Perspectivas sindicales para México, turbulencias y contradicciones

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Por David Rodrigo García Colín Carrillo, sindicalista SUTIEMS

 

images (1)_3.jpg El escenario sindical en nuestro país está signado por una ofensiva contra los derechos de los trabajadores que –si bien lleva ya más de 30 años implementándose– ha adquirido, tras la desaparición de LyFC, dimensiones abrumadoras. Al mismo tiempo y de forma paradójica, los últimos 30 años han visto el progresivo debilitamiento de centrales charras muy longevas como la CTM y el Congreso del Trabajo (CT), mientras que las respuestas sectoriales de un sindicalismo independiente han ido a la alza sin lograr hasta el momento alcanzar la misma proporción del declive de los charros, en cuanto unidad y respuesta política de clase. Al propio tiempo, la inmensa mayoría de la población económicamente activa (PEA) no cuenta con sindicato alguno. Estas contradicciones prometen explosiones importantes en los centros de trabajo: San Quintín y los trabajadores del sector salud lo han demostrado. Dichas perspectivas exigen de parte del movimiento la lucha por la unidad en la acción y romper los límites de una visión puramente economicista o localista.

Los tiempos en que el CT y la CTM priistas –todavía en 1990– podían hablar a nombre de todos los trabajadores del país ha quedado en el pasado. La destrucción del 70% de los contratos colectivos de trabajo (CCTs) tan sólo en el gobierno de Zedillo y la precarización del empleo permitido por estos mismos sindicatos charros, paradójicamente los debilitó, no sólo al disminuir sus miembros, disminuir las aportaciones que provenían del Estado, sino ante su desprestigio y el surgimiento de nuevos referentes sindicales un poco más independientes –algunos los llaman “neocharros”– como la UNT. El punto es que la vieja hegemonía monolítica que les permitía a estas centrales desfilar frente al balcón presidencial está liquidada y no volverá.

Pero, al mismo tiempo, mientras el sindicalismo charro del CT y la CTM se ha visto debilitado, otros sindicatos ciertamente corporativos han sido vehículos de importantes respuestas por parte de la clase trabajadora, no tanto por sus líderes, sino por la presión desde abajo ante los embates del Estado, la respuesta que los mineros afiliados al Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMMSRM) dieron en Cananea, ante el intento de detener a su dirigente sindical, Napoleón Gómez Urrutia, es muestra de ello. Aun cuando “Napito” heredó el cargo de su padre, la destrucción de los sindicatos no sólo implicaba la desaparición de los derechos laborales sino el fin de la fuente de privilegios de los líderes burocráticos, en este escenario la presión de los trabajadores ha hecho girar a la izquierda a este personaje de pasado sombrío. El golpe al SME demuestra cómo muchos sindicatos con un pasado combativo, cuya dirección, de una y otra manera, había encontrado un modus vivendi con el régimen, estarán en la mira del Estado; es muy probable que los siguientes sean los trabajadores del sector salud. Como lo demostró la detención de Elba Ester Gordillo, ni siquiera los sindicatos con las dirigencias más charras imaginables están a salvo, algunos de ellos ya han cumplido la tarea que la burguesía les asignó, ahora viene su total destrucción, eso parece estar a punto de sucederle al sindicato petrolero. Esto no significa que el charrismo promovido por el Estado sea cosa del pasado, sino que las viejas estructuras corporativas que durante decenios fueron el baluarte de la dominación priista se han debilitado, aunque, sin duda, el papel de la CTM, sobre todo ante las Juntas Locales, sigue siendo útil para el gobierno.

El despido masivo que en estos momentos se está dando contra los trabajadores petroleros afiliados al Sindicato Nacional de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (SNTPRM) podría provocar reacciones similares a las que vimos en el SNTMMSRN –quizá a nivel local, en tanto Romero Deschamps forma parte de Estado burgués–. Al mismo tiempo que el poder corporativo de las viejas centrales sindicales priistas tiende a debilitarse, los trabajadores tienden a responder por la vía sectorial e intentan crear nuevas centrales sindicales autónomas: en el pasado la CNTE y la UNT fueron muestras de estos intentos, recientemente se ha intentado lo mismo con la OPT y con la Nueva Central Sindical, cuyas posturas están más a la izquierda que la ahora vieja UNT; la CNTE –y expresiones locales como la CETEG– ha logrado mantenerse movilizada y a la izquierda, siendo el sector de vanguardia del sindicalismo independiente, la OPT no podrá demostrar todo su potencial mientras tienda a ser –como hasta ahora parece– moneda de cambio de la burocracia del SME. Como vemos, el escenario es contradictorio: intentos de formar nuevas organizaciones sindicales, tendencias burocráticas y democráticas que luchan en su seno y, al mismo tiempo, recuperación parcial de algunas organizaciones charras que se suponían perdidas. La táctica debe ser muy cuidadosa en cada centro de trabajo y considerar el nivel de consciencia y tradiciones: formar sindicatos nuevos quizá en lugares donde domine la CROM o la CTM, pero formar corrientes democráticas en otros donde haya arraigo sindical.

El talón de Aquiles del sindicalismo –aún del más radical– es su naturaleza sectorial, el sectarismo de algunas secciones y la dificultad para expresarse como un movimiento político unificado, lo que le limita a luchas parciales que por sí mismas son incapaces de resolver nada fundamental. Para que el sindicalismo rompa sus horizontes estrechos debe volverse un movimiento político de la clase obrera, superando su visión sectorial o economicista. A esta limitación, propia del sindicalismo, se agrega el hecho de que en el 99% de los casos la clase obrera está maniatada por sindicatos de protección que representan fielmente los intereses de la patronal. Aunque centrales como la CTM han perdido su poder hegemónico a nivel nacional frente a otras organizaciones sindicales, la clase obrera sindicalizada en México sigue estando atrapada en las garras del charrismo dentro de sus propios centros de trabajo. Además, según el INEGI, el 58% de la PEA se encuentra en la informalidad. Sólo el 3.5% de ésta está sindicalizada, de este pequeño porcentaje, como hemos dicho, el 99% son charros.

Sin embargo, la clase dominante en nuestro país no tiene muchas razones para estar tranquila, el bloqueo charro a los sindicatos sólo significa que las respuestas serán mucho más explosivas, implicarán la formación de nuevas organizaciones sindicales aunque éstas carezcan de reconocimiento oficial y la lucha adquirirá formas que las Juntas Locales de Conciliación y Arbitraje no podrán controlar, de poco servirá la presencia de la CTM en las Juntas de Conciliación. Como hemos señalado, algunas organizaciones sindicales como el SNTPRM se verán sometidas a grandes presiones que podrían dar como resultados fenómenos similares como el que vimos en el caso minero.

La lucha de los 40 mil jornaleros de San Quintín por derechos mínimos que en teoría están contemplados en la Ley Federal del Trabajo y su batalla por deshacerse del control de organizaciones charras –en su pliego petitorio se demanda la revocación del CCT firmado con la CTM y la CROM– son una muestra de que, ante el bloqueo, las luchas serán explosivas. Las luchas sindicales de los trabajadores –con o sin sindicato reconocido– serán por demandas muy similares a las de Cananea y Río Blanco, lo que demuestra lo mucho que las condiciones de vida de los trabajadores han retrocedido, literalmente hasta tiempos de Don Porfirio. Veremos respuestas huelguísticas en sectores que rara vez se habían movilizado, producto de situaciones límite, ¿alguien se imaginaba una huelga de policías en Guerrero? Hace unos días policías de Naucalpan, Edo. Mex., amenazaron con una huelga por aumento salarial y reinstalación. Será decisiva la capacidad de las nuevas centrales autónomas para atraerse a estos sectores frescos y nuevos. El punto es que por más que la mayoría de sindicatos sean charros, las condiciones de malestar aumentan, generando un fenómeno similar al de una olla exprés taponeada: según una encuesta de El Financiero –que no puede ser acusado de tener posiciones de izquierda– el 60 % de los trabajadores considera que en los últimos cinco años su situación ha empeorado, y el 44% recuerda que en el último año ellos o alguien de su núcleo familiar ha perdido el empleo.

En este primero de mayo debemos establecer claramente que sólo un sindicalismo revolucionario, ajeno a las transacciones personales puede ser una alternativa, para construir un sindicalismo que realmente tenga sentido.

Debe ser claro para los sindicalistas que ante la falta de una dirección política unificada de la clase obrera, el movimiento se extenderá durante todo un periodo histórico con flujos y reflujos. Aunque el movimiento por la aparición con vida de los 43 normalistas está lejos de haber concluido, nuevas coyunturas se avecinan; la intensidad del movimiento será variable pero la inestabilidad y la explosividad de la situación serán las características permanentes. Las explosiones en los centros de trabajo y en sectores nuevos son muy probables. Flujos y reflujos serán inevitables dentro de un escenario más general en donde el capitalismo no permitirá ninguna clase de estabilidad y en donde nuevas olas turbulentas asoman en un horizonte tormentoso. Hoy más que nunca es cierto lo que Marx escribiera en el Manifiesto del Partido Comunista: los trabajadores no tenemos nada que perder sino un mundo que ganar, necesitamos organizarnos y unirnos como clase para conseguirlo.

Fecha: 

30 de abril de 2015

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