La defensa de PEMEX y la lucha por el socialismo

escrito por Luis Enrique Barrios
lunes, 24 de marzo de 2008

La nacionalización de la industria petrolera de 1938 a cargo del entonces presidente Lázaro Cárdenas, representó un gigantesco paso al frente por parte del pueblo trabajador en su lucha por sacudirse la opresión imperialista, en este caso la británica. El objetivo de esta medida fue totalmente claro: luchar para que la explotación del petróleo se trasformara en una fuente de beneficios para los trabajadores y campesinos pobres. No se trató de una tarea fácil, tras la iniciativa del presidente Cárdenas, México fue sometido a toda clase de presiones imperialistas y víctima de sabotajes a la industria recientemente expropiada. Sólo el empuje del proletariado mexicano, al lado de la resistencia indomable de los trabajadores petroleros para sacar adelante a esta industria, fue capaz de neutralizar el acoso del imperialismo británico el cual le quería cobrar con sangre, sudor y lágrimas la osadía que tuvo el pueblo trabajador mexicano para desafiar a las principales empresas petroleras del mundo en aquellos años.

PEMEX y la economía.

La expropiación petrolera y la conformación de PEMEX, se trasformaron en una factor de bastante peso para el impulso de la economía y para planes de desarrollo social que incrementarían significativamente las redes sanitaria, educativa, de infraestructura (carreteras, puentes, presas...) también para el fomento y fortalecimiento de distritos de riego agrícola en algunas regiones del país, para apoyar los subsidios al campo y un largo etcétera. Además la consolidación de PEMEX, facilitó la nacionalización de la industria eléctrica en 1960 y su posterior desarrollo. Así, en un contexto en el que PEMEX fue un pilar muy importante, la industria bajo propiedad del Estado se pudo fortalecer hasta lograr ocupar el 50% de la economía nacional.

De este modo, la medida antiimperialista lanzada en 1938 por el presidente Cárdenas y apoyada masivamente por los trabajadores, se transformó en un significativo motor de desarrollo, del cual el proletariado y el campesinado pobre lograron arrancar distintos beneficios importantes.

Sin embargo, a 70 años de su expropiación, la industria petrolera se encuentra ante un grave peligro. Calderón y sus huestes, perros falderos de la burguesía y del imperialismo, están preparando la ofensiva más abierta y descarada para asegurar que, bajo una fórmula de privatización disfrazada, la “asociación” de PEMEX con trasnacionales petroleras, los beneficios del petróleo se orienten más decididamente a engrosar las cuantiosas fortunas de los banqueros y los empresarios nacionales y extranjeros.

Si bien este intento de Calderón es el más cínico, sus acciones no son otra cosa más que la continuidad y profundización de una política iniciada durante la primera mitad de la década de los ochentas por los gobiernos del PRI, para después ser heredada por las administraciones panistas.

El colapso económico mundial de los años 70 y el estancamiento de los ochentas (la llamada “década perdida” de América Latina) supusieron un duro revés para la burguesía nacional y del mundo. Para superar la crisis y resarcir los beneficios de la burguesía, los diferentes gobiernos se dieron a la tarea de trasladar la crisis a la espalda de los trabajadores impulsando medidas como, por ejemplo, imponer políticas de choque salarial y, en cuanto a la industria pública, privatizarla gradualmente. Bajo este esquema, que aseguraba que los benéficos que recibía el Estado fueran transferidos a la burguesía nacional y a las trasnacionales, fueron privatizadas desde los ochentas a la fecha, más de mil empresas paraestatales. De esta manera fueron privatizadas a precio de remate las minas, las fundidoras, Telmex, etcétera. Así los multimillonarios beneficios con que contribuían todas esas empresas, dejaron de ser empleadas para la construcción de mas escuelas, hospitales y para otra serie de necesidades de los trabajadores y sus familias, para en adelante parar en el bolsillo de hombres como Carlos Slim, dueño de Telmex, quien el año pasado fue clasificado como el multimillonario más acaudalado del mundo.

Las privatizaciones se hicieron bajo la promesa hipócrita de que dichas mediadas se traducirían en bienestar para los más pobres y en un resorte para la economía. No obstante, por donde se le busque, es imposible encontrar el más mínimo beneficio para los trabajadores. Por el contrario, los pobres son más pobres y mayor en número.

Por otro lado, las privatizaciones y los ingresos que el Estado ha logrado por este medio, no han significado ningún estimulo firme para la economía nacional: durante décadas la economía mexicana, con una desarrollada industria en poder del Estado, experimentó un crecimiento promedio anual del 6% para después, tras arrancar las privatizaciones, sólo obtener un crecimiento marginal y lejano al del pasado. Un ejemplo que expone claramente este fenómeno es el caso de la administración de Fox en la cual, a lo largo de seis años la economía sólo creció en un ridículo 2.2%.

La privatización silenciosa.

No obstante el proceso privatizador y las jugosas ganancias que ha significado para la burguesía, el gobierno, por temor a las consecuencias políticas, no se lanzó a privatizar en el sentido clásico de la palabra (la venta abierta como fue el caso de Telmex, por ejemplo) a la industria eléctrica y petrolera, optando por tros caminos, la privatización silenciosa, modificando leyes secundarias que aseguraran que el capital privado pudiera beneficiarse de diferentes maneras a través del sector energético. Bajo esta fórmula es como hoy en día, el 35% de la electricidad en el país la generan empresas privadas, marginado de esa labor cada vez más a la Comisión Federal de electricidad (CFE).

En el caso de PEMEX, la apertura al capital privado también ha sido de diferentes maneras. Un caso es el de las funestas Pidiregas (Proyectos de Impacto Diferido en el Gasto) por medio de las cuales PEMEX recibe inversión privada bajo la forma de deuda y que arrojan estupendos beneficios para los inversionistas. Bajo esta forma de deuda, creada por Zedillo el cual la calificó como la “solución final”, con la intención de compensar la caída de la inversión del Estado sobre PEMEX, la cual pasó del 2.9 del PIB en 1983 a tan sólo el 0.57% en 2007, dicha empresa ha sido y sigue siendo saqueada.

Las Pidiregas, que en 1998 integraban el 63% del financiamiento sobre PEMEX y que en este año ese porcentaje creció hasta el 449%, se han trasformado en una enorme carga y una fuente para desfalcar a la industria petrolera, prueba de ello es que el año pasado se tuvieron que cubrir compromisos de pago para este tipo de inversiones por 103 mil millones de pesos. Además se pronostica que en los próximos 23 años PEMEX tendrá que desembolsar 150 mil millones de dólares para amortizar y cubrir este tipo deuda. Gracias a ello PEMEX es ahora la empresa petrolera más endeudada del mundo.

Tan sólo con esas cantidades, las cuales paran ahora en manos de los inversionistas, PEMEX podría desarrollar su infraestructura sacándola de la ruina a la que ha sido condenada por el PAN y en PRI. Por ello, los trabajadores debemos pronunciarnos y luchar para que las deudas de PEMEX sean canceladas y ese dinero sea empleado para el desarrollo de esta industria.

También, otra forma de saque de PEMEX por medio de la privatización silenciosa han sido los diferentes contratos de servicios y obras que el gobierno le ha otorgado a distintas empresas privadas, tanto nacionales como extranjeras. Un caso representativo de esta política es el de la petrolera española Repsol, la cual en 2003, durante el gobierno de Fox, logró el primer Contrato de Servicios Múltiples (CSM) que le permite extraer durante 20 años gas natural de la Cuenca de Burgos, en el bloque Reynosa-Monterrey el cual cuenta con reservas probadas de 57 mil 800 millones de pies cúbicos de esta materia prima. Por si fuera poco, dicha trasnacional petrolera recientemente ha recibido otro contrato por 15 mil millones de dólares que le permite venderle gas natural a la CFE.

En conjunto los diferentes contratos que a la fecha ha otorgado PEMEX ya alcanzan una cantidad que se estima en 88 mil millones de dólares. De todos ellos también se han beneficiado personajes de las altas esferas del poder público, tales como Calderón, quien fungió como secretario de energía en el gobierno de Fox y Juan Camilo Mouriño, actual secretario de gobernación y exsubsecretario de energía al lado del primero.

Otro elemento a destacar sobre estos contratos es el caso de la empresa Haliburton, la cual ya es la principal contratista extranjera con PEMEX con 160 contratos con una valor de 2 mil millones de dólares para la perforación y el mantenimiento de pozos. La cuestión es que en este caso el asunto trasciende el mero ámbito de los negocios, adquiriendo un carácter geopolítico relacionado con la política de seguridad nacional del Departamento de Estado yanqui.

Un informe publicado por La Jornada del 20 de enero del año en curso destaca lo siguiente:

La decisión del gobierno federal de permitir una mayor participación de Halliburton en la industria energética mexicana constituye un paso hacia la incorporación del país a los intereses del aparato de seguridad y defensa de Estados Unidos, según el experto John Saxe-Fernández, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Ninguno de los anteriores gobiernos había llegado a tanto”, lo que es más grave cuando se trata, como con el actual, de un gobierno sobre el que existen dudas respecto de su legitimidad, abunda John Saxe-Fernández, especialista en temas energéticos y estratégicos...

El vicepresidente de Estados Unidos, Richard Cheney, fue presidente de la empresa y, antes, en un curioso movimiento como de puerta circular en el que se confunde lo público con lo privado, había ocupado, durante la primera guerra del Golfo Pérsico, la cartera de secretario de Defensa...

Documentos del gobierno estadunidense obtenidos por este diario y citados en un reporte de agosto de 2002 dieron cuenta de que Halliburton Corporation recibió de la administración federal de Estados Unidos cientos de millones de dólares en subsidios y apoyos para lograr contratos con PEMEX...

El imperialismo yanqui es un gigante industrial tremendamente sediento de petróleo y necesita asegurar un abasto seguro, desafortunadamente para sus intereses la inestabilidad política de Oriente Medio no implica una garantía para ello. En Irak las cosas están lejos de ser resueltas; las tensiones con Irán son fuertes y en Arabia Saudita el régimen es débil e inestable. Por si fuera poco, la Revolución Bolivariana de Venezuela, uno de los principales abastecedores de petróleo a suelo yanqui, también representa una seria amenaza para la demanda de crudo de los Estados Unidos de América.

Por eso el imperialismo yanqui tiene que mirar hacia a otros lugares en búsqueda de un abasto petrolero mas seguro y que le dé mejores garantías. De tras de la actual ofensiva privatizadora de Calderón, están los monopolios petroleros al lado de los intereses estratégicos del imperialismo yanqui.

El desmantelamiento de PEMEX.

La penetración de toda esta clase de empresas privadas para sacarle jugo a PEMEX, se desarrolló bajo el amparo de la política de los gobiernos priístas y panistas de abandono de la paraestatal a lo largo de 25 años. Durante todo ese tiempo se ha estado desmantelando y asfixiando a PEMEX, empresa que tiene la importancia de asegurar aproximadamente el 40% del gasto público.

En la actualidad prácticamente toda la producción depende prácticamente de los pozos construidos en los años 70, particularmente de Cantarel el cual ya está agotando su capacidad productiva. La refinación y la explotación del petróleo y el gas, para obtener derivados, ha sido llevada al mínimo de tal manera que en la actualidad se tiene que importar el 40% de las gasolinas y el 25% del gas para cubrir la demanda interna. Este factor ha tenido otro efecto pernicioso para las familias trabajadoras mexicanas, pues producto de ello, en datos de diciembre del 2007, la gasolina con un 12%, el gas con un 122.6% y la electricidad con un 196%, en nuestro país poseen precios más caros que los existentes en suelo yanqui, afectando de esta manera severamente los niveles de vida.

Para cubrir esos y otros vacíos, el gobierno ha optado por abrirle las puertas al capital privado.

Los gobiernos del PAN y del PRI irresponsablemente, pero de manera totalmente conciente, han empujado a la ruina a PEMEX. A ello se agrega otro factor que puede ser considerado como abierta privatización de los beneficios petroleros, nos referimos al pago de la deuda pública, para el cual, por tan sólo poner un ejemplo, a lo largo de todo el gobierno de Fox se emplearon 8 de cada 10 dólares obtenidos por ingresos del petróleo. Esta es otra manera de transferir capital del erario público por medio de los beneficios de PEMEX, a los banqueros nacionales y extranjeros.

Endeuda y saqueada, condenada a la escasa inversión y sujeta a toda clase de abusos por parte del gobierno para no emplear la riqueza de PEMEX en su propio desarrollo, la industria petrolera ha sido empujada a la bancarrota. Resulta ridículo que tras haber obtenido 60 mil millones de dólares como ingresos en 2007, tras el régimen tributario a la que es sometida, finalmente PEMEX haya tenido que reportar perdidas ese año por mil 500 millones de dólares. Bajo esos términos es imposible que PEMEX levante cabeza.

Nuevo impulso privatizador:

Las aguas profundas.

Pero ahora resulta que, a pesar de las multimillonarias fortunas que han significado las políticas hacia PEMEX para un puñado de burgueses, el nivel al que ha sido llevada la privatización silenciosa y por la vía de los hechos, les resulta insuficiente. Los capitalistas, y tras ellos Calderón y Mouriño, quiere más y están decididos a ir tras los jugosos negocios que representan la exploración, la perforación y la extracción de petróleo en aguas profundas.

El argumento para ir a esta clase de aguas es el enorme potencial en reservas petroleras que existen en ellas, al lado de la sistemática declinación de la producción en Cantarel. Calderón y sus compinches argumentan bajo toda clase de excusas, su insistencia para ir hacia las aguas profundas, sin tomar en cuanta que en las aguas someras existen reservas probadas por 15 mil millones de barriles, por ejemplo.

Además, otro factor que va en contra de la necedad de Calderón, es el expuesto por un informe de la fracción parlamentaria y publicado en La Jornada el pasado 17 de febrero en el que se señala que: En el caso de México, Pemex ha informado que sólo se ha explorado el 25 por ciento del territorio geológicamente susceptible de almacenar hidrocarburos. Además, en la región marina, en la plataforma continental, con tirantes de agua menores de 300 metros, la situación es similar. La tecnología para descubrir y extraer reservas en estas dos regiones es del dominio de Pemex. Se tienen identificadas en esas áreas unas 300 localizaciones para perforar pozos de exploración. Lo lógico es que antes de explorar y explotar recursos en aguas profundas Pemex invierta en esos lugares.

A todas luces está claro que la manipulación de información y el aferre de Calderón y Mouriño junto a panistas y priístas, para ir en búsqueda de petróleo a las aguas profundas, sólo persiguen asegurar que ese jugoso negocio (se calcula que de dichas aguas se podrían extraer 30 mil millones de barriles) quede en manos del capital privado por medio de la figura de la “asociación” con PEMEX. Obviamente dar este paso, para el cual se requiere modificar las leyes, acarrearía también enormes fortunas para el gobierno para algunos gobernantes, para panistas y priístas, por medio del trafico de influencias y les negocios familiares. Sobre esto último, el ejemplo actual más patético, es el del secretario de gobernación Mouriño.

La defensa de PEMEX

Es verdad que la situación de PEMEX y su capacidad para jugar su papel como un poderoso motor económico va en decremento, por consecuencia son urgentes medidas que puedan revertir esta situación, asegurando de esta manera que el petróleo se trasforme de nuevo en un importante factor de desarrollo económico y social.

Sin embargo, es necesario resaltar que el punto crítico al que ha sido llevado a nuestra industria petroleara es obra de una política concientemente orientada por los gobiernos del PAN y del PRI para desmantelar y hacerla obsoleta. Política en la cual también la corrupción y el saque sobre PEMEX ha sido una constante. Recientemente informó la Secretaría de Hacienda que PEMEX registra pérdidas de 14 mil millones de pesos por robo de gasolina. Para cualquier trabajador queda claro que las voluminosas cantidades de gasolina robada que representan la cantidad señalada por Hacienda, no se pueden perder así nada mas. Definitivamente que esa clase de robo es uno de los tantos negocios mas que tiene los altos directivos de PEMEX, coludidos con Calderón y al amparo de las policías.

Además, como fieles perros de presa de la burguesía, panistas y priístas le han abierto cada vez más las puertas al capital privado, nacional y extranjero, para que hagan cuantiosas fortunas a costillas de PEMEX y del petróleo mexicano. Ahora, bajo el pretexto de que la única salida es “asociar” a PEMEX con empresas trasnacionales para extraer el petróleo de aguas profundas, prácticamente pretenden abrir de par en par esas puertas. Todo lo anterior ha significado el que los niveles de vida de los trabajadores y campesinos se vean seriamente afectados, pues cada vez son mayores las cantidades de dinero que antes se ocupaban para diferentes obras sociales y que ahora paran en los bolsillos de los burgueses.

La modificación de las leyes, impulsada por Calderón, para permitir la “asociación” de PEMEX con los monopolios petroleros, pretende abrirle el paso a la burguesía nacional y al imperialismo para explotar y enriquecerse del “tesoro” que está en las aguas profundas. Pero además dicha medida pretende transformarse en la “punta de lanza” y antesala para ya poner a PEMEX y al petróleo mexicano bajo un control total y absoluto del capital privado y del imperialismo.

A pesar del nivel tan crítico al que ha sido llevado por la burguesía y sus gobiernos, PEMEX sigue siendo una de las primeras empresas más rentables de todo el planeta; y las reservas petroleras mexicanas aun son las suficientes como para que el capital privado pueda hacer estupendotes negocios durante varias década. Calderón y Mouriño quieren entregarle ese pastel completo a los capitalistas, los cuales lo ven con unos ojos de mayor avaricia porque además el petróleo ha incrementado sus precios de manera espectacular en los últimos cuatro años, ello al lado de que el petróleo mexicano está prácticamente en las puertas de una economía que consume este hidrocarburo a manos llenas y como un gigantesco monstruo que nunca termina de saciar sus sed, el imperialismo yanqui.

Pero de continuarse por ese camino, las cosas se complicarán aun más para el pueblo trabajador dado el papel que por décadas han jugando el petróleo nacionalizado y PEMEX, empresa que, a pesar de todo, sigue siendo la garantía de aproximadamente el 40% de los ingresos del Estado.

Es por ello, y por todo lo que ha representado PEMEX y lo que puede representar en el terreno económico y social, que los trabajadores debemos tener una postura firme y cerrarle el paso a toda costa a este nuevo intento privatizador. En su táctica de lucha presentada por la Convención Nacional Democrática, encabezada por López Obrador, durante el extraordinario mitin del pasado 18 de marzo, se plantean la toma de las cámaras legislativas, de bancos, de aeropuertos y el cierre de carreteras. Todo ello de manera gradual para, en caso de que Calderón no desista en sus planes privatizadores, ir al Paro Nacional. Estas medidas representan un significativo paso al frente, pero es importante señalar que Calderón y la burguesía no están jugando, que por ello es de especial relevancia asegurar que estos llamados a luchar no se queden en palabras y se pase a los hechos. Por ello es determinante demandarle a AMLO que no dé ningún paso atrás en su táctica de lucha y que por el contrario la fortalezca convocando a los sindicatos a esas acciones. Los dirigentes sindicales deben unirse y convocar a las acciones que ya se han definido. Los sindicatos tienen en sus manos el poder de paralizar al conjunto de la economía y no pueden quedarse al margen de las acciones encaminadas a frenar la privatización de PEMEX.

La lucha por el socialismo.

Pero para frenar definitivamente el saqueo de PEMEX y todo intento privatizador, demás de culminar con el abandono en la que se le tiene, es necesario ir más lejos en esta lucha. AMLO como una de sus medidas para remediar tal situación propone recortar todos los gastos que tiene que ver con un montón de excesos por parte de los gobernantes, ahorrando de este modo miles de millones de pesos que podrían ser destinados a fortalecer y desarrollar la infraestructura de PEMEX. Estamos de acuerdo con esta medida, pero es necesario señalar que aun faltaría más: por ejemplo PEMEX está terriblemente endeudada, por consecuencia para sanear sus finanzas, es necesario que dicha deuda sea desconocida y cancelada. Por otro lado las empresas contratistas, nacionales y extrajeras, son un auténtico parasito que le roba cuantiosas sumas de dinero día a día a PEMEX, representando un freno también para el desarrollo de esta última. Es por ello que los bienes de estas empresas y su tecnología tiene que ser expropiados y nacionalizados para ponerlos al servicio de PEMEX; por su parte los trabajadores de dichas empresas, sometidos a una tremenda explotación y víctimas de la escasa existencia de derechos laborales, tendrían que ser contratados por PEMEX y sindicalizados. Además, sobre esta última cuestión, nuestra lucha también debe ir encaminada a expulsar a el charro sindical Romero Deschamps y su pandilla quienes, además de corromper al sindicato, han sido importantes cómplices de los gobiernos del PAN y del PRI para lanzar sus ataques contra PEMEX. ¡Por la democratización del sindicato de trabajadores petroleros!

Pero todas estas medidas sin eliminar la corrupción que correo PEMEX, sería insuficiente. En dicha corrupción los principales actores son siempre los altos directivos y su sistema de mandos. Ante ello es necesario sacar esa escoria y, para evitar la corrupción, poner a PEMEX bajo la administración directa y democrática de los trabajadores.

Por supuesto que frenar este nuevo intento privatizador de Calderón, sería un enorme paso al frente y todo un éxito para el movimiento. Pero debemos tener en cuenta que a pesar de ello, la gigantesca deuda de PEMEX y el parasitismo de las empresas con las que tiene contratos seguirían pesando como una enorme loza que impide que la paraestatal salga de su situación asfixiante. Por ello es necesario ir más a fondo e impulsar medidas con las antes propuestas, para asegurar que el petróleo mexicano se trasforme en una auténtica y poderosa maquinaria de desarrollo social y económico.

Por supuesto que Calderón y la burguesía se opondrán a una política que afecte sus intereses, por ello es que el plan de lucha en defensa de PEMEX también debe ir orientado a derrocar al espurio, e instalar un gobierno de trabajadores, una democracia obrera, que expropie a los terratenientes, a los banqueros y empresarios, para poner toda esa riqueza al servicio del proletariado y el campesinado pobre. La lucha por la defensa de PEMEX, asegurando que se transforme en una verdadera fuente para abatir la miseria y toda la barbarie capitalista, debe ser al mismo tiempo la lucha por el socialismo.

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