Trotsky y el materialismo dialéctico, apuntes filosóficos

Escrito por: 

David Rodrigo García Colín Carrillo

 

Herzen llamó a la filosofía de Hegel el álgebra de la revolución. La dialéctica es la lógica del desarrollo. La lógica (formal) es la dialéctica de la inmutabilidad. La lógica es un caso particular de la dialéctica, cuando el movimiento y el cambio entran en la fórmula como “0”. (León Trotsky, “Cuadernos filosóficos”)

 

Los apuntes de Trotsky en su diario, el 16 de mayo de 1935, terminan con estas palabras: “Mis intereses filosóficos aumentan desde hace algunos años pero lamentablemente mis conocimientos son muy insuficientes y me queda poco tiempo para un trabajo grande y serio…Tengo que llevarle el té a N…”1 Trotsky no escribió un tratado especial sobre “lógica” pero los cuadernos que dejó inéditos, con una rica gama de reflexiones filosóficas, tienen, como los “cuadernos filosóficos” de Lenin, un valor inapreciable para estudiar la piedra angular del marxismo: el materialismo dialéctico. Si bien no era especialista en historia de la filosofía sus escritos muestran que el método dialéctico era el alma de sus reflexiones y era el resorte de sus análisis políticos, históricos y organizativos. Para los revolucionarios son una verdadera mina de tesoros y sugestiones.

La filosofía dialéctica no era para Trotsky un fin en sí mismo sino un instrumento superior absolutamente indispensable para el análisis, orientado hacia la acción, de las contradicciones sociales, la historia y el movimiento obrero. Su fin no era el de escribir textos que comentaran externamente la historia, sino insertarse correctamente en ella. La exigencia estricta de la seriedad teórica era un requisito para una intervención adecuada; por ello sus observaciones pudieran parecer pedantes para el no iniciado, porque para él como para Marx “la veracidad de una teoría se demuestra tarde o temprano en la práctica”. Para Trotsky, como para Lenin, “no existe práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria”.

Puede parecer una idea impertinente y chocante el pretender expresar una teoría seria en términos tácticos y estratégicos, pero ello se debe a que la mayoría de los pensadores que reflexionan sobre la “filosofía-política” no tienen táctica o estrategia alguna, porque sus reflexiones están separadas de la vida y tienen poco que decirle a las personas y trabajadores de carne y hueso. Esa es la debilidad de la filosofía metafísica según Marx (tesis sobre Feuerbach).

La teoría revolucionaria, bien entendida, no es una colección de dogmas muertos recetados a la humanidad de una vez, se trata de ideas que aspiran a expresar las contradicciones reales del capitalismo y corregirse, enriquecerse o refutarse por la acción; son producto, por tanto, de la experiencia histórica. Entre teoría y acción existe una retroalimentación en constante tensión. Este tipo de vinculación entre teoría y la acción es impensable sin una concepción materialista y dialéctica del mundo, el pensamiento, la naturaleza y la sociedad; de hecho la implica, la requiere.

Si bien los ejemplos más notables del pensamiento filosófico de Trotsky se expresan en su aplicación concreta, es posible extraer de ellos notables reflexiones filosóficas. Tratemos de exponerlos, basándonos en su libro En defensa del marxismo y, sobre todo, en sus apuntes filosóficos que fueron dados a conocer –al menos en lengua inglesa- apenas en la segunda mitad de los años ochenta.2

Movimiento perpetuo

 

La “esencia” de la dialéctica materialista, de acuerdo con Trotsky, se puede expresar en un ejemplo gráfico -chocante para la lógica formal- que utiliza en En Defensa del Marxismo:

La lógica aristotélica del silogismo simple parte de la premisa de que A es igual a A. Este postulado se acepta como un axioma para una cantidad de acciones humanas prácticas y de generalizaciones elementales. Pero en realidad A no es igual a A. Esto es fácil de demostrar si observamos estas dos letras bajo una lente: son completamente diferentes. Pero, se podrá objetar, no se trata del tamaño o de la forma de las letras, dado que ellas son solamente símbolos de cantidades iguales, por ejemplo de un kilo de azúcar. La objeción no es válida; en realidad un kilo de azúcar nunca es igual a un kilo de azúcar: una balanza delicada descubriría siempre la diferencia. Nuevamente se podría objetar: sin embargo un kilo de azúcar es igual a sí mismo. Tampoco esto es verdad: todos los cuerpos cambian constantemente de peso, color, etc. Nunca son iguales a sí mismos. Un sofista contestará que un kilo de azúcar es igual a sí mismo 'en un momento dado'. Fuera del valor práctico extremadamente dudoso de este axioma, tampoco soporta una crítica teórica. ¿Cómo concebimos realmente la palabra 'momento'? Si se trata de un intervalo infinitesimal de tiempo, entonces un kilo de azúcar está sometido durante el transcurso de ese 'momento' a cambios inevitables. ¿O este 'momento' es una abstracción puramente matemática, es decir, cero tiempo? Pero todo existe en el tiempo y la existencia misma es un proceso ininterrumpido de transformación; el tiempo es en consecuencia un elemento fundamental de la existencia. De este modo el axioma A es igual a A, significa que una cosa es igual a sí misma si no cambia, es decir, si no existe.3

A primera vista, podría parecer que estas sutilezas son inútiles: En realidad tienen decisiva importancia. El axioma A es igual a A, es a un mismo tiempo punto de partida de todos nuestros conocimientos y punto de partida de todos los errores de nuestros conocimientos. Sólo dentro de ciertos límites se lo puede utilizar con uniformidad. Si los cambios cualitativos que se producen en A carecen de importancia para la cuestión que tenemos entre manos, entonces podremos presumir que A es igual a A. Este es, por ejemplo, el modo con que vendedor y comprador consideran un kilo de azúcar. De la misma manera consideramos la temperatura del sol. Hasta hace poco considerábamos de la misma manera el valor adquisitivo del dólar. Pero cuando los cambios cuantitativos sobrepasan ciertos límites se convierten en cambios cualitativos. Un kilo de azúcar sometido a la acción del agua o del queroseno deja de ser un kilo de azúcar. Un dólar en manos de un presidente deja de ser un dólar. Determinar en el momento preciso, el punto crítico, en que la cantidad se transforma en calidad, es una de las tareas más difíciles e importantes en todas las esferas del conocimiento, incluso de la sociología.4

La importancia vital que Trotsky asignaba al método en relación a la aproximación correcta a los fenómenos complejos, se puede ejemplificar con una anécdota –relatada en su libro En defensa del marxismo- no desprovista de cierto humor:

El año pasado me visitó un joven profesor inglés de economía política, simpatizante de nuestro movimiento. Durante nuestra conversación sobre los cambios y los medios para realizar el socialismo, expresó repentinamente las tendencias del utilitarismo inglés, según el espíritu de Keynes y otros: “Es necesario fijar un claro objetivo económico, elegir los medios más razonables para su realización etcétera. Yo le señalé: “Veo que es usted un adversario de la dialéctica”. Me contestó con cierto asombro: “Sí, no veo nada útil en ella”. “Sin embargo –le contesté- la dialéctica me ha permitido determinar, fundándome en unas pocas observaciones suyas sobre problemas económicos, a qué sector del pensamiento filosófico usted pertenece. Este solo hecho basta para demostrar el valor inapreciable de la dialéctica.5

En un fragmento no publicado, Trotsky explica algunos otros detalles de su conversación con el pragmático economista inglés:

En la misma conversación el joven intelectual británico dijo: “Entiendo el peso de la proposición de que todo sufre un cambio y que, dadas estas condiciones, la inmutabilidad del silogismo es incomprensible; pero pienso que el silogismo es simplemente un acuerdo entre la gente para entender conceptos específicos de idéntico sentido, algo así como la regla del juego”.

Le repliqué que él había llegado en la esfera de la lógica al nivel del contrato social de Rousseau en sociología. Tomó en broma mi comentario. En realidad, es una valoración bastante precisa y quizás demasiado indulgente del método lógico de mi oponente. Si la cosa se piensa bien, es difícil creer que en el siglo XX cualquier persona con algún conocimiento de la ciencia, con algún conocimiento sobre la evolución, pueda hablar del silogismo como el producto de un acuerdo entre la gente. Precisamente en esto se revela el total e irremediable atraso del método “científico” de este antidialéctico. Decir que las personas han llegado a un acuerdo sobre el silogismo es casi como decir, o más exactamente es lo mismo, que la gente llegó al acuerdo de tener fosas en las narices. El silogismo es un producto objetivo del desarrollo orgánico, es decir, del desarrollo biológico, antropológico y social de la humanidad, igual que lo que son nuestros diversos órganos, entre ellos nuestro órgano del olfato. […]607

La base de todo el pensamiento de Trotsky se puede expresar sintéticamente en la vieja idea de Heráclito : “todo fluye nada permanece”. El pensamiento dialéctico se eleva como una negación sobre el evolucionismo gradualista porque, en el movimiento, aquél busca su causa en las tensiones dinámicas (contradicciones) que lo impulsan y en los puntos en donde el cambio gradual implica un salto cualitativo, en donde el “flujo” cambia de naturaleza. Pero en su fluir el movimiento genera estabilidades relativas, movimientos desiguales. También, por ejemplo, el magma en su movimiento genera “coágulos” que llamamos rocas. No obstante la tensión generada por el movimiento revienta periódicamente los “coágulos” y los funde de nuevo en el movimiento perpetuo de ese “magma” del devenir:

Catástrofes. Todo fluye, pero no por fuera de [sus] márgenes. El mundo no es “fluido”, hay cambios en él, la cristalización de elementos durables (coagulados), aunque no por cierto “eternos”. Entonces la vida crea sus propios márgenes para sí misma para más tarde borrarlos. Los cambios cuantitativos de materia en un estadio dado presionan contra esas formas coaguladas, las cuales eran suficientes para su estado previo. Conflicto. Catástrofe. O la vieja forma vence (sólo parcialmente vence), haciendo necesaria la autoadaptación del proceso (parcialmente) conquistado, o el proceso de movimiento revienta la vieja forma y crea una nueva, por medio de nuevas cristalizaciones de sus matrices y la asimilación de elementos de la vieja forma.6

 

Estabilidad relativa

 

El concepto es la representación mental de los coágulos transitorios del desarrollo; por ello los conceptos, al ser la expresión fija del conocimiento, se convierten en cierto punto en un “rigor mortis mental”.7 El concepto es progresivo en cuanto expresa el nivel de conocimiento del hombre pero conservador en tanto es sólo una fotografía inmóvil del devenir. No obstante el conocimiento humano requiere fijar las estabilidades relativas conceptualmente, el conocimiento sería imposible si la mente fuera incapaz de abstraer ciertas cualidades. Si lo mental no fuera más que un fluir indiferenciado y sin contradicciones sería imposible el conocimiento. La tarea del pensamiento dialéctico no es negar la necesidad de conceptualizar, sino la de establecer los puntos en donde los conceptos deben negarse para representar adecuadamente las contradicciones del desarrollo de la naturaleza, la historia y el nivel de desarrollo de la capacidad productiva del hombre.

 

Las formas transitorias constituyen la negación de los conceptos fijos en donde A = A . Los puntos en donde las fronteras se difuminan, en donde la vida y la muerte se confunden, donde un Estado obrero se niega a sí mismo por el atraso objetivo que lo niega, donde el Orden se transforma en Caos; expresan los puntos de quiebre que vuelven imprescindible al pensamiento dialéctico. Estos puntos de rompimiento establecen un lazo entre los conceptos coagulados y permiten verlos como una red infinita, contradictoria y compleja. Por eso para Trotsky –siguiendo a Hegel- “El concepto –no es un círculo cerrado, sino una curva, un extremo de la cual se mueve hacia el pasado, el otro –hacia el futuro. Si tiras de sus puntas puedes deshacer la curva, pero también puedes anudarla”.8

Si visualizamos el tejido de la vida como una compleja red, entonces el concepto puede ser igualado a un nudo particular. Cada concepto parece ser independiente y completo (así opera la lógica formal con ellos), en realidad cada nudo tiene dos puntas, las cuales lo conectan con los nudos adyacentes. Si se tira de una punta se desata –la negación dialéctica de un concepto, en sus limitaciones, en su aparente independencia. Algunos objetos (fenómenos) son fácilmente confinados dentro de fronteras de acuerdo a la clasificación lógica, otros [se nos] presentan [con] dificultades: pueden ser ubicados aquí o allá, pero en una relación más estricta, en ningún lugar. Mientras provocan la indignación de los sistematizadores, tales formas transicionales son excepcionalmente interesantes para los dialécticos, ya que rompen las limitadas fronteras de la clasificación, revelando las conexiones reales y la consecución de un proceso vivo.9

Saltos cualitativos

La unilateralidad de los conceptos es “reventada” por el proceso de interacción y producción social generando nuevos conceptos más adecuados a las necesidades históricas de la época. Pero los nuevos conceptos no hacen desaparecer por completo el contenido de los viejos. Si los conceptos caducos expresaban efectivamente, aunque de manera más unilateral, ciertos aspectos de la realidad, los nuevos los incorporan –generando una “nueva unilateralidad” menos unilateral-. Por eso los nuevos conceptos no significan un nuevo comienzo sobre una base situada a la misma altura; sino una síntesis de los viejos en una nueva teoría, sobre una base superior. El desarrollo expresa una espiral.

Demos algunos ejemplos: la teoría corpuscular fue negada por la ondulatoria para ser sintetizadas en una nueva teoría –corpúsculo-ondulatoria- que vinculaba dialécticamente la verdad de los dos conceptos anteriores: “toda partícula tiene su onda asociada”. La inadecuada pero revolucionaria teoría evolutiva de Sir Buffón de los “caracteres adquiridos” fue negada por la teoría de Darwin mucho menos unilateral que aquella; ésta sigue vigente –aunque la gradualidad del proceso evolutivo, de Darwin, ha sido refutado por la idea del “equilibrio interrumpido” del difunto Gay Gould- pero los genetistas han descubierto que existen genes dormidos que se despiertan por el estímulo de ambiente como los sonidos potenciales de las teclas de un piano por los dedos de un pianista. Así, características genéticas adormecidas se pueden activar por el influjo del ambiente, en una versión mucho más compleja y dialéctica de los “caracteres adquiridos” que la simplista idea de Buffon según la cual los cuellos de las jirafas se alargaron por su intento de alcanzar las copas de los árboles. La idea de la “generación espontánea” fue negada por los experimentos de Louis Pasteur que demostraron que la vida proviene de la vida; pero ésta tautología fue completada por la producción artificial de materia orgánica (hoy en día la producción sintética de medicamentos y hormonas es práctica común) que muestra que en ciertas condiciones lo orgánico surge de lo inorgánico de manera “espontánea”. Podríamos reproducir los ejemplos (la relación entre Ricardo, Smith y Marx en relación al concepto “valor-trabajo”) pero baste lo dicho para mostrar el desarrollo dialéctico de los conceptos.

Trotsky antes que Khun expone, con otros términos, la teoría de que los tiempos de “ciencia normal” son rotos por la acumulación de evidencias que contradicen el paradigma base de ese periodo de desarrollo científico, para llegar al punto cualitativo de “revolución científica” en donde surgen nuevos paradigmas que dan una más comprensiva explicación incorporando los “ruidos” que perturbaban la vieja idea:

Históricamente la humanidad forma sus “concepciones” –los elementos básicos de su pensamiento– en los cimientos de la experiencia, la cual es siempre incompleta, parcial, unilateral. Incluye en “el concepto” aquellos rasgos de un proceso vívido, por siempre cambiante, los cuales son importantes y significativos para ella en un momento dado. Su futura experiencia primero es enriquecida (cuantitativamente) y luego sobrepasa el concepto cerrado, esto es, en la práctica lo niega, por lo cual necesita una negación teorética. Pero la negación no significa una vuelta a la tabula rasa. La razón ya posee: a) el concepto y b) el reconocimiento de su error. Este reconocimiento es equivalente a la necesidad de construir un nuevo concepto, y entonces se revela inevitablemente que la negación no fue absoluta, que afectó sólo a ciertos aspectos del primer concepto. El nuevo concepto tiene entonces por necesidad un carácter sintético: en él entran aquellos elementos del concepto inicial, que fueron capaces de resistir la tríada mediante la experiencia + aquellos nuevos elementos de la experiencia, que llevaron a la negación del concepto inicial.10

De lo anterior se deriva que una de las tareas más importantes del pensamiento dialéctico consiste en encontrar los puntos de ruptura:

Determinar el momento preciso el punto crítico en que la cantidad se transforma en cantidad, es una de las tareas más difíciles o importantes en todas las esferas del conocimiento, incluso de la sociología.11

Trotsky escribe en sus apuntes filosóficos que la idea de la “transformación de cantidad en calidad” es la noción más importante del pensamiento dialéctico.

La ley de la transición de cantidad en cualidad es (muy probablemente) la ley fundamental de la dialéctica.12

 

Dialéctica Debe reconocerse que la ley fundamental de la dialéctica es la conversión de la cantidad en calidad, porque [nos] da la fórmula general de todo el proceso evolutivo –tanto de la naturaleza como de la sociedad. El conocimiento comienza con la diferenciación de cosas, con la oposición de una con la otra, con la clasificación de sus diferencias cualitativas. Las definiciones cuantitativas operan con particulares independientes, consecuentemente dependen de definiciones cualitativas (cinco dedos, diez años, 100 amperes). El pensamiento práctico vive dentro de estos límites. Para un comerciante de ganado una vaca es una vaca; está sólo interesado en las cualidades individuales de sus ubres. Desde este punto de vista práctico es indiferente a los lazos genéticos entre la vaca y una ameba. Si tomamos el universo desde el punto de vista de la teoría atómica, entonces este se nos aparece como un laboratorio gigante para la transformación de cantidad en calidad y a la inversa.

Es posible reconocer esto, pero fallar en hacerlo el principio fundamental del pensamiento propio. Están aquellos que unen la cosmovisión de Kant- Laplace con creencias o cuasicreencias bíblicas y, mientras se publicitan a sí mismos como darwinistas, creen en los principios más altos, la moral innata en la humanidad. El principio de transición de cantidad en cualidad tiene significancia universal. […]13

En ésta “ley de la dialéctica” se sintetiza el núcleo del pensamiento revolucionario; el punto donde el movimiento gradual acumula sus tensiones inmanentes hasta un nivel insoportable; el punto que anuncia la emergencia de una nueva cualidad.

Aquéllos que opinan que esta idea dialéctica es mística deberían reflexionar sobre las implicaciones de la revolución científica conocida como “Teoría del caos”-elaborada independientemente de los textos de Hegel o Marx- cuyo nodo central, para recuperar la imagen utilizada frecuentemente por los teóricos del Caos, es determinar el punto en que “el aleteo de una mariposa en nueva York puede provocar un huracán en Tokio”. Esta noción es fundamental en física y en química (estados de agregación de la materia, la Tabla periódica de los elementos, etc.) y sobre todo es fundamental en el estudio del capitalismo y de la sociedad.

Posibilidad y necesidad

Uno de los temas más fascinantes del estudio de los saltos dialécticos es determinar el punto en donde estos se tornan inevitables, donde la posibilidad que germina hace inevitable el paso a una nueva cualidad. Si es verdad que el desarrollo histórico en Rusia hizo posible la revolución de 1917 la tarea consiste en determinar el momento en donde la caída del régimen, primero, y el sistema, después, se tornó inevitable. En este salto cualitativo el papel del Partido bolchevique –y dentro de éste el de Lenin y Trotsky- fue, sin duda, determinante. Por otro lado, la posibilidad real de la extensión de la revolución a países decisivos como Alemania e Inglaterra no se tornó en inevitabilidad producto del papel de las direcciones socialdemócratas. En el terreno social, el factor que tiende un puente entre la posibilidad con la inevitabilidad es la dirección que encabeza, para bien o para mal, la revolución. La posibilidad de la caída de un objeto equilibrado penosamente al borde de un precipicio es real y objetiva, pero la inevitabilidad de su caída estaría determinada por la presencia de un terremoto o un huracán.

La conversión de una posibilidad abstracta en una necesidad concreta –también una ley importante de la dialéctica– ¿se define cada vez por una combinación de condiciones materiales definidas? Así, de la posibilidad de una victoria burguesa sobre las clases feudales hasta la victoria misma hubo varios lapsos de tiempo, y la victoria frecuentemente pareció una semivictoria. Para que una posibilidad se convierta en una necesidad tenía que haber un correspondiente fortalecimiento de algunos factores y el debilitamiento de otros, una interrelación definida entre esos fortalecimientos y debilitamientos. En otras palabras: fue necesario que varias series interconectadas de cambios cuantitativos prepararan el camino para una nueva constelación de fuerzas. La ley de conversión de posibilidad en necesidad así conduce –en último análisis– a la ley de conversión de cantidad en calidad.

 

Las tesis de la dialéctica, decía Trotsky “no son ficción ni misticismo”, sino producto del desarrollo histórico, de la interacción histórica del hombre con la naturaleza. Ni la lógica formal ni la lógica dialéctica son producto de la razón pura sino del proceso social, práctico, de generalización teórica. Por ello pretender que el silogismo es una especie de “acuerdo de caballeros” es una idea tan necia como la de que dos más dos igual a cuatro es un simple acuerdo arbitrario, tanto como las reglas de los juegos infantiles. La necesidad de sobrevivir ha hecho que incluso entre los animales encontremos ejemplos del uso del silogismo aristotélico aún cuando ningún animal –con excepción del hombre- haya sido capaz de representarse mental y conscientemente esa forma lógica -expresión de las relaciones efectivas de los procesos naturales-.

Los elementos del silogismo se encuentran también entre los animales; el pollo sabe que el grano es en general útil, necesario y sabroso. Reconoce un grano determinado -el de trigo- con el que está familiarizado, y de allí extrae una conclusión lógica por medio de su pico. El silogismo de Aristóteles es sólo una expresión articulada de estas conclusiones mentales elementales que observamos a cada paso entre los animales. Hablar, por lo tanto, del silogismo como producto de un contrato es absolutamente ridículo. […]14

La noción del movimiento, de los cambios de estado, de la interdependencia de los opuestos son intuiciones que las personas utilizan frecuentemente sin haber estudiado ni a Heráclito, Hegel ni a Marx- Trotsky explica que incluso la ama de casa sabe que poner más cucharadas de sal a un guisado lo vuelve, en cierto punto, incomible ¡a la ama de casa le pasa como el señor Jordain quien había estado escribiendo en prosa sin saberlo, utiliza la dialéctica inconscientemente!- Pero la diferencia teórica entre las conclusiones dialécticas de la ama de casa, producto de su fina observación diaria y su práctica culinaria, y la genialidad de Hegel y Marx radica en que en estos la “semilla dialéctica” es desarrollada de manera consciente y consistente extrayendo todas sus consecuencias y aplicándola metódicamente a todas las facetas contradictorias de todos los niveles de la realidad. En la lógica formal las intuiciones dialécticas son episódicas y fragmentarias:

Quienquiera que haya llegado a entender que la evolución se desarrolla a través de la lucha de fuerzas antagónicas; que una lenta acumulación de cambios hace estallar en determinado momento la viaja caparazón produciendo una catástrofe, una revolución; quienquiera que haya aprendido finalmente a aplicar las leyes generales de la evolución del pensamiento mismo, es un dialéctico que se diferencia del evolucionismo vulgar. El entrenamiento dialéctico de la mente –tan necesario para un luchador revolucionario- como la ejercitación de los dedos para un pianista- exige que todo problema sea tratado como proceso y no como categoría inmóvil. En cambio el evolucionista vulgar se limita generalmente a reconocer la evolución sólo en ciertas esferas, y se contenta en todas las demás cuestiones con las banalidades del “sentido común”.15

El pensamiento dialéctico no suprime la pertinencia del pensamiento lógico formal, sino que lo subsume como un caso particular; de la misma forma que la física de Newton quedó subsumida como un caso particular de la física relativista de Einstein. Es una necedad dogmática pretender aplicar las leyes de Newton en la física subatómica como necio aplicar la lógica formal al estudio del capitalismo o a fenómenos que implican movimiento y contradicciones (en realidad “todo fluye” por lo que las estabilidades son relativas y provisionales). De acuerdo con Trotsky el pensamiento dialéctico guarda la misma relación con respecto a la lógica formal que la que existe entre la aritmética elemental y el cálculo diferencial o las matemáticas superiores.16 Éstas no anulan a la primera pero sí las subsumen dentro de un campo teórico mucho más complejo:

Con respecto al pensamiento vulgar, el pensamiento dialéctico está en la misma relación que una película cinematográfica con una fotografía inmóvil. La película no invalida a la fotografía inmóvil, sino que combina una serie de ellas de acuerdo a las leyes del movimiento. La dialéctica no niega al silogismo, sino que nos enseña a combinar los silogismos en forma tal que nos lleve a una comprensión más certera de la realidad eternamente cambiante. Hegel en su Lógica estableció una serie de leyes: cambio de la cantidad en calidad, desarrollo a través de las contradicciones, conflictos entre el contenido y la forma, interrupción de la continuidad, cambio de la posibilidad en inevitabilidad, etc., que son tan importantes para el pensamiento teórico como el silogismo simple para las tareas elementales.17

 

Lo material y lo ideal

La noción de la evolución, del constante devenir por medio de saltos cualitativos, conduce directamente al materialismo. Si las supernovas producen “nubes” de polvo estelar (partículas subatómicas dispersadas) si la concentración de nubes permite la aglomeración de materia y las formación de estrellas y sistemas estelares, si los procesos de síntesis atómica que se dan al interno de las estrellas permiten la formación de átomos más pesados que el hidrógeno, si los procesos químicos en océanos primitivos –de planetas situados en puntos críticos con relación a su estrella- permitieron el origen de compuestos orgánicos y estos de vida unicelular, si la aglomeración de células permitió el surgimiento de vida pluricelular y, en cierto punto, el surgimiento de seres con sistema nervioso, si la vinculación social de ciertos animales permitió el surgimiento de la consciencia a partir del sistema nervioso, y si la producción de herramientas –entre otro factores- permitió el surgimiento del cerebro humano capaz de formular esquemas mentales (lógicos), concepciones filosóficas y religiosas sobre su mundo; todo esto nos obliga a aceptar que el movimiento dialéctico –que, por supuesto, implica retrocesos, contradicciones, estancamientos que hemos simplificado en extremo para exponer nuestra idea- desentrañado por la ciencia moderna, nos conduce, en última instancia, hacia posiciones materialistas.

[…] el punto de vista dialéctico (o evolucionista), consecuentemente el más apropiado, inevitablemente conduce al materialismo: el mundo orgánico emergió del inorgánico, la conciencia es una capacidad de los organismos vivos dependiente de órganos que se originaron a través de la evolución. En otras palabras “el alma” de la evolución (de la dialéctica) conduce en último análisis a la materia. El punto de vista evolucionista llevado a una conclusión lógica no deja espacio ni para el idealismo ni para el dualismo, ni para otras especies de eclecticismo.18

 

Hegel desarrolló la dialéctica del concepto de una manera absolutamente genial, pero –como señala Trotsky- al haber escrito antes de Darwin su sistema no podía ser más que idealista y, por tanto, ser una genial anticipación. Marx afirmó haber puesto sobre sus piernas lo que Hegel había puesto de cabeza. Con relación a este fenómeno curiosísimo Trotsky apunta una tesis sumamente interesante que parcialmente pudiera explicar el fenómeno:

¿Por qué en un determinado grado de desarrollo del pensamiento científico en distintas áreas es necesario poner a la teoría “sobre sus piernas” (la presunción es que ha estado parada de cabeza hasta ese momento)? Porque la humanidad en su actividad práctica está inclinada a ver al mundo entero como un medio, y a sí misma como el fin. El egocentrismo práctico (homocentrismo) –está llevado a teoría– pone a la estructura del mundo entero sobre su cabeza. De aquí surge la necesidad de correcciones (Kant-Laplace, Lyell, Darwin, Marx).

 

Ya el viejo sofista Protágoras había afirmado que “el hombre es la medida de todas las cosas, de lo que es en tanto que es y de lo que no es en tanto que no es”. Si bien esta tesis sostenía el subjetivismo relativista, puede expresar el hecho de que los seres humanos hemos desarrollado el conocimiento a partir de necesidades históricas limitadas, unilaterales, transitorias –en realidad no puede ser de otra forma-. La óptica egocéntrica desde la cual se enfoca el mundo choca en un determinado momento con la praxis social que, en tanto proceso objetivo –porque implica interacción objetiva con lo objetivo-, exige poner sobre sus pies lo que había estado de cabeza. En Hegel la dialéctica estaba de cabeza porque, en parte, el egocentrismo idealista imponía la ilusión de la identidad entre el pensar y el ser, de la legislación universal del concepto. El pensar, en Hegel, se convierte en autoconocimiento y reincorpora su “ser otro” exterior, enajenado, que la consciencia primitiva suponía exterior al espíritu. Pero Darwin en biología, Lyley en geología, Laplace en cosmología, etc., mostraron que “el espíritu” es producto de la evolución de la naturaleza material. Como señala Trotsky, en cierta etapa de su desarrollo la historia obliga a poner sobre sus pies lo que se hallaba de cabeza. Entre el pensamiento y el ser existe correspondencia, en el sentido de que el pensamiento expresa -correcta o incorrectamente- cierto nivel de la realidad, pero no identidad – en el sentido que ontológicamente la existencia no requiere de la existencia del pensamiento-:

 

Según Hegel ser y pensar son idénticos (idealismo absoluto). El materialismo no adopta esta identidad –éste prioriza el ser al pensar. “abstrakt, tot unbewegend” (I, 43)1 Sehr gut! La identidad de ser y pensar según H[egel] significa la identidad de la lógica objetiva y la subjetiva, su congruencia última. El materialismo acepta la correspondencia de lo subjetivo y lo objetivo, su unidad, pero no su identidad, en otras palabras, éste no libera al hecho de su materialidad, para mantener sólo el marco de trabajo lógico de regularidad, del cual el pensamiento científico (conciencia) es la expresión. “in ihrer Wahrheit das ist in ihrer Einheit”

I, 432 ¿Es posible decir que el idealismo absoluto de Hegel es un solipsismo autolegislado?19

Pero si la dialéctica del espíritu es, en realidad, la expresión subjetiva del proceso del conocimiento de la dialéctica objetiva (del movimiento y de las leyes naturales que rigen el devenir del cosmos) no se deduce de ello que el pensamiento es idéntico al mundo. El pensamiento influido por la praxis tiende a reflejar el movimiento real “traspuesto en la cabeza del hombre” como decía Marx. Pero el reflejo –debemos insistir siempre dialéctico para evitar mecanicismos absurdos- no es idéntico al objeto que refleja. El reflejo óptico es una expresión mecánica y directa del rebote de la frecuencia electromagnética de la luz en los objetos, rebote expresado en la imagen del espejo. El reflejo mental, por el contrario, tiene su propia dinámica que no es reducible a una proyección directa del objeto.

Una vez surgida la consciencia, surgen, también, leyes propias que determinan, hasta cierto punto, los reflejos mentales. Así, lo que se percibe es configurado no sólo por las características físicas del objeto sino por los prejuicios y experiencias previas del sujeto que percibe. Esto no quiere decir, como creen los posmodernos, que el conocimiento objetivo es una ilusión racionalista y que todo el conocimiento humano no es más que un “meta-relato” (es decir un gran “choro” consistente pero falso); es la praxis, nuca vista por la filosofía posmoderna, la que tiende a corregir lo que es distorsionado o falseado por los prejuicios. La intervención consciente, la transformación de la realidad son el criterio para romper el falso dilema mecanicista según el cual entre el fenómeno y la esencia hay una barrera infranqueable, de acuerdo con Engels (siguiendo a Hegel), la interacción con la realidad nos revela el nexo entre lo aparente y las causas subyacentes que determinan al fenómeno tal como se nos aparece; pero la esencia así descubierta se convierte, de inmediato, en un nuevo fenómeno que requiere una mayor investigación en un proceso infinito de desarrollo contradictorio y desigual.

 

Después de Engels fue Plejanov quien con su estilo polémico implacable, duro, satírico y sarcástico –estilo del que, por cierto, aprendería Lenin- refutó a los agnósticos, según los cuales sólo conocemos aquello que nuestra subjetividad y nuestras categorías ha puesto en el mundo: “Si el señor Konrad Schmidt no existiera como cosa-en-sí; si sólo fuera una apariencia [señala Plejanov], es decir, una imagen que sólo existe en mi conciencia, nunca me perdonaría que mi conciencia hubiera producido un doctor tan inepto en especulación filosófica. Pero si mi imagen corresponde al señor Konrad Schmidt real, entonces no soy responsable de sus errores lógicos, mi conciencia está tranquila, y eso vale mucho en este valle de lágrimas”.20 Siguiendo esta línea de argumentación Trotsky agregará después: “si en vez de llegar a tiempo para tomar el tren a las nueve, algún filósofo idealista se atrasara dos minutos, no vería más que la cola del tren, y se convencería, por sus propios ojos, que el tiempo y el espacio son inseparables de la realidad material”.21

Si desarrollamos esta tesis más allá, debemos aceptar que la dialéctica de la mente, aunque tiende a expresar la dialéctica de la materia, no se reduce a ella; se debe aceptar que tiene una naturaleza propia que no se identifica con la dialéctica de la naturaleza. Así por ejemplo, las tensiones entre las capas de la mente no son un simple reflejo de, por ejemplo, las contradicciones de la materia y antimateria. Freud señaló que la mente tiene su propia dinámica. Incluso si sólo consideramos la parte consciente de la mente vemos que ésta tiene su propia lógica: es posible desarrollar la teoría matemática, por ejemplo, sin necesidad de apelar directamente a las propiedades cuantitativas de la realidad que la hicieron surgir en los albores de la civilización. El que las matemáticas expresan las relaciones cuantitativas de la realidad (cosa que se comprueba por el hecho de que las matemáticas se aplican a la realidad –si fueran construcciones arbitrarias sin relación con la realidad, serían inaplicables a ella-) no niega que las matemáticas se han desarrollado, en gran medida, con base al desarrollo lógico de paradigmas teóricos cuya base material ha quedado muy lejana en la historia. Ignorar esto ha hecho a muchos científicos omitir que la confirmación de una hipótesis desarrollada matemáticamente, que pretende explicar cierto aspecto de la naturaleza, sólo puede encontrarse en la interacción experimental con esta última. Las matemáticas de Einstein, por ejemplo, admiten multitud de universos diferentes (infinitos, finitos, esféricos, cilíndricos, etc.). Pero es evidente que si el universo es infinito no puede ser cilíndrico y tampoco haber tenido un origen en el tiempo. Trotsky señala la no identidad de la dialéctica del espíritu y la dialéctica de la naturaleza.

Como el conocimiento no es idéntico al mundo (a pesar del postulado idealista de Hegel), el conocimiento dialéctico no es idéntico la dialéctica de la naturaleza. La conciencia es más bien una parte original de la naturaleza, que posee peculiaridades y regularidades que están completamente ausentes en la parte restante de la naturaleza. La dialéctica subjetiva debe por esto ser una parte distintiva de la dialéctica objetiva –con sus propias formas especiales y regularidades. (El peligro reposa en la transferencia –bajo el atuendo de “objetivismo”– de los dolores de nacimiento, los espasmos de la conciencia, a la naturaleza objetiva).

 

La importancia del método dialéctico en el análisis de la URSS

 

Para Trotsky la filosofía marxista es un instrumento para la acción, sus reflexiones sobre el materialismo dialéctico están siempre orientadas a la acción revolucionaria, a las perspectivas, la táctica y la estrategia; son un fino ejemplo de la vinculación estrecha entre pensamiento y praxis. El debate con dos de los dirigentes del SWP (Max Shachtman y james Burnham), sección noerteamericana de la IV internacional, polémica expresada en su obra En Defensa del Marxismo y en los borradores preparatorios para ésta, son, quizá, el ejemplo más claro. El debate se centraba en torno a la naturaleza del Estado soviético. Para Shachtman y Burnham la invasión soviética a Polonia (octubre de 1939) y el pacto Hitler-Stalin demostraba que el Estado soviético era una nueva forma de Capitalismo de Estado (anticipando las teorizaciones al respecto de gente como Tony Cilf) y, por tanto, no había ya nada que defender del producto de la revolución de Octubre, el conflicto entre occidente capitalista y la URSS no era, así, más que una expresión de pugnas inter-burguesas.

Para Trotsky estas conclusiones eran expresión de un análisis mecanicista y formalista, es decir, del rechazo y desdén explicito por la filosofía dialéctica. El análisis del carácter de clase del Estado soviético era imposible, de acuerdo con Trotsky, sin un estudio dialéctico; es decir, sin el estudio concreto de las contradicciones que determinaban las relaciones sociales y las tendencias de desarrollo de la sociedad surgida de la Revolución de Octubre, un estudio que hiciera a un lado los fenómenos superficiales y aparentes para llegar a las raíces que determinan el carácter del Estado en todos sus tipos. Las relaciones de propiedad de la URSS, la economía planificada, el monopolio del comercio exterior daban al Estado soviético un carácter cualitativamente distinto al capitalismo. La contradicción central de la URSS estaba en la tensión entre una economía planificada y una burocracia que había usurpado el control político a los trabajadores, en la dinámica de esta contradicción Trotsky encontraría la clave para anticipar la caída de la URSS y la conversión, de la noche a la mañana, de la burocracia “comunista” en una nueva burguesía. El tipo de análisis determinaba el tipo de actitud frente al fenómeno y, por tanto, se trataba de una cuestión práctica de primera importancia.

 

1 Trotsky, ¿A dónde va Francia? Diario del exilio, Argentina, CEIP, 2013, p.294.

2 Los “cuadernos filosóficos” de Trotsky fueron accidentalmente descubiertos por Philip Pomper cuando revisaba –con motivo de un estudio sobre Trotsky, Lenin y Stalin- los “archivos Trotsky” en la universidad de Harvard. Fueron publicados en inglés en 1986 por la editorial Columbia University Press bajo el título Trotsky's Notebooks, 1933-1935: Writings on Lenin, Dialectics, and Evolutionism.

3 Trotsky, L. En defensa del marxismo, México, Juan Pablos, 1973, pp. 28-29.

4 Ibid., pp. 27-28.

 

5 Ibid., p. 26. 607Trotsky, L. “Escritos y fragmentos inconclusos” en Escritos, Libro 6, (edición electrónica en CD)

 

6 Trotsky, Escritos filosóficos, Argentina, CEIP, 2004, p. 54.

7 Esta expresión fue usada por Alan Woods y Ted Grant en su libro Razón y revolución para referirse al pensamiento formal.

8 Escritos filosóficos, Argentina, CEIP, 2004, p. 39.

9 Ibid., p. 37.

10 Ibid., p. 32, el subrayado es mío.

11 Trotsky, L. En defensa del marxismo, México, Juan Pablos, 1973, p. 28.

12 Trotsky, Escritos filosóficos, Argentina, CEIP, 2004 p. 50.

13 Ibid., p. 51.

14 Ibidem

15 Trotsky, L. En defensa del marxismo, México, Juan Pablos, 1973, pp. 29-30.

16 Trotsky, Escritos filosóficos, Argentina, CEIP, 2004, p. 5.

17 Trotsky, L. En defensa del marxismo, México, Juan Pablos, 1973, p. 30.

18 Trotsky, Escritos filosóficos, Argentina, CEIP, 2004, p. 28.

19 Ibid., p. 38.

20 Baron, Samuel H; Plejanov, el padre del marxismo ruso, México, Siglo XXI, 1976, p. 241

21 Trotsky, “Radio, ciencia, técnica y sociedad”, en Literatura y revolución, otros escritos sobre literatura y el arte, (dos tomos), Tomo II, España, Ruedo Ibérico, 1969, p. 79.    

 

 

Fecha: 

7 de junio de 2016

Teoría Marxista: