El espectáculo del “Chapo”

Escrito por: 

Rubén Rivera

 

El fenómeno de las drogas ha sido permanente en la historia de la humanidad; los efectos que posee para afectar la conciencia y el sistema nervioso han sido catalogados por las distintas culturas como divinos o criminales, todo depende del contexto.
 
En la sociedad capitalista  el empleo de las drogas, por parte del estado, se ha permitido como un mecanismo mediatizador y embrutecedor de las masas; pero al mismo tiempo se ha combinado con un discurso hipócrita en donde se ha catalogado como actividad peligrosa e ilegal. En el siglo XIX los mismos ingleses forzaron a China a permitir el tráfico de opio mediante una guerra a pesar de que era de todo conocido el daño a  la salud pública que esto causaba. Los propios Estado Unidos, pese al discurso prohibicionista, han desarrollado un manejo político del problema, al grado de que, como ya es conocido, permitieron la formación de grandes carteles de droga en la década de los ochentas, con el objeto de generar mecanismos de financiamiento ilegal de armas en regiones como Centroamérica; así llegó a la cumbre Pablo Escobar en Colombia o el propio Miguel Ángel Félix Gallardo en México.
 
En general el tráfico de drogas que no está destinado a funciones medicinales o experimentales se contempla como algo sucio. La gran burguesía acostumbra utilizar el dinero del narcotráfico para apuntalar negocios, pero generalmente busca que otros sean los que se ensucien las manos. La actividad del narcotráfico es dual, el capitalismo lo necesita y al mismo tiempo lo mantiene en el marco de la ilegalidad, de este modo, en función de las circunstancias, genera mecanismos para controlarlo según las condiciones existentes.
 
Por su propia naturaleza,  el tráfico de drogas está controlado por mafias. No nos referimos a los hippies que tienen dos o tres macetas o a los pobres diablos que la venden para poderse seguir envenenando, sino a  los grandes productores, exportadores y distribuidores de droga; también a grandes capitalistas, socios de sus colegas legales y a la vez que delincuentes.
 
En este contexto existe un código muy simple, mientras su actividad se mantenga a la sombra, los capos pueden convivir y disfrutar de los privilegios del dinero e incluso del poder político. Esto ha sucedido con la mayoría de los grandes narcotraficantes, no obstante cuando se hace evidente para la llamada opinión publica la relación entre las grandes fortunas y la estela de corrupción, muerte y degradación que implica, “Don fulano” se convierte en enemigo público.  La mayor parte de ellos proviene de los estratos más bajos de la sociedad, chalanes, choferes, pistoleros, acostumbrados al trabajo sucio que el negocio implica y también a obedecer al patrón, cuando llegan a la cumbre, exigen la misma obediencia que ellos ofrecían o más, sí es posible.
 
Los jefes del narcotráfico miraron crecer el negocio con el contubernio hipócrita entre el estado y la gran burguesía, interpretan esta relación como algo inamovible, para ellos el negocio creció en la impunidad y la complicidad. En realidad así funciona en condiciones normales, o normales para ellos, en esos contextos pueden asesinar, violar, desaparecer y más o menos no pasa nada. Nada para ellos, en el mundo de los burgueses los seres humanos son poco más que ganado, para los burgueses dedicados al narcotráfico los seres humanos no alcanzan siquiera ese estatus. La sociedad capitalista, en su cara más brutal, les ha enseñado a funcionar así y por ello y para ello entran en un proceso de selección casi natural, sólo lo peor, lo más cruel, lo más degradado puede cumplir con esas normas.
 
Joaquín Guzmán  “el chapo” es uno de esos seres que surgió de las cloacas y de pronto, por sobreestimar el nivel de impunidad que le era tolerado  , los medios le dieron notoriedad. Al mismo régimen del narco le convino una figura de ese tipo como una fachada, una imagen a la cual atender y señalar mientras que por otro lado el “negocio” crece.
 
Entre 1994 y 2001, con el Chapo preso, se desarrollaron distintos carteles.  Algunas bandas incluso adoptaron los métodos de la contrainsurgencia guatemalteca, se apoderaron de ciudades enteras, especialmente en la zona del golfo, donde la detención de Juan García Abrego y luego la de Osiel Cárdenas Guillen, ambos enviados casi inmediatamente a los Estados Unidos, no solo no debilitaron la actividad sino que la hicieron más violenta. Aquí tenemos que hacer una aclaración, una cosa es que se destruya un cartel que entra en conflicto directo con el Estado, por ejemplo los Arellano Félix, y otra cosa es que el narcotráfico se debilite.  Tomando como referencia los ejemplos expuestos, en ningún caso hubo debilitamiento del narcotráfico pese a que las cabezas quedaron bajo resguardo norteamericano o sus organizaciones casi disueltas como pasó con los Arellano Felix.
 
En el caso del cartel de Sinaloa, mientras el Chapo estaba en prisión, el Güero Palma también fue extraditado y parte de la familia de su compadre, el Mayo Zambada, también.  En todos los casos fue noticia que dichos capos llegaron a acuerdos para reducir condenas a cambio de información. Nos preguntamos ¿en qué repercutieron los acuerdos celebrados para disminuir el problema? Nos respondemos, a la vista de los resultados, que no ayudaron en nada.
 
El Chapo “escapo” en el 2001 y fue recapturado en 2014, trece años en los que su presencia o ausencia no fueron diferencia salvo que su persona podía funcionar como moneda de cambio en la relación cartel-estado. Es decir, para “Sinaloa” es más fácil entregar al Chapo que una ruta, y es más fácil entregar datos de rutas que ya no usa, o que usan sus competidores, que realmente doblegarse. Todo consiste en refrendar el acuerdo tácito “no me creas problemas políticos, te tolero”, y ello implica para el cartel dar información que el gobierno pueda usar como muestra de que el combate al narcotráfico va por buen camino.
 
El escenario no es como en un guion cinematográfico, múltiples contradicciones atan o rompen las relaciones entre carteles y el Estado, la fuga del chapo del 11 de julio del 2015 se puede interpretar como un movimiento de cartel para mostrar fuerza; la reacción del estado para lograr su nueva captura, fue una respuesta al desafío. Todo sin romper las reglas del juego mismo. El circo mediático de su recaptura, las noticias sobre la supuesta relación con una conocida actriz, las declaraciones en público de su esposa, el juego de la extradición a los Estados Unidos es en el fondo una cortina de humo, no porque cada uno de los actores no se crea su papel, de hecho necesitan hacerlo para que el juego funcione.
 
El Gobierno norteamericano no quiere acabar con el narcotráfico, quiere controlarlo. El gobierno mexicano depende de las definiciones de las del gobierno norteamericano, pero no puede tolerar desafíos directos que debiliten su papel público como autoridad política máxima de la burguesía mexicana. Por esa cuestión prefiere seguir combatiendo fantasmas como el Chapo mientras que permite que millones de jóvenes sean destruidos física y moralmente bajo el flagelo de las drogas, a fin de cuentas, un pueblo de muertos vivientes, no es capaz de rebelarse ni de transformar nada.
 
El chapo ya no es útil para su propio cartel, pero sí para los políticos en ambos lados de la frontera, por eso podemos  hacer la siguiente profecía: el Chapo Guzmán será finalmente extraditado a los Estados Unidos, ahí llegara a un acuerdo feliz con el gobierno; dirá una o dos cosas útiles para los fines de los políticos norteamericano y a cambio se le permitirá algún día, morir tranquilo en su cama fuera de prisión. Kate del Castillo hará una película y ganara dinero con el morbo de una opinión pública engañada, como los son los toros ante el capote. Mientras tanto el negocio del narcotráfico seguirá tan campante como hasta ahora.
 
En nuestro anterior artículo al respecto señalábamos:
 
“Repitámoslo una vez más: entre narcotráfico y gobierno no hay contradicciones fundamentales y para combatir a los trabajadores organizados siempre se pondrán al final de acuerdo. La única alternativa es la organización independiente y la lucha.
 
 El movimiento de autodefensas ha sido el único que en realidad ha rendido frutos para desarticular las organizaciones de delincuentes, desgraciadamente está demostrado que si estas no se vinculan con las auténticas luchas del pueblo al final quedan bajo el peligro de ser destruidas.
 
La organización y el armamento del pueblo con un programa auténticamente revolucionario es la única posibilidad real de seguridad que tenemos los trabajadores mexicanos”.
 
Hoy no tenemos más que ratificar palabra por palabra lo antes señalado,  para combatir al narcotráfico hay que combatir al capitalismo. Así de claro.
 

Fecha: 

11 de abril de 2016

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