Al pueblo de México:
La huelga de los electricistas y la democracia en México.
El bienestar de toda sociedad descansa en el trabajo, pero la sociedad actual está inmersa en paradojas irresolubles debidas a que unos pocos tienen el dominio sobre la riqueza social. Sólo unos pocos posen esa riqueza mientras las mayorías no tienen nada, y mientras  trabajadores empleados trabajan demasiado, los desempleados ven desperdiciadas sus fuerzas.
En semejantes condiciones, al derroche lo acompaña la precariedad, y al sobretrabajo, el paro forzoso. Los Gobiernos y los patrones no velan por una mayor y mejor producción, sino por una mayor y más restringida ganancia, y ésta sólo puede lograrse si los trabajadores ganan menos y trabajan más.
La sociedad, pues, se debate en un conflicto entre los trabajadores, que buscan el bienestar propio y de la sociedad y la alianza del Gobierno y los patrones, que sólo buscan mayores ganancias. Esto convierte indefectiblemente a los conflictos laborales en verdaderas batallas históricas entre los agentes de progreso social (los trabajadores), y los agentes de la reacción (Gobierno y patrones). Batallas que se plantean y se resuelven en infinidad de maneras, pero que bien pronto permiten observar qué fuerzas e intereses se agrupan en torno a ellas.
Es el caso del movimiento del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), desatado a raíz de la autoritaria liquidación de la compañía de Luz y Fuerza del Centro (LFC); maniobra con la que el Gobierno y varios grupos de empresarios pretenden apoderarse del patrimonio público nacional, rebajar las condiciones generales de trabajo del conjunto de los trabajadores en el país, y al mismo tiempo liquidar un sindicato independiente como el SME.
Los agentes del Gobierno buscan entonces cumplir objetivos a la vez particulares y de clase. Quieren hacer negocios particulares, como el usufructo de la red de fibra óptica de LFC (y también de la red de la Comisión Federal de Electricidad), y la privatización del servicio eléctrico, a favor de unos pocos grupos empresariales, en detrimento de la calidad del servicio; y al mismo tiempo pretenden cumplir objetivos de clase, al reducir subrepticiamente el nivel de empleo y de salario y dar rienda suelta al odio clasista que profesan tanto el Gobierno como el conjunto de los empresarios y algunas capas desclasadas, que ven una oportunidad de cerrar filas frente a la clase trabajadora en un momento en que la crisis mundial del capitalismo arrecia la competencia entre los capitalistas de todo el mundo, competencia en que los capitalistas de México no tienen la posición más cómoda debido a su incompetencia y atraso técnico.
Intereses tanto económicos como políticos e ideológicos unifican la acción del Gobierno y los patrones, y también, hay que reconocerlo, de ciertas capas medias y aún pobres, educadas en el odio clasista hacia los trabajadores asalariados.
Frente a este bloque del capital en descomposición, que no busca el progreso sino la ganancia, los trabajadores tienen que responder con la unificación de las iniciativas en un frente político – sindical que vaya más allá de las reivindicaciones a corto plazo y que plantee abiertamente la eliminación de las paradojas del capitalismo, con la instauración de un orden social donde primen el bienestar de las masas laboriosas y el progreso, régimen del que nos hallamos muy lejos y que sólo puede ser instaurado por la acción conciente y metódica de las masas trabajadoras en defensa de sus propios intereses.
Por las razones vertidas y en virtud de la representación popular y de la clase trabajadora la corriente de expresión Izquierda Social del Partido de la Revolución Democrática, hace un llamado al pueblo de México y al interior del partido a solidarizarse con las luchas sindicales y participar en la coordinación del movimiento obrero a nivel nacional, por el progreso y bien de todos los mexicanos.

Con el MOVIMIENTO TODO, sin el movimiento nada.
Consejo Político de Izquierda Social para el Estado de México.