Los ritmos de desarrollo histórico entre el “Viejo” y “Nuevo Mundo”

Escrito por: 

David Rodrigo García Colín Carrillo

 

La historia siguió trayectorias distintas para diferentes pueblos debido a las diferencias existentes en los entornos de los pueblos, no debido a diferencias biológicas entre los propios pueblos” (Jared Diamond)

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Los primeros pueblos sedentarios del creciente fértil en Oriente Medio tuvieron la enorme ventaja fortuita de que los ancestros silvestres de cereales como el trigo y la cebada compartían el mismo territorio con los ancestros silvestres de los cerdos, las vacas y ovejas; por lo que la domesticación de cereales y animales se dio casi de forma simultánea. Los herbívoros domesticables no se extinguieron por completo en Eurasia, al final del pleistoceno como sucedió en otras partes del mundo, porque evolucionaron durante un tiempo dilatado junto con humanos cazadores. Además, las características de los cereales salvajes del creciente fértil favorecieron una rápida adaptación a las necesidades humanas, cosa que no sucedió con el maíz en el Nuevo Mundo. Veamos esto con más detenimiento, retomando las interesantes tesis de Jared Diamond, que han venido a fortalecer –al menos en estos puntos- la visión materialista de la historia.

La domesticación de plantas y animales son fenómenos que se alimentan e impulsan mutuamente. La domesticación de los cereales no sólo permitió alimentar algunos animales domesticados –puercos, perros, aves de corral y el ganado con el rastrojo-, permitió liberar tiempo para acelerar la división del trabajo y otros trabajos especializados como el pastoreo, el trabajo artesanal y la metalurgia; por otra parte, la domesticación de los animales impulsó la agricultura con abono y, posteriormente, con animales de tiro; entre el descubrimiento técnico del arado a tracción animal, al descubrimiento de la rueda de tracción animal sólo hay un paso y, con esto, una inmensa ventaja para la acumulación, el comercio del excedente y la difusión de la cultura y la ideas-factores que explican la amplia difusión de las lenguas indoeuropeas-.

Lo anterior lubricó el surgimiento de la primera civilización de la historia: la civilización Sumeria hace unos 6 mil años y dotó al Viejo Mundo de una enorme ventaja militar (la caballería y los carros de guerra, herencia de la domesticación). Esta ventaja histórica de los primeros pueblos sedentarios en territorios que hoy conocemos como Irak, Siria, Jordania y Turquía explica en buena medida por qué fue el Viejo Mundo el que conquistó al Nuevo y no a la inversa –que, como observa Jared Diamond, no haya sido Atahualpa el que cruzara el océano para capturar al rey Carlos I- y también explica el relativo rezago del ritmo de desarrollo de los pueblos del Nuevo Mundo. La mayor interacción con animales domesticados en el Viejo Mundo, hizo a los invasores resistentes y a la vez portadores de toda una fauna microbiana mutada de gérmenes de granja que diezmó a la población mesoamericana aún más que las masacres deliberadas, mientras que los europeos no exportaron desde América ninguna epidemia a su continente; la guerra bacteriológica inconsciente y desigual fue otro factor en la ecuación.1

Jared Diamond ha argumentado una tesis interesante2 –por la que obtuvo un premio Pulitzer-: la desventaja del Nuevo Mundo –desde el punto de vista geográfico-se encuentra en la distribución norte-sur del eje del continente americano, frente a la distribución este-oeste del de Eurasia; esto ocasiona que el área de clima mediterráneo sea relativamente más pequeño en América, factor que dificultó la difusión de la domesticación y limitó, además, la diversidad de plantas anuales; este mismo razonamiento se aplicaría a la distribución norte-sur de África y también podría explicar –en parte- su relativo rezago. Las condiciones geográficas en Oriente Medio permitieron una mayor interrelación y difusión cultural en el Viejo Mundo; en general no existen tantas barreas geográficas entre el Creciente Fértil, el norte de África y el mundo mediterráneo (incluso hasta la lejana China), regiones que estaban unidas por relaciones comerciales –la ruta de la seda y las especies-, camellos que podían cruzar desiertos y tribus nómadas pastoras. Mesoamérica, por el contrario, es un medio dividido por valles, cadenas montañosas y desiertos. América –señala Jared Diamond-“se halla fragmentada por la geografía y la ecología: el istmo de Panamá, de solo unos 65 kilómetros de anchura, secciona virtual y geográficamente a América, y, por otro lado, los bosques tropicales de Darién en el istmo y el desierto del norte de México la seccionan desde el punto de vista ecológico [por tanto, la rueda de los juguetes mesoamericanos y la llama de los incas] no habrían coincidido recíprocamente, a pesar de que la distancia que separaba la sociedad maya […] del extremo septentrional del Imperio inca (2.000 kilómetros) era mucho menor que los 13.000 kilómetros de distancia entre Francia y China, cuyas culturas compartían el caballo y la rueda […]-.3. En síntesis: las tribus nómadas de Norteamérica no conectaban a Mesoamérica más que con algunas jefaturas y protociudades (como la llamada “Cultura de Casas Grandes –Paquimé- y con los Anasazi). Por el otro lado del continente, entre las civilizaciones mesoamericanas y los Incas no hubo ninguna interacción evidente o relevante –existe alguna evidencia de contacto marítimo entre la cultura de las Tumbas de Tiro del occidente mesoamericano, los mayas y Sudamérica, pero en todo caso de poco impacto en la historia de la región-.

Además, en América las primeras plantas domesticadas fueron raíces, tubérculos (la papa, ñame, mandioca) y bayas (la calabaza y el tomate) –en realidad el único cereal mesoamericano fue el maíz; mientras que en Eurasia estaban el trigo, la cebada, centeno; cereales de mayor contenido energético-. Los primeros cultivos del Nuevo Mundo no favorecieron la acumulación, el comercio ni el intercambio, al tratarse de raíces o productos perecederos. Peter Watson señala: “[…] en comparación con Eurasia, que tenía treinta y tres hierbas productoras de semillas grandes, en América sólo había once. Con los animales ocurre algo similar, de las catorce especies de grandes mamíferos que han llegado a domesticarse trece son originarias de Eurasia […] y sólo una de América [la llama, la alpaca y la vicuña proceden del mismo ancestro]”.4 Adicionalmente el maíz –para ser una fuente real de acumulación- requirió de un proceso de domesticación muy dilatado (basta comparar el pequeño y frágil teocintle primitivo, con las enormes mazorcas del maíz civilizado). Adicionalmente, en Mesoamérica –como hemos señalado- no hubo grandes animales herbívoros capaces de ser domesticados –se extinguieron durante la etapa Clovis hace unos 12 mil años debido al cambio climático pero también a que los cazadores del Nuevo Mundo que cruzaron Beringia se encontraron con grandes herbívoros que habían evolucionado sin aprender a temerle al humano5-; en Sudamérica la Llama, Vicuña y la Alpaca sirvieron como animales de carga pero eran inútiles como animales de tiro –quizá porque “las muy necias” no caminan si la carga supera los 50 kilos (no cargan mucho más de lo que puede la espalda humana)-, por ello en Mesoamérica era desconocida la rueda –excepto en juguetes- ya que era inútil para efectos productivos porque no existían animales para tirar carros (excepto los perros de tiro para los Inuit del Ártico pero este hecho no tiene relevancia para nuestro tema porque los carros de rueda no tienen sentido en climas congelados), derivado de ello tampoco se utilizaron poleas-tecnología derivada de la rueda-. Esto muestra que si los pueblos americanos no descubrieron la rueda no fue porque fueran menos inteligentes –recordemos que jugaban a la pelota por lo que conocían la rueda “en principio”- sino por la sencilla razón de que no la requerían. En biología como en historia “la necesidad crea el órgano”. Quizá sea la existencia de animales de carga en Sudamérica –lo que promueve el comercio y la acumulación de riqueza- lo que explique que los incas dominaron el imperio más grande de América, el primer lugar en el continente donde se inició la fundición del cobre y donde las carreteras incas abarcaban 30 mil kilómetros-las más grandes y limpias de su tiempo-.

El motor principal para el proceso de surgimiento de los primeros Estados y civilizaciones en Mesoamérica fue la domesticación del maíz –proceso que, como hemos señalado, resultó más difícil que la domesticación en el Viejo Mundo- pero este factor no se vio fortalecido e impulsado con animales domesticados que pudieran utilizarse en la producción, lo que, a su vez, limitó la llamada “revolución de los productos secundarios” en estas tierras; ello explica la relativa dilatación entre la domesticación del teocintle hace 8 mil años –que abre el periodo formativo mesoamericano- y las primeras jefaturas megalíticas (Olmecas) hace unos 3, 500 años, mientras que la neolitización en Oriente Medio impulsó las primeras jefaturas y estructuras megalíticas casi de forma inmediata. Paradójicamente, la existencia de enormes manadas de bisontes en las llanuras norteamericanas –herbívoro que puede considerarse un sobreviviente de la megafauna- tuvo el efecto de retardar la revolución neolítica en esta región –la cual no se generalizó sino apenas 500 años antes de la llegada de los españoles- ya que con tales cantidades de carne y grasa, la adopción de técnicas agrícolas no era necesaria, además el bisonte no es un herbívoro domesticable. En otras palabras, la abundancia de alimentación en Norteamérica –incluido el consumo del salmón en las costas del Pacífico- retrasó el desarrollo histórico en estas regiones. La revolución urbana, como toda revolución, requiere de crisis como catalizador.

La utilización de animales de tiro en la agricultura constituye un aliciente importante para el descubrimiento de mejores técnicas para la fundición del hierro –ya que un arado de metal es mucho más productivo- mientras que el hierro jamás fue utilizado en el continente americano, la coa o “palo sembrador” fue la principal herramienta agrícola –una bastante primitiva-, prácticamente no se superó la tecnología de piedra en la producción-los metales no dejaron de ser suntuarios-. La generalización del hierro en la producción artesana combinada con la generalización de la esclavitud y el fortalecimiento de las relaciones comerciales explican, en buena medida, las características de la civilización griega y el nacimiento de la llamada “cultura occidental”. Los pueblos mesoamericanos sabían fundir el oro y otros metales mediante la ingeniosa técnica de la cera perdida, utilizando cera de panales de abeja, pero el oro y los metales preciosos eran símbolo de poder, aquél era la sudoración misma del Sol y prácticamente no se usaba para crear objetos útiles. La razón de que el hierro jamás se utilizó en Mesoamérica se debe, además de la inexistencia del arado, a que la casta dominante estaba muy poco interesada en la producción de un metal barato que podría independizar a los artesanos del templo; el comercio no se desarrolló lo suficiente como para impulsar una mayor producción artesanal.

Así, el relativo retraso de los pueblos mesoamericanos y andinos con respecto a las civilizaciones de Oriente Medio en el desarrollo de las fuerzas productivas se debe a una serie de condiciones materiales, sociales y ecológicas fortuitas. Cuando hablamos de retraso -debemos aclarar- nos referimos al desarrollo de las fuerzas productivas (acero, armas de fuego, la rueda, ganadería, caballería, alfabetización, etc.); es evidente, sin embargo, que los pueblos mesoamericanos estaban mucho más adelantados en algunos aspectos “espirituales” como su conocimiento calendárico, matemático y astronómico; lo que muestra que no existe un determinismo mecánico –sino dialéctico- entre lo que los marxistas llamamos infraestructura y superestructura; sin embargo creemos, con Marx, que el desarrollo de las fuerzas productivas resulta, en última instancia, decisivo. La dominación colonial perpetuará el subdesarrollo, al imponer un intercambio desigual y frenar el desarrollo de las fuerzas productivas, ya que los conquistadores contaban con mano de obra semiesclava, cuando no abiertamente esclava y, por ello, la inversión en tecnología resultaba poco atractiva para los explotadores; con las materias primas saqueadas se fortalecerá el llamado Primer Mundo y el colonial se mantendrá en condiciones espantosas. Si bien es cierto que, como hemos visto, las condiciones geográficas jugaron un papel importante en el surgimiento de las primeras civilizaciones y en su ritmo de desarrollo, actualmente el subdesarrollo ya no tiene nada que ver con la geografía, sino con el capitalismo, la división del trabajo y la relativa desindustrialización que se le impuso a los países excoloniales. Ninguna teoría racista puede explicar ni remotamente este fenómeno; el materialismo histórico, por el contrario, da elementos objetivos que explican que estas desigualdades no tienen nada que ver con una mayor inteligencia o destino racial sino con factores materiales que fueron ajenos a la voluntad e inteligencia de las personas que crearon estas primeras civilizaciones y de los que vivimos en estas tierras y que sufrimos la herencia colonial del subdesarrollo capitalista.

¿Por qué Colón no fue chino?

Si bien durante el auge del modo de producción esclavista el mundo occidental tomó un protagonismo que nunca había tenido –que había estado reservado a las grandes civilizaciones de la antigüedad oriental-, también es cierto que con el colapso del imperio romano el mundo occidental se hundió en las tinieblas, mientras el centro de la cultura en el Viejo Mundo se trasladó de nuevo a Oriente: China, la India y el mundo islámico. Mientras Europa occidental retrocedía unos mil años en la historia, los chinos inventaban la imprenta, los indios desarrollaban los números, en Bagdad se desarrollaba el álgebra, en la India descubrían el valor de Pi … y en el Nuevo Mundo mayas y teotihuacanos desarrollaban culturas maravillosas. Para los chinos, los europeos atrasados no eran más que “extranjeros de color” y para los árabes musulmanes, los europeos no eran más que brutos; Mas-Udi –un geógrafo árabe- escribió que aquellas gentes: “carecen del sentido del humor […] su entendimiento, escaso; y sus lenguas, toscas…Cuanto más al norte se encuentran más estúpidos, groseros y brutos son”.6 Pero la superioridad del mundo oriental no se debía-como creía Udi (o como lo creen los “sabios” occidentales de hoy con respecto al mundo “oriental”)- a una cuestión racial, sino a que el flujo del comercio-la ruta de la seda y las especies- se trasladó de Roma hacia Oriente: Bagdad, Toledo, Córdoba, la India y China, por lo que el mundo intelectual amenazado por el fundamentalismo cristiano se refugió y nutrió en estas ciudades relativamente tolerantes y muchas veces pluriétnicas, en cuyas venas comerciales viajaba la cultura y, entre otras cosas, el budismo.

descarga_36.jpg¿Por qué, entonces, no fueron los chinos los que “descubrieron” América si sus barcos, sus inventos y su riqueza llevaban la delantera? Los chinos podían haber realizado tantos inventos como se quiera y tener los barcos más asombrosos de su época, pero sus relaciones sociales no favorecían el comercio ni la acumulación de capital, esto fue decisivo. Cuando las rutas comerciales de Oriente se vieron trastornadas por los bárbaros de Tamerlán y la peste diezmó sus poblaciones, el polo de poder cambió rumbo al Atlántico y los atrasados europeos volvieron a tomar la delantera –Marco Polo redescubrirá China utilizando la vieja ruta de la seda que para los musulmanes no era ningún secreto-, la propiedad privada de la tierra (que favorece el proceso de acumulación privada), el comercio privado, la industria textil del norte de Europa y el crecimiento de las ciudades promoverá el Renacimiento europeo, abriendo las puertas del Atlántico; el saqueo del Viejo Mundo alimentará la acumulación originará de un sistema revolucionario: un sistema que dominará el orbe por primera vez en la historia y al que debemos la falsa creencia en la superioridad de occidente. En resumen: aunque los europeos occidentales estaban inicialmente rezagados, la existencia de grandes comerciantes privados, de gremios más o menos independientes (en comparación con los artesanos del mundo oriental), la existencia de la propiedad privada de la tierra; facilitaron –por medio del patrocinio de monarquías ilustradas, el despojo de tierras a los pequeños propietarios y posteriores revoluciones antifeudales- la reconversión de las tierras de cultivo en tierras de pastoreo, impulsando la industria textil, la manufactura y el comercio privado; bastaba un accidente histórico para desencadenar este proceso latente: el bloqueo temporal de las rutas de oriente durante los siglos XIV y XV pudo ser ese accidente. Por ello los conquistadores europeos de América estaban afectados de una “enfermedad” que no padecieron las civilizaciones orientales y que sólo se podía aliviar con oro y rutas comerciales, esa “enfermedad” –llamada acumulación originaria de capital-los llevará a conquistar África, América, Asia y Oceanía; esclavizando, saqueando y destruyendo las culturas nativas. El Primer Mundo se nutrió de la sangre, sudor y lágrimas del mundo colonial.

 

En la historia la delantera cultural y tecnológica no es dominio absoluto de nadie, los “bárbaros” de una época fueron los “sabiosde otra, los “civilizados” de una era fueron vistos como los “salvajes” de la siguiente; la historia-como le gustaba decir a Lenin- conoce todo tipo de transformaciones. Pero la historia no se repetirá, el mundo moderno está globalmente entrelazado: o nos salvamos en conjunto o a todos nos carga el diablo (mejor dicho el capitalismo). El socialismo garantizará, por vez primera, el surgimiento de una cultura universal donde los logros culturales de todas las civilizaciones de la historia conformen el manantial, conscientemente creado, del alma humana. La falsa oposición artificial entre oriente y occidente será vista como otro de los símbolos de la barbarie capitalista.

 

1 Diamond, Jared; Armas, gérmenes y acero, México, Random House Mondadori, 2013, pp. 225-249.

2 Ibid., pp. 205-225.

3 Ibid., pp. 301-302.

4 Watson, Peter; Ideas, historia intelectual de la humanidad, Barcelona, Crítica, 2013, pp. 698-699.

5 Diamond, Jared; Armas, gérmenes y acero, México, Random House Mondadori, 2013, p. 55.

6 Ibid., p. 503.

 

Fecha: 

1 de octubre de 2015

Teoría Marxista: