La reforma al Pensionissste, un nuevo atraco en proceso

Escrito por: 

David García Colín y Ninnette Torres
El pasado 8 de diciembre la cámara de diputados aprobó, con 343 votos a favor, 116 en contra -entre éstos de legisladores de Morena- y dos abstenciones, el dictamen de reforma a la Ley del ISSSTE para convertir el Fondo Nacional de Pensiones para los Trabajadores del Estado (Pensionissste) en una paraestatal separada del ISSSTE, con ello se dejará a las pensiones de un millón 400 mil trabajadores, que implican un monto de cerca de 120 mil millones de pesos-más jugosos rendimientos-, en manos del mercado y, por tanto, del lucro privado. 
 

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En 2007 hubo una reforma a la Ley de ISSSTE que implicaba, entre “linduras” tales como aumentar el tiempo de trabajo para el retiro, la entrega de las pensiones a empresas privadas en un esquema donde cada trabajador se haría cargo del ahorro para su propia jubilación, quebrando el esquema solidario y colectivo que caracterizaba los fondos de retiro; sin embargo, la posibilidad que el trabajador tuvo de optar por la vieja ley- por medio del llamado décimo transitorio- dejó parcialmente sin aplicación la reforma del 2007. La burguesía quiere una reforma total y completa en donde no haya alternativa alguna para el trabajador.
 
La transformación del Pensionissste en paraestatal es un eslabón en el traslado de las pensiones de los trabajadores a manos privadas -las Afores-. Esto queda claro si consideramos que el artículo 31 de la Ley Federal de Entidades Paraestatales establece la posibilidad de anajenación o extinción cuando:  “ya no resulte conveniente conservarla como entidad paraestatal desde el punto de vista de la economía nacional o del interés público, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público propondrá al Ejecutivo Federal la enajenación de la participación estatal o en su caso su disolución o liquidación”. Se trata del mismo artículo que el régimen utilizó para desaparecer Luz y Fuerza del Centro. 
 
El gobierno abandonará a su suerte a la nueva paraestatal para luego justificar su privatización, como lo ha hecho con cada una de las empresas estatales que ha privatizado. Esto queda patente en la nueva ley que establece que el Estado “no responderá por las obligaciones a cargo de la nueva sociedad, ni de las minusvalías por una variación negativa en el valor de las acciones”. Es decir, si en el “casino” del mercado capitalista el dinero de los trabajadores se pierde, el Estado no absorverá la pérdida. El mismo Estado que rescata banqueros y magnates deja a los trabajadores en la total indefensión. Como dijo Gore Vidal, el capitalismo significa “la libre empresa para los pobres y el socialismo para los ricos”. 
 
La nueva paraestatal será manejada con “autonomía de gestión”, es decir, a discreción por un consejo de administración encabezado por el Secretario de Hacienda, la intención es administrarla como una empresa privada. Por supuesto que los diputados priístas aseguraron que esta reforma no implicaba la privatización ¡pero esto mismo han dicho con cada una de las privatizaciones de los últimos 35 años que han puesto al país al borde del abismo!
 
Para el sistema capitalista las pensiones son consideradas parte del “pasivo laboral” -eufemismo  que la burguesía usa para hablar de los costos de la fuerza de trabajo- que la clase dominante intenta abaratar hasta sus límites físicos para aumentar sus márgenes de beneficio. Esto en un país en donde el expresidente Felipe Calderón, por adminsitrar 6 años los intereses de la clase dominante, recibe una pensión mensual de más de 800 mil pesos y, por otra parte, la pensión promedio de un trabajador es de 3,500 pesos después de haber trabajado toda una vida. Éstos, con sus pensiones de miseria, ni siquiera tienen aseguradas sus jubilaciones, como lo demostró el gobierno veracruzano del priísta Javier Duarte que el pasado 23 de diciembre reprimió con descargas eléctricas y toletes a un grupo de ancianos que exigían el pago de sus pensiones. Los jóvenes de estratos humildes -sobre todo si son normalistas- han sido criminalizados por el Estado, ahora le toca a los ancianos. Un jubilado declaró: “no pagan pero qué tal pegan”. Si la paraestatal se declara en quiebra existe un peligro muy real de que los ahorros de más de un millón de trabajadores desaparezca y con él toda posibilidad -ya no digamos de una pensión digna- sino de las pensiones mísmas.
 
Se habla mucho de la crisis griega, pero en México llevamos 35 años de crisis. La troika con cada “amputación” al cuerpo vivo del pueblo griego ha prometido la cura de la crisis, evidentemente es una mentira, pero los políticos mexicanos ya ni siquiera prometen nada -más allá de algunos anuncios televisivos sobre las reformas que nadie cree-; todo el sufrimiento de las llamadas “reformas estructurales” han sido en vano -al menos para la inmensa mayoría- y han sumido a México en una crisis política, económica y social cada vez peor. 
 
Pero en verdad, “no hay mal que por bien no venga” y la situación límite empujará tarde o temprano a las masas a la lucha de una forma masiva y generalizada. La tarea, por el momento, es unificar las luchas disperzas en una sola y comprender que la raíz de fondo de la situación actual es el sistema de producción capitalista y su loco y egoísta afán de lucro. La clase obrera necesita construir una organización que comprenda esto.
 

Fecha: 

Enero de 2016

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