Jornaleros: Sobrexplotación laboral en el campo mexicano

Escrito por: 

S. Evert Beltrán González

foto5391.jpgHace unos meses apenas, parecía que México era el país de “no pasa nada”, pues parecía que nada ocurría en verdad, a pesar del hartazgo y de la precariedad en la que vive la mayoría de la población, a pesar de los golpes tan duros hacia la clase trabajadora, de la cerrazón hacia el magisterio y  los estudiantes, del abandono del campo; a pesar del incremento de la delincuencia en general y del narcotráfico en particular; a pesar de las vejaciones, de la burla, del cinismo, de la corrupción. Pero de nueva cuenta, como ya otras veces, la situación cambio y se tornó en su contrario, la lucha del IPN, que logró hacer que Osorio Chong diera la cara (aunque por supuesto fue una jugada del gobierno, nadie podrá negar que en otras condiciones jamás habría salido un lacayo de su nivel a enfrentarse con los politécnicos), la lucha por la aparición con vida de los normalistas de Ayotzinapa, que demostró que la unidad se puede lograr a un nivel más elevado que el del mero discurso, la lucha que estalló (y sigue vigente) y retumbó en todo el país, y que unió los gritos de ¡justicia!, fue ese momento en el que resurgieron las autodefensas, en el que los maestros de Guerrero salieron otra vez a la lucha, fue el momento preciso en el que el país se echó a andar, fue el momento en que ya nada fue igual, nada ya será igual, la lucha que se desató y que sigue vigente tomará diversos caminos, y ya los está tomado. Un ejemplo es la lucha de los jornaleros de San Quintín en Baja California, pusieron un alto y se fueron a paro.

Lo anterior podría sonar exagerado e incluso habrá quienes digan que no hay nada en común entre las diversas luchas que se han emprendido a lo largo de estos meses, pero sin duda lo tienen, y es que en cada caso han sido los explotados los que han salido a luchar, a quienes les disgusta que se hable de lucha de clases en esta época se desgañitan hablando de ciudadanía, de democracia (habrá que hacer notar que se refieren a la democracia burguesa, que beneficia a un puñado de parias), de que el cambio es en uno mismo y otras mil tonterías, y les disgusta porque no se puede ocultar que lo que está ocurriendo a nivel nacional e internacional es una lucha de clases.

El problema del campo

Para nadie es ajeno que el campo mexicano se encuentra abandonado a su suerte, miles de hectáreas ociosas que se vuelven infértiles, otras más que son devoradas por la urbanidad (o más bien por la explosión demográfica, por la necesidad de un hogar). Un dato de hace cinco años muestra esta situación de manera clara, en 2010 13.2 millones de hectáreas fueron sembradas con 10 cultivos, entre los 4 principales se encuentran los de consumo humano (maíz, trigo, frijol, arroz, ajonjolí, cártamo, algodón hueso, soya, sorgo y cebada), mientras que en 1985 se sembraron 15.5 millones de hectáreas de esos mismos cultivos. Parecería que 2.3 millones de hectáreas es poco en tantos años, pero hay que tener en cuenta que las necesidades alimenticias aumentan cada año, lo que demuestra la gravedad del asunto.

Tampoco es ajeno que debido a ese abandono miles de campesinos han tenido que migrar hacia el norte, ya sea a Estados Unidos (si es que les va bien), según datos de la Oficina del Censo estadounidense, en 2013 había 33.6 millones de personas de origen mexicano, incluidos 11.6 millones que nacieron en México;  o a los campos de cultivo de las zonas fronterizas o a las maquilas, según cifras oficiales para el 2010 había casi tres millones de jornaleros en todo el país.

El fenómeno de la migración es visible en muchas comunidades en donde los pocos habitantes son mujeres, niños y ancianos, comunidades que también son azotadas por la pobreza, la falta de abasto y por el narcotráfico.

Habría también que mencionar que otro problema es el despojo de tierras, lo que obliga a huir a los campesinos pobres hacia otras latitudes, y como su vida la han dedicado al campo, no conocen otra forma de ganarse la vida, así que al verse sin tierras y sin herramientas, no les queda más que vender su fuerza de trabajo para poder subsistir.

De esta forma podemos decir que los jornaleros agrícolas son trabajadores temporales del campo que se encargan de la siembra, la cosecha, la recolección y la preparación de productos del campo. Estos trabajadores de las zonas rurales migran a los lugares donde hay trabajo y, en muchos casos, lo hacen acompañados de sus familias, lo que provoca hacinamiento, pues los lugares acondicionados para que vivan son pequeños, además de que no cuentan con ningún servicio.

Reivindicar la lucha por las 8 horas

La crisis tan brutal a la que nos enfrentamos (aunque los economistas burgueses digan que habrá crecimiento y otras tonterías), ha hecho que la burguesía afile sus garras para arrebatar hasta el último aliento de la clase trabajadora del campo y la ciudad.

Este esfuerzo de la burguesía en nuestro país se ha reflejado en la reforma laboral y la educativa principalmente, pero en general el conjunto de reformas que se han aprobado por los diputados y senadores van en el mismo sentido. Y uno de los derechos que como trabajadores habíamos ganado por medio de la lucha en generaciones anteriores era justamente la jornada de 8 horas, como también la creación de sindicatos, la afiliación al seguro, la jubilación, etc., derechos que ahora se nos han arrebatado con la cachiporra en una mano y la con el estado de derecho en la otra.

Por eso no es extraño que bajo las condiciones que ya he explicado los jornaleros en Baja California hayan decidido lanzarse al paro en defensa de sus intereses como trabajadores explotados, como tampoco es extraño que una de sus demandas sea el pago de horas extras y un salario mínimo diario de $300 pesos, o su afiliación al seguro social, pues se ven obligados a laborar una cierta cantidad de horas o a cubrir una cuota de recolección so pena de no pagarles el día, por lo tanto la demanda de horas extras pasa por el establecimiento de un horario fijo de trabajo de 8 horas, para que sean pagadas las horas extras, y por ende su aseguramiento social.

Una demanda completamente justa, pues los dueños de las tierras de cultivo se embolsan una gran cantidad de dinero sin hacer nada, mientras los que generan la riqueza en el campo apenas y tienen para sobrevivir.

Asimismo como los jornaleros demandan justamente el pago de horas extras, para los trabajadores de la ciudad la jornada de 8 horas es algo que se tiene que poner en el orden del día, así es, algo tan simple, tan básico, que nadie pensaba que se nos iba a arrebatar se nos ha despojado y ahora es necesario recuperar.

Unidad, unidad y más unidad

La situación en la que nos encontramos es muy inestable, un accidente puede provocar grandes cambios, y cualquier cosa puede pasar, sin embargo y a pesar de la gran inestabilidad social imperante en nuestro país, algo de lo que sin duda podemos asegurar es que cada vez se concentra más rabia, más coraje, la impotencia que reinaba en los explotados del campo y la ciudad, se está convirtiendo en organización. Cada vez son más las personas que comienzan a cuestionarse lo que sucede en el país. Algo se rompió en México y ya no será remendado, porque no puede remendarse.

Pero algo que debemos de tener claro y no perder de vista es la unidad, pero real, no ficticia, de discurso, sino en la práctica. Nos ha pasado en los años recientes que por no perder la batuta, por no reconocer errores, la lucha no se ha ampliado, la lucha se ha quedado en los límites del gremialismo, del estudiantilismo, cuando vemos que los ataques son generalizados hacia la clase trabajadora y sus familias. Ahora se nos presenta una nueva oportunidad, los jornaleros en Baja California han marcado el camino a sus compañeros, que no son pocos, y para que sea aún mayor la presión hacia el gobierno y se resuelvan de buena manera y se cumplan sus demandas, la lucha se tiene que extender a todos los niveles. Ese es el camino que llevará a los jornaleros de San Quintín al triunfo y que además contagiará de energía y optimismo al resto de los explotados.

Los problemas que enfrentan el campo y la ciudad surgen de un mismo lugar, y hunden sus raíces en la propiedad privada, la abolición de ésta y el establecimiento de un régimen que defienda los intereses de la mayoría es la única salida posible. Los jornaleros de San Quintín han destapado la cloaca del trabajo asalariado en el campo, en donde han llegado al secuestro y al esclavismo de jornaleros indígenas, violando los más básicos derechos.

Ahora se puede notar que la lucha por mejores condiciones de trabajo y por una vida digna no es únicamente de la clase obrera industrial, sino de todos los explotados y no solo de la ciudad, sino también del campo, y de los estudiantes hijos de trabajadores.

 

¡Viva la lucha de los jornaleros de San Quintín!

¡Viva la lucha de los trabajadores!

Socialismo o barbarie

 

Referencias

www.unicef.org/mexico/spanish/17044_17516.htm

www.vectoreconomico.com.mx/files/tematico.asp?IdReporte=492

Fecha: 

2 de marzo de 2015

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