir de las bases imperialistas en Colombia. En El Salvador, Funes debe cambiar la postura, ya que declaró que ahora lo que se necesita en Honduras es un gobierno de unidad nacional, en la práctica, eso apoya la posición de la oligarquía y el imperialismo. Lo que ayudaría enormemente a la Resistencia sería una política declaradamente internacionalista, que busque aliarse abiertamente con Venezuela y construya un Frente único contra la oligarquía regional, defendiendo al gobierno sandinista de los ataques, a la vez que defiende una política de nacionalización de las principales palancas de la economía, sin indemnización y bajo control obrero, así como la disolución del ejército profesional y el armamento del pueblo en la defensa de la revolución centroamericana.

EUA inyectará algunos miles de dólares pero a cambio someterá más a la población. El gobierno de Lobo no es ninguna victoria, es apenas una pírrica y fraudulenta manera de intentar salir del atolladero desatado el 28 de junio. Lobo no será garantía para la inversión, aunque, intentarán maquillar de confianza al escenario. Lo que buscaban era frenar el avance de la revolución venezolana a territorio centroamericano y de momento lo han logrado. Pero el proceso sigue y en realidad no ha hecho sino comenzar. Hay un fermento evidente entre las masas, miedo de la oligarquía y el imperialismo ante el despertar de importantes sectores de las masas. La dictadura del capital financiero será más aguda en las relaciones sociales de producción, en la fábrica y en el puesto de trabajo. La historia no ha acabado, al contrario, se está extendiendo. Lo que hay que entender es que es una lucha a medio y largo plazo.

Los retos de la dirección de la Resistencia siguen siendo enormes. Se abre un periodo en el que tratarán de maquillar la situación de "normalidad" y será lógico que las masas intenten recuperar un poco de lo que han perdido con esta crisis, eso no significará que el movimiento haya sido derrotado, en realidad al haberse desarrollado las elecciones bajo Estado de sitio, es una muestra de la debilidad del régimen y a la vez la imposibilidad de la Resistencia de evitarlo, indica una especie de empate en este ciclo de lucha desde el golpe de Estado.

En realidad la revolución ha entrado a una etapa menos convulsa, pero más peligrosa en términos de definiciones, estrategia y táctica en la lucha de clases; si se ingresa a este periodo de manera pragmática, sin debate ideológico, se abriría la puerta a la posibilidad del oportunismo, burocratismo y traiciones de agentes similares a la dirección de UD que decidió legitimar al golpismo participando en las elecciones.

Definitivamente las masas no pueden continuar movilizándose permanentemente, si la dirección insiste en esta táctica, peligrosamente se puede desgastar por un periodo al movimiento. Es necesario convertir la energía de las masas en organización con una estructura permanente de medio y largo plazo. Un sector de las masas se irá a su casa, pero el movimiento debe seguir apoyándose en las masas, lo que no necesariamente significa convocarlas todos los días a que hagan marcha. El punto en este periodo está en la construcción de un partido obrero, usando el móvil de la invalidación de la elección, la ilegitimidad del régimen y por supuesto, la lucha por la Constituyente revolucionaria.

Lo importante es el balance a favor en el proceso de consciencia de las masas y esperemos que ese balance se exprese en organización con estructura permanente y no sólo coyuntural.


[1] Ver el punto 20 de: “A organizar el BOICOT ACTIVO de las elecciones golpistas. A 69 días de lucha, ¿qué táctica necesita el movimiento?”. http://www.militante.org/honduras-por-boicot-activo-elecciones-golpistas

 

 

Fecha: 

1 de diciembre de 2009

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