En torno a la cuestión “ciudadana”

Escrito por: 

Alfredo Elizondo

La concepción de la sociedad en cuanto a la “separación de esferas” (esquema tomado del sociólogo burgués Emile Durkheim y luego desarrollado por otros sociólogos como Jürgen Habermas), es decir, en cuanto a la existencia separada de la política, la economía y “lo social” recobró de nuevo fuerza tras la “ola democratizadora” (así llamada por teóricos burgueses como Samuel Huntington que documentó las transiciones del modelo autoritario de las dictaduras militares en Europa a la democracia formal burguesa, eso sí, sin considerar que esas mismas dictaduras fueron impulsadas y sostenidas por la burguesía y su “combate contra el comunismo”) en el mundo y cobraron mayor auge con la caída del muro de Berlín, el movimiento solidaridad en Polonia y otras expresiones de movilización “de la sociedad civil”. Ha servido también para justificar la idea de la inexistencia de la lucha de clases y en su lugar anteponer los “conflictos” entre políticos, empresarios y “ciudadanos”. En la actualidad esa misma noción de “ciudadanía” casi inmaculada y pura predomina en el discurso social; basta observar las manifestaciones de diferentes sectores sociales que se reivindican como “ciudadanos” aunque con claros intereses que en su mayoría no son idénticos pero que quieren hacerse pasar bajo la engañosa bandera de la ciudadanía.

Como cualquier concepto, el de ciudadanía tuvo un origen histórico muy particular, este fue el de la lucha de la burguesía contra la monarquía y la idea de que la igualación formal de las personas bajo el régimen jurídico burgués bastaba para vencer a la concepción de una desigualdad naturalmente atribuida, es decir, que por designios divinos existía el pobre y el rico, el explotado y el explotador; racionalidad que la aristocracia utilizó para justificar su existencia parasitaria. Pronto lo “ciudadano” también encontró su límite, este fue la imposibilidad de la superación de la explotación y la división de clases por parte de la burguesía y el proletariado, su error básicamente consistió en, mediante la superposición de un concepto jurídico (que no tiene sustento con la realidad material de los trabajadores y los burgueses), querer ocultar la dominación de una clase hacia otra. 
Karl Marx se pronunció rápidamente contra el peligro de que la clase trabajadora solo se mantuviera bajo la tutela del Estado burgués como simples ciudadanos. En el texto “Sobre la cuestión Judía” , Marx devela el mecanismo de dominación detrás de lo ciudadano partiendo de la crítica hacia Bruno Bauer y su idea de la “emancipación del judío” que, sintéticamente, Bauer solo concibió como la transformación del judío en ciudadano. Marx explica que el judío no solo tiene que superar la enajenación religiosa sino además el orden burgués que lo obliga a ser ciudadano de un determinado Estado dominado por una clase social específica; solo entonces la emancipación del ser humano, tanto de la religión como de la opresión política de una clase estará completa. La exposición de Marx muestra que en la sociedad burguesa (hay que decir que nuestra sociedad no ha superado ese límite) el citoyen o ciudadano está provisto de derechos formalmente reconocidos por la ley (aunque los trabajadores han experimentado con sangre el imperio de la ley de la burguesía y saben los límites de su “justicia” cuando se trata de defender sus intereses de clase) además de una “igualdad” de todos los “ciudadanos” ante el Estado. Esta igualdad es  completamente desenmascarada cuando se enfrenta a la crítica materialista de la sociedad. La teoría marxista, en contraposición a la teoría burguesa, centra su análisis en las relaciones de clase que dependen de la propiedad de los medios de producción y el lugar que cada clase ocupa en el proceso social de producción de la riqueza, de esa base es que parte la concepción marxista de la sociedad dividida en clases; la burguesía dueña de los medios de producción y explotadora del trabajo del proletariado, por lo que tenemos al ciudadano formalmente “igual” a sus pares y a los trabajadores (explotados) y a la burguesía (que explota al trabajador). Lo que prevalece entonces no es la “igualdad ciudadana” sino la diferencia entre las clases sociales. Marx llama también la atención en cuanto a la diferencia entre la concepción burguesa de la sociedad y la concepción revolucionaria del proletariado en la novena y décima Tesis sobre Feuerbach :
[IX] A lo que más llega el materialismo contemplativo, es decir, el materialismo que no concibe la sensoriedad como actividad práctica, es a contemplar a los distintos individuos dentro de la "sociedad civil".
[X] El punto de vista del antiguo materialismo es la sociedad "civil; el del nuevo materialismo, la sociedad humana o la humanidad socializada.
Con ambas tesis Marx busca sustentar la concepción revolucionaria del proletariado en la realidad material de la clase trabajadora, es decir, aquella clase que aunque formalmente “igual” a las otras clases ante el estado (burgués) es explotada y dominada por la burguesía. Marx no cree en la fantasía de la conciliación entre clase ni en la claudicación de la clase trabajadora ante la burguesía por la liberación del hombre del sistema de explotación de uno por otro, esta misma concepción es la que los comunistas defendemos, es decir, la idea de que la explotación y deshumanización no puede corregirse a través de gobiernos que busquen “conciliar” intereses contrapuestos de las clases sociales sino que solo con la abolición del capitalismo puede lograrse acabar con esos antagonismos.
Lo exposición anterior es necesaria en tanto que resulta imperativo aclarar las posiciones políticas que el marxismo revolucionario defiende en contra de la socialdemocracia (oportunista) y las corrientes de derecha que buscan simplemente atemperar los conflictos sociales sin atacar la raíz de sus causas, sin ser radicales (entendiendo la radicalidad no como las acciones irracionales y generalmente atribuidas a la violencia por la violencia, sino como aquellas acciones que se centran en atacar la raíz de las problemáticas más que simples causas aisladas). Ahora bien, cabe aclarar otro concepto importante en virtud de que la burguesía ha tratado de impulsar la idea de la “extinción de la clase obrera” y una supuesta consolidación de la clase media para justificar las posiciones de la “ciudadanía”, el concepto al que nos referimos es al del trabajador, que necesariamente pertenece al proletariado (aunque actualmente la palabra no se encuentre en el lenguaje regular de los mismos trabajadores). “Los trabajadores asalariados sólo pueden acceder a sus medios de vida (esto es, a su propia existencia como seres humanos bajo las condiciones que impone la moderna sociedad capitalista) trabajando para los capitalistas por un salario con el que compran a éstos dichos medios de vida. Por esto constituyen la clase obrera (la clase que trabaja), independientemente de la diversidad de oficios y ocupaciones en que se ramifica el trabajo asalariado.”  Esta concepción muestra que la clase obrera es aún la mayoritaria en cualquier país, sea este uno de los países más desarrollados o bien de los países del tercer mundo. Los niveles de la clase trabajadora se encuentran entre el 70% y 85% de la población de cada país, por lo que el mito de que la clase se diferencia simplemente por los niveles de salarios resulta completamente falso. La “clase media” ha observado recientemente como se esfuman sus deseos por incrementar su riqueza ante la crisis provocada por la burguesía y su sistema de explotación.
Regresando a la cuestión entre “ciudadanía” y clase, podemos afirmar que los intereses de los sujetos sociales se articulan en base a la identidad de clase, es decir, a los intereses que resultan del proceso de división social del trabajo y donde burgueses y proletarios se agrupan en bandos antagónicos. Esto lo supo rápidamente la burguesía y por ende comenzó a propagar en el seno de la clase trabajadora propaganda de división (como el nacionalismo que pretende dividir a la clase trabajadora internacional) o bien de concertación entre las clases (como la ciudadanía y la igualdad formal ante el Estado). La clase trabajadora ha experimentado de manera dolorosa lo que significa la división y la guerra entre camaradas de la misma clase, las guerras imperialistas, las invasiones y hasta el fascismo y el nazismo son elementos bastante aleccionadores en cuanto a esta cuestión.  Los trabajadores no podrán ver resueltos los conflictos que surgen del seno del capitalismo si no derriba el sistema de relaciones que lo sustenta. La idea de acabar con las clases sociales no se refiere a un mero “odio” o “envidia” de la clase trabajadora hacia la burguesía sino que el sistema que sustenta su dominación necesariamente seguirá reproduciendo esa misma opresión aunque se le maquille de diferente forma, ya sea como democracia formal “representativa” o bien como dictadura.
En México la clase trabajadora libra una lucha contra la burguesía y su sistema además de las ideologías divisionistas y concertacionistas. Aquí hay que hacer un necesario paréntesis, los marxistas no negamos la posibilidad de la lucha en otros terrenos que no sea la lucha armada, ni mucho menos vemos a la lucha armada como la única vía para la derrota del capitalismo y la construcción del socialismo, Marx , Engels y hasta el propio Che Guevara  consideraban que existían otras vías para derrotar a la burguesía, dependiendo de las condiciones de lucha concreta que debe afrontar la clase trabajadora en cada frente; lo que nunca consideraron fue la posibilidad de solo mantenerse bajo el margen de una democracia disfrazada que no tuviera implicaciones reales en el terreno económico, político, jurídico y cultural, es decir, que no fuera radical (en el sentido explicado anteriormente) y derribara al capitalismo. En ese mismo sentido nuestra tarea consiste en poder difundir y junto con los camaradas trabajadores (clase a la que nosotros mismos orgullosamente pertenecemos) organizar el movimiento revolucionario que pueda llegar a la consecución del socialismo. ¿Lo anterior quiere decir que todo aquello que no se declare abiertamente revolucionario necesariamente debe ser “denunciado” y tirado a la basura? Si la respuesta fuera afirmativa contribuiríamos al sectarismo y fanatismo casi religiosos de muchos que pretenden formar un supuesto frente “puro” revolucionario. Al contrario de esta actitud miope de la construcción del movimiento de los trabajadores optamos por estar junto con los camaradas trabajadores en sus luchas, explicando y discutiendo sobre los posicionamientos del marxismo revolucionario y esforzándonos porque se avance hacia la conformación de la organización revolucionaria de la clase obrera así como la elevación del nivel político de los trabajadores. Esto significa que allí donde camaradas trabajadores se agrupen y busquen luchar contra el sistema que los oprime los marxistas tenemos la obligación (y de hecho lo hacemos por convicción más que por un mandato abstracto) de luchar juntos. Lo mismo aplica para movimientos como la Organización Política de los Trabajadores y el Pueblo (OPT) que tiene al SME como principal articulador como el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) encabezado por AMLO y otros frentes donde la clase trabajadora luche contra el capitalismo como el movimiento de los indignados.
Los marxistas señalamos los límites de concepciones que, aunque críticas y opositoras, aún se mantienen dentro de los límites del sistema capitalista. Señalamos, por ejemplo, que el programa del Morena es progresista en cuanto constituye una afrenta directa a la fracción de la burguesía que ostenta el poder en el país, pero que su límite está en sustentarse solamente en lo electoral, no expulsar a los elementos oportunistas y burocráticos además de querer mantener un “Estado de Bienestar” con antagonismos de clase que solo se superarán con la abolición del capitalismo; señalamos que la lucha de los camaradas electricistas debe ser tanto por el retorno de sus empleos como también por derribar al sistema que explota a la clase trabajadora en general, eso excluye la posibilidad de negociaciones con el viejo régimen o dicho de otra forma, excluye la posibilidad de alianzas con el PRI. Señalamos además, la imposibilidad de la vía “ciudadana” de candidatos, que aunque independientes, (en tanto que no son políticos profesionales) mantienen lazos de clase que limita la posibilidad de emancipación de la clase obrera; señalamos que la única vía (como demostró la Revolución aun en progreso en Egipto) para derrotar a los regímenes opresores está en el despertar, la organización y la movilización de la clase trabajadora más allá de simples acampadas, es decir, que si no se atacan las bases del sistema capitalista, que fundamentalmente se sustentan en la producción de mercancías y la explotación del trabajo para la producción de plusvalía, las acampadas pueden llegar a convertirse en su opuesto y convertirse en desmovilizadores de la clase trabajadora, como la idea del autonomismo y un Estado supuestamente autónomo dentro del Estado capitalista.
Entendemos que muchos camaradas trabajadores pueden considerar lo expuesto anteriormente como anticuado e incluso inaplicable en la actualidad, pero la vigencia del marxismo no se centra en su edad sino en la crítica de lo histórico concreto, es decir, la crítica del sistema capitalista actual, de las ideologías que buscan enmascarar la lucha de clases y enajenar a la clase trabajadora, por ende estamos abiertos a debatir fraternamente nuestras concepciones con el objetivo de fortalecer la organización de la clase trabajadora. En la superación de los prejuicios e ideologías burguesas, además de la unión del proletariado no solo mexicano sino internacional, radica la posibilidad de derribar el sistema capitalista. Como hace 163 años (la aparición del Manifiesto del Partido Comunista) la consigna continua siendo: ¡Proletarios del mundo Uníos!