La familia y las propuestas hipócritas de la burguesía

escrito por Rubén Rivera
martes, 04 de marzo de 2008

¡Viva la familia!, proclama la propaganda burguesa. Incluso hasta han inventado el famosos “día de la familia” según el cual hay que programar un día a la semana para reunirse y convivir.

No hay duda que en el fondo de lo que se trata es una ofensiva ideológica que tiene como objeto promover al conjunto de los trabajadores los valores hipócritas de la burguesía más reaccionaria.
La burguesía genera explotación, desempleo, hambre, desesperanza. Los padres tienen que buscar el sustento diez o doce horas diarias. En las colonias populares no existen suficientes guarderías, para los burgueses son más importantes los centros comerciales que lugares para el esparcimiento y el deporte. A todo ello los medios de comunicación burgueses no dejan de difundir imágenes de éxito inalcanzables para la mayoría de la población generando elementos para la consiguiente frustración individual. Los medios de comunicación exigen que los trabajadores dediquemos un día a la familia pero en la oficina, en el taller, en la industria nos amenazan con despido si osamos pedir ese tiempo libre “para la familia”. Así que incluso en este rubro la cuestión de la familia es una cuestión de clase.

Pero no es todo, sumado a todo esto hay una feroz campaña en contra de lo que parece “diferente”. Los medios de comunicación no escatiman esfuerzos para promover la famosa “cultura de la vida” que no es otra cosa que una brutal agresión contra los derechos democráticos especialmente de las mujeres trabajadores y su derecho a decidir sobre cómo, cuándo y en qué condiciones procrear.

Además de todo ello, la derecha exige directa e indirectamente que la familia sea tal y como considera que debe ser. Según ellos una familia que no esté formada por padre, madre e hijos es “anormal”, lo cual es exactamente lo contrario si observamos el número de casas dirigidas sólo por la madre soltera o parejas del mismo sexo.

La burguesía ha destruido las bases de la familia tradicional pero exige que los trabajadores adopten el esquema de la familia tradicional, en el fondo realmente no se trata más que de una cortina de humo para ocultar problemas sociales que originan la actual descomposición social y por supuesto desviar a las masas de las reales soluciones.

Los trabajadores debemos dar un combate frontal contra esta serie de prejuicios que sólo pretenden evitar que nos movilicemos y luchemos contra el sistema, al mismo tiempo no debemos ni podemos permitir que la burguesía justifique la opresión y represión contra todo tipo de expresiones humanas diversas.

En el caso de las uniones conyugales de distinta índole, todas ellas deben ser defendidas en la medida que responden las distintas necesidades humanas, ponerle un esquema fijo es sin duda establecer límites que sólo pueden ser establecidos por los participantes de dichas uniones. Como socialistas consideramos al contrato civil matrimonial como una supervivencia innecesaria, pero defendemos el derecho de que el factor fundamental para contraerlo sea la voluntad de los participantes.

El aborto, por ejemplo, no es más que la expresión de que el capitalismo enfrenta a la mujer a un callejón sin salida. Debemos defender el derecho de las mujeres a decidir interrumpir su embarazo en las mejores condiciones existentes. Nadie pude simpatizar con el aborto, pero es más bien un efecto que una causa, en donde la mujer es la única víctima.

¿Cuál es el futuro de la familia?

En realidad no existe ahora y en el pasado un esquema fijo al que podamos llamar la “familia normal”. La sociedad conforme ha ido desarrollando sus formas de producción y asociación ha modificado tanto su significado como su composición. Derivado de la sociedad de clases se ha impuesto un esquema familiar que pretende reproducir los roles de la sociedad en general y en este marco el papel subordinado de la mujer es prácticamente el único que se podría considerar común en las sociedades de clase. Con el desarrollo industrial y tecnológico las limitaciones de la mujeres tienden a desaparecer, su intervención en los diversos campos del proceso productivo ha roto un muro que la condenaba al papel tradicional en el seno familiar, ese es el aspecto más importante de la actual crisis en la familia tradicional. Crisis que a nuestro punto de vista no se tiene que ver como un problema sino como un síntoma de que es necesaria una transformación social que permita un nuevo marco en donde la participación de los trabajadores y trabajadoras sea realmente equitativa.

Los socialistas siempre hemos insistido que la solución de esta problemática se centra en la conversión de las tareas y responsabilidades domésticas en tareas y responsabilidades del conjunto de la sociedad. No obstante, esto no implica, como en el caso del estado, que de la noche a la mañana, cuando sea derribado el capitalismo los seres humanos amanecerán de pronto con un nuevo tipo de familia y libres de toda explotación. Semejante idea es más parecida a las esperanzas del paraíso que a la vida real. Lo que si podemos decir es que con la destrucción del capitalismo se sentarán las bases para una lucha verdaderamente fructífera para la trasformación de la familia, la cual avanzará en su composición no en función de tal o cual idea preconcebida sino dependiendo de la creatividad y potencial que, liberados de las trabas de la burguesía, podrán desarrollarse hasta donde ahora no podemos ni imaginar.

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